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Capítulo XLVI

Nathan pudo ver para su desagrado que la sonrisa engreída y arrogante de su primo apenas se inmutó ante esas acusaciones. Y no le extraño. William Ashford era muy buen actor. Y manipulador.

William se acercó un par de pasos más, mostrando una expresión de dolor y sorpresa.

―¿De verdad me ves capaz de hacer semejante monstruosidad a esas pobres inocentes? ¿De violarlas brutalmente contra su voluntad?

―De eso... y mucho más ―dijo Nathan con total seguridad―. Fui testigo de ello una vez. ¿O acaso has olvidado lo que le hiciste a Esther, la hermana de Jon? Ella te rechazó, y como venganza fuiste a por ella y la violaste aquí, en los establos de mi propiedad. Habrías ido mucho más lejos si yo no hubiera aparecido y te hubiera detenido, ¿o acaso lo niegas?

―Me duele mucho que me acuse de esa forma, querido primo ―dijo William, disimulando estar dolido con la mano en el pecho―. Yo que quería darte mi apoyo y consuelo para superar la muerte de tus padres.

―Ahorrate el númerito. Te conozco bien. Y si te permito venir a mi casa es por tu madre que ahora mismo está delicada de salud y no quiero provocarle más disgustos. De eso te encargas tú.

Con eso Nathan quiso zanjar la conversación dándose la vuelta para entrar en casa, pero su primo tenía otros planes.

―Es curioso que me acuse de algo así, cuando tú no estás haciendo algo muy diferente.

Sus palabras hicieron que Nathan de detuviera en seco en medio de los escalones, y se giró sobre su hombro, inquieto por esas palabras.

―¿De qué estás hablando?

Su primo se rió levemente como respuesta.

En ese instante, el sonido de un caballo galopando hacia ellos llamó su atención. Al girarse vieron a Jon llegando a caballo, y Nathan pudo ver que venía muy alterado. Preocupado se acercó a él, temiendo que fuera su hermana Esther o Kath, quien había ido a verle esa mañana.

Al detener a su caballo tirando de las riendas, Jon vio a William de pie ante la entrada. Lo miró con profundo odio, y esté lo sonrió maliciosamente.

―Jon ¿qué ocurre? ―le preguntó Nathan, llamando su atención―. Creía que estabas en casa cuidando a Esther.

―¿Ha llegado Kath? ―preguntó él mientras bajaba de su caballo.

―¿Cómo? ―preguntó Nathan. Su corazón empezó a latir alterado―. Ha ido a tu casa.

―Así es, sí. Pero hace rato que se marchó y debería estar ya aquí. ¿Lo está?

―No lo sé ¡Sofia! ―llamó Nathan. Ella enseguida apareció―. ¿Kath está en la casa?

―No, señor. Aún no ha regresado.

Nathan se puso blanco como la cal al comprender que Kath había vuelto a desaparecer.

―No puede ser... Otra vez no... ―murmuró él, temiendo lo peor.

―¿Amo? ―preguntó Sofía preocupada, viendo a su señor ponerse pálido.

En un instante, Sofía y Nathan vieron como un Jon enfurecido agarraba a William por la solapa de su abrigo y lo empotrada contra el carro, mirándolo totalmente cabreado.

―¿Dónde está? ―le preguntó con la nariz pegada a la de él―. ¡¿Dónde está Kath?!

―¿Por qué debería saberlo? ―preguntó William alzando las dos manos con rendición.

―¡No te hagas el sorprendido, desgraciado! ―gruñó Jon.

―¡Jon! ―Sofía corrió hacia él e intentó hacer que soltará al barón―. ¿Pero qué haces?

―Él tiene a Kath, lo sé.

Tanto Sofía como Nathan miraron al capataz confundidos por tal acusación. Al escucharle William se mostró igual de sorprendido.

―Recuerdo que hace hace un par de noches estuvo conmigo en un bar. Estaba borracho pero le recuerdo sentándose a mi lado y queriendo saber cosas de su primo. Sobretodo de su vida íntima.

Al escuchar eso Nathan miró a su primo malhumorado. Ese detalle ya lo sospechaba.

Al ver la cara de su primo, William se defendió.

―Lo que dices es cierto, sí. Pero, ¿eso qué tiene que ver con esa joven?

―Desgraciado, ¡te hable de ella! ¡Te conté todo lo que sabía! ―confesó Jon enloquecido de rabia―. Lo que descubrí ese día.

Nathan miró ceñudo a Jon, y cuando esté le miró apenado y culpable, supo a qué se refería; su relación sexual con Kath. Lo había descubierto y al estar borracho se lo confesó todo a William. Esa información hizo que él también se encarará con su primo, sabiendo de lo que era capaz.

―Responde a la pregunta, ¿Dónde está ella?

Viendo que su primo estaba de parte de su capataz por razones obvias, William dejó de hacerse el inocente. Tampoco se sentía amenazado por ambos, aunque lo tuvieran agarrado contra el carro.

―Ya sabéis lo que dicen; los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

Jon gruñó dispuesto a golpearle en la cara, pero Nathan lo detiene sin apartar la mirada de William, quien lo mira sonriendo con arrogancia, con superioridad.

―Vamos, primo ¿de verdad te preocupas por una simple sirvienta? Hay muchas en el mundo.

Nathan pidió a Jon que se apartará sin decir palabra. Al ver su rostro frío y amenazador, Jon le obedeció. Tanto él como Sofía vieron cómo se encaraba con su primo.

―Dime dónde está, William. Hazlo o te juro...

―Haz el favor de calmarte, por favor ―interrumpió William para nada asustado―. Es cierto, me he cruzado con la señorita Katherine Jackson en la ciudad, pero...

Antes de que pueda seguir hablando Jon le golpea en la cara pasando el puño a pocos centímetros de la mejilla de Nathan. Sofía da un pequeño grito antes de taparse la boca con las manos. Nathan nota el pequeño rasguño en la mejilla y mira a su capataz con enfado.

―Lo siento, señor. No he podido aguantar más ―se disculpa él respirando fuerte.

Desde el suelo, William se toca el labio que le sangra y mira desde abajo al capataz y a Nathan. Y entonces se echa a reír a carcajadas mientras se levanta un poco dolorido por el golpe y la caída, pero se pone en pie recto, sacudiéndose el polvo de la ropa y arreglarse.

Tras limpiarse la sangre con un pañuelo de seda, mira a ambos hombres.

―Ahora entiendo porqué la chica te rechazó en su momento. Tienes la mano muy suelta, Jon Estefan. ―dijo el barón relamiéndose el labio, que le escuece―. Deberíais buscar otras chicas.

―No eres quién para dar consejos, William ―dijo Nathan, cansado de escucharle.

―Qué fácil me acusas de algo horrible nada más llegar, querido primo ―se quejó William disimulando estar dolido―. Bueno, espero que esto os gana recapacitar un poco.

Harto de tanta tontería, Jon intentó golpearlo de nuevo, pero Nathan lo detiene de nuevo. Nada le gustaría más que ver a su primo morder el polvo, pero de nada serviría eso.

Vieron que William abre la puerta del carruaje, y este les indicó que miraran dentro. Desconfiados ambos lo hicieron con cautela, y lo que vieron los dejó atónitos.

Katherine estaba dentro, echada inconsciente en uno de los lados. Nathan subió dentro e intentó despertarla.

―¿Katherine? ¡Katherine, despierta!

―Kath... ―Jon suspiró aliviado de verla físicamente bien, sin tener la ropa rota o desgarrada. Entonces miró a William enfadado―. ¿Qué le ha pasado? ¿Qué le has hecho?

―Absolutamente nada ―aseguró él calmado. Jon gruñó―. Me la encontré en la ciudad, parecía muy alterada. Cuando me acerqué para ver si necesitaba ayuda se desmayó sin más. La reconocí por la descripción que me diste y la he traído aquí.

―Amo... Nathan...

Al oírla él y Jon la miraron. Vieron que apenas abría los ojos para desmayarse de nuevo.

―Lo mejor sería que...

Antes de que William terminara de hablar, vio a su primo cargar con la joven en sus brazos para ir a paso ligero hacia la mansión, seguido de Sofía.

―Ya hablaremos ―dijo Nathan sin mirar a nadie, luego miró a Sofía―. Avisa al doctor.

―Enseguida.

El conde sube corriendo con la joven en brazos al interior de la casa sin mirar atrás seguido por Sofía. Jon se queda a solas con William en la entrada.

El barón se toca el labio cortado, dolorido por el golpe. Jon lo mira cabreado y se acerca a él, quedando cara a cara.

―Puede que hayas engañado al conde con esto, pero yo sé perfectamente lo que trama ―le dijo Jon, mirándolo a los ojos―. Intentaste violar a mi hermana hace años cuando ella te rechazo, y violaste a muchas más chicas inocentes en la ciudad y alrededores.

―¿Qué te hace pensar que todo eso es cierto? ―preguntó William con vacilación―. Nadie te creerá.

―No me hace falta. La verdad de mi hermana es la mía. Y su primo también la cree porque lo pilló in fraganti. Lo que no entiendo es por qué lo deja quedarse aquí después de lo que hizo.

―Grandes palabras de alguien que no es tan distinto a mí.

Jon lo miró ceñudo. William se rió divertido.

―Ya veo. No lo recuerdas todo. Solo lo que te conviene.

―Explicate, escoria.

―Eres perfectamente capaz de obligar a esa chica a que te ame a cualquier precio. Solo necesitas un empujón para ello ―aseguró William con convicción―. Me lo dejaste bien claro cuando me contaste que mi primo obligaba a esa chica a tener sexo con él por su posición de sirvienta. Que estabas dispuesto a todo con tal de separarla de él, de protegerla. O más bien, de poseerla.

―Eso no es cierto ―negó Jon, incapaz de creerlo. Dio unos pasos atrás―. Yo no soy así.

―Oh, ya lo creo que sí ―dijo William con diversión―. Te lo agradezco. Me has dicho lo que necesitaba saber.

―¡No te he dicho nada!

―Por supuesto que sí. Me dijiste en su momento cosas muy interesantes de mi primo y esa chica. Y pienso aprovecharlas al máximo. ―William pasó por su lado y empezó a subir los escalones. A medio camino se detuvo―. Si no quieres que Nathan se entere, estate calladito, ¿entendido?

Jon vio con puro odio como el barón subía silbado las escaleras hasta entrar en la mansión. No fue capaz de decirle nada. Tampoco hubiera servido de nada.

Entendía que ahora estaba en un buen lío. Por culpa de su mala cabeza ahora Kath y posiblemente su hermana estaban de nuevo en peligro con William Ashford en escena.

Tendría que estar alerta en todo momento. Sobretodo por Kath. Sabía que ella no quería saber nada de él y que seguramente Nathan estaría en todo momento alerta, pero aún así quería protegerla.

La amaba, y estaba dispuesto a todo con tal de que estuviera a salvo de cualquiera amenaza.

Con eso en mente, subió a su caballo y cabalgó de regreso a casa.

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