Capítulo LXVII
El sol se estaba poniendo cuando Nathan detenía su caballo en la entrada de su mansión. Con él iban Jon y algunos de sus mejores hombres. Él y todos estaban agotados de tanto cabalgar por la ciudad en busca de pistas sobre el paradero de Katherine sin éxito alguno.
En esos momentos llegaba el grupo del joven Jeremy también a caballo. Por su rostro, Nathan entendió que tampoco había tenido suerte, pero aún así le preguntó:
-¿Cómo os a ido?
-Hemos buscando por los puertos próximos a la ciudad. Ni rastro. Nada -respondió el joven con frustración-. No hay indicios de que hubieran pasado por allí.
-Por qué nunca fueron allí -dijo Nathan con convicción.
-¿Estáis convencido de que ella sigue aquí? ¿En la ciudad?
-Totalmente.
-Pero, cuando fuimos a la mansión de ese marqués...
-¡Ya lo sé! -exclamó Nathan con rabia-. Ya lo sé... -dijo esta vez más calmado- y me da rabia solo recordarlo.
-Aún me sorprende que ese desgraciado este libre con todo lo que hizo -dijo Jon a su lado, apretando los puños-. ¿Es que siempre se sale de rositas?
-Fue quien secuestro y violo a mi hermana anteriormente, ¿cierto?
Nathan y Jon asintieron. -Mi ex-prometida estuvo metida también por simples celos. -dijo Nathan mientras subían los escalones de la entrada-. Y ahora estoy seguro de que el marqués está metido.
-¿Por qué creéis eso?
Nathan no respondió a la pregunta, no fue capaz con la rabia que sentía dentro. Jon pudo ver su cara de rabia y odio. Lo conocía bien y estaba con el conde respecto a la implicación del marqués.
-La mirada que nos dio cuando no la encontramos en su mansión la otra noche lo dejo bien claro: él sabe dónde está ella y quién la tiene. Y puedo sentir que incluso la tuvo de nuevo en...
-La encontraremos -le aseguro Jon, posando una mano en su hombro-. Estoy seguro.
-¿Cómo está tan seguro? -preguntó Jeremy con desesperación-. ¡Hemos buscado por toda la ciudad y alrededores sin resultado!
-Un presentimiento -respondió el Conde sin detenerse-. Nunca me ha fallado.
Con eso Nathan entró en su despacho dejando a su capataz y a su futuro cuñado fuera. Necesitaba estar a solas para pensar con claridad. Y para calmarse. Tanto días sin saber dónde estaba Katherine le estaba carcomiendo por dentro, deseando ir a por el marqués y su esposa para hacerle hablar a golpes. Tenía el presentimiento de que incluso sin ex-prometida, Bárbara, también estaba metida por su absurda celosía hacia Katherine y por como la trato tras su primera desaparición.
También empezaba a tener una ligera sospecha de alguien más; su primo William. Tras su marcha no había vuelto a saber de él, pero aún recordaba las miradas que le daba a Katherine, y también recordaba el episodio que le contó Kath sobre que él los había espiado mientras lo hacían.
Como bien le dijo al joven Jeremy, sus presentimientos nunca fallaban. Y menos ahora.
Volviéndose abrió la puerta de su despacho de nuevo. Allí encontró a Jeremy de pie, desconcertado, solo. Jon no se encontraba allí.
-¿Dónde está Jon?
-Dijo algo de una corazonada -respondió el joven confundido.
Nathan sonrió divertido. Estaba claro que Jon seguía queriendo a Kath aunque se hubiera retirado del cortejo. Y algo le decía que ambos habían tenido la misma idea.
-Lord Sullivan.
Nathan miró en dirección al dueño de la voz, y se encontró con nadie más que con el Duque de Barcelona, Alphonse Edgington, padre de Jeremy... y de Kath; su padre biologico. El hombre tenía más de cuarenta y cinco años, apenas empezaba a peinar canas y llevaba una barba bien cuidada de pelo caoba como su callo, a juego con sus ojos verdes. Era claramente el padre de Katherine.
-Excelencia -saludó Nathan con una inclinación de cabeza.
-¿Podría ponerme al tanto de las novedades?
-Por supuesto -aceptó Nathan, indicando con un gesto de mano que entraran en su despacho.
El duque antes de entrar se volvió hacia su hijo mayor. -Ve con tu madre. Le hará bien tu compañía.
Jeremy no lo discutió y fue a buscar a su madre en uno de los salones que Nathan preparo para ella. Una vez que ambos estuvieron dentro Nathan cerró y fue a servir un par de copa de brandy.
-¿La han encontrado? -preguntó el duque, directo al grano.
-Aún no. Pero tengo la certeza de que estamos cerca de encontrarla.
Nathan se acercó a él ofreciéndole una copa, el duque la aceptó.
-Eso mismo le dijo a mi hijo cuando fueron a la mansión del Marqués de Puerto Rico sin resultados, milord.
Ese detalle le sentó a Nathan como un puñetazo en el estómago, pero lo acepto. El duque tenía razón. En aquel entonces estaba convencido de que Katherine estaba de nuevo en manos del marques tras saber su puesta en libertad, pero tras registrar su mansión y demás propiedades no la encontraron, pero la sonrisa de ese cabrón confirmaba sus sospechas de que estaba implicado de alguna forma.
Si él no la tenía, ¿quién? Pensaba averiguarlo y hacérselo pagar a él y a todos los responsables.
-Es cierto lo que dice, pero tenga por seguro que ese marqués está implicado en el secuestro de su hija, excelencia. Y pienso hacérselo pagar con creces.
El duque tuvo claro que el joven conde decía la verdad. Lo veía en sus ojos.
-Lo que me contó sobre sus planes de boda con Katherine son cierta, ¿no?
-Tenga por seguro que si, señor.
-Sabe que primero tendré que darle mi bendición para ello, ¿verdad?
-Sé que quiere recuperar a su hija perdida, y lo entiendo. Pero yo amo a Katherine, ya sea una humilde sirvienta o miembro de una familia de alta cuna. La amo por la mujer que es. Y me sigo culpando por haber permitido que la hayan vuelto a secuestrar para volver a sufrir.
El duque no supo que más decirle. El conde había dejado claras sus intenciones, y esperaba que su hija estuviera de acuerdo con él. Pero eso debía dejarlo para cuando la encontraran, pero él también pensaba encontrarla, por su amada esposa y por él mismo.
-Avíseme cuando tenga algo más, lord Sullivan.
Nathan asintió y vio como el duque se retiraba del despacho, dejándolo solo con sus culpas.
La sospecha de Nathan no tardo en confirmarse cuando Jon y algunos hombres regresaron arrastrando a dos hombres apaleados y atados ante él y Jeremy.
-He reconocido a estos tipos como hombres que trabajan para vuestro primo -explicó Jon-, y les he oído hablar en el bar sobre los encantos de una chica nueva que ha conseguido su señor. También les he oído quejarse sobre enterrar un cuerpo apuñalado por el mismo William.
Esa información sorprendió en gordo a Nathan. Hasta ahora no había tomado a su primo por asesino, pero a esas alturas le creía capaz de todo. Y tenía la sensación de saber quién había matado.
-¿El cadáver era de Henry Jackson? -preguntó a los tipos delante suyo.
En ese momento llevaban el duque y su hijo, a tiempo para escuchar el interrogatorio. Ninguno de los dos hombres dijo nada, ni tampoco le miraron. A Nathan no le hizo falta que hablaran, estaba seguro de que era así. Pero necesitaba que lo confesarán y dijeran dónde estaba Katherine.
-Tenéis la oportunidad de hacer lo correcto -dijo él acuclillándose ante los dos-. Lo que ha hecho vuestro jefe es un delito muy grave, además de secuestro y violación ha cometido un asesinato. Y vosotros sois cómplices de ello.
-No tienes prueba de nada de lo que dices.
-¡Cierra la boca idiota!
Nathan vio que uno podría hablar, pero no lo haría con el otro intimidándolo. Tenía ya claro que su primo era el responsable de que Katherine de nuevo estuviera sufriendo lo inimaginable para una mujer capturada por unos hombres hambrientos de lujuria, y no pensaba dejarla en ese infierno un segundo más. Ni por nada, ni por nadie.
Por ello, ante todos los presentes y sin dudarlo, sacó su revolver de la cintura y disparo al que no quería hablar entre los ojos, ante la mirada atónita de todos, incluido el otro tipo, quien miró horrorizado como su compañero se desplomaba con un agujero entre los ojos abiertos, muertos.
Alphonse y Jeremy dieron un paso atrás sorprendidos por el acto del conde, quedando sin habla. A Jon y sus hombres, por otro lado, no les sorprendió. Su señor, si era preciso, se manchaba las manos con tal de salvar a su gente, no como otros señores de alta cuna.
Pasado unos segundos, Nathan guardó su arma en su lugar, y volvió a centrarse en el tipo que ahora temblaba de miedo, por su vida.
-Y ahora, ¿me dirás lo que quiero saber, por favor?
El hombre aún sujeto por los hombres de Nathan, asintió de inmediato.
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