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A la deriva


Ese mismo atardecer

Aidan se deslizó por los jardines en dirección a uno de los lugares favoritos de Killian. Nadie podía encontrar a su amigo cuando quería estar solo; nadie excepto él. Habían pasado casi toda la vida juntos en aquella Fortaleza, y cuando crecías con una persona, se volvía muy difícil ocultarle tus sentimientos y verdades.

Aunque en ocasiones, ambos se veían obligados a hacerlo.

Había pocas cosas que le molestasen tanto a Aidan como tener que engañar al jefe del clan. Killian era más que un amigo, era un hermano. Era la persona con la que había aprendido que la vida te da golpes que no esperas. El joven Frost lo había ayudado a superar la ausencia de su padre, y cuando su madre también había fallecido, lo había apoyado hasta el punto de desatender sus obligaciones para llenar de color sus atardeceres más grises.

Aidan sonrió mientras recordaba cómo se metían en líos y la forma en la que Killian lo protegía cuando los atrapaban. Ambos tenían miedo de que se llevasen a Aidan de la Fortaleza, ya que no tenía una familia que se hiciese cargo de él, así que Killian aceptaba la culpa de todas sus travesuras, que no eran pocas. El aylerix les tenía un cariño especial a aquellas anécdotas, al igual que Killian, que seguía protegiéndolo siempre que tenía ocasión.

El jefe del clan todavía recordaba el atardecer en el que su padre le había presentado a Aidan. Le había dicho que quizá, con los soles, llegarían a ser grandes amigos. Era una lástima que Adaír no hubiese llegado a ver cómo habían crecido. Se enorgullecería de Aidan por seguir los pasos de su padre, su gran amigo, y convertirse en un soldado; y también de Killian, por esforzarse por ser mejor cada día y anteponer las necesidades del clan a sus propios deseos.

O al menos aquello era lo que les gustaba pensar.

Aidan atravesó el hechizo de luz refleja con el que Killian se ocultaba de los habitantes de la Fortaleza. El soldado se subió a lo alto del árbol de bruma en el que se encontraba el jefe del clan y escaló hasta que se sentó junto a él. Ninguno de los dos habló, las palabras no eran necesarias.

Killian suspiró y apoyó la cabeza contra una rama. Estaba cansado. Muy cansado. Quería dormir sin que lo atosigasen las preocupaciones, pensar sin que lo abrumasen las peticiones de los Ixes, respirar sin miedo a fallarle a los neis que habitaban los seis reinos.

Y como no lo conseguía, sentarse sobre un árbol y admirar el horizonte entre la niebla era su mejor consuelo. Aidan le tendió su tallo de udela y Killian sonrió en silencio. El jefe del clan bebió un trago de nögle y disfrutó de la sensación chispeante que despertó en su cuerpo.

—¿Vas a decir lo que has venido a decir? —le preguntó a su amigo. Aidan lo miró como si no supiese de qué hablaba.

—No me gusta la dirección que están tomando las cosas, Killian. —La preocupación del soldado se reflejó en sus ojos y el jefe del clan asintió antes de beber otro trago de nögle.

—Vamos a la deriva, amigo.

—Sin mapa.

—Ni brújula.

—¡No te dejes embaucar por la mar! —exclamaron al unísono.

Sus sonrisas calentaron la llegada del anochecer y el recuerdo de Adaír les dejó un buen sabor de boca. El antiguo Ix Realix siempre era una bonita memoria a la que recurrir. Aidan se arrepintió de estropear el momento, pero lo hizo de todas formas.

—¿No te parece que Moira ya ha tenido bastante?

—Ah... Ahí está —dijo Killian resignado.

—Lo único que digo es que-

—Ya sé lo que dices, Aidan. No hace falta que sigas hablando.

—Pues a mí me parece que sí. Desde que el Consejo la acusó de tener una relación con Max, no le das un respiro.

—Cómo la defiendes...

—No seas crío —protestó el soldado—. Sé cómo funcionan las cosas, Killian, pero si no vas a hacer nada al respecto, al menos déjala vivir.

El jefe del clan apretó los puños y tensó la mandíbula. Fue incapaz de darle una respuesta a su amigo, así que se limitó a ofrecerle un trago de nögle.

Killian odiaba tener que ocultarle cosas a Aidan. Su rango impedía que le contase todo lo que sabía sobre ciertos asuntos, así que intentaba ser lo más transparente posible con su vida personal. Era estúpido y sabía que Aidan jamás lo coaccionaría para obtener información, pero él sentía que así, de alguna forma, lograba equilibrar la balanza.

En aquella ocasión, sin embargo, fue incapaz de contarle la verdad. Quería explicarle que no sabía qué hacer, que conocía sus obligaciones y sus responsabilidades, pero que el corazón le pedía estar en otro lugar. Quería contarle que a pesar de la rabia y la frustración, deseaba lo mejor para Moira; que sabía que Max la haría feliz allí dónde él mismo fracasaría; que los conocía a ambos y comprendía por qué hacían una buena pareja.

Pero cada vez que la veía, dolía como si tuviese un puñal clavado en los pulmones.

Dolía que fuese en brazos de su amigo dónde Moira encontraba el consuelo a una tristeza que él había provocado. Dolía que no le hubiese dado tiempo a encontrar una solución, que mientras él se enfrentaba al Consejo ya la Autoridad de los clanes para retrasar la vinculación y ganar tiempo, ella se hubiese rendido.

Le dolía hacer sufrir a Elísabet, que creía que era insuficiente para él. Ambos habían sido amigos desde que tenía memoria y aquel era un dolor que le atravesaba las entrañas, pues además del afecto que se profesaban, empezaba a sentir las emociones de su nywïth a través del lazo que los unía.

Le dolía ver la confusión de los habitantes del reino, que no entendían por qué su Ix Realix se negaba a protegerlos con el regalo que les habían concedido las gemas. Le dolía la traición de su madre, la ausencia de su padre, el miedo de su hermana. Le dolían las noches que pasaba de reunión en reunión, el temor a ser incapaz de proteger al clan de otro ataque, el peso de la desconfianza en sí mismo.

Le dolía el cuerpo, que solo se mantenía en pie gracias al nögle que le fluía por las venas. Le dolía la ausencia de respuestas, que impedía que tranquilizase los corazones del reino. Le dolía verla, y no poder prometerle una vida a su lado.

Killian no volvió a abrir la boca, pues prefería guardar silencio a tener que confesar que había acudido a la playa el anochecer en el que había encontrado a su nywïth. Había visto a Moira inmóvil sobre la arena, esperando a que llegase. El dolor y la ira se reflejaban en el rostro de la joven y él, en lugar de ir a su encuentro, decidió ocultarse entre los árboles. Esperó a que se enfadase, a que gritase y regresase a la Fortaleza para insultarle con todo su ingenio, pero no lo hizo. Se quedó allí, con la mirada perdida en el mar, aguardando a que cumpliese con su palabra.

Killian no quería reconocer que había sido él quien había creado la tormenta para ahuyentarla. Le dolía verla sufrir por su culpa, pero el reino necesitaba a su Ix Realix. Tenía que cumplir la promesa que le había hecho a su padre. Tenía que ser un buen líder. Tenía que hacer lo mejor para los habitantes del clan, incluso si aquello significaba ocultarse entre la vegetación y esperar durante las posiciones de los astros a que aquella joven valiente y deslenguada regresase a la Fortaleza sana y salva.

💔💔💔💔💔💔💔💔💔💔💔

Tenemos algo más de información sobre Aidan.

¿Qué os ha parecido su relación con Killian?

También tenemos el punto de vista del Ix Realix que tanto ansiabais.

Alguien comentó que había algo más detrás de aquella tormenta... Tenía razón🙊

Leo vuestras impresiones 📮 ¿Ganará el team odio o el team amo a Killian? ⚔

Espero que os haya gustado este capítulo extra😻

🏁 : 185 👀, 80 🌟 y 85✍

Nos vemos el lunes ❤

Un besiñooo😘

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