Encuentro
CUARTO SUEÑO: ENCUENTRO
Mariko se encontraba en el parque, pensando en lo que sucedió hacía ya siete años. ¿Por qué no podía recordar el encuentro de sus padres? y ¿por qué su padre le mintió de esa forma?
Se hacía tarde y no hubo nadie en las cercanías, permanecía sentada en el columpio y la fresca brisa que precedía al anochecer bajaba la temperatura, sin embargo, su cerebro era un hervidero con los pensamientos de los recientes acontecimientos. Debió tener un aspecto desventurado porque alguien le preguntó si se encontraba bien.
―Sí, estoy bien ―dijo queda, al mismo tiempo que levantaba la mirada.
Un hombre joven se presentaba ante ella. Mariko se hallaba confundida, era como si lo hubiera visto de alguna parte, como si fuese de alguna forma parte de su persona.
―Disculpa, pero no quise importunarte, me disculpo si te asusté ―le dijo el desconocido.
―No, no te preocupes ―le contestó Mariko―, solo que me pareció haberte visto antes.
―Tal vez sea así ―le respondió el extraño―, te vi sentada y me vino el impulso de querer hablarte, pero vi que tenías una mirada pensativa y tuve miedo de perturbarte, hasta que observé que te pusiste triste y me acerqué para ver si podía ayudarte. ¿Es algo tonto, no te parece? ―dijo el hombre colocando su mano detrás de la nuca como avergonzado.
―No lo creo, de hecho, es maravilloso que aún haya personas que se preocupen por los demás, de veras.
―Vaya, gracias. Disculpa, aún no me he presentado, ¿verdad? Me llamo Dío ―le dijo con una sonrisa que hizo que Mariko se sonrojara.
―Yo..., me llamo Mariko, encantada... ¿Nos conocemos de alguna parte? ―Preguntó algo avergonzada―. Disculpa, es que a veces tengo una memoria fatal, pero estoy segura de que nos conocimos de alguna parte.
―Me parece que es la primera vez que nos vemos, pero sí concuerdo contigo con que te conozco de alguna forma, seguro fuimos amigos en una vida anterior ―le dijo Dío mirándola con unos ojos cafés grandes y profundos.
―¿Tú crees? ―dijo, notando como sus rodillas temblaban, por fortuna traía falda larga por lo que esperaba que no se le notara.
―Claro ―le contestó, como si fuera algo lógico―, una persona se puede reencarnar y si tiene mucho cariño por alguien y desea con intensidad volver a ver a esa persona, lo más seguro es que suceda.
―Qué bonito... ―contestó, admirada de las palabras que le dijo Dío, denotaban a una persona amable y gentil.
―Y dime..., ¿tienes algún problema? ―preguntó algo preocupado el joven.
―No, no te preocupes, no es algo de importancia ―le contestó.
―Que bien ―dijo sonriendo―, ¿te parece bien si salimos del parque?, que va a caer la noche.
―Claro ―dijo, notando el frío que empezaba a reinar en el lugar.
De repente a Mariko le pareció ver a su padre tras uno de los árboles.
―¿Sucede algo? ―preguntó Dío.
―No, no es nada, sigamos ―dijo entrelazando su brazo con el de Dío y partiendo de aquel lugar. Volvió su cabeza para ver el árbol, pero nada se encontraba detrás de éste ―debió ser mi imaginación―, concluyó.
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