Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo

Seis años después...

—¡Arthur! ¡Elizabeth!

Esther llamaba a los mellizos por todo el jardín de la mansión Sullivan, sin recibir respuesta. Esos pequeños diablillos siempre que estaban bajo el cuidado de ella, su niñera, mientras sus padres estaban fuera visitando a unos amigos en la ciudad se la hacían pasar mal con sus travesuras. En esos momentos estaban escondidos en alguna parte cuando deberían estar empezando a vestirse para recibir a sus padres junto al resto del servicio.

—¡Niños, por favor! ¡Salid ya! ¡No quiero tener que castigaros!

—¿Qué ocurre, Esther?

Ella se giró al escuchar la voz de Sofía, la ama de llaves, y la vio a pocos metros de ella, de pie junto a su marido Christopher, el antiguo criado de Bárbara Santander, y embarazada de apenas seis meses de su segundo hijo. En ese estado ella no debería trabajar, pero era orgullosa e indepentiente.

Esther suspiró rendida. —Son los niños. Han vuelto a esconderse de mí.

Ante eso la pareja se río para fastidio de la joven.

—Venga, no te lo tomes así, mujer —le dijo Sofía—. Ya los conoces. Siempre hacen lo mismo. Y los amos se lo consienten. Opinan que los niños deben dedicarse a eso; a jugar, que después ya tendrán responsabilidades que atender.

Esther no era de la misma opinión, pero respetaba la decisión de el amo Nathan y de Katherine. Mientras tanto, desde su escondite, Arthur —un joven de pelo negro con ojos verdes como su madre— y Elizabeth —una hermosa niña de pelo caoba y ojos azules saltones— se reían de haber cosneguido burlar a Esther. Lo que no sabían es que alguien los estaba acechando desde detrás.

—¿De nuevo fastidiando a mi hermana, pequeñajos?

Los mellizos dieron un respingo antes de notar como una mano fuerte y conocida de otras muchas veces los agarraba por el cuello de la ropa desde detrás, una mano para cada uno, y los alzaba con suma facilidad. Ambos miraron fastidiados al tío John, la mano derecha de su padre.

—¡Joo, tío Jon! —se quejó Lizzy cruzando los brazos—. ¡Lo has fastidiado!

—Solo estábamos jugando un poco —se excusó Arthur con su sonrisa de pillo.

—Ya, como siempre.

Jon cargó con ellos hasta llevarlo ante su hermana, que al verlo puso los puños en la cintura, claramente molesta por la broma de los pequeños.

—Muchas gracias, Jon —agradeció ella, entonces se centro en los niños—. Muy bien, ¿quién es el primero en recibir un castigo?

Los dos tragaron saliva, expectantes al temido castigo de la tía Esther.

Desde la ventana del carruaje, Katherine veía como iban llevando a la mansión, su hogar.

—Ya estamos en casa —dijo ella, sonriendo feliz por ello.

—¿Tanto deseabas volver? —le preguntó Nathan, sentado a su lado, cogiendo su mano—. Haberlo dicho y habríamos vuelto mucho antes.

Ella se giró hacía él. Los años en él no pasaban en balde y ya peinaba algunas canas en la cabeza, pero aun así no había perdido su atractivo en absoluto. Le sonrió antes de darle un beso en los labios.

—No te preocupes, lo importante es que estamos aquí ahora. Y que los niños estarán contentos de vernos de vuelta.

—Es cierto.

Nathan también deseaba regresar a casa con su esposa y con sus hijos. Para él fue una grata sorpresa ver que la noche del parto no nacía uno sino dos hijos; un niño y una niña preciosos. Para él no fue un problema ponerle a su hija el nombre de la mujer que había criado a Katherine como a su propia hija aunque la secuestrara de los brazos de su verdadera madre.

Elizabeth Jackson había sido una buena madre y se merecía ese homenaje.

Cuando el carruaje finalmente se detuvo en la entrada principal de la mansión, los conde Sullivan fueron recibidos por todo el servicio encabezados por el matrimonio Johnson. Al bajar gracias a su marido, Katherine fue directa a abrazar a Sofía y tocar su enorme panza queriendo notar las patadas del bebé.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó la condesa a su mejor amiga y consejera.

—Muy bien. Dolorida en los riñones, pero eso es normal.

—Si no te ves capaz de seguir trabajando, dilo por favor. Debes cuidarte.

Sofía asintió para calmar a su señora. Entendía su preocupación. En su primer parto hubo complicaciones y estuvo a punto de morir desangrada. Todos estaban pendientes de ella y lo agradecía.

Nathan miró alrededor, buscando a sus hijos sin verlos. Extrañado miró a su mayordomo.

—¿Dónde están Arthur y Lizzy?

Christopher intentó por todos los medios no reírse delante de sus señores.

—Pues...

—Están con Esther en su habitación —dijo Jon cuando se acercó a Nathan y ambos se saludaron como dos colegas en vez de amo y capataz—. Esos dos diablillos volvieron a hacer de las suyas y...

Con esa respuesta Nathan y Katherine lo entendieron todo y se echaron a reír. Los demás no tardaron en unirse a ellos. Aquello era ya algo habitual en aquella casa. El matrimonio no tardo en entrar en casa e ir directos hacia la habitación de sus hijos, donde en ese momento Esther los estaba bañando con ayuda de otra criada.

En el momento en que abrieron la puerta, los niños se pusieron en pie dentro de la bañera.

—¡¡MAMÁ!!, ¡¡PAPÁ!!

—¡NO, NIÑOS! ¡NO SALGÁIS DE LA BAÑERA EMPAPADOS!

Ignorando los gritos de Esther y la criada, los dos corrieron a recibir a sus padres con un abrazo de oso, y sus padres rieron encantados a pesar de empaparse de agua. Aquel era el recibimiento que todo padre quisiera recibir de sus amados hijos. Y así era cada vez que volvían a casa con ellos tras un largo tiempo ausentes.

A la noche, tras acostar a sus pequeños y contarles una historia entre los dos, Nathan y Katherine se retiraron a sus aposentos y se acostaron desnudos bajo las sabanas. Ambos estaban acurrucados el uno al otro, acariciándose y besándose en los labios, pensando en todo lo vivido.

—¿Te arrepientes? —le preguntó Nathan a su esposa, acariciando con los dedos su brazo desde el hombro hasta el codo suavemente.

Ella lo miró desde la altura del hombro donde tenía apoyada la cabeza. Lo miró algo ofendida.

—En absoluto. De nada.

Nathan sonrió aliviado de escucharla. No conforme con sus palabras, Katherine quiso demostrar que lo decía en serio con hechos, por ello se alzó y se sentó a horcajadas sobre la cintura de su marido, dejando que viera su cuerpo desnudo, igual de vello que la primera vez que lo vio, nada perjudicado tras un largo y duro parto de varias horas.

—Pienso dejarte claro que no me arrepiento de lo que hicimos hace años, cuando llegué aquí y me propusiste una tarea más para ser tu perfecta sirvienta.

—No dudo de que me quedará sumamente claro, mi ama Kath.

A Katherine le encantaba escuchar ese nuevo mote, desde su primer baile que él la llamaba así en la intimidad, como ella seguía llamándolo "mi amo Nathan". Así pues, ella acarició la verga de su esposo, preparándolo para que invadiera su vaina ya humedecida de expectación. Él gimió encantado por las atenciones de su esposa y movió sus caderas a son de esas manos tan expertas.

Cuando ella lo metió dentro de sí, gimió hondo, echando la cabeza atrás mientras notaba como las cálidas y fuertes manos de su marido apresaban sus senos y los torturaba al ritmo del vaivén de ella. Aquello era su rutina cada noche, un duelo entre ellos para ver quien se rendía primero.

—Te amo —gimió ella, moviéndose arriba y abajo, cada vez con más ahínco.

—Y yo a ti —dijo él, apretando los senos en sus manos—, mi perfecta condesa.

El sonido de la carne chocando entre si, el olor a sudor en la piel, los gemidos y jadeos que iban subiendo de volumen en aquella habitación, lejos de la habitación de los niños para no despertarlos, fue en aumento hasta que finalmente ambos gritaron al llegar al primer orgasmo de la noche.

Ella había logrado ser la Perfecta Sirvienta que quiso ser desde muy pequeña. Ahora, sería la Perfecta Condesa de su Perfecto Conde el resto de su vida. Hasta que la muerte los separara, si es que eso era posible.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro