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El fin


La magia me nubló el pensamiento. El golpe que me di contra el suelo me ayudó a comprender que estaba en el bosque. Sentí la presencia de Killian detrás de mí y me esforcé por deslizar la mano en el interior de la bota, pero el jefe del clan me alcanzó antes de que lo lograse. El miedo me aceleró el corazón y le di un cabezazo que lo hizo maldecir. Sus manos me liberaron y me retorcí para alcanzar el anillo de cuarzo granate, pues era mi única esperanza de salir de allí con vida. La brisa helada permitió que recuperase la visión y alivió la niebla que me ralentizaba la mente. Killian se abalanzó sobre mí y me agarró con furia. Dejé que me incorporase mientras buscaba la piedra que coronaba el anillo, y cuando la toqué con los dedos, los grilletes que me mantenían prisionera desaparecieron, al igual que la mordaza que me silenciaba.

El jefe del clan me miró desconcertado y susurró unas palabras que removieron la magia de las gemas. Le di un puñetazo que detuvo el hechizo y le tiñó el rostro de sangre. Me alejé y me preparé para echar a correr, pero Killian me acorraló con su espada aquamarina. Me acerqué a él y me corté con el filo del arma. El dolor pareció remitir cuando le robé uno de los cuchillos que llevaba en el cinturón.

—¿Vas a desobedecer las normas de la Autoridad para matarme antes de tiempo? —pregunté mientras lo apuntaba con la daga—. No es tu estilo, Frost.

—¡No voy a matarte!

—¿Ah, no? —dije con una sonrisa mientras señalaba nuestro entorno—. Entonces, ¿qué hacemos solos en el bosque de madrugada?

—Te llevo a un lugar seguro donde pueda protegerte de la Autoridad hasta que entienda qué es lo que ha ocurrido.

La respuesta mordaz que tenía preparada murió cuando me encontré con la sinceridad de sus ojos. Bajé el cuchillo, conmocionada, y Killian me observó con un dolor que no conocía límites.

—¿Es que estás loco? —pregunté desorientada.

Su rostro se transformó por el sufrimiento. El jefe del clan dio un paso hacia mí y levanté el cuchillo para protegerme. Killian negó y me miró con los ojos llenos de lágrimas. La espada que sostenía cayó como un peso muerto y resonó al chocar contra el suelo empedrado.

—No voy a hacerte daño, Moira.

Me volví en busca de los centinelas que aguardaban ocultos entre los matorrales, esperando la señal del Ix Realix para capturarme. Pero allí no había nadie. Estábamos solos en el bosque.

—¿Estás mal de la cabeza? —grité enfadada—. ¡Acabo de matar a tu hermana!

—¿¡Crees que no lo sé!? —bramó con un dolor le transformó el rostro—. ¿Crees que esto es fácil para mí? Desconozco por qué has hecho lo que has hecho, Moira, pero sé que tiene que haber un motivo detrás de todo esto. Tiene que haber un motivo para que me la hayas arrebatado.

—Tú no sabes nada —mascullé.

—Sé que te preocupas por mí.

Me reí con desgana.

—¿Tienes tantas ganas de morir que estás dispuesto a arriesgarlo todo por miedo a dañar tu orgullo? ¿Es tan difícil para ti entenderlo, Frost? No me importas, nunca lo hiciste y nunca lo harás.

—¡Pues si estás tan segura, dímelo mirándome a los ojos! —exclamó con rabia—. ¡Podrás engañar a todo el mundo, pero no a mí, Stone! Sé que sabes más de lo que dices.

—¡Lo único que sé es que estás ciego!

—¡Pues entonces mátame! —exclamó antes de atraparme para pegar el cuchillo a su cuello.

—Pero ¿a ti qué te pasa? —grité mientras intentaba zafarme de su agarre de acero.

—Si lo que dices es cierto y no te preocupas por nadie de este clan, si no te importan ninguna de las personas que hay en esa Fortaleza, mátame y acaba con esto. Tu causa jamás estará tan cerca de alcanzar su objetivo.

Nuestras miradas se encontraron y el mar de sus iris se removió con violencia. El dolor que le acuchillaba el rostro aumentó con las lágrimas que le bañaron las mejillas. Verlo en aquel estado, apretando mi daga contra su yugular, me rompió por dentro. La barrera que había construido con tanto esmero se agrietó y comenzó a derrumbarse.

—Te lo dije desde el principio, Frost-

—Sí, que confíe en mi instinto —me interrumpió con rabia—. ¿Pues sabes qué me dice mi instinto? ¿¡Sabes qué me dice!? ¡¡Que te quiero!!

Sus gritos me golpearon con la fuerza de una esfera de energía. El miedo me aceleró el corazón y Killian lo sintió en mis muñecas. Sus iris me miraron con una esperanza que dolió y me alejé en busca de aire. Aquello no podía estar pasando. No era real.

La angustia que se me acumuló en la garganta aumentó con el estallido que resonó en la inmensidad. La Fortaleza emitió un haz de luz celeste que se alzó en el cielo para formar una cúpula con la que clausurar las inmediaciones.

Habían dado la alarma. Sabían que no estaba en la celda y venían a por mí.

Killian me miró con un miedo que me sacudió las entrañas. La magia cambió y forcejeé para alejarme, pero el jefe del clan me rodeó la muñeca y me atrajo hacia él. Sus iris se encontraron con los míos mientras me depositaba la bolsa de lágrimas de luna en la palma de la mano.

—Vete —dijo en un susurro que me humedeció los ojos.

La Fortaleza volvió a emitir el sonido de alarma y me di media vuelta antes de echar a correr. Si tenía alguna oportunidad de escapar, era aquella. Las lágrimas me dificultaron la visión y miré al cielo en busca de ayuda, pero lo único que encontré fue el inicio de una tormenta que amenazaba con sumirnos en su perdición.

—¿Killian? —dije con un hilo de voz antes de volverme hacia él—. Confía en tu instinto.



—FIN—

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