El Pacto de la Eternidad
Las lágrimas barrieron los rastros finales de la tinta escrita con poca paciencia en aquel papel; material que se incendió en segundos, entre un fogonazo y el siguiente.
—¿Arthur?
El príncipe no se movió, congelado como una estatua frente al ventanal de la sala en aquella residencia de verano. Sobre el umbral de la puerta se apoyó la joven Kaminari, caminando con algo de dificultad por su hinchado vientre. El silencio la preocupó más, y dio un pequeño paso hasta que la cabeza del rubio se levantó, mirando hacia el frente, pero sin voltear.
—Tora... — la voz quebrada del llanto la puso en alerta máxima, apretando los dedos contra la madera.
—¿Qué ocurrió? — preguntó despacio, acercándose con lentitud — ¿Acaso el Señor del Fuego... ?
—Gabriel — le cortó, con la voz temblorosa, porque no podía parpadear — . Gabriel... Gabriel...
—¿Qué ocurrió? — preguntó de nuevo, caminando mas apresurada, para ver si tenía más información; pero en los dedos del Heredero sólo quedaban cenizas de un papel que dejó caer, como sus brazos, de pronto.
—Él...
Cuando llegó al rostro estupefacto de aquel, sus mejillas húmedas y su gesto inmovilizado, dedujo lo peor.
—No, no es posible — negó con seguridad — . No puede ser.
—Jibril...
—Él... él me dijo qu—
—... mi Jibril, mi pobre Jibril... — murmuraba sin escucharla. Y Tora lo supo.
La flama de sus ojos esmeralda se opacó, y el mundo perdió colores y sonidos; conocía ese dolor, pues lo había padecido ella misma con su propia familia. Un dolor paralizante, que significaba una derrota antes de un combate.
—¡No!
La mujer tomó el rostro con violencia, y lo hizo mirarlo de pronto, con tal fuerza que el rubio se sorprendió de la brusquedad poco femenina con la que había hecho esa acción.
>>—Escúchame bien, príncipe. Lo que sea que haya pasado, no podemos quedarnos aquí; hay que movernos antes de que todo se termine de congelar. Volveremos a Hokage.
—Pero... la carta...
—¡Sin peros! Yo tengo potestad sobre las decisiones ahora, y esta es la mía — lo soltó, angustiada también — . No sé lo que decía la carta, pero no podemos quedarnos con eso. Partamos ahora mismo para recaudar más de lo que has leído.
—Yo...
—Dime que antes de haberla quemado como un tonto recuerdas lo que decía.
—Sí.
—Bien, la escribiré en el camino, y hablaremos con el Señor del Fuego. De seguro puede asistirnos para hablar con sus embajadores en el Norte más rápido que nosotros.
Arthur quedó mirándola como si no la conociera o no entendiera sus palabras, confundido y con los ojos llorosos. El estado de pánico era tal que no reaccionaba por el shock. La mujer frunció el ceño e, impaciente, le cruzó la cara con una bofetada sonora que hizo asustar a las criadas que pasaban, y se alejaron con rapidez.
—¡Oye!— se tomó la mejilla desconcertado.
—¡Espabílate, por los Dragones! ¡Es tu Consorte Real! — le dijo, elevando la voz — ¡Para lo que sea que te haya deparado el destino, tienes que moverte!— caminó alejándose con rapidez — . Ordena que hagan el equipaje, nos vamos cuanto antes.
—Pero, tu embarazo...
—Estaré bien — le cortó, tocándose el vientre — . Él está bien — le aseguró — . Sólo quiero que no contemple que su padre se quede como un tonto sin hacer nada, ¡Muévete!
—... ¡S—sí!
Como si hubiera despertado de un letargo, frunció el ceño y se alejó casi corriendo a la entrada, para comenzar a dar órdenes y confirmar su regreso a Palacio, ante la emergencia. Seguramente Lord Keegan estaba al tanto, pensó la mujer, ya que esa carta habría llegado como una copia hasta la costa, al ser un asunto tan delicado.
Debían partir y darse prisa; ante la tragedia inevitable, lo único mejor que podían hacer era accionar cuanto antes.
——00——
—¡Anthos! ¿Por qué hiciste eso sin mi permiso?
—Lo siento, Ivir, tienen derecho a saber.
Ambos hermanos se enfrentaban en el salón del trono de la Casa del Norte, en tanto Amalok abrazaba a Naobi, quien lloraba amargamente contra su pecho, y este le acariciaba la espalda en silencio mirando hacia la nada, meditando demasiadas cosas que le cerraban la garganta.
—Hermano hizo lo correcto, a diferencia de ustedes dos — Korin señaló a sus padres, furioso — ¡¿Cómo nos van a ocultar semejante cosa?!
—No les correspondía saber — Amalok respondió sin fuerzas — . Y realmente no creíamos que fuera real.
—¡Lo es! ¡Jibril fue tragado al Otro Lado! — Korin abrió los brazos, y los bajó — Ustedes lo sabían y ni a él se lo pudieron decir, para que por lo menos supiera disfrutar la poca vida que tuvo mientras pudiera, ¡¡Son unos desalmados!!
—¡¡Korin!! — el vozarrón de Ivir lo censuró, poniéndose delante de él — ¡¡Deja de hablar!! ¿Acaso quieres infundar más dolor?
—No es posible, viviendo entre tantas mentiras — dijo entre dientes, mirando a Anthos que tenía los ojos brillantes de tanto llorar, aún en shock; tomándose el bajo vientre, absolutamente apenado — ¿Qué más tienes para ocultarnos, padre? ¿Alguna sorpresa que debamos saber?
El Jefe Tribal tardó en responder, mirando al vacío.
—No hay nada más. Quizás, ahora Ivir deba ocupar el lugar de Cacicazgo, porque...
—¡Agh, cállate! — le cortó de nuevo Korin dando un paso adelante, aunque su hermano lo detuvo con sus hombros — ¡Deja de pensar en estupideces! Dos hijos se pierden en el olvido y tú sólo te preocupas por tus estúpidos pactos y acuerdos... ¡Ya no puedes estar sentado en esa silla, viejo inútil!
—¡Korin, por los dioses!— Anthos lo miró sorprendido, porque jamás ninguno le había faltado el respeto a su padre. Este, sin embargo, no se defendió; sino que cerró los ojos.
—Sé que hablas desde el dolor, hijo mío. No me ofenderé — dijo despacio, buscando la mirada devuelta con furia — . Pero, con arreglos o sin ellos, esto hubiera pasado de todos modos.
—No lo sé, quizás sin esta horca que le pusiste en el cuello a Jibril al casarlo con el Fuego, los dioses no se habrían fijado en él y — se mordió el labio, con las lágrimas empezando a caer — ... y estaría en casa, con nosotros. Él jamás se hubiera ido; él amaba a su familia, a su gente, a su tierra, ¡¡Y tu lo arrancaste de cuajo, regalándolo como una prostituta para esa pandilla de pervertidos!!
—¡Basta, Korin!
La voz de Naobi calló las acciones de todos los hombres. Se puso de pie y caminó hasta su hijo, que la miraba igual de indignado.
—¿Acaso miento, madre?
—No insultes la memoria de Jibril, te lo prohibo — le dijo, secándose las lágrimas en sus ojos hinchados — . Este destino era para él, con o sin matrimonio.
—Pero de haberlo sabido cuando éramos niños, se hubiera preparado para—
—No. Me fue dicho, hace no mucho; pero no tuve el coraje, ni antes ni ahora, de decirle semejante cosa — frunció el ceño mas — . Así que, si tienes alguien con quién enfurecerte, aquí estoy, Korin. Yo soy la responsable de todo.
—Madre... — Ivir la miró preocupado, y Anthos miro a Korin, preparado para detener a su hermano de ser necesario. Pero el hermano del medio apretó la mandíbula y bajó la mirada.
—Madre, yo no podría...
—Si no tienes nada valioso que decir, no digas nada — le tomó el rostro — . Y retira lo dicho de los Fuego; ellos no influyeron en nada más que en cumplir su parte.
—Ellos no saben nada de todo esto — Anthos habló tímidamente, apoyando a su madre — : por eso les escribí, para que entendieran y no lo sintieran más confuso y doloroso de lo que ya es para nosotros — miró a Korin — . Yo estuve allá, hermano. Lo aman, de verdad. Hasta la gente del pueblo llano, más allá de la familia real y... la devoción que tiene el Principe Arthur por él solamente la he visto en nuestros padres.
—De nada ha servido, entonces, tanto amor — lo miró amargamente — ¿Qué sentido tiene?
—Korin...
—Déjenme. Cállense, todos. No quiero escucharlos más. Es otro hermano que debo enterrar.
El joven se dio la vuelta, alejándose de todos a zancadas. Cuando los guardias le cerraron el paso el Jefe Tribal hizo un gesto, dejando retirar al príncipe. Anthos fue con su madre y besó su frente, y esta sonrió con tristeza.
—No te sientas mal, no hay corazón que resista decirle una verdad así a tu hijo — susurró el muchacho, abrazándola. La mujer se refugió en su pecho, cerrando los ojos — . No estamos enfadados con ustedes, sino con la suerte de los dioses.
—Lo sé, lo sé...
—Aún así, es todo muy triste... — susurró Ivir mirando a Amalok, quien los contemplaba con seriedad.
El tema de pase de mando para el cacicazgo no había sido un decir, supo de pronto; pues, aunque dolorosa la pérdida, el mundo debía continuar, y eso implicaba la gobernanza y la estabilidad de los Agua en épocas de paz.
Faltara quien faltara.
——00——
La Nación del Fuego estaba en vilo, por primera vez en su historia, por el devenir de un extranjero; y es que el Agua se había ganado el cariño del pueblo y sus regentes, más allá de la familia real. No se sabía bien qué había sucedido, y los espacios a la intriga comenzaron a llenarse de rumores, algunos exagerados, otros más trágicos, otros casi fantasiosos y que, sin embargo, guardaban algo de verdad en ellos: que el alma de aquel Consorte había sido elegida para "algo más", y por eso había desaparecido repentinamente.
Quienes no habían considerado derechamente que el hijo de Amalok estaba muerto por algún motivo interno de las tribus, debido a la pelea del poder entre hermanos ante la secesión del padre, estaban atentos a lo que se decía en la plebe pues, a veces, poseen información mas fidedigna que la edulcorada que llegaba a ellos de cuando en vez.
Así fue que las nobles supieron aprender algo de mala manera, sobre aquella espiritualidad que nunca quisieron prestar atención del todo, en el porvenir del avance y la evolución de su gente. Poco a poco, los asuntos espirituales, las energías, los ancestros y las palabras "elegidos" y "encarnaciones de los creadores" comenzaron a copar el vox populi de cada estrato social, más allá del archipiélago.
Desconcertado, el rey recurrió a la única fuente confiable sobre tales materias, con prisa y rozando la desesperación. Allí, con paciencia fue contando todo el proceso y el folklore de la Tribu Agua, para darle sentido a los que no podían entender.
—¿Es posible tal cosa?
—Por supuesto que sí.
Frente al trono del Señor del Fuego se hallaba ShiChen, una vez más ante uno de los reyes más poderosos del mundo, con un gesto absolutamente desencajado y angustiado. Pese a eso, le explico con calma los rumores que el mensaje de Anthos Amalok—kin habían hecho circular en el pueblo, en sus bases y más allá, para confirmar aquellas tristes palabras: Gabriel había sido llevado al otro lado, con un propósito ulterior.
Como piedras, a su lado estaban el Preceptor Real, Kumya Yorunoto y Hiro Kaminari, los tres parados como soldados, derechos y con la mirada tiesa, ocultando todas sus preocupaciones y miedos al respecto de aquel ser que habían aprendido a querer. Pero el único que tenía el derecho a hablar en nombre de todos era su gobernante.
—¿Esto se sabía?
—Correcto. Pero es algo muy íntimo — aclaró la monja, después de meditar bien la respuesta — . Hace años se lo dije a sus padres, y ellos decidieron reservar su opinión al respecto. Al parecer, no han hablado con Jibril Amalok—kin, ni en su momento ni ahora, por la sorpresa que veo ha llevado todo el episodio.
—¿Sorpresa? ¿Te parece poco? — Keegan la miró, desconcertado — Ha desaparecido de la noche a la mañana alguien central para el futuro de dos naciones, y esperas que no haya sorpresa.
—Acuse al Cacique de no decirle semejante cosa, no a mi. Pero tampoco lo culparía demasiado; estaba en negación con la idea, así que seguro no consideró siquiera digna de ser mencionada.
—Pero él sabe lo que es... esto.
—Absolutamente.
—¿Y es que acaso no podíamos siquiera prevenirnos?
—Es un tema familiar. No puedo mediar en esas cosas, es decisión de ellos.
—¡Nosotros también somos su familia! — Keegan golpeó el brazo del trono, ofuscado — Ha vivido con nosotros casi dos años y va a... iba a... criar a mi nieto — dijo, inseguro de cómo hablar de Gabriel — ¡¡Cómo es posible que haya pasado esto!!
—Amalok—kin no lo sabía. Sino, seguramente se los habría comunicado.
—¡Pero, él...!
—El problema, su Majestad, es que el corazón del viejo Amalok está roto hace mucho tiempo, aunque crea que está bien — le cortó con seriedad, sin inmutarse por la emocionalidad ajena ni las reacciones de desconcierto e indignación. Menos por develar semejante cosa de un enemigo histórico con tanta liviandad — . De hecho, le prohibí estrictamente volver al Oasis de los Espíritus, pues su alma debilitada por el dolor estaba perdiéndolo, ante la angustia de volver con su primogénito. Quizás, en parte, por eso selló el tema por completo; incluyendo hablar o mandar a instruir la espiritualidad del Consorte de los Fuego.
—Por todos los dioses... — se recostó en el trono, tomándose la cara — Esto no puede estar pasando.
—Sé que es una gran deshonra para ustedes, y me apena profundamente esta desarmonía, pero...
—¡El honor no importa nada! — le cortó, frunciendo el ceño — ¡La vida de un niño tomada por capricho de los espíritus! ¡No es posible que esta sea la mentada armonía que defiendes tanto, Aire!
—No son caprichos, Fuego. Son designios que van mas allá de mi... y de usted, y de todos — contestó con calma, cerrando los ojos — . La realidad es que Jibril Amalok—kin posee una espiritualidad inmensa, y sus dioses lo llamaron por eso.
—... espera — se sentó mejor — ¿Posee?
—Claro. Está vivo. — le dijo con un grado de burla. Los rostros presentes se desencajaron, esta vez con más alivio. Inclusive, las manos se movieron y quisieron interrumpir, pero Keegan levantó sus dedos en un gesto suave, para que sus allegados volvieran a su posición.
—¿... vivo?
—Su cuerpo aún está con su alma; en un sueño profundo, mientras los dioses se centran en su energía hasta que puedan deshacerlo.
—No entiendo qué significa eso.
—Es una pena, porque deberían. Los Dragones también lo hacen — le regañó con sutileza. Suspiró, y volvió a repetir sus dichos anteriores — . Las Encarnaciones guardan energías vitales para los ciclos espirituales, y son como un combustible. Dependiendo de su elemento, son sintetizadas por cada dios protector. En este caso, Tui y La, en su dualidad, así como Shaw y Ran lo hacen con ustedes. De todos modos en los Fuego es mas extraño que siquiera se los mencionen, porque sólo los elementos más cercanos a lo trascendente tienen más Encarnaciones que los demás; aun así, existen y la funcionalidad es la misma.
—Me estás diciendo que solamente nacen para terminar de ese modo, ¿No importa quiénes sean?
—Excepto el Avatar, sí, no importa quién sea... o en que se hayan convertido — lo miró con atención — . Inclusive, si son malos o buenos en el plano terreno. Cuando el llamado evoca, responden a él; a veces en sueños, otras veces con conciencia, y muchas veces parece un "accidente" que hace que no vuelvan a verse.
Keegan miró fijamente los ojos castaños, hurgando en mas información, pero no había mucho. Hablaba transparentemente.
—¿No hay manera de revertir eso?
—No hasta donde conozco — dijo con algo de interés — . Es simplemente acatar este destino que claramente ustedes desconocen, y prepararse para el después.
—No hay después, luego de esto... — susurró el rey, mirando hacia abajo — No para mi hijo.
—Lamento mucho que el dolor sea tan grande, Alteza; pero he venido simplemente porque me ha convocado, y nuestra amistad diplomática me dicta que me ponga a disposición para explicarle todo lo que está en mi haber, para que pueda comprenderlo y apreciarlo mejor — suspiró — . Ningún Monje Aire puede revertir ciclos kármicos. Sólo el Avatar, y él no ha nacido aún en esta vida. Si le sirve de consuelo, quizás ayudaría, pero no es el caso.
—Entonces, era inevitable.
—Ciertamente. Quizás pasaran más años, pero un día simplemente el joven Agua no iba a estar mas entre nosotros. Lamentablemente, a veces, por prevenir la verdad con mentiras blancas, el resultado es peor.
Con gestos de amabilidad, poco después la Monja se retiró de la presencia del Fuego acompañada de los Guardias de la Luz, hasta que las recámaras del gran salón se cerraron con estruendo. Los hombres entonces rompieron sus posturas y rodearon a Keegan, quien aún seguía sentado sin saber qué hacer.
—Esto es una ridiculez — comenzó Hiro — . No podemos quedarnos quietos a esperar ver qué hacen los dioses con ese muchacho. Tenemos que traerlo de vuelta.
—¿Y cómo se te ocurre tal cosa, Hiro? — Kumya lo miró, molesto — Estoy dolido también, pero ya la escuchaste, apenas sabemos algo del plano espiritual, mucho menos como llegar a esas instancia para hacer siquiera algo. Y aunque pudiéramos, ¿No sería peor aún? estamos tocando cosas que no debemos.
—Aquella fue la sentencia que mi abuelo escuchó en este mismo lugar, debatiendo sobre la expansión territorial hace dos generaciones y míranos, querido mío — elevo la barbilla con orgullo — . No seríamos quienes somos sin ese ímpetu.
—Esto es diferente — cortó Keegan, rascándose la barba, preocupado, mirando al vacío — . No es algo que podamos conquistar, ni dominar por la fuerza o por la inteligencia. Es un plano que nos excede.
—Entonces nos quedaremos a llorar aquí lamentando la mala suerte de que haya sido justo el Consorte el elegido, ¿o haremos algo, Keegan? — Hiro le habló con esa confianza de la cercanía en su juventud juntos— . Porque algo hay que hacer.
—El Señor Kaminari está en lo correcto, Majestad — Dante habló con calma, cuando no hubo más palabras de los nobles — . Hay que pensar en algo, investigar, ver alguna posibilidad, una excepción en la larga historia del trato con estos seres; la armonía se formó de un caos previo, si supiéramos de ese caos...
—No, Dante. Basta. Nos detuvimos por la paz, no voy a irrumpir en otro plano— le hizo un gesto de desdén, claramente triste, pero Sforza torció la boca.
—Disculpe mi insolencia, Majestad, pero si no hace algo, su hijo lo hará.
Los hombres miraron a Dante de golpe, reconociendo sus palabras.
—¿Arthur?
—Seguramente el hermano del señor Consorte le ha enviado el mensaje también, y debe estar en camino; si es que, roguemos a los dragones, no partió sólo hasta el Norte en la búsqueda de su esposo— enarco una ceja — ¿Acaso no lo conoce?
—Claro que haría algo así de impetuoso y estupido; aunque no sepa que hacer realmente en el fondo— cortó Kaminari enojado, mirando a Keegan — . Es igual a ti.
El rey bajó la cabeza, acariciándose la trenza anillada y cerrando los ojos, tratando de calmar los latidos de su ansioso corazón. Si tan sólo Vanhi estuviera ahí, sabría qué solución tomar en una situación de emergencia; porque habría tenido esa espontaneidad de los que nada tienen, y viven en los imposibles del mundo.
Pero no estaba allí. No en ese plano.
Como Gabriel.
—Lo que sea, mi lord, debemos tener algo que decirle al Príncipe Heredero, porque querrá accionar; y está en usted tomarlo de las astas o dejarse llevar. Porque... es inevitable, lo sabe, cierto?
—... Sí — miró a los nobles con el ceño fruncido, determinado y sentándose derecho — . Háganle saber al príncipe Anthos que hemos recibido sus noticias, hemos consultado acorde, buscando alguna manera de ayudar, si es que la hay.
—Pero, lo que dijo la Aire... — dijo Kumya, confundido, pero Keegan negó.
—No puedo irme de aquí, ni ustedes. Somos jefes y responsables de nuestros lugares. Pero no evitaremos lo evidente; Arthur querrá ir hasta allá. Para el duelo o la esperanza, es su esposo y es el único con ese derecho — frunció el ceño — . Y no le quitaré a mi hijo lo que me quitaron a mi.
Hiro bajo la mirada, en tanto Yorunoto asintió con firmeza.
—¿Qué pasará con Tora?
—La cuidaremos en Palacio con especial atención, porque está cerca de las fechas — dijo el rey, mas concentrado — . Estará bien aquí, hasta tanto esto tenga el final que deba tener — miró a Dante — comiencen a preparar todo para ella en las cámaras privadas del príncipe.
—Será como usted ordene — el hombre se inclinó en una reverencia, retirándose entre las sombras a comenzar a organizar. El Señor del Fuego miró entonces a sus dos amigos, que lo miraban con atención.
— Es todo lo que podemos hacer por mi hijo, por el momento.
—¿Y la carta? — preguntó Hiro, con interés.
— Si es posible, entre las amorosas palabras que puedan dedicarle al amado de ambos, haganle saber a los Agua que no están solos en esto — suavizó la voz, comenzando a sentir mas pena que rabia — . Somos, al fin y al cabo, una familia.
——00——
—¿Qué significa esto?
—Lo siento, mi señora.
Los Guardias de la Luz le cerraron el paso, a unos metros de la comitiva Aire que la esperaba del otro lado de la calle, absolutamente desconcertada. Recordando épocas amargas y bastante recientes en la historia, ShiChen frunció el ceño y se puso tensa, pensando en tomar postura defensiva.
—Ya le dije al Señor del Fuego lo que debía. Debo regresar a mi Templo.
—No puede marcharse aun...
—¿Cómo se atreven... ?
—¡Espere, por favor!
Desde un costado, una voz se escuchó de pronto acercándose al grupo; y los guardias bajaron sus armas y se inclinaron ante la presencia del príncipe.
—¿Joven Heredero?
—Lo siento, no quería que malinterpretara — le dijo como pudo, sosteniéndose las piernas tras sus pantalones apenas visibles por el duro ropaje — Pedí que me esperara, no que la retuvieran.
—Pésima manera de hacerlo, Majestad.
—Lo sé, le pido disculpas.
Con un gesto pidió en silencio a la Guardia de la Luz que se alejaran, retirando al retención y abriéndole el camino. La monja puso las manos en la cintura, curiosa por la reacción.
—Veo que acaba de llegar, por su agitación.
—Sí.
—Y ya está al tanto.
—Lo sé.
—Bien, su padre le informará de los detalles, ahora yo tengo que retirarme...
—¡No por favor, se lo ruego!
Arthur caminó delante de ella y se inclinó, reverenciando en un gesto que asombró hasta a la propia Monja.
—¿Majestad?
—Por favor, yo... se lo imploro, en nombre de mi esposo — cerró los ojos, mirando hacia el suelo — . Anthos me ha explicado en su carta de que se trata, pero quiero saber si hay acaso alguna posibilidad de...
—Señor, ya le explique largamente a su padre y a su corte como se manejan las cosas en el Mundo Espiritual. Deberían hablar par—
—No. Disculpe que sea así de grosero con usted, pero es la urgencia — la irrumpió — . Mi padre jamás me dirá la verdad — la miró — . Lo conozco, edulcorará todo. Por eso quería verla personalmente y... me apresuré para volver sabiendo que estaría aquí, luego que la llamara para eso; me alegro haber llegado a tiempo antes de que se retirara — respiró un poco mas — . Quiero que me lo diga usted, querida ShiChen — la monja lo miró confundida.
—¿Qué cosa?
Arthur frunció el ceño, tras unos minutos.
—Qué es lo que tengo que hacer para que Jibril regrese conmigo.
———00———
—Ya vamos, Anthos, va a helar más.
—No me importa. Vete tú si quieres, Ivir.
El gemelo de Jibril estaba de rodillas viendo el estanque, con la mirada baja, hipnotizado por el movimiento circular de los peces opuestos. No podía evitar estar allí cada día desde que su hermano había desaparecido. Sus dedos iban y venían, pero nunca se animaba a terminar de tocar el agua sagrada, que hacía brillar luminiscentes los tatuajes de sus hermanos; que él aún no tenía. eso lo ponia mas triste aun, preguntándose qué sería de él, si estaría sufriendo, o si acaso estaría consciente de todo lo que estaba pasando.
"Él quería hacer tantas cosas... y no podrá verme feliz con ellos..." sus ojos se llenaron de lágrimas, mirando hacia la aurora boreal "¿Por qué tiene que ser así?" Cerró los ojos y volvió a agachar la cabeza, sin animarse a dar ese paso que su hermano había hecho unas semanas atrás.
—No podemos hacer nada, hermano — el otro le dijo con tristeza, acercándose detrás y apoyando su mano en el hombro — Entiendes eso, ¿no? — bajó la mirada — Ya está hecho. si lo asumimos rápido...
—Jamás lo asumiré, ¿me oyes? — lo miro de repente enojado — Nunca.
—Pero, Anthos...
—Nunca, Ivir. Esto no es justo, sea lo que sea — cerró los puños — . Él tiene mucho por que vivir, y es una buena persona —unió los dientes con rabia — ¡Solamente hizo cosas buenas por todos lo que lo rodeaban!; aún y que estas personas desconfiaban de él o no lo quisieran, yo lo se, yo lo vi. Logró en pocos años lo que siglos no pudieron: unir a dos pueblos opuestos en la eternidad; a que lo amaran como uno mas de ellos, a reír y asombrarse de nuestra magia, a cantarle a la luna con nosotros — se tocó el pecho, recordando sus propias noches con aquellos que él amaba — ... ¿por qué debería terminar esto así por el? ¿Es acaso ésta una recompensa?
Ivir suspiró con tristeza, sin saber qué decir. Pero estaba de acuerdo, sin dudas.
—Son cosas que están más allá de nosotros, no podemo—
—¡Príncipes!
Un guardia se escuchó entre los recovecos de las paredes de hielo, corriendo hasta la entrada al Oasis, pues no tenían permitido avanzar a nadie excepto a la familia del Cacique. Ivir se incorporó confundido y se alejó de su hermano para ir corriendo hacia el hombre.
—Guardia, ¿ocurrió algo en la Casa?
—El señor Korin me mandó a avisarles — dijo como pudo, agitado bajo en vapor el frío — . Está llegando.
—¿Quién?
—Desde el cielo, hay un globo que viene a toda velocidad hacia la ciudad con la insignia de los Fuego.
—¡Arthur! — Anthos se puso de pie, deshaciéndose de su estado. El mayor miró a su hermano confundido, pero luego entendió en un instante.
—Debemos volver, Anthos.
—¡Sí!
Ambos se alejaron, corriendo detrás del guardia, mirando como en el trayecto hacia abajo efectivamente, podía verse en el cielo lejano la flama que dirigía el globo a velocidad entre el cielo nublado, en tanto el aparato era manejado a toda velocidad.
——00——
—Nunca he visto a nadie que haya podido lograrlo; pero a veces la ausencia requerida se compensa con dos presencias.
—¿Qué quiere decir?
—Dos almas con el peso de una; la elegida, y la que se ofrenda. Al tenerlos a ambos, el ciclo no necesita drenar toda la energía de una sola, y puede nutrirse de las dos.
—Entonces es posible.
—Temporalmente —cortó la mujer — . Si tal osadía logra convencer a los espíritus grandes de ese intercambio, es una negociación. Debe garantizar un pacto que debe saldarse, en algún momento.
—Entonces...
—Si lo ve como una condena, serán dos condenados en vez de uno — cerró la mujer, preocupada e intrigada — ... ¿tal es su amor por esta Encarnación, Fuego?
—Si tuviera que dar mi vida entera sin que Jibril lo supiera, lo haría — se tocó el pecho agitado, hablándole en prisa y con confidencia; sin sus aires de príncipe ni sus miradas soberbias — . Por eso se lo estoy pidiendo.
—Lo que le digo es la única alternativa posible. Pero tendrán que convencerlos. Jamás he visto a un espíritu ser convencido de otra cosa que no sea lo suyo; pero, si quieren intentarlo, adelante. Esa es la única oportunidad que veo de que puedan regresar ambos — se calló — . Y aunque eso suceda...
—Aunque volvamos los dos, algún día pagaremos el precio y deberemos retornar a la rueda original. Lo sé.
—Sí, los dos, porque ya no puede deshacerse — dijo seria — . Y no podrán determinarlo sino hasta que hagan el pacto.
—Lo entiendo. Por lo que sea, vale la pena arriesgarse. Aunque nos perdamos en el intento — le tomó las manos — .Gracias por esta esperanza, ShiChen.
—Está tan loco, Príncipe Heredero, que no se ni por donde argumentar en contra de esta idea.
—Sólo respondo al impulso de mis creadores — sonrió apenas, con un dejo de confianza — . Y también me enseñaron a ser victorioso, como el sol inconquistable. Así será esta vez.
—... qué remedio con ustedes, tuercen las ruedas de la creación con tal de seguir amando.
—Es algo que los dioses no podrán evitar nunca, querida monja: porque el amor de eso se trata, es tan poderoso como esta energía que ellos necesitan.
—Quizás es lo que justamente desean que pase.
Arthur tenía la vista fija en la aurora boreal que se desplegaba como un suave manto en el cielo, ondeado en efectos visuales que iban y venían. Quizás en otro momento la hubiera observado fascinado, siendo la primera vez que la conocía en su vida, más allá de los cuentos infantiles que su madre le había leído alguna vez. Pero estaba tan absorto en su objetivo que decidió ignorar toda la belleza agreste del Polo norte, sus hielos y sus azules — que le hacía recordar a todo de Gabriel — para centrarse en su objetivo, junto a las personas que navegaban el bote con prisa, entre los mares helados y esquivando bloques de hielo.
Hacía un frío infernal, y se sentía en los huesos, aunque el Príncipe Heredero de los Fuego emanara su calor para calentarse y estuviera abrigado hasta la nariz. Pero nada lo detenía en sus pensamientos, ni en su objetivo. A su lado, en silencio, Ivir y Anthos navegaban sin remos, de pie y empujando el bote a una buena velocidad, llegando con prisa a aquel islote aislado entre dos paredes gigantes de hielo luminiscente, entre el turquesa y el verde.
—Llegamos.
Una gran arca de marmol blanca, tallada en formas y letras plateadas y turquesas que el Fuego reconoció en los tatuajes de la piel de su amado alguna vez, marcaban el inicio del Oasis y el mensaje de los espíritus.
"Este es el reloj del mundo, el ciclo de ciclos"
—Príncipe.
Anthos le llamó de la ensoñación de ver toda aquel fantástico paisaje, el valle irreal entre hielos, el microclima, a la aurora boreal que pintaba todo de verde, rojo y violeta en sus oleadas cósmicas, y caminaron a prisa por el sendero fértil y plagado de flores blancas. caminó con cuidado, porque se sentía incómodo en el fondo.
—Es... ¿Este lugar es el Oasis?
—Sí, lamento que lo conozca de este modo; porque usted es del elemento opuesto y los espíritus son... sensibles — se disculpó su cuñado menor — . Pero es sólo una sensación. El sitio es sagrado, pero no hay nada que le impida pasar; menos siendo usted el esposo de Jibril. Su conexión es espiritual aquí también, si el lazo es fuerte.
—Sí, eso lo aprendí — dijo con un tono suave. Miró con silencioso respeto todo mientras caminaba, tratando de memorizarlo para recordarlo y preguntar después, comiéndose propia curiosidad innata y no perder valioso tiempo allí — . Por favor, guíenme — pidió con humildad, bajando la mirada y caminando detrás de los Agua.
—Aún no comprendo qué quiere hacer aquí, su Alteza — dijo Ivir con un poco mas de seriedad — . No esperaba para nada que cayera en globo navegando sólo hasta aquí, aterrizara en la nieve y corriera a inclinarse frente a mi padre para pedirle permiso.
—Tampoco yo esperaba que padre se lo permitiera, pero aquí estamos, hermano — concedió Anthos.
—Es verdad.
—Tengo tantas preguntas... Pero no ahora. — susurró, mirando enfrente.
—Ahí está, el estanque.
Cuando se arrimaron, El Fuego vio el agua mágica albergar dos maravillosos peces de colores opuestos girando en círculos, como si marcaran el latir de algo mucho más grande que ellos mismos. El rubio miró hacia el cielo y volvió al agua, dando un paso hacia adelante, arrimandose a la orilla.
—¡Qué belleza!
—Ellos son Tui y La.
—Es un honor —susurró el Fuego con una suave ternura, casi hablándoles en secreto —. Gracias por dejarme llegar hasta aquí a alguien como yo — dijo brevemente — . Por favor, ayudenme a entender.
<<¿Qué deseas entender, hijo de Ran?>>
Sus ojos se abrieron cuando la voz apareció en su cabeza.
<<Pues has viajado tan lejos para vernos, en vez de ver a tus creadores y preguntarles esto...>>
Otra voz de matiz femenino apareció de repente. Decidió entonces contestar de igual manera.
<<Sé que no debo estar aquí, pero quiero entender qué ha pasado con mi esposo.>>
<<¿Eres tú el ser que ocupa el corazón de la Encarnación de La?>>
<<¡Sí! Soy yo.>>
<<Que admirable, uno de los tuyos en este confín del mundo.>>
<<¿Has venido a despedirte de aquel que te amo?>>
Arthur frunció el ceño.
<<No. Lo quiero de vuelta.>>
<<Eso no será posible, hijo de Ran. Es una Encarnación.>>
<<Y no es algo que tengas la potestad de negociar.>>
<<Vengo a proponerles, en cambio, un pacto.>>
—... ¿Príncipe?
— ¿Qué hace?
Los dos Agua miraban como Arthir de ojos cerrados, estiraba la mano hacia el estanque con lentitud. Y los otros dos muchachos se arrimaban con cuidado.
<<¿Un pacto? ¡Qué atrevimiento!>>
<<¡Qué orgullo propio!>>
<<No, es amor. Lo hago por amor — corrigió el rubio — . Daría mi vida por Jibril si me lo piden, sin dudarlo. Y saben que digo la verdad. Pero me ha sido enseñado que él puede volver bajo una condición temporal.>>
Los espíritus callaron.
<<La ofrenda.>>
<<Soy yo. Me ofrezco con el corazón abierto en dos para ser la otra mitad de la Encarnación.>>
<<Tu destino se romperá y será otro. >>
<<Lo sé.>>
<<Estarás fuera del ciclo, como él. >>
<<Lo sé.>>
<<Y un día deberán volver y dejarlo todo de nuevo.>>
<<Lo sé.>>
<<¿Lo sabes, hijo de Ran?>>
<<No lo sabes, porque no depende de ti, sino de aquel.>>
<<Por favor, déjenme verlo y se lo diré.>>
...
<<Muy bien>>
—¡Arthur!
Fue lo ultimo qje escucho antes de que in jalon volviera todo negro tras sus ojos.
——00——
—... ¿Artorius?
—¡Amor mio! — dijo, apenas se pudo reincorporar para ir hacia aquel, abrazandolo y besandolo en el rostro — . Mi amor, creí que nunca...
Se detuvo de repente, pues la prisa de abrazarlo no había notado lo diferente que estaba.
Apenas podía decirse que era Gabriel. Tenía algunos rasgos, los ojos y la boca, pero su piel era mas morena, su cabello más largo y oscuro, y estaba adornado con escamas en su rostro, plumas en forma de una corona y miles de adornos de piedra, cristales y perlas, que le daban el brillo nacarado de la luna sobre la patinosa piel color azul oscuro, brillante y llena de tatuajes plateados en toda su extensión.
—Soy yo — le sacó las dudas, al tener la misma voz — . Así me veo aquí...
—Jibril... — se recuperó del impacto, sonriendo apenas — Estas hermoso. Yo no creí que...
—¿Qué haces aquí, por los dioses? No es tu lugar, no debes.
—No dejaré que te quedes aquí, que termine para ti. Aún no — le tomo las manos — ¿Para siempre, recuerdas?
—... Tu no eres de este ciclo.
—Pero me enseñaron una manera de compartir esta carga, juntos — se arrimó — . Por favor, dime que si.
—... ¿Y tu hijo? ¿Tu reinado?
—Volveremos a ellos y lo haremos todo juntos. Debes aceptar mi sacrificio o será todo en vano — buscó los ojos totalmente negros, suplicantes — . Te lo ruego.
Jibril Amalok—kin, que ahora era algo más, tomó con sus manos frías y escamosas el rostro humano.
—Querido esposo, no puedes quedarte aquí; como sea que has llegado, debes volver.
—No... — apretó las manos inhumanas con fuerza.
—Si te quedas más tiempo, perderás la razón y la cordura, y te desconectarás de—
—¡Dije que no!
Alejó las manos de su rostro, rechazando las razones. El Agua no se sorprendió por la reacción, sino por lo que estaba detrás de ella. En la última palabra algo más rebotó en el sonido, un gruñido gutural. Y no era de ese ambiente, ni era él mismo.
Los deseos manifiestos del Fuego estaban cobrando peso propio en esa dimensión, y mostraban lo que escondía entre el miedo humano, el enojo del elemento primario y la sangre de sus ancestros.
Un Dragón.
—Arthur, escúchame — comenzó Gabriel, parpadeando en sus ojos totlamente negros. El cabello oscuro flotaba más largo y sólido entre el plumaje que parecía nacer desde la corona en su frente — . Siento tu dolor como si fuera el mío, pero no puedes estar aquí. Puedes morir y yo... yo estaba hecho para esto, por eso me ves así.
Los ojos verdes se cargaron de lágrimas de resignación.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No lo sabía... nunca me lo dijeron, y no sé por qué — confesó — . Me tomó por sorpresa como a tí. Fui al Oasis a cumplir mi deber y sólo... pasó.
—No tienes idea el dolor allá, ahí afuera. Tu familia, todos los que te amamos...
—Lo siento tanto, pero no puedo volver — negó —. Es parte del ciclo del universo, no puedo romper y alejarme de él. Perjudicaría a todos, y yo...
—¡¡Deja de sacrificarte, Gabriel!! — frunció el ceño, con las lágrimas derramándose en las mejillas — . Me harta que jamás pienses en tí, siempre en los demás — le espetó, frustrado — : tu infancia arruinada por la guerra, tu juventud combatiendo, tu paz ofrendada a la tregua entre nuestros padres, y ahora...
—Es mi Destino, querido. Y aunque no parezca, en cada momento fui muy feliz, y jamás me arrepentí de nada. Mucho menos a lo último, porque tuve la dicha de compartir esos dulces años contigo.
—No, mi amor. Tenemos toda la vida juntos, y tenemos una promesa que cumplir.
Estiró las manos, en ese espacio que no era espacio, y tomó de nuevo las otras, frías y rígidas ante esa tozudez.
—No puedes...
—Sí puedo.
El rubio alzó la mirada hacia arriba. Secó sus lágrimas y frunció el ceño, determinado.
>>—Sé que están ahí viéndonos, dioses creadores. Evoco a quienes rigen nuestra propia sangre ¡Escúchenme sagrados Tui y La, padres del alma de mi esposo! — alzó la voz, determinado — . Soy el ducentésimo nonagésimo séptimo Señor del Fuego, portador de la luz de Shaw y Ran, sus hermanos en este mundo.
—¡Artorius!
—Mi amado Agua es una Encarnación de La, y ha sido elegido entre millones para seguir la armonía de los ciclos del cosmos. Sé el destino que les depara, pero también sé que él no fue educado ni formado en condiciones, pues le han ocultado este sagrado deber toda la vida. Y su corazón tan generoso es, que aún así no dudo un segundo en abrazarlos y cumplir con su deber — tomó aire, pues aparte de haber consultado a la monja, había investigado enfermizamente todo ese tiempo hasta el viaje — . Del mismo modo, sé que en esas circunstancias esta sagrada tarea puede completarse de otro modo.
Miró los ojos negros con puro amor.
—Él no terminó su vida porque nunca supo que debía dejarla. Y como soy parte de ella, acepto en voluntad y plena conciencia de mi existencia de compartir esa carga.
—¿¡Qué haces!?— lo miró escandalizado, pero Arthur no cambió la expresión.
—Ofrezco mi alma para convertirme en una Encarnación de Ran y cumplir con lo que debe ser; pero a cambio pido que ambos podamos regresar, juntos.
<<Tamaña insolencia>>
Una voz profunda, entre gruñidos y rugidos rebotó en todos lados; inclusive dentro de ellos, y el Agua supo que no eran sus suaves creadores. Con la agresión propia de la luz de sol, sintieron el calor que sólo se irradiaba cerca de aquellas presencias, duales también, pero que llevaban la llama primigenia desde el inicio de los tiempos.
Ambos contemplaron como el dragón rojo y el dragón azul tomaban forma entre las volutas de luz de ese espacio.
<<Este es el hogar de nuestros hermanos, y ningún hijo nuestro puede llegar hasta aquí.>>
<<Mucho menos pretender cambiar lo ya escrito.>>
—No quiero cambiar nada, padres míos — respondió con estoicidad, pese al pánico que tenía por dentro. Gabriel lo sentía en la tensión de sus manos; pero el Príncipe los enfrentó con todo el valor que tenía — . No alejaré a la Encarnación del ciclo, pero no voy a perderlo. Entonces, me uniré a él.
<<Negocias un escenario en el que sólo pierdes tu. Tienes un destino que ya está siendo ejecutado, y renunciaras a él de pronto.>>
—No lo veo como pérdida— sonrió despacio —. No concibo una vida sin Jibril, porque así de fuerte es el amor que ustedes me enseñaron a dar, y que teji con paciencia a su lado. Ambos fuimos expuestos a una vida sin precedentes, y la aceptamos. Él no sabía de su suerte, y la aceptó. Esto no voy a resignarlo.
<<No eres una Encarnación, pequeño dragón>> dijo entonces la otra criatura <<. Estás saliendo de tu vida para sacrificarla>>
—Que así sea, entonces. Cumpliré, seguiré la línea dinástica y todo lo que han hecho mis ancestros, que es un mandato directo de ustedes— sentenció —. Pero con Jibril a mi lado.
<<Sigues negociando, tienes agallas>>
—Me debo a ustedes, padres míos, es uno de los tantos dones que me han obsequiado, además del fuego y el rayo — dijo con mas confianza — . Acataré este destino.
<<¿Qué es esta alma que se ofrece tan generosamente a cambio de nada?>>
Otra voz mas melódica y dulce se manifestó en ellos, y pudieron ver como dos peces giraban alrededor de Gabriel, como si lo coronaran en sus movimientos.
—No es por nada, dioses de mi esposo — dijo con respeto, mirando las figuras que giraban sin parar — . Es por amor.
<<¿Amor?>>
<<¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar por amor?>>
—Tan lejos como ustedes así lo consideren.
Hubo un silencio general, y los peces se detuvieron uno en cada lado de Jibril, que lo miró.
<<¿Es este amor real, Encarnación? ¿Quien habla dice la verdad?>>
—Sí, madre.
<<¿Estás de acuerdo en que tu amor haga tal ofrenda de sacrificio por tí?>>
Gabriel miro a Arthur con seriedad, y este asintió, sonriendo.
—Sí, padre.
<<Shaw, Ran, ¿consienten?>>
<<Si ustedes están de acuerdo, hermanos del mar y la luna.>>
Otro silencio.
<<Todo está escrito, aunque lo dilatemos>> comenzó Tui, volviendo a girar <<. Si ambos comparten el peso de la Encarnación, entonces ambos lo serán por mitades, como un sólo corazón y una sola alma.>>
<<Advertidos están, de que esto no es para siempre. No pueden alejarse demasiado, ni deben>> siguió La <<. Ustedes cambiarán su naturaleza, y serán parte mas de este mundo, aunque este el otro. eso, tiene consecuencias, y se comenzarán a desgastar>>
<<Podemos concederles mas tiempo material, hasta que las energía ya no puedan prolongar mas la espera. Si no vuelven dentro de los diez ciclos del sol, morirán del otro lado y el ciclo los tomará para sí, vivos o no en el mundo>> Tui fue dura con lo último.
—Diez ciclos solares.
—Cuando Alfred cumpla diez años — dijo Arthur sin pensar, contando el tiempo del embarazo de Tora. Gabriel abrió los ojos.
—¿Alfred?— el Fuego se ruborizo, dándose cuenta de que no había podido decirle.
—Sí, mi heredero. Nuestro hijo— le dijo con ternura, acariciando el rostro — . Está por llegar.
—¡Oh! ¡Qué alegría!
<<¿Están de acuerdo con esta condición?>> los cortó Ran, severo. Ambos miraron a los cuatro espíritus y asintieron con seriedad <<Bien. Sea.>>
La criatura se separó de su par volando directamente hacia Arthur quien, en un movimiento, fue separado de Gabriel para ser envuelto por el dragón en espirales con su largo cuerpo. Por un momento, el rubio desapareció de la vista, como si la serpiente gigante lo asfixiara. Sus escamas rojas se volvieron brillantes, como si debajo de cada una se delinease una luz potente; segundos después, se desenroscó y se alejó del Príncipe... que ya no era el Príncipe.
<<Así el pacto ha sido sellado, Encarnación de Ran>> dijo Shaw, acomodándose al regreso de su compañero.
—Artorius...
Este se miró las manos ante el asombro ajeno, y noto que los drusos se traslucen escamas rojas como la sangre, brillantes e iluminadas por siempre bajo el sol. Su rostro tiraba, y su cabello estaba más duro. Lo mas impresionante eran sus ojos, orbes redondas y grandes, ahora doradas y con la pupila afilada. En su boca pesaban las fauces que, aunque humanas, sostenían una larga cadena de colmillos y una lengua bífida, que sólo largaba humo y vapor al respirar.
<<No hemos tenido muchas Encarnaciones, pero ahora eres una por voluntad, Arthur hijo de Keegan hijo de Belenos >> dijo Ran, mirándolos <<. Es la voluntad de tu valentía y la fuerza de ese amor que hemos visto, que no nos deja ver mentiras en sus intenciones.>>
<<Vuelvan a terminar lo que empezaron. Cuando pase el tiempo acordado, será hora de regresar; porque no podrán ninguno de los dos volver a negociar estos términos sobre nada>>
—Está bien — Gabriel respondió, abrazando a Arthur que aún se contemplaba confuso — . No olvidemos esta oportunidad, padres.
<<El mundo no les hará olvidar quienes son, y a dónde pertenecen al final >> aseguró La <<. Váyanse antes de que los demas espiritus nos cuestionen esta decisión.>>
Cuando quisieron preguntar cómo, todo alrededor, arriba y abajo, dentro y fuera, fue un sólo destello blanco. Y después...
Frío.
Viento.
...
—¡Por los dioses!
—¡¡Hermano!! ¡¡Arthur!!
Las voces de Ivir y Anthos se escucharon como si estuvieran a kilómetros de ambos. Cuando empezaron a mover los párpados y recuperar la conciencia, tomados de la mano, fueron arrastrados fuera del estanque y cubiertos con varias mantas de pieles, mientras hablaban entre ellos para acomodarlos.
Las sonrisas estupefactas que vieron al despertar le hicieron ver que no estaban soñando, y que había regresado al mundo. Y todo dolía.
—... agh.
—Auch...
Sólo querían dormir.
——00——
—Es por eso, padre, que no estoy listo para el cacicazgo. Requiere de muchas cosas que no podré dar. Ni ahora, por mi inexperiencia, ni después, por mis deberes como esposo y como Encarnación.
Gabriel estaba sentado derecho en medio de la gran cama blanca y azul, con ropa cálida de dormir y una sopa en las manos. A su lado, su esposo bebía con lentitud pero con la mirada baja y en silencio, respetando el poder de mando del Agua en su propio territorio; portándose como Consorte Rral, ni más ni menos.
Delante de ellos, en el borde de la cama y alrededor en el suelo alfombrado de pieles, sus hermanos y sus padres lo escuchaban con el respeto y la distancia que se había ganado por ser quien era, en ambos mundos.
—Te designe ese día, Jibril. Deshacer eso es complejo.
—Entenderán. Nadie sabía que era una Encarnación, ese factor no estaba presente y realmente cambió todo en mi existencia. — contestó con la misma seriedad, sin ánimos de acusarlos de no haber sido informado de aquello. Ese enojo había sido trascendido.
La forma de mirar del Agua había cambiado; parecía mayor, su voz era más suave y su temple más armado. El Jibril tímido frente a su padre había desaparecido, y La le había dado otra postura física y espiritual. Todos lo sentían: Gabriel estaba a sus anchas, sentado derecho y soberbio como un rey, y nadie podía siquiera cuestionar aquello.
Era natural.
—Entonces, hijo mío, ¿A quién consideras apropiado?
—Ivir, madre — miró a su hermano sonriente — . Está dedicado a esta tierra, ha reemplazado bien a padre cuando él estuvo convaleciente hace un tiempo, y tiene un don de mando y organización muy prácticos. Creo que debería ser candidato para el Consejo.
—Estoy de acuerdo — Amalok respondió con seriedad. A su lado Anthos y Korin asintieron.
—Yo...
—¿Coincides, Ivir? — Gabriel miró a su mayor — . Creo que eres el indicado, siempre has estado allí para todos. Y siempre has tenido el corazón puesto aquí, con toda tu familia.
—Te lo agradezco — inclinó la cabeza — . Acepto tu propuesta con algo de pena, porque ya imaginaba ayudándote en tus labores, no hacerme cargo de ellas directamente. Ahora representas y eres más que mi hermano. Así que, como hermano de la tribu, tienes mi apoyo hacia ti.
—Me da mucho alivio escucharte.
—Y a mi el tenerte de vuelta. — le aseguro con una sonrisa grande. El Agua sonrío de regreso.
—Entonces Jibril, ¿qué pasará ahora? —preguntó Korin, mirándolo con atención.
—Bueno, sigo siendo una Encarnación y el pacto, como les contamos, está saldado en ese tiempo. Pero haremos todo lo que podamos en estos ciclos — miró a Arthur y sonrió con amor — . También soy esposo, así que volveré a Hokage para reinar — todos lo contemplaron asombrados; sobre todo el Fuego — . Soy conciente de que también sigo siendo príncipe de mi tribu, y debo dejar a mi progenie. No lo olvidé, así que será como antes de todo este... tema.
—Estamos de acuerdo — dijo Naobi con ternura. Era la mas cercana a su hijo en aquella reunión, y quien lo acariciaba por sobre las frazadas. Gabriel tomó su mano y la besó — . Su Alteza Arthur, no sabemos como agradecer todo esto, es un milagro.
—No hay nada que agradecer señora mía. Cumplí mi deber de esposo, es todo — habló despacio, mirándola de soslayo — . Es probable que haya sido una muestra de malos modales a los espíritus; pero la urgencia así me lo impelía. Cuando llegue el momento, de haber algún pendiente que saldar, lo haré con gusto.
—Ciertamente, la osadía de los suyos logró esto. En nosotros es impensable hablarles directamente siquiera — acoto Korin, mirándolo con una sonrisa — . Realmente tenía mis ideas y prejuicios con usted, príncipe. Pero cuando me enteré lo que pasó, y lo que hizo, cambió todo. Mi sangre y la de mi familia está en deuda.
—Por favor, sin deudas. Al fin y al cabo, somos una familia — Arthur sonrió — . Lo importante es que estamos aquí — tomó la mano del Agua. Se miraron un segundo, como si hablaran con la mente, y el moreno asintió.
—No podemos quedarnos por mucho tiempo. Cumpliré mi parte para la tribu, veré designar a Ivir y viajaremos a recibir al hijo de Arthur. Cuando ese periodo pase, regresaré a visitarlos.
—Está bien, hijo— aceptó la madre en nombre de todos — . Realmente estamos tan felices de que esten aqui... — suspiró — . Si hay algo que pudiéramos hacer...
El Príncipe Fuego tocó el brazo de su esposo y giró los ojos discretamente hacia una dirección, señalando algo. Gabriel se dio cuenta y asintió.
—Hay algo que pueden hacer, realmente — enfocó a su gemelo — . Hermano, ¿quieres venir conmigo a vivir a Hokage?
Todos abrieron los ojos como platos, en tanto Anthos se puso rojo y se encogió en su lugar, bajando la cabeza entre los hombros.
—¡¡Hermano!! ¡N-!
—Anthos, ¿a vivir? — Amalok los miró confundido — ¿Y por qué sería eso?
—Porque se lo prometí, hace mucho — se adelantó — . Y cumplo con mi palabra.
Ante la sonrisa más ancha y cómplice del Fuego, y los ojos brillantes del Agua, Amalok chistó con la boca, desconcertado.
—Anthos, explica esto.
—Tengo por quiénes regresar, padre — lo enfrentó, aun sonrojado — . Estoy enamorado y quiero volver.
Gabriel contuvo su risa al ver las caras de los demás, pero Arthur lo golpeó en el brazo despacio, para que se comportara.
—Esto... ¿Hijo, porque no lo dijiste?
—En ese momento padre no iba a aceptar, y yo le pedí que callara hasta tanto viéramos cómo resolverlo — Jibril contestó por el — . Su silencio es mi culpa.
—Además de eso, me parecía un imposible... aún me lo parece — dijo entonces Anthos, un poco más armado — . Ya había demasiado dolor, estaba tan mal por Jibril que no quise ni pensarlo.
—Entonces, ¿es real? ¿Realmente lo sientes así? ¿Quieres irte?
—Quiero ir a donde está mi corazón, padre, pero volveré a verlos de vez en cuando, vendremos junto con Jibril — su gemelo acepto — . Lo prometo, no te aflijas.
—... ¿Ivir? — el progenitor miró a su hijo designado por Jibril, y este quedó serio, hasta que asintió.
—Si es lo que deseas, y dado que serán una buena compañía mutua en la lejanía de los suyos, acepto. — dijo, y Anthos salto a abrazarlo con fuerza — ¡¡O-oye!!! ¡¡¡Quítate!!!
—¡¡Gracias, gracias!!! — le llenaba la cara de besos ridículos, que hicieron reír a los demás.
—Eres el mejor. Sutil como un zorro — susurró Arthur, besando la mejilla de su esposo. Este sonrió y se arrimó hacia él, chocando las mejillas para darse un mimo breve.
—Escríbele a tu gente, no sé cuanto tiempo pasó — le susurró — , deben estar angustiados.
—Lo haré en un rato, ahora que me siento mejor y no tan mareado. Te están esperando, inclusive mi hijo —susurró — . No nacerá si no estás ahí.
—¿Todo estaba bien, cierto?
—Sí.
—No deberían viajar solos, aunque sea en compañía de Anthos ahora — opinó Korin, mirándolos — . Aún están débiles y necesitan recuperarse después de... esto, que les pasó. Es bien complejo, y no sólo físico.
—Es cierto, hermano — lo miró — ; estamos agotados, a pesar de todos estos amorosos cuidados y... creo que veo las cosas de manera diferente.
—Sí — apoyó el Fuego, mirándolos mas seriamente — . Es sutil, como un pequeño detalle en algunas cosas, pero ciertamente el mundo se ve diferente.
—Ahora son entidades mitad carne mitad espíritu — dijo la mujer mirándolos con ternura — Es natural, porque ahora son concientes y, acorde pase el tiempo, esa sensación será mayor.
—... hasta que se vuelva un problema — dijo Amalok entonces, mas amargamente —. Ahí empezaran los problemas. — Ivir apoyo a su padre con la mano en el hombro, ya que se refería a todos los delirios que había pasado por estar tiempo de mas en busca de Liben hacía unos años.
—No te preocupes padre, deberemos aprender a convivir de este modo, porque así fue acordado.
—¿Crees que estarán bien?
—No lo se, madre. Tengo confianza de que sí...
Le tomó la mano a Arthur, y este le dio un beso afectuoso en la frente.
>>—Juntos estaremos bien.
———000———
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