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1. Nuevo rumbo.

Hannah

Mi padre, el pirata más temido de todo el océano, espera junto al navío mientras me despido de mi bellísima madre con un fortísimo abrazo.

«La echaré de menos», pienso mientras la dejo atrás.

-¿Preparada para zarpar? -articula él sonriendo.

-A sus órdenes capitán -respondo con cortesía.

La tripulación hace una reverencia cuando subo al barco y mi padre sonríe orgulloso.

-¡Maleantes! -grita él- que ninguno ose a tocar a mi heredera o le cortaré el pescuezo.

Todos musitan un clarísimo 'sí, mi capitán' mientras mi progenitor me extiende un sombrero, una espada y un arma de fuego. Zarpamos y observo cómo nos alejamos del muelle y mi madre agita su pañuelo en el aire en son de suerte.

Una lágrima desciende por mi mejilla a velocidad de vértigo y mi padre al percatarse de ello, la limpia con la yema de sus dedos.

-Un vil pirata nunca llora -dice con voz ronca- tienes que empezar a ser como yo si no quieres que nadie te vacile -aconseja.

-¿Frío, duro y calculador? -pregunto expulsando un leve suspiro.

-Los piratas no tenemos sentimientos, somos los dueños del océano y si queremos ser temidos, tenemos que ser fríos -explica.

Observo el horizonte mientras gira el timón paulatinamente. Dejamos atrás Polonia y ponemos rumbo a un lugar inhóspito.

«¿Qué nos deparará este nuevo viaje? », pienso.

Llegó la hora de que tome el mando del navío. Coloco mis manos a ambos extremos del timón y lo giro despacio en el sentido de las agujas del reloj.

-¡Barco pirata a estribor! -grita un tripulante.

-¡Camaradas, abran fuego! -ordeno.

Los cañones de ambos navíos comienzan a batallar. Mi tripulación salta al ritmo en el que giro el timón y mi padre, el Capitán Cutlass Turner, se enorgullece.

-¡Caballeros, todos a bordo! -ordena él- gira el timón con suavidad Hannah -me pide.

Obedezco a todas sus indicaciones y cuando me doy cuenta veo tierra firme. Una isla desconocida, o eso espero, ya que en muchas ocasiones hemos acabado desembarcando en la misma y no tenemos nada más que arrasar.

-Capitán, estamos frente a la Isla Caimán -informa un tripulante.

-Mueve el timón todo a babor -ordena.

-¡Tiren las anclas! -grito y obedecen- ¡preparen las barcas y procedamos al sabotaje!

Mi padre coloca una mano sobre mi hombro y sonríe. Le devuelvo el gesto y subimos en las pequeñas embarcaciones poniendo rumbo a la isla. Parte de la tripulación se queda en el barco y la otra nos acompaña con ansias.

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