Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XLI

Un mes después...

«Cuando ya seas una perfecta sirvienta... quiero que después seas mi perfecta condesa».

―¿Kath? ¿Katherine? ¡Katherine!

Volviendo de revivir los recuerdos de la última noche que pasó con Nathan, Kath miró a Sofía. No se percató de que estaba tan distraída en sus cosas que se había quedado de pie plantada ante uno de los muebles del salón principal, el cual tenía que limpiar el polvo.

Esa distracción hace que se avergüence e intenta seguir con su tarea. En lugar de enfadarse, Sofía la disculpa dando un suspiro hondo con las manos a la cintura.

―¿Por qué estás tan distraída? ―preguntó con interés. Ya casi nunca la trataba con la dureza y disciplina con la que trata a sus empleadas―. Hasta ahora siempre te has centrado en tus tareas puntualmente. ¿Es el tobillo acaso? Quizás deberías tomártelo con más calma.

―No es nada de eso, de verdad. Estoy bien. No volveré a despistarme.

―Esta bien. Te doy la palabra ―dijo Sofía conforme―. El amo nos ha informado de que un pariente suyo va a venir de visita pronto. Todo debe estar perfecto para cuando llegué.

―Descuida. Lo estará.

Sofía asintió satisfecha. ―Cuando termines aquí, limpia las demás salas. Después te encargas de preparar la habitación de la ala oeste, la más soleada.

Kath asintió antes de que Sofía se retirará del salón para dejarla seguir limpiándolo todo hasta dejarlo brillante y luminoso. Ella no podía permitirse más distracciones y estar ocupada impedía esos pensamientos excitantes de las que no debía pensar mientras trabajaba. No quería decepcionar a Sofía y mucho menos a Nathan.

Pero era pensar precisamente en él y automáticamente recordaba esa frase. Y se ruborizaba.

«¿Ser su perfecta condesa?» Se preguntó ella «¿En serio quiere eso de mí?»

Unas horas después, Kath terminaba con sus tareas saliendo de la habitación preparada de invitados. Estaba sumamente agotada. El tiempo de reposo que tuvo que hacer por el tobillo roto y las heridas en las plantas de sus pies le pasó factura. No estaba tan en forma como antes. Tendría que recuperar el tiempo perdido.

Aún así, quería estar ocupada para no pensar en lo acontecido la semana pasada; la repentina actitud de Jon en el almacén. Desde aquella vez que no le había vuelto a ver, y así lo prefería. Seguía enfadada con él por sus acciones, y esperaba que él estuviera avergonzado.

Estaba por bajar a la cocina a tomar un poco de agua cuando Sofía la interceptó en la puerta.

―Kath, ¿ya has terminado? ―preguntó, la chica asiente―. Bien. El Amo Nathan desea verte.

Al escuchar eso Kath se paralizó un instante. ―¿Ahora?

―Sí, señorita. No le hagas esperar y ve a su despacho de inmediato.

Nerviosa Kath se dirigió al despacho en el primer piso sin más dilación. Al subir por la escalera notó una ligera molestia en el tobillo debido a la falta de ejercicio. No estaba dispuesta a volver a guardar reposo, pero de todos modos se aplicaría el ungüento muscular cuando se retirará.

Una vez cruzó el pasillo llegó a la puerta doble, y con los nudillos llamó dos veces.

―Adelante.

La voz de su amo hace que le dé un vuelco al corazón, tragó saliva y entra con la cabeza alta y firme. Al verla, Nathan no duda en mostrar una sonrisa agradable. Kath fue capaz de ver lo que había bajo esa sonrisa forzada; algo había molestado mucho a Nathan, pero en su presencia lo disimuló.

Entonces, el conde extiende su mano hacía ella, con su típica sonrisa seductora y dominante.

―Ven aquí, Katerina.

De nuevo esa sensación cálida entre sus piernas. No apartó la mirada pero aún así se ruborizó. Paso a paso se fue acercando al escritorio, lo rodeó en silencio hasta estar a la izquierda del conde.

La silla está muy separada de la mesa, con espacio suficiente para que ella esté de pie ante él, mientras él está sentado en una pose relajada y con la mano extendida.

Esa pose y esa sonrisa la ponen más nerviosa. ―¿Quería algo de mi, Amo Nathan?

El conde de pelo negro y ojos azules fieros no dijo nada. Solo mantuvo la mano levantada hacia arriba ante ella. Kath miró tanto la mano como a él a los ojos, confusa por ese gesto. Dedujo que él quería que pusiera su mano sobre la suya.

Dudosa ella hizo eso y en el acto el conde la agarró y obligó a inclinarse hacia delante para poder besarla vorazmente mientras la mano libre sujetaba su nuca. Ella queda petrificada por ese acto.

―¡Mng! ―ella notó la lengua de Nathan entrando en su boca, excitándola antes de apartarse―. Ah... ¿Amo?

―Deseaba verte ―confesó él en susurros―. Deseaba tenerte entre mis brazos otra vez.

Antes de que ella diga nada el conde la echa sobre la mesa, justo en el centro donde no hay nada que le moleste la espalda y el trasero. Todo estaba bien colocado en esa mesa, de tal manera que no tuviera que apartar nada.

Kath no tarda en deducir que él lo puso todo de antemano. Se ruborizó encantada de ello.

Cuando estuvo sentada sobre la mesa y se apoyó sobre los codos, Kath notó las manos de Nathan deslizarse por sus muslos, subiendo la larga falda de su uniforme hasta las caderas. Verse en esa tesitura hizo que se ruborizará.

De repente, Nathan alzó el tobillo casi curado de ella y mirándola a los ojos lo besó. El roce de sus labios en la piel la hizo gemir de placer, pero el agarre de la mano hizo que le doliera un poco.

―¿Aún te duele? ―preguntó él, acariciando el tobillo con ternura―. Si es así deberías...

―Estoy bien, de verdad. ―aseguró ella interrumpiendolo―. No tiene porqué preocuparse por alguien como yo.

―¿Aún me tratas de usted? ―él se inclinó sobre ella y le habló al oído―. Recuerda que pienso convertirme en mi perfecta condesa, Kath.

Kath mira totalmente sorprendida a Nathan, quien la mira fijamente a los ojos, hablando en serio. Al igual que la otra noche. Kath no podía terminar de creer que un hombre de su clase quisiera casarse con una mujer pobre e insignificante como ella. Era inaudito.

Aún así, Kath se siente emocionada. Su corazón late con fuerza bajo el pecho.

Sin dejar de mirarla a los ojos, Nathan subió el tobillo de Kath hasta apoyarlo sobre su hombro al mismo tiempo que su otra mano se deslizaba por el muslo de la otra pierna hasta llegar a la unión de ambos muslos. Kath ante aquello no puede evitar morderse los labios para no gemir en alto.

La sensación placentera del dedo de Nathan en su sexo húmedo hace que ella cierre los ojos y eché la cabeza atrás. Nathan aprovecha ese momento para arrodillarse ante ella y inclinar su cabeza hasta su intimidad y saborearlo con la lengua.

―Amo... ¡Nathan! ―grita ella de sorpresa, e intenta apartarlo―. ¡No... pare por favor... aquí no...!

―¿Porqué no? Te encantan estos juegos tanto como a mí ―murmura él, deleitándose del sabor de su amada―. Me complace ver que sigues mis órdenes.

Kath sabía que él se refería a que no llevaba ropa interior. Se ruborizó.

―Yo solo... hago lo que tu me mandas. Toda sirvienta debe respetar y obedecer a su amo.

Al escucharla él se ríe.

―Tu afán por ser una Perfecta Sirvienta... es fascinante y excitante por igual.

Kath notó como él la saboreaba con gozó y voracidad, y ella pudo sentir sus manos firme agarrándola por las caderas como garras, manteniéndola lo más quieta posible.

―No... le entiendo ―dijo ella de repente―. Si tanto le excita que sea una sirvienta, ¿por qué me propuso matrimonio entonces?

»Si me convierto en su esposa, entonces dejaré de ser una sirvienta ¿no? Una señora de su categoría no se dedica a limpiar la casa. Ya tiene sirvientes para ello.

Nathan dejó de atenderla para alzarse y mirarla sorprendido. Vio que ella lloraba desconsolada.

―¿Tanto te preocupa eso? ―preguntó él temeroso―. ¿No te gustaría tener una vida a mi lado? ¿Dejar la servidumbre para ser mi amada esposa?―hizo una pausa larga―. ¿No quiere casarte conmigo?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro