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La pequeña majestad

El tiempo se había hecho más plástico desde que habían salido del estanque en el Oasis de los Espíritus; aun con la emoción del regreso de quienes lo rodeaban, el Fuego y el Agua regresaron a Hokage, la ciudad imperial.

Ellos no habían contado el pasar de los días, pero estaban cerca de los dos meses entre alegrías y sorpresas, cuando Dante Sforza, el Preceptor Real, volvió a buscarlos en un globo similar, aunque mejor equipado y con las escoltas diplomáticas del caso, para llevarse a las jóvenes majestades, con la carta en mano, ansioso también de reencontrarse con su querido Príncipe.

Aunque tuvieron que hacerse las entradas consulares correspondientes, el encuentro y la alegría informal también se hicieron presentes. El natural de los Fuego noto los cambios en las majestades no solamente en sus formas de vestir, sino en sus formas de mirar. Era algo tan patente que llamaba la atención; aunque sin bending, el humano podía sentir que había algo más en ellos, y a su alrededor; un aura que los envolvía, los marcaba y les recordaba, a ellos y al mundo, que ya no pertenecían enteramente a ese plano.

"Como una suave hoja de la guadaña que, luna tras luna, comenzará a bajar cada vez más sobre ellos" pensó en un momento, mientras los observaba despedirse y los demás sirvientes y guardias preparaban todo el regreso ". Es demasiada felicidad este desenlace; sin embargo, tiene un regusto agridulce que sin duda generará tristeza a futuro."

Por más que pudiera vaticinar, en el presente no había tiempo que perder. Hacía una semana que Tora Kaminari había comenzado con las primeras molestias, ya estando postrada y preparada para el parto. Había una cierta preocupación por ella, pero la ansiedad de traer de nuevo a los jóvenes era tal que quedó ligeramente opacada por algunos días.

—Regresen pronto, los amamos.

—Siempre, madre.

Anthos, Jibril y Arthur entonces subieron al artefacto volador. Así como el Príncipe Heredero no pudo fascinarse demasiado ante lo nuevo en su entorno, lleno de preguntas y curiosidades, así los Agua no pudieron detenerse en la fascinación al subir a un aparato volador por primera vez en su vida. Era una maquinaria moderna, de avanzada en todo el planeta y era real; primero como naves de guerra y ahora de transporte comercial.

Con la escolta adecuada, los benders que manejaban la nave recogida y la escolta emprendieron su regreso, preciso y veloz, abriendo los pesados cielos que cubrían de la primera nieve del año al polo norte, para elevarse y alcanzar mejores presiones en las que las llamas pudieran combustionarse.

—¡Es increíble, estamos encima de las nubes, como los Aire!

—Quiero aprender a manejar esto, hermano. Debe ser divertido.

—Sólo los Fuego pueden, me temo. Funciona con bending.

—No por mucho...

Arthur sonrió al verlos apostados como niños contra la ventana, mirando hacia abajo y al exterior.

>>—Tenía una idea de más joven, para implementarlo a la mecánica. Aún no he hallado una solución práctica que funcione con la física, pero la hallaré.

—¿Qué significa eso?

—¿Le sacarás la dependencia del fuego-control? — preguntó el Consorte Real, y su esposo asintió — Oh, ¡Eso sería impresionante! La harías utilizable para todos, incluyendo los naturales — parpadeó — ¿Pero no sería contraproducente?

—No veo por qué. Ahora son transportes ligeros y veloces. Si logran ser vehículos que viajen en todo el globo las conexiones serían mejores que por tierra o agua — se tomó la barbilla — . En tiempos de guerra era imposible, pero quisiera que los Aire intervengan también en el diseño, porque conocen su dominio en las corrientes a esta altura, donde nosotros apenas arañamos la superficie — sonrió — . Con ellos en la ingeniería, hallaríamos un mecanismo que se base en el aire y sus corrientes, más allá del impulso del combustible.

—Suena a una revolución — dijo Anthos, mirándolo sorprendido — . No pensé que le interesaban tanto esas cosas, Alteza.

—Me fascinan; pero no es algo en lo que me pueda ocupar mucho, lamentablemente.

—Artorius es asombrosamente inteligente — agregó Gabriel — . He visto sus cuadernos, con bocetos de aparatos que ni siquiera puedes hacerte una idea. Hasta ha pensado y calculado las condiciones y materiales para que puedan existir.

—No es para tanto, querido mío. Son sólo garabatos de mis sueños de niño. — le restó importancia, aunque levemente ruborizado.

—Te he visto hacer cálculos muy complejos sin ayudarte siquiera con una pluma y un papel, no seas modesto frente a mi hermano ahora.

—Me gustaría poder ver eso, a mi también me interesa, Majestad.

—Con gusto te los mostraré; no suelo tener compañeros interesados en la materia.

—Ciertamente no es lo mío — se rió Gabriel — Me supera y en mucho — miró a Anthos — ; creo que ahí hallarán una afición en común.

—Será un honor. — contestó su gemelo.

Sin embargo, no podían disfrutar tanto de la charla, el paisaje o la experiencia del viaje. Dante estaba con los capitanes de navegación y , si bien había llegado como respuesta a la carta del Príncipe Fuego hacía unas semanas, contando todo lo que había pasado y para llevar tranquilidad, él no volvió a buscarlo con plena paz.

—Una de las matronas comentó a la criada que me sirve que veía a la señora Kaminari muy dolorida. Estábamos todos tan rugidos de venir a buscarlo que ella misma me pidió que me viniera con prisa al Norte. — le confidenció en la sala de navegación a solas, mientras los Agua descansaban en el camarote.

—Ahora ya estoy aquí ¿Cuál es tu intuición?

—Ojalá que esté equivocado, pero me temo que vuestro hijo no será fácil de traer.

Arthur parpadeó y sonrió con sorna un segundo.

—Al igual que yo; mi madre nunca se recuperó de mi nacimiento, lo recuerdo —apeló con algo de melancolía, pero un dejo de frialdad — . Entonces, si es hereditario, tendremos que ocuparnos especialmente de eso al llegar.

—Será difícil, dado el revuelo de la nación y de su propio padre... y los nobles, cuando los vean llegar a los Agua.

—Tenemos que priorizar las cosas Dante — le tomó los hombros — . Se que han pasado muchas cosas y se que me ves diferente, pues he cambiado. Ya no soy el Arthur que vino hasta el otro lado del mundo. Soy... algo más, pero en esencia sigo estando aquí, y cumpliré con mi deber.

—Jamás lo he dudado, Alteza.

Tras climas mas cálidos y vientos bajos, las naves de fuego comenzaron a tener turbulencias, debido a que estaban entrando sobre una tormenta que cernía sobre el archipiélago. Sus nubes eran grandes y azuladas, por lo que se vaticinaba lluvias eléctricas, de esas que bautizaban a los hijos del trueno cuando estaban listos para meterse el rayo en el cuerpo para siempre.

—Hay relámpagos ahí — dijo el rubio al lado de los capitanes que navegaban, atento en el camarote principal. Uno de los hombres asintió — . Puedo ayudar a desviarlos, para que no tengamos riesgos.

—Es una decisión inteligente y amable, mi señor, pero usted es el único que tiene trueno-control en las dos naves. Las tormentas tienen muchos rayos; su cuerpo no podrá con todos al mismo tiempo, y sería un riesgo.

—Bajaremos la navegación. Abajo debe haber una lluvia pesada, pero es preferible a la electricidad. — propuso el otro capitán.

—Está bien, hagan lo necesario. — el príncipe apoyó a los navegantes, y se alejó hacia la sala principal. Allí, Dante Sforza estaba sobre una mesa con un mapa de navegación, que Anthos curioseaba con cuidado, al verlo trazar las direcciones en los cambios de la rosa de los vientos al lado de unos libros. Gabriel estaba en una de las ventanas, mirando al horizonte.

—Será una llegada difícil. — comentó sin ver a su esposo, que se sentó frente a él.

—Si, es una tormenta enorme — miró hacia arriba y más allá de las nubes y busco la mirada del Agua — . Pero llegaremos, deberemos ir más lento.

—¿Estará lloviendo abajo?

—Seguramente.

—Hermano y yo podemos aliviar el peso del agua en las naves.

—Será de gran ayuda — aceptó el Príncipe Heredero; pensando en otras cosas, sin embargo. Tomó la mano del moreno, llamandole la atencion. Entonces se acercó un poco más y bajó la voz — ¿Estás bien, Jibril?

—Si, tengo una tensión en la cabeza, pero debe ser por la altura. ¿Tú cómo estás?

—Me siento muy raro, honestamente.

—Tienes muchos motivos ahora mismo, querido mío. Estás nervioso por Tora, por tu hijo, por la estática de los rayos que sincronizan con tu bending inconcientemente...  debido a lo que te has convertido ahora.

—Es bueno ser tan evidente a tus ojos, porque pones en palabras lo que yo no puedo expresar — suspiro con ternura — . Si, estoy nervioso por todo eso; pero también estoy preocupado por ti.

—¿Por mí?

—Le dijiste a tu familia que vendrías a vivir conmigo a Palacio. Sabes que no es una obligación, porque te debes a los tuyos en el Norte. Sobre todo después de lo que pasó contigo. Realmente me sorprendió tu decisión de permanencia.

—No puedo criar a un hijo a la distancia, ni por periodos — le dijo con simpleza — ¿Cómo pretendías que hiciéramos?

—No lo sé. Pensé que por ser una Encarnación querrías estar allí, y viajar de vez en vez a vernos. Las cosas cambiaron totalmente desde que salimos del Oasis.

—Lo sé, por eso afirmo mi decisión. De cierto modo, aunque quisiera avocarme a mi pueblo, pagamos un precio con ese pacto que lograste con los espíritus — dijo apenas en un susurro, acercándose — . Y eso implica estar juntos. No podemos separarnos mucho tiempo pues ahora somos... como parte de una entidad. Dos mitades. Recordé, además, que el acuerdo había sido engendrar a mis hijos, volver a cuidar al tuyo, y luego traer a los demás; pensé que sería la mejor resolución.

Miró a Anthos, preguntando cosas con curiosidad de niño, mientras Dante le señalaba y le respondía con paciencia.

>>—Además, contaba con que él vendría conmigo; así que no extrañaré mucho. A su vez será mas liviano para él, pase lo que pase con ese amor tan peculiar que tiene.

Arthur se sentó más derecho y miró al otro Agua, sonriendo levemente.

—Kumya y Hiro estaban sin dormir, según leí la carta que padre le dio a Dante — le confidenció — . Hasta sospecha que estaban armando una residencia para tenerlo cerca. Están locos por él.

—Ojalá que ese amor perdure. Anthos ha tomado una decisión capital políticamente para su futuro, y determinante para los Agua; porque, de unirse formalmente con los Fuego, la distancia y la mezcla de naciones lo escinde de sus deberes como Príncipe. Es cuestión de tiempo para que el Consejo lo considere fuera de la línea real.

—Ellos lo saben, y honrarán ese sacrificio — volvió a mirar a su esposo — . Los dragones somos leales hasta el fin de nuestros días cuando se nos dan semejante muestras de cariño. Aunque pueda ocurrir que él deje de quererlos o decidan hacer otra cosa, Yorunoto y Kaminari lo seguirán amando para siempre — le acarició el rostro de pronto — . Y lo cuidarán más allá de él mismo. Como yo lo hice contigo.

Gabriel se acercó al rubio para darle un beso casto en los labios, en respuesta a esos sentimientos. Sus cabezas estaban tan llenas de cosas, que sabían que deberían hacerse los espacios para hablar solos, y disfrutarse mutuamente, como en el principio.

Las Encarnaciones sabían que tenían los años contados; pero al menos sabrían cómo disfrutarlos.

——00——

Aunque el recibimiento en la puerta de Palacio con la familia real de los Fuego fue lleno de amor, abrazos y besos, los ojos de los habitantes tenían una cierta oscuridad fundada por el miedo; patrones que ahora los jóvenes encarnados podían notar con mucha más claridad, entre tantas cosas que percibían diferentes en los hilos del mundo.

—¿Qué te ha pasado, hijo mío? — Keegan lo miró asombrado, entre lágrimas de alegría y confusión, tras apretarlo largo rato — Te ves... diferente — lo inspeccionó — . No sé qué es, pero...

—Prometo dedicarte todo el tiempo con nosotros a que te contestemos todo, padre — le calmo, tomándolo del rostro — . Pero ocupémonos del presente y de lo importante ahora. ¿Como esta Tora?

El Señor del Fuego torció la boca.

—Realmente estoy azorado. Todos los estamos, hasta las nodrizas y las parteras que los han traído a todos ustedes por generaciones. No entienden como sigue conciente, hace dos noches está sin dormir y el dolor es permanente en su agonía.

—¡Entonces ya debe estar por nacer! — dijo Arthur, entusiasmado; aunque su padre no parecía acompañarlo — ¿... padre?

—El alumbramiento será muy difícil, Majestad — dijo Kumya con algo de temor, para no infundirle demasiado pesimismo — . Las matronas estuvieron vigilando en tactos y dijeron que el vientre está torcido. En estas horas culmines, ya no tiene tiempo para que el cuerpo lo acomode, o la criatura lo haga naturalmente. Así es como va a tener que salir.

—Pero... eso es peligroso... ¿verdad?

—Lo es — dijo Keegan entonces, bajando la mirada — . Quizás uno de los dos no lo logre. No sé por cuánto tiempo más pueda aguantar.

—Disculpe, Majestad, no entiendo por qué tienen esas caras.

Antes de que Arthur volviera a repreguntar, Anthos se separó de Hiro de pronto, tras darle un beso en la mejilla y este lo soltó con cuidado, observando curioso también.

—Es porque esta clase de partos no son fructíferos, amor mío — contestó Yorunoto cerca de ellos, hablando despacio — . Y son peligrosos.

—No lo son, querido Fuego — respondió el Agua — . Son más largos, es todo.

Todos los presentes lo miraron extrañados, a tal punto que el Príncipe del Norte sonrió para demostrarles un poco de confianza.

>>—¡Animen esas caras! Es un parto raro, no imposible — volteo a ver a Gabriel — . Él lo sabe.

—¿Yo lo sé? — preguntó, enarcando una ceja. Anthos bufó y se tomó el rostro.

—Qué poco memorioso eres, hermano. Si hemos pasado esta situación muchas veces — miró a los demás — . Como parte de nuestras funciones, los Sanadores sabemos de estas cosas. Una de ellas es sobre la vida. Jibril ya les ha demostrado hace tiempo que podemos ver el crecimiento de los bebés, y hasta saber cómo se verán o que serán, pues están atados al elemento matriz que nos une a todos en el inicio— sonrió con confianza — . Es por eso que lo sabemos. Pero podemos hacer más que sólo adivinar o seguir las corrientes naturales de la formación — hizo un ademán — . También podemos guiar esas llegadas.

—Ya no sé tanto de eso — el Consorte Real confesó, tocándose el cabello y mirando a los demás — . Nunca supe llegar tan lejos.

—Pero yo escuchaba los relatos — respondió su gemelo — . De hecho, Liben y padre nos ayudaron a nacer — hizo un gesto con las manos — . Madre siempre lo cuenta. Yo estaba en posición, pero tú estabas invertido, como si fueramos Tui y La — indicó, para marcar que Gabriel había estado de cola en el canal de parto— . Así que fue un trabajo arduo de parte de ellos; tuvieron que correrte para que yo saliera, casi poniéndote arriba del corazón de madre. Y una vez que yo nací, te giraron y te sacaron a ti.

Hubo un silencio que pareció más largo de lo que fue.

—¿Gabriel, acaso pueden hacer semejante cosa? — preguntó Keegan estupefacto, sin poder creerlo mucho.

—Mi hermano nunca lo hizo, Su Alteza — contestó Anthos en su lugar — . Aunque es parte de lo que nos enseñan. En realidad el interesado en la cuestión de la vida siempre fui yo, entre mis hermanos. Por eso, Señor del Fuego, sé cómo hacerlo. Asistí a algunos partos junto con las nanas y aprendí mucho — indicó — .Siempre me gustó esa habilidad en especial, así que la perfeccioné más allá del combate.

—Espera, entonces... — el rey miró al otro Agua — ¿Sabes cómo hacerlo?

—Por supuesto. Desconozco si tienen alguna tradición o ritual para hacer nacer a los bebés, pero simplemente ayudaré a que salga de la madre.

—Hermano, es diferente — objetó Gabriel — . Allá todos tienen agua-control y pueden ayudarse mutuamente. Aquí sólo somos... nosotros.

—Más que suficiente, y por fortuna — aclaró — . Si no hubiera venido, no hubieras podido hacerlo sólo. Porque siempre tienen que ser dos— señaló, recordando a sus dioses — . Sobre todo porque no te has especializado en ello — indicó — ; y lo bueno, además, es que eres una Encarnación, así que tu sincronía espiritual con el bebe puede ser mayor para ayudarlo a que no se asuste. Eso me dará una buena mano mientras yo me ocupo de la piel.

Gabriel abrió y cerró la boca, desconcertado.

—... no sé qué decirte.

—Te advertí que era útil aprender de las nanas, pero a ti siempre te aburrieron — le sonrió con burla y le tomó la mano, mirando a Keegan — . Su Alteza, llevenos con la señora, su yerno y yo seremos los alumbradores.

—¿Enserio?

—... ¡Espera! ¡¿Qué?! — el Consorte Real se puso pálido, pero Anthos ya no estaba prestando atención, con su ancha sonrisa ante la cara de los Fuego.

—¡Vaya! — el Lord estaba estupefacto — Pues... Dante, llevalos con prisa. Acortemos el dolor de esta mujer.

—Sí señor. Príncipes. — les indicó con un gesto, y lo siguieron con aprisa. En el camino, un grupo de guardias y sirvientes comenzaron a caminar en procesión, dispuestos a ayudar o presenciar aquel loco plan.

—¿Qué es lo que pasó contigo, príncipe? — Hiro preguntó de pronto, mientras los vio partir — Cómo es que se ha mezclado con semejantes criaturas.

—Habla en plural, Kaminari. — Arthur lo miró de reojo, y este sonrió con sorna.

—Realmente no dejan de sorprenderme. — comentó Kumya casi divertido, comenzando a caminar con prisa puertas adentro.

——00——

—Sabía que... vendría...

Tora habló como pudo, entre un gemido de dolor y otro. Estaba muy pálida y sudorosa, rodeada de mujeres que intentaban asearla y calmar sus piernas abiertas de par en par, en tanto el vientre hinchado se movía sólo casi en punta, pues el bebe estaba comenzando a querer salir.

El grito puso en alerta a los recién llegados, así que Anthos se apresuró con su hermano hasta llegar a la mujer.

—Aqui estoy Tora. Tranquila — Gabriel le acarició el pelo, y ella giró sus ojos débilmente — . Como te lo prometí.

—Usted... usted... ¡¡¡AGH!!!

—No hable, señora. Está tragando aire, mantenga los labios sellados — los ojos azules cargados de dolor miraron al otro Agua, confundida.

—Él es Anthos, mi hermano — dijo Gabriel — . Va a ayudarnos.

—An... thos... — la mano temblorosa se cerró como una tenaza firme alrededor de la muñeca del Agua, que la miró sorprendido por esa fuerza pese a ese estado. Los ojos zafiro lo buscaron con determinación y desafío — ... él... él es la prioridad... él...

—De acuerdo, no hable más. — le dijo con calma. En un gesto breve, el Señor del Fuego sacó a la gente de más en el salón, dejando solamente a los Agua y a los Fuego principales, junto con la partera principal.

—Buena señora, mi hermano ha asistido a los alumbramientos en mi tribu — le explicó el Consorte Real a la criada, y esta asintió — . Díganos cómo está.

—La bolsa interna se fisuro y ya esta perdiendo liquido. Tiene que salir en menos de una hora o se asfixiará; y eso matará a la madre también— dijo con frialdad.

Los hermanos Agua se miraron y miraron a los Fuego apostados en un rincón, mirándolos con preocupación. Cuando ambos asintieron, los morenos comenzaron a sacar las telas y pieles que tenían, y liberar sus brazos hasta los codos. Anthos tomó líquido de los calderos continuos y lo puso en una bandeja con el mover de los dedos, casi sin ver. La purificó en el aire y la volvió a colocar, haciendo que su hermano y él se lavaran con atención.

—Bien, les diremos qué vamos a hacer. En voz alta, así todos escuchan — habló Anthos, y Gabriel tomó la mano de Tora para animarla desde su lado, y ella sonrió apenas — . Es un secreto que tenemos, pero dadas las circunstancias lo voy a expresar — suspiró — . Nosotros no solamente manejamos el agua que se ve, sino la invisible. En formas más específicas, se pueden lograr ciertas cosas.

Tocó el vientre.

>>—Todos los seres vivos estamos compuestos de agua, desde el más pequeño hasta el más grande. Formas líquidas que tenemos la capacidad de extraer de su fuente... aunque no corresponda — los miró con cuidado — . Eso incluye la humedad del cuerpo y de los órganos, los fluídos, la sangre y hasta los nutrientes del cuerpo. Con el conocimiento adecuado, se puede llegar hasta ese punto.

—La sangre-control — dijo Gabriel en voz baja — . La técnica prohibida de los Agua.

—Hoy no será prohibida, hermano. Pues la usaremos para traer vida; algo que solamente podemos hacer los Sanadores — le dijo con un dejo de orgullo, mirando a los Fuego — . Lo digo para que quede claro lo que pasará con este cuerpo. Vamos a manipularlo de manera tal de que el bebé ceda y se de vuelta, aún en sus condiciones — miró a Gabriel — . Y allí tú tendrás que calmar esa pequeña alma, para que acepte esta innaturalidad.

—De acuerdo.

—Muy bien, señora Tora, esto va a doler más aún, pero será rápido, ¿entiende? — la mujer asintió con dolor — Jibril.

Tomó la mano de su gemelo y la colocó sobre la parte lateral del vientre hinchado y duro de su lado. Anthos hizo lo mismo del suyo y cerró los ojos, respirando profundo.

>>—Concéntrate en el fluir de los líquidos — susurró mirándolo con fijeza, pero esta vez en la lengua lunar, para no asustar a la joven — . Atraviesa la piel, la sangre, sigue el camino que irriga hasta el fondo de los órganos, pasa por el corazón y entonces hallarás el cordón. Ve por él hasta el bebe, y allí podemos ver en cuanta agua navega aun — le pidió despacio. Gabriel lo miró atento y asintió.

Las manos de ambos comenzaron a moverse hacia abajo, tocando apenas con la punta de los dedos la hinchada panza. Como si buscaran barrer algo hacia los muslos, los movimientos comenzaron a sincronizarse y ser semicirculares, ambos en la misma dirección y al mismo ritmo, como si lo hiciera la misma persona. Cuando empezaron a navegar más profundo, respiraron y exhalaron siguiendo los latidos del corazón de la mujer. Con la otra mano en el aire siguieron la corriente de la sangre, hacia arriba y hacia abajo, moviéndose con la delicadeza de una pluma.

Moviéndose al mismo tiempo sin notarlo, los príncipes Agua estaban dando un espectáculo maravilloso, espiado por los nobles y cuánto guardia y criado podía asomarse en algún rincón a ver. Mas los gritos de Tora comenzaron a hacer de esa belleza algo efímero.

—Está sufriendo mucho... — dijo Gabriel de pronto, mirándolo sin dejar de mover las manos.

—No te asustes o la mataremos nosotros — respondió su gemelo, aún en la lengua materna de ambos — ¡Apresurate, mueve más rápido!

—Está bien.

Los movimientos se aligeraron, y las manos empezaron a torcer el camino. La mano de Anthos cerraba el círculo que abría Gabriel, haciendo una figura circular sobre el vientre, que parecía obedecer.

—Despacio... despacio... — susurro su hermano — ¿Lo sientes? ¿Sientes el latir del cuerpo?

—Sí.

—Ese es el principio de la sangre-control, Jibril — dijo entonces en lengua común — Mírame, ahora tenemos que hacerlo en simultáneo — le explicó — . Yo moveré los órganos hacia arriba, ahora que los tengo dominados; tu encargate del bebe. Escucha sus latidos y toma su sangre para torcerlo hacia abajo. Su cabeza debe quedar en vertical. Allí lo bajas hasta el coxis y dejas que yo termine.

—De acuerdo — miró a Tora — . Aguanta un poco más, es un último dolor. — la mujer respondió con un grito, pero con sus ojos cargados de esperanza.

Como todo el Palacio.

Los Agua estaban tensos como en un combate, casi en pose de guardia y con las manos en alto, los músculos rígidos y las frentes transpiradas por el esfuerzo. La sangre-control no sólo era prohibida por la moral y el honor, sino porque requería una armonización interna de los líquidos del bender para poder llegar a los ajenos; y aquello agotaba mucho. Se miraron fijo, con labios apretados y el ceño fruncido.

—Uno... dos...

Un crujido de las cosquillas al torcerse hacia atrás y un grito desgarrador sobresaltaron a todos el mundo, y Arthur tuvo que ser detenido por su padre para no ir hasta ellos a separarlos de Tora. Pero la mujer seguía respirando y gritando, así que seguía viva.

—Agh... agh... maldición... agh...

—¡Fueron los cartílagos! ¡Estará bien! — Anthos gritó entre los alaridos — Después de ese dolor sólo habrá dicha, señora. Confíe en mí.

Gabriel juntó ambas manos y las pegó entre sí, apuntando al vientre bajo como si sujetara algo. Anthos hizo lo mismo y las subió, removiendo los órganos con cuidado. Asintió y Gabriel comenzó a girar las muñecas hacia abajo.

"Sé que me sientes, querido niño" dijo la Encarnación agua con prisa ". Soy Jibril, tu padre Agua. Ayúdame a que llegues a nosotros, estamos ansiosos de conocerte, querido mío. El mundo te espera."

—¡Anthos!

—Hacia abajo en vertical... ¡Ahora!

Los dedos del Consorte se cerraron como un gancho y bajaron, haciendo que el vientre fluctuara y tomara otra forma apenas el bebes fue removido de su posición inicial. Cuando logró ponerlo de cabeza, jalo en el aire y lo colocó en lo que sintió eran los huesos de la cadera.

—¡Lo encastré!

—¡Suéltalo! — ambos cortaron las manos, haciéndolas para atrás — ¡¡Puja, mujer!!

—¡¡¡Ghhhaaaaaaaaaaa!!!

...

...

...

...

...

...

—¡BUAAAA!

La nodriza saltó a recibir el bebe en un jalón, porque fue expulsado con facilidad; en tanto los Agua retrocedieron en sus pasos, como empujados por algo. Anthos se sujetó de unas cortinas y Gabriel cayó casi de bruces al suelo, sudados como si hubieran corrido kilómetros.

—¡¡Tora!! — Arthur corrió hacia ella. Ella lo miró y sonrió cansinamente.

—Estoy... bien... —susurro entre el dolor y la felicidad, agitada — Ellos...

Cuando el Príncipe recibió a su hijo en brazos y vio un rubio precioso y regordete, se lo puso a la madre en el pecho y volteo a ver a Gabriel, para ayudarlo a levantarse. Hizo un gesto en la puerta y Kumya entró rápidamente para asistir a Anthos; en tanto Keegan se arrimaba con una ancha sonrisa para tomar al niño y besarlo.

—¿Están... bien?

—Sí, mi amor — el rubio besó las manos de su esposo y le acarició la cabeza —. Por los dioses que son una bendición, todos ustedes — sus ojos se llenaron de lágrimas, sobrepasado por tantas emociones —. Por qué tantos siglos de guerra...

—Ya no importa — suspiro, incorporándose un poco — . Lo importante es que lo logramos.

—Querido, acércate.

El Señor del Fuego llamó al Agua en un gesto tierno.

—Gabriel... él es... Alfred. — susurró Tora, terminando de serenarse. El Consorte Real se arrimó con cuidado y una gran sonrisa.

—Ven acá, pequeña majestad — lo contuvo en brazos — . Si que eres aventurero, pero te trajimos igual. — le susurró divertido, contemplando la belleza del bebe.

—El tercer hombre... — susurró la mujer —... Lo sabía...

—Un tigre siempre cumple sus promesas — le dijo el Agua — . Lo recuerdo, mi señora.

—Ahora tú... también eres su padre — dijo — ; y él jamás olvidará... lo que has hecho por él. Lo sé. Ni yo — sonrió con amor — . Gracias, querido Agua. A ambos. Bendita sea... la prole de Amalok.

Keegan lo contempló con el bebe en brazos y besó su coronilla. Momentos después, Arthur camino abrazándolo por la espalda, apoyándose sobre el hombro de su esposo, contemplando a su hijo.

—Soñe con esto, tantas veces... — admitió, besando la mejilla morena — Te amo, Jibril. Bendito seas.

Gabriel besó la frente del niño y los labios del padre, con una paz tan grande que no le cabía en el pecho.

Un giro nuevo de la historia estaba a punto de comenzar.

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