El problema de Haru.
Haru estaba otra vez en un rincón de su pieza. Hacía dos días que pasaba la noche ahí, como si no tuviese cama en su habitación. Su celular vibraba cada tanto, debido a los mensajes que un amigo suyo on-line le enviaba. Sólo él, Kyoko y quien le causaba el dolor horrible que sentía, sabían lo que le pasaba. y ya que ella no respondía, él se empezaba a preocupar.
Quería hablarle, pero sencillamente necesitaba un abrazo. Puso la cara entre las rodillas, y las abrazó, mientras empezaba a llorar de nuevo en esa noche. Había tratado de tragarlas, pero ya no podía. El nudo en la garganta se lo impedía. No quería llorar porque mancharía su ropa, pero era algo que no elegía: Las lágrimas salían de ella con una facilidad que nunca habían tenido, y se negaban a quedarse atrancadas en su sonrisa falsa.
Unos golpecitos en la ventana la sacaron de su forma de bolita, y se levantó de un salto a abrirle a su nocturno visitante.
-Jeje, ¿viniste a pasar la noche conmigo de nuevo?
-¡Hibari! ¡Hibari!
La pequeña bola amarilla de plumas voló hacia ella, y se acodó al borde de su cuello. Era una especie de canario que podía hablar algunas palabras: Hibari (que no sabía muy bien qué era, pero le sonaba de algún lado); el himno de Namimori, y a veces, decía Haru.
Pero algo era constante en ese pajarito que ella adoraba: siempre iba a verla cuando estaba triste, y pasaba la noche con ella. El pajarito saltó sobre el celular al verla sonreír. Y ella miró los mensajes de su mejor amigo.
"No necesitas ser perfecta.... "
"Mejor dicho"
"Para mí ya lo eres. No me importa lo que digan los demás, Spring_Girl"
Ella sonrió al leer eso.
"¿Lo dices sólo por animarme, ¿no es así, Nami-chuu?"
"No. Lo digo en serio".
Por primera vez en dos días, Haru sonrió de verdad, se levantó y con paso lento, caminó hacia la prueba que tenía sobre la cama. Un 20%. Su nota más baja en toda su vida. Al verlo, volvió a empezar a llorar sin remedio. Era un recordatorio. Ella no era perfecta. Es decir, que no merecía ser la hija de sus padres. Ella sabía que, de haber estudiado, habría aprobado. Pero no había podido estudiar porque muchos de sus amigos habían terminado de urgencia en el hospital, justo después que volvieron de ese extraño lugar que, supuestamente, era el "futuro". Y con sus amigos debatiéndose entre la vida y la muerte, le había costado tanto agarrar los libros, que no había podido.
Le dolía. Su padre incluso le había levantado la voz, para evitar que ella se explicara; y había rematado su discurso con un "me decepcionaste".
Ella sabía que los estándares de sus padres eran muy altos: no reprobar, no novios o amigos pobres, notas por sobre el 80% en promedio, nada de meterse en problemas de ningún tipo, siempre presentable, siempre sonriente. Sabía mejor que nadie lo difícil que era intentar ser así.... pero... Pero ella amaba sus padres, y amaba la sonrisa que tenían cuando les llevaba los dieces en todos los exámenes, y quería que la mirasen así de orgullosos todo el tiempo.
Y por eso le dolía tanto el "me decepcionaste"; le dolía tanto que sabía que Tsuna no la ayudaría. Así que evitaba cargarlo con eso, y le había pedido a Kyoko-chan que no dijese nada.
Ya lograría sonreír de nuevo. Porque había aprendido a vivir así. Y la próxima prueba, se sacaría un once, porque había aprendido a exigirse al punto de obtener resultados. Porque, a excepción de con Tsuna y compañía y en la red, ella no era más que una robot que cumplía las expectativas de sus padres.
Nami-chu le había propuesto verse. Y ella quería verlo. Así que el día siguiente se encontrarían en un café. Sería la primera vez que buscaría a un amigo para hablar de un problema. Sus compañeras de clase pensaban que su vida era perfecta, y ella no tenía problemas. Y no quería interrumpir eso. Porque se suponía que así era.
Ya sonreiría de nuevo, seguramente tras hablar de eso. Pero en ese momento, sólo quedaba abrazar su pequeño amigo plumífero, y volver a llorar, esta vez con ganas, para descargar toda su frustración en el llanto.
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