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El Consorte Real

—¡¡Es una insanía!!

—Arthur...

El rubio se soltó golpeando la pared con fuerza, cuando ambos volvieron a estar sólos en la habitación de huéspedes. Keegan suspiró y se tomó la trenza.

—Nada de tu vida cambiará, hijo mío.

—¡Mientes! ¡Te quieres convencer de eso! — se señaló el pecho — Yo tengo todo dispuesto allá; Tora y Dante me están esperando, ¡¿Qué les voy a decir cuando volvamos?!

—Que hemos firmado la paz definitiva y eres parte principal de esa condición como príncipe; es, al final, la dote que le regalarás a tu Primer Esposo — habló con seriedad, refiriéndose a su pueblo — . Les darás tranquilidad, y tú te ocuparás de tu semilla cuando preñes a Kaminari, entre otras cosas. Volveremos con nuestros amantes, la gente dejará de sufrir, y yo podré regresar a la tumba de mi amado Vahni, después de años de abandonarlo por la guerra.

Arthur se detuvo antes de seguir vomitando su enojo. Sabía que Keegan sólo hablaba con él de aquel ilícito amor. Vanhi el Sin Nombre, el legendario gladiador de la Arena de Fuego, fue maestro, amigo, amante y finalmente el amado de su padre.

De no haber sido descubierto por Yuuto Kaminari, antecesor de su tío Hiro, aquel hubiera sido el Consorte Real de los Fuego, y hoy hubiera sido su padrastro. Pero por ser un natural descastado había sido ejecutado por enlazarse con el Príncipe, según las leyes tradicionales de su sociedad. En ese entonces Belenos, su abuelo, no movió un músculo para protegerlo; pese a los ruegos de Mariath, su abuela, que era afecta a la Arena de Fuego y amiga de su Domine, O-Ban.

Nadie perdonó ese amor, y algo de Keegan murió para siempre con aquel, el único que se había llevado el corazón del regente a la tumba.

Desde entonces, el actual Señor del Fuego se distanció de esa casa noble para siempre; y solamente su primogénita Tora había podido acercarse por mérito propio, ganándose el cariño del Lord, quién la decidió como madre de la descendencia con Arthur. Hiro ocupó sus días como General de la Luz lejos del reino, con el único objetivo de volver con sus victorias, retirarse y buscar el calor del lecho de Kumya Yorunoto, quién lo había amado por años siendo su subordinado. El joven príncipe supo, antes de irse a la campaña, que ambos nobles estaban buscando la manera de ser consortes y mantener sus estatus como cabezas en sus casas, sosteniendo a sus esposas e hijos.

Sí, había muchos problemas de regreso. Por eso, el tono del Heredero bajó cuando volvió a hablar.

—¿Y qué significa "entre otras cosas"? — señaló hacia afuera — . Estaré enlazado con un Agua... ¡Un Agua! Uno de los hijos de tu enemigo directo, sin ir más lejos.

—Ya no serán mis enemigos, ni tuyos — buscó calmarlo con las palabras. Fue hasta un sillón y lo miró con paciencia — . Es difícil, pero debemos hacernos la idea; es en parte un ejercicio cultural y generacional que deberemos esforzarnos en aprender a partir de hoy. Además, en estos meses habrá que retirar las tropas, desarmar las campañas y reacomodar a los nobles que se fueron... como nuestros queridos Hiro y Kumya — sonrió apenas — . Estarán felices de regresar con sus familias, y más felices estarán al saber que tú eres la garantía de que puedan volver a casa.

El rubio también sintió alivio, porque siempre había temido perder a Yorunoto en la guerra. Pero no podía evitar inquietarse, de todos modos.

—¿Y qué hay con ese tal... Jibril?

—Cumplirá con su parte, como tu con la tuya. ¿No escuchaste al Cacique? Es sólo un papel firmado; no tendrás que siquiera mirarlo a los ojos por demasiado tiempo.

—¿Y si se arrepiente... o si nos traiciona?

—Es la misma posibilidad de que tú lo hagas; pero se le irá la vida en ello. Y creo que es muy joven como para querer seguir los pasos de su hermano mayor — dijo con un tono sardónico — . No te preocupes, hijo mio. Es como si yo mismo lo hubiera hecho.

—Haberte puesto tú mismo como consorte del Agua, en vez su hijo y yo— contestó, con insolencia. Keegan amaba esa chispa que reconocía en su propio pasado; así que allí donde otro hubiera abofeteado al joven, él sonrió.

—Ambos ya somos mayores— se encogió de hombros — . Es una alianza a futuro y ustedes son el futuro, es simple como eso.

—¡Yo...!

—Estás enojado conmigo, lo sé. Ya que no compartiremos la cama esta noche, iré a descansar. Procura hacer lo mismo; mañana tienes más que hablar antes de volver.

Arthur se quedó un instante, sin comprender.

—¿Qué es lo que tengo que hablar?

—Bueno, quizás no se vuelvan a ver hasta el día de la boda, y sería descortés no intercambiar palabras con tu futuro Consorte Real, ¿no te parece? Somos caballeros, ante todo.

—¡Yo no quiero hablar con él, ni verlo!

—Él tampoco, de seguro. Pero es la primera obligación de ambos... de muchas, deberé decir. Y tienen bastante que conversar siendo la primera unión de este tipo en la historia; en aras de la paz que disfrutarán largamente los nietos de ambos.

Se puso de pie, dirigiéndose al cuarto contiguo.

>>Bienvenido a la adultez, Príncipe Arthur.

————00—————

—Oh Jibril, mi pequeño Jibril...

Naobi lloraba desconsolada en la falda de su hijo, que no sabía qué hacer con ella. Estaba apenado por el dolor de su madre, y sus hermanos estaban alrededor, impotentes.

—¡¡Está loco!! ¿¡Cómo se atreve a ofrendarnos como un trasto delante de los Fuego!? —dijo uno de los hermanos, cerrando los puños — ¡Qué humillación!

—Somos Maestros Agua, ¿Hemos defendido nuestras tierras por años para que estos viejos decidan que hacer de nuestras vidas? — dijo otro, golpeando unos cuencos alrededor que cayeron al suelo. Antes de que el líquido se derramara, Jibril lo detuvo con agua-control y lo devolvió a su sitio con calma, sin decir una palabra.

—Juro que cuando volvamos le pediré a los ancianos que revoquen la orden de padre — el más adulto miró a su madre, que no levantaba su cara de las ropas de su hijo menor — . Y esta vergüenza quedará saldada.

—No, hermanos...

Todos miraron a Jibril.

>>No podemos. Padre ha empeñado la palabra frente a los otros reyes, con testigos. Retrotraernos empeorará las cosas.

—Pero, ¿Cómo puedes estar tan tranquilo, hermano? — dijo entonces uno de ellos, indignado — ¡Te ha regalado como una cosa para que el Heredero de Fuego se adorne el cuello, en su colección de concubinos!

—Lo sé — dijo, mirando con calma — . Pero, ¿De qué vale mi comodidad si puedo evitar que sigan diezmando millones? — suspiró — Y no me refiero con esto a las acciones de la Nación del Fuego, sino a padre — los miró a todos — . Está perdiendo el control. Después de la muerte de Liben, ni siquiera se detuvo a hacer el duelo, todos aquí lo sabemos. La rabia lo está enloqueciendo — acarició los cabellos de su madre — . Creanme que no estoy agradado, pero si con esto puedo detener esta locura y hacer que todos vuelvan a casa, lo haré — cerró los ojos — . Daré lo mejor de mi, como lo he hecho en los combates, y haré que esto valga la pena — los enfocó de nuevo — . Podremos enterrar a Liben para dárselo a Madre Luna y a Padre Océano en el Oasis, meditar y comer en su nombre para que su alma descanse en paz, después de dos años en lo que no paramos nunca.

—Jibril...

—Ya me conocen. Soy fuerte y seré fuerte por todos ustedes — buscó a su madre para sonreírle — . Al final, esta fue la mejor salida. Lo otro sólo era un torbellino de muerte que nos iba a terminar de consumir hasta el final.

—Ay, hijo mío... — le tocó las mejillas, besándolas con afecto.

—Padre ya no puede liderar a la tribu, perdió la cabeza — sentenció en voz baja el segundo mayor, de brazos cruzados — . Pediré la audiencia.

—Aún debo prepararme para ser el Cacique, no me siento listo — dijo Jibril — . Podrás pedir la audiencia en su momento, pero por favor, tenme paciencia.

—Será como digas — le sonrió — . Te ayudaremos en lo que podamos.

—Sólo dejen todo en orden en casa, y llenen de amor a madre.

Los otros Maestros Agua asintieron, apoyando la decisión del menor, arrojado a ese destino sin precedentes. Sabían que estaba rabioso y tenía miedo como todos ellos, pero también sabían que quería que su madre no enfermara de la tristeza; por ella, conservaba la calma lo más que podían ante la tormenta que se avecinaba.

Igual que las tempestades del mar.

————000————

"—Jibril, Jibril. Es un nombre extraño, padre."

—Es por la fonética de la lengua lunar, son nombres con orígenes tribales muy antiguos. En la lengua fuego el equivalente sería 'Gabriel'.

—Gabriel..."

Arthur se miró en el espejo de pronto, mientras una de las criadas que habían llevado consigo terminaba de acomodar el segundo cuello de su traje. Era demasiado cerrado para el desayuno, pero no podía dejar de mostrar su majestad en ningún momento.

Quizás eran sus deseos de volver a casa, pero quería que todo ese lío en el que lo había metido su padre pasara lo más rápido posible; volver con los que amaba, para contarles en qué nueva cosa Keegan ahora lo había involucrado, y llorar o reír esa desgracia. Aunque...

No quería irse en malos términos, ni mucho menos ser indiferente. El otro chico también estaba pasándola mal; sino peor, porque había sido el objeto escogido por su padre delante de todo el mundo y sin avisar, como una improvisada ofrenda para calmar a los dragones de la conquista en los ojos del Señor del Fuego. Sintió un poco de lástima, hasta que recordó que aquel era un guerrero y había matado quizás muchos de sus congéneres y ciudadanos.

Así eran las guerras, ¿no?

Ahora tenía que desayunar con él, a solas, y empezar a hablar. Ni siquiera sabía sabía cómo sería su nombre pronunciado en la lengua extranjera, o como lo miraría al saludarlo en las comidas. Era la guerra tomando un nuevo cariz.

Gabriel.

No sonaba como el nombre de un monstruo, ni de alguien que mereciera su odio, al final.

De hecho, no sonaba nada mal.

———000———

La sorpresa fue mutua al verse solos, rodeados de los guardias discretos de cada nación a lo lejos, y de los sirvientes de Fuego. Era un espacio pequeño en uno de los balcones de Palacio, pero en apariencia realmente no había nadie mirándolos, ni los reyes en ninguna esquina.
Cuando Arthur llegó caminando de manera lenta y ceremoniosa, con la espalda en alto y vestido de sus galas pesadas, que arrastraban capas bordadas de oro en el suelo, el Agua se puso de pie.

El moreno estaba vestido a la usanza de la "realeza" de su tribu, con algunos adornos en cuero y piedra, y una piel que apenas cubría el pecho y el cuello. Los ropajes en sus púrpuras, grises y celestes intensos destacan el caoba del cabello ondulado peinado hacia un costado, apenas despejado del rostro oliva y de los ojos verdes, más oscuros que los del Fuego, pero rodeados de un khol delicado que simulaba un poco el azul claro de las escleras. Aquella pintura hacía resaltar la virilidad de aquel joven.

Arthur podía oler la humedad de la magia en el aire, pura y espesa como su propio fuego. Del mismo modo, Jibril podía sentir el calor emanar de esa piel incendiaria metros antes de que llegara.

—Buenos días.

—Buenos días, Príncipe Heredero.

—Ah... — Arthur lo miró — Disculpeme. ¿Cómo debería llamarlo? ¿Tiene algún título?
—En mi pueblo sería 'Amalok-kin', el hijo de mi padre.

—Entiendo.

Dio unos pasos más, y ambos se hicieron una reverencia mutua en silencio. El Fuego esperó a que lo sentaran, ayudado por los sirvientes de esa casa. En tanto el Agua lo hizo sólo, pero con la espalda recta y la frente en alto.

Allí pudieron contemplarse por primera vez. Al Agua le era curioso el cabello rubio y la piel tan blanca, con unas muy modestas pecas que se notaban a contraluz sobre la nariz. Al Fuego, la piel aceitunada, los cabellos ondulantes, y el brillo acuoso de los ojos. Pronto, Arthur bajó su vista a los labios, y los vio rellenos y dulces. Jibril estudió rápidamente la fineza que daba la mandíbula angular, la frente recta y moderada por las cejas gruesas; rasgos que había encontrado en el Señor del Fuego, ya de por sí portador de un atractivo difícil de ignorar. Los cuerpos de ambos se adivinaban firmes bajo los ropajes, con las musculaturas trabajadas y las manos firmes.

Sonrieron, satisfechos del otro.

—No tiene por qué usar ese término, debe serle extraño — dijo entonces el moreno — . No usamos nuestros nombres de pila mientras somos hijos; pero entendemos que los extranjeros pueden confundirse. Así que, puede llamarme por mi nombre, Jibril.

—Es un hermoso nombre; en la lengua lunar se oye bien, pero me cuesta pronunciarlo.

—¿Cómo sería en su Nación?

—Gabriel.

—Oh, no suena mal.

—Es más bello aún... como su portador. — dijo sin pensar. Cuando se ruborizó levemente, el Agua sonrió por esa pequeña torpeza infantil que lo hacía más humano.

—Entonces puede decirme Gabriel, si le es más cómodo.

—Le agradezco, ¿Comemos?

—Adelante.

El desayuno era abundante y exagerado, como toda comensalidad en el Reino Tierra. Sin embargo, sus comidas eran agradables para los vecinos, así que los jóvenes no se privaron en probar bocado. Los nervios y la tensión de los días que habían pasado allí les habían abierto el apetito.

—Mnh ¿Tengo que dirigirme a usted como Príncipe?

—No, por favor, llameme Arthur.

—Muy bien, Arthur — lo pronunció suavemente, ya que le agradaba también el nombre — . Ya que nos han metido en semejante entuerto a ambos, me gustaría conversar cosas más livianas — lo miró de pronto — . Sé que conoce nuestra cultura, y yo la suya, pero me gustaria oirla por parte del protagonista.

—Es una magnífica idea— le sonrió con honestidad — . Ya que este es el nuevo plan, no quiero hablar de la guerra.

—Yo tampoco.

Iba a ser difícil, pero debían esforzarse. Ahí estaba el quid del trabajo que les depararía a ambos.

—¿Cómo está su señora madre, si me permite la indiscreción? Se la vio muy apenada anoche.

—Triste, como puede imaginar. Sorprendida y enojada, como mis hermanos también. Pero sabremos adaptarnos, mutamos como nuestro elemento por eso — sonrió apenas — . Espero que su sorpresa y su enojo no hayan sido mayores ante semejante noticia.

—Bueno, no le mentire, soy un Fuego. Mis reacciones no son moderadas. Pero creo que deberé aprender de usted, a adaptarme — el rubio se permitió sonreír— . Si puedo sostener la mitad de su gesto ante la decisión de su padre, me veré satisfecho.

—Y yo a mantener el temple, como usted lo hizo ayer. No se le movió un sólo músculo cuando su Señor acordó con el mío — respondió Jibril. Arthur sonrió, levemente sonrojado.

—Nada importante, es simple disciplina militar.

—También la tengo, pero estoy muy lejos de esa estoicidad.

—Contrario a lo que se piensa de nosotros, no todos somos unos seres irascibles y lujuriosos... la mayor parte del tiempo.

Cuando el Fuego logró sacarle una risa breve al Agua, como si los casi tres años de guerra permanente no hubieran ocurrido jamás en sus vidas, sintió una satisfacción profunda en el pecho.

Entonces, se dio cuenta.

No iba a ser tan malo ni tan terrible, después de todo.

————000————

Tres meses había sido el plazo para dejar todo en orden, y regresar a Ba Sing Se con miles de personas, sus comitivas y todo aquel que pudiera viajar para presenciar aquella histórica unión, única en el mundo, en nombre de la paz. Gracias a la mediación del Emperador de la Tierra, cesarán los conflictos y los refugiados volverían a casa a enterrar a sus muertos, o encontrar a sus familias perdidas en el humo del combate. Para los pueblos llanos del mundo, fue una buena noticia.

Las clases altas y nobles, por el contrario, tuvieron serias reticencias. Cada una en su lugar, en su nación, por sus motivos, sus intereses o peros, mostraron resistencia al acuerdo pacifico de sus respectivos gobernantes. Algunos, incluso, incrementaron los rumores de que ya esos hombres no servían para gobernar, pues desvariaban entre el cansancio de las peleas y el dolor de todas las pérdidas.

¿Quién querría unir a dos enemigos históricos, después de todo?


—¡Es inaudito! ¡Keegan se ha vuelto loco!

Hiro Kaminari saltó disparado de la cama desnudo como estaba, apenas el sirviente le había acercado aquel mensaje. Sus informantes le habían dicho lo que el Señor de Fuego había acordado con el Cacique de Agua, luego de años de guerra.

—Hiro, baja la voz, por favor. Despertarás a los niños.

Kumya se sentó en la cama, encendiendo con sus dedos una flama de la lámpara de aceite para enfocar mejor, mientras se refregaba un ojo.

—No pidas que me calme, amor mío. — lo miró con el papel en la mano, sentándose en el borde. Las anillas de su larga trenza negra sonaron con disgusto como su dueño. Yorunoto suspiró y gateó hasta treparse a la espalda ajena, acariciándole las cicatrices con cuidado, besando sus hombros. Aquello logró que Kaminari relajara su tensa musculatura y suspiró, vencido por los mimos.

—¿Qué es tan terrible?

—La guerra está oficialmente terminada. — le mostró el papel.

—Por eso regresamos hace un mes — lo miró extrañado — ¿Cuál es el problema?

—El problema es el precio que tuvimos que pagar.

Yorunoto leyó con rapidez, y su ceño se fue frunciendo cada vez mas.

—... ¿Un Agua?

—¡Un Consorte Agua, regalado para el Heredero! Dicen que es para mantener la alianza y la garantía de neutralidad al enlazar a ambos príncipes. Pero sabes muy bien lo que significa, en términos del Palacio; en la privacidad que conocemos y las emociones de nuestros señores. Los conocemos bien, Kumya — lo enfocó — . Hemos sido amantes de ambos por mucho tiempo.

—¿Tú crees que... ?— se acomodó a su lado — ¿Crees que irrumpa en la relación de tu hija?

—No evitará la descendencia, pero sin duda Arthur cambiará mucho, influenciado por la simpatía que le tenga al Agua — le señaló — . Porque ese niño es como su padre. Se harán amigos, después se enamorarán y después...

—Ocurrirá como el Sin Nombre. — le cortó, y Kaminari bajó la cabeza, avergonzado por ese episodio de su generación anterior. Asintió levemente.

—Peor. Es nuestro enemigo — lo miró — . El futuro Señor del Fuego enlazado con el enemigo, el que será líder de todos ellos... ¿Qué clase de garantía estúpida es esa? ¡Con ese criterio puede degollarlo mientras duerme! — arrugó el papel en sus dedos y lo prendió fuego en segundos, cenizas que se deslizaron al suelo — ¡Están locos!

—Aún no ha ocurrido nada, mi amor — le acarició la mejilla, buscando calmarlo con un beso suave en el pómulo — . No conocemos al joven Agua, ni cómo se llevará con Arthur, o cómo construirán ese contrato. Pero, en el fondo, no podemos más que especular. No te enredes en esas intrigas que generalmente son habladurías. Por lo pronto, gracias a esto pudimos volver, y tenemos una oportunidad de estar juntos con nuestras familias — buscó sus ojos zafiro con los anaranjados — . Nuestras casas seguirán creciendo y prosperarán juntas, como lo prometimos — Hiro le acarició el cabello caoba, besándolo con cuidado la anilla que tenía en el rodete en silencio — . Con respecto a ese vínculo, son cosas que llevan muchos años verse; quizás ni siquiera lleguemos a presenciarlo y sí nuestros hijos. No temas, Hiro. Keegan es temerario, pero no pondrá en riesgo al pueblo. Si aceptó el trato es porque confía en que Arthur mantendrá las cosas en su lugar.

—No estaría tan seguro de eso. Esa irreverencia... esa falta de decoro que ese niño tuvo contigo al exhibirse frente a Keegan, cuando retozaron con...

—Agradezco tus celos, pero ya es cosa del pasado, querido mío. Ocurrió cuando éramos todos muy jóvenes. Ahora no vale la pena quedarse en esos rencores. Tu primogénita será la madre del siguiente Príncipe, y tú y yo podemos estar juntos. Si se admitiera un extranjero en las relaciones conyugales, ¿qué nos detiene a nosotros? — sonrió — ¿No lo ves? Esto nos beneficia en lo personal. Como si Keegan lo hubiera tenido presente también.

—Es... tienes razón — miró hacia adelante, tomándose la frente — . No lo había pensado así.

—Vamos a dormir. Mañana tenemos que madrugar.

—Está bien, lo siento. — se dejó besar y llevar a la cama, para enredarse en el pecho ajeno.

Hiro pensó de pronto en su propio enojo, cargado de indignación y ofensa en su sangre azul. ¿Qué sería de él si Kumya no estuviera abrazándolo en ese momento? No lo sabía, pero su futuro consorte miraba hacia el techo pensando lo mismo, escondido entre las anillas de la trenza negra.

Yorunoto era un dique que ayudaría a mantener la paz intestina en la Nación de Fuego, pues ponía un freno a todas las ambiciones nobles, comenzando con los Kaminari. Eso era algo que el Señor del Fuego sí sabía, y contaba con Kumya para sostener ese mundo endeble de palillos con su tesón, paciencia y amor.

Por eso lo había hecho regresar de la guerra: para que la muerte no le ganase la partida.

——————000—————

Arthur y Jibril — comenzado a ser llamado Gabriel, decidieron armonizar aquellos elementos que los componían, tan opuestos y a la vez tan complementarios. Tenían la intención de establecer una buena relación de amistad; tal así que, al partir cada uno a su hogar, se prometieron en secreto (el primer secreto de ambos) no perder el contacto.

Y allí, empezaron las cartas.

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