Capítulo XIII
Sentado en su silla, con los codos apoyados sobre la mesa y la barbilla apoyada sobre las manos y el ceño fruncido se encontraba el amo Nathan Sullivan, angustiado e inquieto por toda la situación con su sirvienta pues le había confesado sus sentimientos a Katherine sin pensarlo siquiera. Claramente Nathan había perdido la cabeza pues; que hacia un Conde enamorado de una sirvienta recién contratada que además solo usaba todas las noches en su cama para desahogarse, ella solo debía ser una herramienta para sus deseos, como podía estar sintiendo cosas por ella. Pero no había vuelta atrás, le había confesado sus confusos sentimientos, el pobre Nathan no sabía que le había pasado, pero una cosa tenía clara; en verdad sentía algo muy fuerte por Katherine Jackson, algo que no había experimentado jamás con ninguna otra mujer.
Lo que más le preocupaba era el resultado de ello, y lo que el médico le dijo. Algunos detalles los guardó para sí mismo, sin decirles nada a Sofía y Jon.
"La chica está agotada debido al exceso de trabajo, pero esa no es solo la causa. Parece ser que la chica ha sufrido un pequeño shock emocional; Parece que la chica ha tenido relaciones sexuales muy recientemente. Ella no ha querido decirme nada al respecto, realmente parecía muy avergonzada, algo bastante normal... Pero me sorprende sabiendo que es una chica muy dedicada a su trabajo desde que está aquí. ¿Usted sabe si se cita con alguien de la ciudad?"
—Maldito matasanos entrometido. No tenía que examinarla tan a fondo para saber eso. —murmuró Nathan molesto como nadie—. Debí actuar antes que Sofía para traer a un médico más profesional y eficiente. Bueno, eso ya no tiene remedio ni tampoco lo otro. —dijo resignado—. Ahora, debo pensar que hacer ahora que sabe lo que siento.
Nathan estuvo allí sentado durante un tiempo indefinido, pensado qué hacer.
* * *
Katherine seguía en cama tras la visita vergonzosa del médico. No esperó que la examinará tan a fondo, viendo que había tenido relaciones sexuales recientemente. Reconoció que ese médico había sido algo impertinente y por no decir, pervertido. En fin, era un médico, no podía decirle nada. Deseando olvidar el asunto se acurrucó un poco y cerró los ojos para dormirse... En ese momento llaman a la puerta. Suspirando aparta la manta y se pone en pie para ir abrir. Da por hecho que es o Jon o Sofía.
—Agradezco vuestra preocupación, pero... —la chica no terminó de hablar. Quedó muda al ver a quien tenía delante—. Amo... Nathan...
—Hola, Katherine —saludó el moreno con su típica mirada penetrante e hipnotizadora. La chica no se lo piensa dos veces e intenta cerrar la puerta, pero él pone el pie en medio para impedirlo y vuelve a abrirla en par—. ¿Qué pasa?, ¿No te alegras de verme?, ¿Acaso olvidas que sigo siendo tu jefe y que vives en mi mansión como mi sirvienta?
—¡Lo-Lo siento mucho! Es que... no es seguro que esté aquí señor, podría contagiarlo —se excusó la chica sin mirarlo a la cara.
—Sabes que no tienes esa fiebre, querida mía —dijo Nathan mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta al pasar. Kath retrocedió mirándolo inquieta—. ¿Y bien? ¿Cómo te encuentras?
—Algo mejor, gracias —respondió ella disimulando calma cuando estaba sumamente nerviosa—. No tenía por qué venir aquí a verme.
—Estaba preocupado por ti —confesó Nathan sonando sincero, empezó a acercarse a ella y ésta retrocedía—. No tengo la respuesta de anoche.
—Lo siento, es que yo... —temblaba ella nerviosa mientras retrocedía y retrocedía hasta chocar con la cama y caer de culo en ella acorralada por su amo. Le contempló desde abajo con inquietud—. Yo... yo...
—¿Qué pasa? ¿Tanto miedo tienes de mí que no sabes que responderme? Es muy sencillo. "Si" o "No"
—¿Si... o No?
—Exacto —dijo él mientras se inclina sobre ella con las manos a cada lado sobre el colchón, mirándola fijamente a los ojos intimidándola—. Aceptar o no mis sentimientos por ti y permanecer siempre a mi lado.
—Es que todo esto es... extraño —dijo ella ruborizada y cabizbaja, apoyando los puños en su pecho nerviosa—. Que un conde como usted confiese esos sentimientos a mí, que solo soy una mísera y simple sirvienta recién llegada.
—¿Quieres decir que no te atraigo? Mis títulos como conde no te impresionan como para aceptarme, ¿es eso lo que quieres decir?
Esa pregunta pilló por sorpresa a la joven, quedándose muda. Ante eso Nathan sonríe, afirmando sus sospechas. La chica en realidad se sentía atraída por él, o incluso podía ser que también lo amara, pero claramente sin atreverse a reconocerlo.
Ansioso por hacerla confesar no dudó y empezó a hacer lo que mejor saber hacer contra ella, es decir: seducirla sin vacilación.
La joven de cabello caoba dorado quedó petrificada al sentir la gran mano de su amo acariciar su muslo hacía arriba pasando por debajo de su fina y ligera ropa de dormir. La mano llegó hasta el final del muslo, tocando sin rodeos su vagina y acariciándola lentamente, excitándola en segundos.
La chica intentó detenerlo, pero los deseos de su cuerpo hablaban en lugar de la mente. Viendo que la estaba controlando como tenía planeado, Nathan fue a más. Metió los dedos en su vagina ya mojada, excitándola.
—¡Ah...! ¡Amo Nathan! Detente por favor...
—¿Por qué? Sé que te gusta. Tu cuerpo habla por sí mismo.
—¡Se equivoca! Yo...
—No te preocupes —tranquilizó él acomodándose en la cama junto a ella sin dejar de tocarla hasta hacerla jadear de placer—. No tienes porqué resistirte. Déjate llevar como lo has hecho hasta ahora por orden mía.
—Amo Nathan... Amo Nathan...
—No niegues que no te atraigo —susurró él en su oído excitándola más y más—. Hay algo especial entre tú y yo...
—Yo solo... hacía lo que usted me pedía, amo Nathan —intentó aclarar ella sin que su cuerpo le obedeciera, estaba totalmente sumida al placer que le causaba su amo.
—¿En serio? ¿Solo por eso? —preguntó él mientras metía un segundo dedo, haciendo que ella jadeará en alto—. No te mientas más. Reconoce que te atraigo tanto como tú me atraes a mí. Admítelo.
—No, no puedo...
—¿Ah no? ¿Estás segura? —preguntó algo juguetón. Nathan saca los dedos de ella t ésta queda con ganas de más. Lo mira de reojo—. Confiesa o no sigo. Quieres que siga, ¿no es así?
Kath se sentía perdida, la mirada de ese joven moreno de ojos azules fieros la dejaba sin aliento. Era como ser Caperucita Roja delante de un atractivo lobo feroz. No era capaz de pensar con claridad, ella solo deseaba que siguiera con esa ardiente intrusión. Nathan al ver que la cara de Kath era un libro abierto, volvió a la carga e hizo que la chica se estremeciera y aguantara la voz dentro apretando los dientes contra su labio inferior. Apretó tanto que salió sangre por la comisura.
—Vamos, no ahogues tu voz, Katherine —animó él susurrante, lamiendo esa sangre. La chica al final jadea con los ojos cerrados—. Dímelo...
—Hágamelo...
—Sí, muy bien. Buena chica.
Como por arte de magia, la fiebre de Katherine desapareció para dejar paso a la ardiente pasión que sentía por todo su cuerpo causado por ese joven conde que supuestamente la amaba por igual. Agarrando su cabellera para obligarla a echar la cabeza atrás, la besó con profundidad y pasión, devorando su lengua hasta ahogarla de deseo. La saliva enseguida se deslizó por la comisura de Kath y en pocos minutos, Nathan la desnudó entera y la tuvo a su merced en la cama con la puerta bien cerrada para que nadie entrara y les interrumpieran. La chica temblaba de nervios y placer, pues era la primera vez que lo hacía con él sabiendo de sus sentimientos por ella, de ello que estuviera tan nerviosa, tanto que dejó curioso a Nathan que la mirara desde arriba, a horcajadas sobre ella.
—¿Qué ocurre? Estás temblando mucho —preguntó él—. ¿Acaso es porque te confesé mis sentimientos que la situación entre nosotros ha cambiado para ti? ¿Hay algo que debo saber por tu parte?
—N-No.
—¿Seguro? —insistió él inclinándose hasta estar tumbado sobre ella, estando apenas vestido y con la camisa blanca abierta en par. La chica tuvo el corazón en un puño y con el pecho subiendo y bajando disimuladamente—. ¿No me escondes nada que deba saber?
—No señor, nada de nada. Se lo aseguró —dijo ella desviando la cabeza a un lado.
—Ju, veo que eres muy obstinada —opinó él con ironía y divertido—. Muy bien. Haré que hables pronto. Relájate y déjame a mí.
—¡Ah!
Kath tiembla al sentir las grandes manos de Nathan en cada uno de sus pechos, apretando y masajeando sus senos y pellizcando los pezones para luego lamerlos, chuparlos y morderlos hasta dejarlos duros. La chica jadeaba sin poder aguantarlo más. Estaba de nuevo a merced de su amo sin poder evitarlo. Las caricias por su cuerpo eran como antorchas, no podía estarse quieta mientras él la besaba y seducía de cabeza a pies... deslizó sus manos por el torso hasta llegar al ombligo y hacer círculos con la lengua, provocando el deseo en la ingle de Kath.
Entonces, riendo ansioso, abrió sus piernas por detrás de las rodillas hasta tener la intimidad de la chica a la vista. La miró a la cara, viendo su rubor y vergüenza bajó su cabeza hacia sacando la lengua y dirigiéndose directo al clítoris de Kath.
Katherine saltó extasiada nada más sentir la húmeda lengua de su amo en su vagina, abriendo paso hasta profundizar hasta el fondo y hacerla gemir de placer lujurioso.
—Amo... Nathan... Detén-gase... por fa-vor... —jadeaba ella sin poder hablar con claridad. El calor subía por su cuerpo paralizándola.
El moreno no se detuvo, todo lo contrario. Sujetando sus muslos con los brazos atrajo más su vagina a la boca para chupar y lamer con gusto, saboreando los jugos de la chica. No tardó en utilizar los dedos para profundizar más esa apasionante tortura de placer.
—¡Amo Nathan!
—Vamos, confiesa de una vez —animó él sacando y metiendo los dedos dentro de ella, mirándola estremecerse a son de los dedos—. Dime lo que sientes por mí. Estoy seguro de que sientes algo y quiero saber que es. Vamos... ¡Confiesa ahora!
La chica no tarda en llorar desesperada y atrapada. Al final tendrá que decirlo en esas condiciones tan impropias de ella.
—¡Sí, es cierto! —exclama ella en alto. Nathan se detiene un momento y la ve llorar—. Yo... también te amo ¡Te quiero desde el primer momento en que te vi!
Esa confesión deja sorprendido a Nathan. La chica se cubre los ojos llenos de lágrimas y la cara roja de la vergüenza.
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