11. La fiera.
Hannah
Camino hacia la mazmorra real y suspiro. Ya nada puede ir peor. Los guardias me empujan y me arrebatan todas mis pertenencias: espadas, armas de fuego e incluso una brújula y la foto de mi padre.
-¿Por qué tenéis una foto de Cutlass Turner? -pregunta uno de ellos.
-No os incumbe -les escupo.
-¡Compórtese jovencita! -dice el otro golpeando la puerta.
-Más os vale no tenerme mucho tiempo aquí encerrada, porque de lo contrario, aparecerá un nuevo navío por la bahía polaca y arrasará con todo lo que encuentre a su paso hasta dar conmigo -mascullo tajante.
Ambos guardias me dedican miradas firmes y totalmente serias e implacables. Veo el resplandor del fuego y me asomo por la pequeña ventana de la celda. Veo cómo luchan entre ellos, cómo destruyen y arrasan con todo, cómo asesinan gente a sangre fría, cómo lo único que se oye es el sonar del roce de las espadas.
Suspiro profundamente y me siento en el frío y nauseabundo suelo de este lugar cochambroso. Pasan las horas y el sabotaje cesa gracias a las fuerzas polacas que actúan con rapidez.
-Es un gran espectáculo visto desde aquí -musito.
-¿Ya la fiera está amansada? -preguntan a mis espaldas.
-Otra vez tú -suspiro.
-¿De dónde venís, señorita? -pregunta desde la puerta.
-Antes casi me cortas el cuello y ahora quieres que te diga de dónde vengo. ¡¿Estás majara?! -grito clavando mi fría mirada en él.
-Cálmate, o de lo contrario, estarás aquí más tiempo -amenaza.
Voy a contestar a su amenaza pero me detengo. Quizás si no articulo palabra alguna me deje libre.
-Repetiré la pregunta: ¿de dónde vienes?
-Soy de Suiza -me limito a responder.
-¿Ese barco tiene algo que ver contigo?
-Sí y no. Es una larga historia. Y a todas estas, ¿por qué haces tantas preguntas? -replico frustrada.
-Volveré más tarde cuando hayas disminuido esos humos -se marcha.
-¡Canalla! ¡Sácame de aquí! -ahogo un grito de desesperación.
Será estúpido el niño mimado. Aunque, ha decir verdad, es tremendamente atractivo. Su tez morena junto a esos ojos color café, tan similares a los rasgos faciales del Capitán John Hawkins, pero que no irradian malicia, ni siquiera furia o asco. Es tan sumamente diferente a lo que estoy acostumbrada a ver, que impacta tanto o más que las olas con mi verdadero navío.
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