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10. Sabotaje.

Jesús

Me despierto con un gran estruendo que resuena por toda Gdansk. Me levanto de un tirón de la cama y me asomo al balcón observando el océano. Un barco pirata se aproxima a gran velocidad y los nervios florecen en mi interior.

-¡Piratas! -grito alarmado.

Salgo corriendo de la habitación en busca de mis padres. Se levantan al escuchar mis ahogados gritos de desesperación y mi madre se levanta asustada.

-Debes esconderte mi vida -le dice mi padre.

-¿Qué vais a hacer? -pregunta temerosa.

-Dar la voz de alarma antes de que desembarquen -dice él mientras besa sus labios y camina hacia la puerta- quédate aquí, Jesús -me lanza una espada.

-Ve con tu padre, estaré bien -me dice cuando se marcha.

-Ni loco te dejo aquí sola, y mucho menos con esos maleantes sueltos -digo seguro de mis palabras y ella suspira.

-Debes proteger tu reino, Jesús -musita.

Sus ojos reflejan el temor más ahogado que jamás he visto. Los nervios incrementan en mi estómago y suspiro profundamente para intentar tranquilizarme. Escucho la voz ronca de uno de esos bucaneros.

«¿Cómo demonios han llegado aquí tan pronto?», maldigo para mis adentros.

-Escóndete -murmuro y obedece- iré a distraerle, no salgas por nada del mundo, por favor.

Camino hacia la puerta y la abro despacio. Veo una sombra acercarse y sujeto la espada con fuerza con el fin de estar preparado para atacar. El bucanero se adentra en la habitación y observo sus movimientos. Coloco la espada en su cuello para detener que siga adentrándose y ahoga un grito.

-¡Estúpido, suéltame! -grita una voz dulce. Espera, ¿es una mujer?

Giro al supuesto bucanero para tenerlo frente a frente y mis sospechas son ciertas. Es una mujer de cabello negro, oscuro como la noche, cuyos ojos brillan con malicia.

-¿Qué? ¿Una mujer no puede ser pirata? -espeta seria.

-No...no es eso, simplemente me ha sorprendido -balbuceo nervioso pero firme- ¿eres tripulante de ese barco no?

-¿A ti que te importa?

-Me importa más de lo que crees, pues tu estúpido barco ha asaltado mi reino.

-¿Tu reino? Ni que fueras el rey -ríe malévolamente.

-Soy el heredero al trono, el sucesor del rey, y ahora, si me disculpas, he de apresarte -digo observándola- ¡Guardias! -entran en la habitación- llevadla a la mazmorra -ordeno.

La sujetan por las manos con fuerza, aunque no opone resistencia. Noto algo diferente en su forma de actuar. Esa actitud no es propia de un pirata, más bien, es la de una joven asustada pero ¿por qué?

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