Hannah

Después de llevar a mi padre a su camarote y acomodarlo en la pequeña cama, cojo el botiquín y pongo alcohol en una gasa para curarle la herida del costado mientras las lágrimas no dejan de cesar por mis mejillas.

-¿Por qué lloras? -pregunta él. Le miro y suspiro.

-La herida es profunda -explico.

Se intenta incorporar y hace un claro gesto de dolor con el rostro. Muerdo mi labio inferior aturdida y Jesús acaricia mis hombros despacio. Sé que piensa lo mismo que yo.

-No pasa nada pequeña -musita mi padre procurando mantener la calma- si me pasase algo, todo lo mío es tuyo, tú tomarías el mando.

-No podría subir a este barco después de tal desenlace -añado seria pero por dentro me estoy muriendo de dolor. Estoy completamente destrozada.

-Lucha y sé feliz, es lo único que te pido.

Mira a Jesús y sonríe. Sé que quiere que esté con él, ya que me imagino que sabrá la atracción que existe entre nosotros.

-Hannah, ¿podrías dejarnos solos un momento? -me pide y asiento.

Salgo de su camarote y subo las escaleras para que puedan hablar. Quién sabe lo que sucederá ahí abajo.

Jesús

-Toma asiento, joven -me indica y obedezco.

-¿Qué ocurre? -pregunto atropelladamente tragando saliva.

-No me queda mucho tiempo, Jesús -dice y el corazón comienza a latirme más rápido de lo habitual.

-No, se pondrá bien -digo y él niega riendo.

-Espero no equivocarme pero estoy dejando a mi hija en las manos correctas -aclara y sonrío levemente.

-¿Por qué confía en mí? -pregunto frunciendo el ceño algo nervioso.

-Sé que la amas desde el primer momento en el que cruzaste tu mirada con la suya. Ella te quiere y mucho, está confusa y sé que su corazón estaba batallando indeciso por dos almas completamente diferentes.

Me quedo completamente sin palabras, ¿cómo demonios sabe todo esto si ninguno de los dos ha contado absolutamente nada? Comienzan a sudarme las manos y mi nerviosismo incrementa por mil.

-Cuídala, por favor -dice débil- prométeme que la cuidarás y la amarás aún más cuando se entregue a ti.

Mis ojos se humedecen y las lágrimas bañan mis mejillas. Si ella escuchara estas palabras salir de la boca de su propio padre, el supuesto pirata más temido de todo el océano, alucinaría, estoy seguro.

-Lo prometo.

Extiende su mano y se la estrecho sin duda alguna.

-Ve a por ella -me pide. Asiento y grito su nombre paulatinas veces hasta que su perfecta figura resplandece ante mis ojos color café.

-Entra pequeña -asiente y antes de entrar sostengo su mano con dulzura.

Ella me dedica una amplia sonrisa por el gesto tan cariñoso que le acabo de otorgar y entramos juntos. Cutlass nos observa y sonríe levemente. Espero que ella también lo haya visto.

-Hannah, mi pequeña Hannah -dice cuando está a su altura.

-Dime papá -dice evitando romper en llanto.

-Estamos volviendo a casa, probablemente ya estemos adentrándonos en el puerto de Gdansk.

-¿Mamá estará esperándonos? -pregunta ella ansiosa.

-Siempre está, mi niña.

Hannah sale corriendo a la borda y escucho un grito suyo bastante agudo. La ha visto.

-Ayúdame a levantar -me pide y le ayudo a ponerse en pie. Subimos y el barco comienza a atracar.

Colocan una tabla que comunica el barco con el puerto y Hannah sale corriendo para abrazar a su madre. Es muy bella, tanto como ella.

Ambas suben abrazadas y la mujer abraza a Cutlass con delicadeza.

-Tú debes de ser Jesús -dice ella con una amplia sonrisa bastante acogedora.

-Encantado pero ¿cómo sabe mi nombre? -pregunto estúpidamente.

-El océano tiene ojos y oídos, joven -responde riendo.

Se abraza aún más a su marido y sonrío. Hannah me abraza inconscientemente y sonrío ante el gesto.

Tras un largo día de charla, Cutlass se pone en pie y nos mira atentamente a Hannah y a mí.

-He de volver -dice con seguridad.

-¿Qué? Será una broma, ¡estás herido! -grita Hannah.

-Mi hogar está allí, en ese navío -responde él.

-Tu hogar es este, con tu mujer y tu hija -masculla ella.

Él agacha la cabeza y de reojo me lanza una mirada de advertencia como sinónimo de que recuerde sus palabras en todo momento.

-Cuídalas.

Hace una reverencia con su sombrero y camina raudo hacia el barco. Asciende por la tabla y su mujer se despide de él con un pañuelo blanco en la mano. Cutlass se despide con la mano y sus ojos se cristalizan.

-Sabe lo que hace mi vida -susurro en su oído.

14. ¿Qué sucederá con Cutlass Turner? ¿Volverá? La aventura está tomando rumbo. El final se acerca.