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Capítulo LXXVIII

—¿No podemos ir más rápido?

—Lo siento mucho, amo Nathan. Ya sabe que estas colas van muy despacio.

Nathan estaba perdiendo la paciencia. La larga cola de carruaje que avanzaba con lentitud hacia la entrada principal de la mansión de los Duques de Barcelona estaba acabando con él. Finalmente vería a Katherine después de muchas semanas sin verla, teniendo que conformarse con enviarse carta entre si hasta el momento de estar de nuevo juntos. Y ahora tenía que aguantar esa larga cola hasta que finalmente pudiera bajar y hacer cola con otros invitados.

La espera era una tortura, pero merecía la pena hacerla. Eso no significa que fuera duro.

Mientras estaba en su carruaje a solas aprovecho para observar lo que habían organizado los padres de Katherine desde la verja hasta la entrada principal; los adornos florales, los personajes de circo variopintos que habían sido contratados para entretener a los invitados durante la cola...

No había duda de que no habían reparado en gastos para hacer feliz a su hija en su primer baile oficial tras recuperarla. Él estaba contento por ella. Él daría lo que fuera por tener de nuevo a sus padres con él, pero era imposible.

Por fin su carruaje se detuvo ante el camino hacia la entrada principal, y él bajo rápidamente para hacer cola junto a los demás invitados. En unos minutos la volvería a ver. Su corazón se le aceleraba de la emoción, y eso era nuevo para él. Desde niño que no se emocionaba de esa forma.

"Esperame, mi amor. Estoy llegando."

—Lord Nicholas Von Winkols, su esposa Abigail, y su hijo Aaron.

Katherine y su familia llevaban más de una hora recibiendo invitados anunciados por su mayordomo. En ese tiempo ella había conocido a mucha gente importante, e interesante.

Muchos eran amigos íntimos de su familia que se alegraba mucho de que ella hubiera regresado a casa, otros eran amigos de su padre o socios de alguna empresa que además tenían hijos solteros, y no duraron en presentar a dichos hijos obviamente para que los considerara como posible pretendientes, luego su madre les informaba de que ella estaba comprometida con un conde y se retiraban educadamente.

Durante ese tiempo Katherine también conoció a varias señoritas de más o menos su edad que eran muy bellas y elegantes. Algunas se las veía amables y simpáticas, otras... no tanto. Al ver a esa chicas que a simple vista eran buenas pero que en realidad eran egocéntricas, mimadas, superficiales y egoistas no pudo evitar recordar a Bárbara Santander, la antigua prometida de Nathan, y su falta desenlace. Sentía lastima por ella, pero se recordó que Bárbara intento matarla al saber que esperaba un hijo, así que enterró ese recuerdo y se centró en saludar a los invitados como su madre le enseñó.

—El Conde Nathan Sullivan.

En el momento en que ella escucho ese nombre, su corazón se aceleró de felicidad y alzó la cabeza para verle y asegurarse de que realmente él estaba allí, al fin. Y así fue. Él la miraba directamente, dejando claro que también se alegraba de verla. Tras entregar su abrigo a un sirviente fue a saludar a los duques con una reverencia.

—Excelencias —saludó él inclinándose caballerosamente ante ellos antes de tomar la mano de la duquesa y besarla en el lomo.

—Conde —saludo ella con una sonrisa grata. Al mirar a su marido vio que estaba serio—. Querido, por favor —le susurró ella.

Él no quiso disgustar ni a su esposa ni a su hija, así que saludo con una forzada sonrisa al conde, quien también le saludo con una tensa sonrisa.

—Espero que el viaje no haya sido duro —comentó el duque.

—En absoluto. —él miró de reojo a Katherine—. Ha valido la pena.

Nathan se acercó a Jeremy para saludarlo. Este lo recibió con cortesía y cierta camadería. El chico no olvidaba que el conde había salvado a su hermana de unos criminales y no le importaba como había empezado el romance de su hermana con él siempre que ella estuviera feliz. Nathan veía en Jeremy a un buen amigo, y esperaba que en un futuro a un hermano.

Tras saludarle finalmente se pudo centrar en Katherine, pero en ese momento tuvo que conformarse con un saludo educado y cortés para que pudieran seguir recibiendo a los invitados hasta terminar y empezar el baile. Aun así Nathan no quiso desaprovechar la ocasión de tocarla y así lo hizo. Cogió su mano enguantada en seda y beso su lomo más tiempo del debido, y ella jadeo disimuladamente, recordando la sensación de esos labios sobre otras partes de su cuerpo.

—Más tarde te buscaré. No lo dudes.

La promesa de Nathan ante de marcharse debo a Katherine con el corazón acelerado durante un largo periodo de tiempo. Ella tampoco podía esperar a que el recibimiento a los invitados terminase para poder ir a buscarle y besarle como ambos deseaban. Lo vio marcharse, no sin antes ver como él la miraba una ultima vez por encima del hombro guiñándole el ojo antes de desaparecer entre la multitud. Su hermano tuvo que hacerla volver al presente para saludar a los siguientes invitados.

Una vez que habían llegado todos los invitados, el mayordomo anuncio el inicio del baile. Todos los caballeros y damas estaban reunidos en el gran salón de baile, donde una orquesta tocaba una suave música para acompañar junto a una copa de champán y canapés variados que los sirvientes repartían entre los invitados en bandejas de plata.

Aunque Nathan y Katherine querían estar juntos, eso no fue posible al momento. Los padres de Katherine querían presentar a su hija a sus amigos más cercanos, y Katherine no quiso ser descortés al rechazar esa petición. Nathan lo entendió y también tuvo que aguantar a madres casaderas que al verle no perdieron ocasión para presentar a sus hijas jovenes en edad de casarse.

En el primer baile Katherine bailó con su hermano, y después con su padre. En las dos piezas demostró que las intensas clases de su madre habían dado resultado, dejando claro que era digna hija de los duques. Muchos caballeros halagaron sus dotes de baile y su belleza, incluso algunos fue más lejos dejando claro que la deseaba en la cama, y Nathan tuvo que aguantar las ganas de golpearles.

Justo cuando terminó de bailar con su padre, Katherine se vio rodeada de caballeros que pedían el siguiente baile, que no era otro que un vals. Se sentía tan nerviosa y acorralada que estuvo a punto de salir corriendo de allí, pero entonces oyó su voz:

—¿Bailarías conmigo, mi ama Katherine?

Escuchar su cálida y varonil voz pronunciado esa pregunta junto a ese mote nuevo parecido al que ella usaba con él en la intimidad, hizo que sintiera mariposas en el estómago, que los nervios y los miedo desaparecieran mientras sus ojos esmeralda se encontraban con el azul océano de su amado, quien le había extendido la mano inclinando hacia delante con la otra mano a la espalda.

Todos los caballeros presentes quedaron sorprendidos cuando escucharon la forma en que se dirigía a ella. Alguna quiso criticarlo por ser tan indecoroso, pero ninguno se atrevió al ver la mirada radiante y hermosa de la joven antes de que aceptara su mano y acompañara al Conde al centro de la pista sin quitarse los ojos de encima.

Ante la atenta mirada de todos los presentes, incluidos los duques y Jeremy, ambos se colocaron en posición junto a otras parejas, y al sonar la primera nota se movieron a son de ella, como dos amantes que se reencuentran después de tanto tiempo, moviéndose en perfecta armonía con la música, para asombro de todos que los contemplaban.

Los invitados al verlos bailar vieron la perfecta sincronización entre ellos, como si no fuera la primera vez que bailaban. Muchas tenían celos de Katherine y muchos tenían envidia de Nathan. Ninguno de los dos se equivocaba en los pasos, no dejaban de mirarse a los ojos, sonreían enamorados el uno al otro. No seguían los pasos del vals; el vals los seguía a ellos.

—Te he echado de menos, mi amor —dijo Nathan, sin fallar ni un solo paso o movimiento.

—Y yo a ti —murmuró ella, dejándose llevar por él en todo momento—. No quiero estar en ningún otro lugar más que aquí, contigo.

—Lo sé. Pero... quisiera que estuviéramos a solas de nuevo. Lo deseo con ansia.

—Yo también, pero...

—No te preocupes —tranquilizó él, haciendo que ella disfrutar al máximo ese momento tan especial—, puedo esperar un poco más. Por ti. Esta es tu noche, ¿recuerdas?

Katherine sonrió de oreja a oreja, y disfrutó de ese baile tan complicado para algunos, hermoso para la mayoría. Ambos demostraron ser una pareja de baile excelente, perfectamente cordinada.

Mientras tanto, entre los invitados había un par de ojos que miraban con voracidad a la anfitriona protagonista. También miraban con odio al hombre que tenía a la joven entre las manos.

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