54. Ríos de sangre
Gracias por todas las conversaciones que generáis alrededor de la novela 💖
Me desperté con el viento acariciándome las mejillas. El olor a humo inundaba el bosque y Killian atizaba las llamas con una rama del árbol de fuego lunar. Su rostro pensativo se volvió hacia mí y en el mar de sus ojos vi las decenas de preocupaciones que lo atormentaban.
—Mágicos... Buenos días —rectificó.
—¿Has dormido bien? —pregunté en cuanto reparé en las sombras púrpuras que se extendían sobre sus pómulos.
—Últimamente me cuesta mucho conciliar el sueño.
—¡¡Mágicos días!! —exclamó Quentin mientras salía al exterior.
—¡Te voy a arrancar la cabeza! —le gritó Mónica desde su tienda.
—¿Qué ocurre, flor de mi vida? ¿No te gusta escuchar mi dulce voz con el amanecer?
—A mí me encanta —le confesó Aidan con un guiño de ojos.
Max escogió aquel momento para aparecer entre los árboles. Mónica se unió a nosotros enfurruñada, lo que dibujó sonrisas en los rostros de los soldados, pero sus expresiones se tiñeron de pánico cuando bajé de la hamaca y estornudé.
—¿Estás bien?
—¿Qué ocurre?
—¿Estás herida?
Me reí, pensando que se trataba de una broma, pero mi buen humor no logró desterrar el temor de sus miradas.
—¿Vosotros no estornudáis nunca?
—¿Estornudar? —repitió Max.
—Jamás he visto a nadie hacerlo —dijo Killian desconcertado.
—No hay enfermedades en Neibos, Moira.
Trasno se dejó ver entre las ramas y me dedicó una mirada grave. Intenté disimular mi intranquilidad mientras preparábamos el desayuno, pero fui incapaz de ignorar el miedo que me atravesó la carne.
—Esto no prueba nada —me dijo el duende.
Pero ambos sabíamos que se trataba de otro ejemplo de cómo mi cuerpo y mi mente eran susceptibles a dolencias de las que los neis jamás habían oído hablar.
Recorrimos llanuras, arboledas y colinas que no se correspondían con la información que recogían los mapas. Bebimos de los arroyos y comimos frutos que encontramos por el camino, pero seguimos avanzando en busca de una entrada que se mantenía oculta a nuestros ojos. Me aparté para cederle el paso a un trol de piedra que se movía entre las sombras de los árboles y Aidan me miró con el ceño fruncido. El aqua no dijo nada, aunque sus sospechas y las de Quentin se agravaron en cuanto nos detuvimos a comer.
Nos sentamos alrededor del fuego en el que habíamos cocinado los alimentos, y entre la vegetación que se elevaba sobre nosotros, descubrí un pájaro de plumas negras y ojos tan oscuros como las ramas del árbol de las tinieblas. Se trataba de una especie antigua, un cuervo que había desaparecido con nuestros ancestros hacía edades.
El animal emitió un graznido que me maravilló, pues no se parecía a nada que hubiese escuchado jamás. El cuervo giró la cabeza y sus plumas se convirtieron en destellos que lo transformaron en un ser humano. Los ojos negros del joven me observaron desde la rama en la que se sentaba y no pude más que admirar las delicadas plumas endrinas que cubrían parte de su piel oscura. Mi sorpresa fue tal que necesité varios latidos para admirar su belleza, lo que llamó la atención de los soldados, que intercambiaron miradas de desconcierto cuando no encontraron nada en las copas de los árboles.
—Hoy lloverá —dije en un intento por recuperar la compostura.
—¿Ya estamos otra vez con tus dotes predictivas? —se burló Aidan.
—Espero que no se desate una tormenta...
La lluvia llegó a media tarde, después de que el viento amainase. Empezó como un suave sirimiri, y en cuanto la luz menguó, se desató la verdadera tempestad. Nos abrimos paso entre la vegetación con cautela, asegurándonos de que no nos esperaba nadie al otro lado de la maleza. Todos parecíamos tener un mal presentimiento; incluso Trasno, que analizaba nuestro entorno sin descanso.
La naturaleza estaba confusa, lo percibía en el ambiente. No llegué a sentir la electricidad que cargaba el aire antes del estallido de una tormenta, ni tampoco el cambio en la temperatura. Quizá el viento había tratado de decirnos algo, pero por desgracia, ninguno de nosotros conocía la lengua de los elementos.
La lluvia se agravó y tardé unos latidos en comprender que provenía de los árboles de lluvia, que generaban una pequeña borrasca a su alrededor. Llevábamos quién sabía cuántas posiciones de los astros caminando, y aunque habíamos atravesado vastas tierras, volvíamos a encontrarnos en el lugar en el que había recogido las setas de dragón el atardecer anterior. El murmullo del agua se intensificó y me puse en alerta de inmediato, pues los árboles de lluvia detenían su aguacero siempre que caía una tormenta.
—¡Nos atacan! —exclamamos Mónica y yo al mismo tiempo.
La obsidiana percibió el peligro gracias a los pájaros del agua, que sobrevolaron la zona para alertarnos, y los soldados reaccionaron al instante. El poder de las gemas cambió y un orbe de energía cayó del cielo y nos obligó a huir de su amenaza. La adrenalina me aceleró el pulso y me lancé tras unos arbustos que resultaron ser el hogar de cientos de avispas de aguijón de lava. Sentí el calor de su presencia sobre la piel y grité en busca de cobijo. Un humo denso y tóxico se cernió sobre nosotros y Aidan utilizó el poder de la aquamarina para purificar el aire y evitar que perdiésemos el conocimiento. Quentin formó una burbuja de oxígeno alrededor de mi cabeza y la angustia que se me acumulaba en la garganta remitió. Las avispas cayeron inertes ante nuestros ojos y el magma que dibujaba líneas incandescentes en sus cuerpos se vertió sobre el suelo. El viento rugió enfurecido y su poder avivó las llamas que incendiaron el bosque.
Y entonces lo sentí.
—¡¡Max!! —exclamé aterrada.
—¡Estoy aquí!
Sano y salvo. La sangre abandonó mi rostro y la ponzoña de la energía alquímica me acarició la piel. Algo iba mal.
—¿Dónde están? —me preguntó Killian mientras utilizaba un escudo de energía añil para proteger a Mónica y a Quentin del impacto de un rayo—. ¡Moira!
—Es energía transmutada —susurré entre la vegetación en llamas.
—¿Cómo lo sabes?
—La oscuridad transforma el poder de las gemas que se acumula sobre nosotros. Percibo su veneno cerca, como si estuviese...
Guardé silencio, incapaz de procesar los cientos de voces que me aturdían la mente, y cerré los ojos para guiarme por el instinto. Me aferré a la sensación húmeda y tenebrosa que le susurraba a mi corazón y avancé hacia ella. La corteza de un árbol me acarició los dedos y el veneno me atravesó la piel al instante.
—¡La magia oscura está en el bosque! —exclamé horrorizada.
Los soldados me miraron desorientados, pues parte de mi mensaje fue aplacado por el terrible sonido que brotó de la tierra. De las grietas que se formaron ante nosotros nacieron sombras que se extendieron por el suelo y consumieron la vegetación. El bosque se volvió tan negro como el terror y nuestro entorno desapareció. La luz de los soles se apagó y el cúmulo de tinieblas que ocultó el cielo provocó que la noche descendiese sobre nosotros.
—¡Moira! —me alertó Quentin.
Mónica se abalanzó sobre mí y me apartó de la trayectoria de un árbol que había cobrado vida gracias a la magia oscura. La naturaleza se volvió en nuestra contra y nos atacó. Los destellos de color que emitían nuestros hechizos se consumieron en un bosque de sombras y el miedo nos debilitó los huesos.
—¡No podemos contenerla! —exclamó Aidan.
Y tenía razón.
La energía transmutada se acumulaba sobre nosotros, nutría la tierra y cargaba el aire que nos empujaba hacia el abismo. Killian y Max unieron sus poderes para devolverle a la naturaleza la pureza que le habían arrebatado. Su magia se convirtió en un estallido que tiñó el bosque de tonos verdes y azules, pero de la tierra brotaron raíces negras que consumieron hasta el último haz de luz que brillaba entre las tinieblas.
El caos de ramas azabache que serpenteaba a mi alrededor me atrapó. Los troncos de la noche me rodearon y me clavaron espinas venenosas en las piernas. Los aylerix utilizaron la magia y yo me serví de una lágrima de luna ámbar para liberarme, aunque su fuerza no logró curar las heridas que me dibujaron ríos de sangre sobre la piel. Los soldados intercambiaron miradas desesperadas, pues no había forma de luchar contra aquella oscuridad, y Killian creó una rueda de símbolos elementales que iluminó la negrura del bosque.
Aidan y Mónica conjuraron un escudo protector que se esforzó por envolvernos, pero las hiedras de la noche atacaron la pared de luz y rompieron el hechizo antes de que pudiesen completarlo. Max calmó a la naturaleza con un susurro cargado de poder y yo me serví de una lágrima para formar una burbuja tostada que mantuvo a las tinieblas ocupadas mientras los demás volvían a levantar el escudo.
El jefe del clan cerró los ojos y empezó a combinar símbolos de luz turquesa con los que formar un hechizo de purificación. Los soldados y yo lo protegimos de los ataques mientras pudimos, pero la oscuridad se cernió sobre nosotros y formó una esfera alrededor del hechizo de defensa, debilitándolo con su mera presencia. Mis lágrimas de luna se agotaron y la cercanía de las tinieblas impidió que la Guardia utilizase la magia sin dañar nuestro propio escudo.
El silencio reinó en el bosque y la Guardia y yo nos miramos con impotencia. El pulso me resonó en los oídos. La adrenalina me urgió a buscar una solución que no existía. Los pulmones de los soldados se llenaron de un aire que no los calmó. Las tinieblas se agruparon a nuestro alrededor. El viento sacudió columnas de humo negro que formaron piernas y brazos gigantescos y una oleada de pánico me atravesó las entrañas.
Killian no se detuvo, sino que aumentó la velocidad de sus movimientos. La mirada del jefe del clan se centró en los símbolos de luz que le iluminaban el rostro, como si pudiese ignorar al ser descomunal que se alzó sobre nosotros, triplicando nuestro tamaño. Las raíces, las hiedras y los troncos de los árboles se combinaron para moldear una figura ónice que adquirió una apariencia humana y se elevó en la oscuridad.
Los soldados posaron las manos en los hombros de Killian y los enlaces elementales se tiñeron con los colores de sus gemas. La luz permitió que me encontrase con los ojos vacíos de las tinieblas. El ser oscuro alzó una pierna con la intención de destruir nuestro escudo y el aire se lamentó a su alrededor.
Mis amigos y yo nos miramos con angustia. A la rueda elemental todavía le faltaban varios símbolos; el jefe del clan no lograría completar el conjuro antes de que la fuerza de la energía alquímica nos aplastase.
El miedo me retorció el estómago y me clavó las garras en el vientre. Las raíces de espinas se movieron bajo nuestros pies, buscando una grieta por la que atravesarnos las entrañas. El veneno de la magia oscura amenazó con pudrirme la carne y me removí en busca de oxígeno. El sonido que provenía del bosque se detuvo, al igual que mis latidos. Los ruidos se apagaron para permitir que escuchásemos el silbido que generó la criatura oscura cuando se abalanzó sobre nosotros. El temor se me acumuló en la garganta y contuvo un grito que murió antes de escapar de mis labios. Busqué a Killian, que seguía esforzándose por terminar el hechizo, y sus ojos me observaron desesperados.
—Yo también tengo miedo —le susurré.
Killian entrelazó nuestros dedos y me miró derrotado. El escudo que nos protegía estalló en cientos de cristales que nos arañaron la piel y se perdieron en la oscuridad. Los rostros de los soldados se iluminaron con la luz de colores que brotó de mi pecho y sentí el poder que desprendían sus cuerpos a través del jefe del clan. Las sombras se abalanzaron sobre nosotros. La energía transmutada me acarició con su veneno. Algo oscuro y maligno me clavó los dientes en el abdomen y grité desesperada. La magia que se acumulaba en mi pecho estalló en todas las direcciones. La luz irisada se propagó como una explosión que lo arrasó todo, desintegrando a las sombras que nos acorralaban. La magia de las gemas fluyó a mi alrededor con una intensidad que no había percibido nunca y la cúpula de poder se expandió más allá de los confines del bosque.
Mis músculos se debilitaron y me fallaron las piernas. Me desplomé sobre el suelo y los sonidos quedaron amortiguados por un pitido que me resonó en los oídos. Jadeé tras sentir la hierba bajo los dedos, fresca y pura. Las gotas de lluvia me humedecieron la piel y me despertaron los sentidos. El rostro de Killian apareció ante mí y deslicé una mano por su cabello. Sonreí al ver que estaba cubierto por copos de nieve, pero cuando los toqué, comprendí que se trataba de las cenizas que había dejado atrás la oscuridad. Sus labios se movieron para decir mi nombre, aunque no logré escucharlo.
—Estoy bien —susurré con la voz rasgada por la conmoción.
Mónica se arrodilló junto a Aidan. Quentin se dejó caer entre dos arbustos, desorientado. La naturaleza se retorció bajo la ceniza. El viento se sacudió contra mí. Algo iba mal. Faltaban unos ojos verdes entre nosotros.
Este es uno de mis capítulos ✨favoritos✨
Espero que os haya gustado la batalla en el bosque 🌲
Moira está preocupada por sí misma... Cada vez va a peor y los soldados han empezado a darse cuenta...
¿Qué os ha parecido la reacción del bosque? 💫
¿Y el encuentro con la energía transmutada? Al fin hemos visto el poder de la magia oscura... 💥
¿Y qué me decís de la reacción de Killian? 👀
CUÁNTÍSIMAS COSAS ESTÁN PASANDO AQUÍ📩
Espero que os esté gustandooooo😻
Me preguntáis por el aspecto de Killian. Aquí os dejo la primera descripción que Moira hace de él:
Ladeé lacabeza para analizarlo con más detalle y sus ojos, del color del mar más clarodel reino, me observaron con curiosidad. El oscuro pelo negro que se inclinabasobre su frente formaba ondas que brillaban con destellos en diferentes tonosazules, evocando al rítmico movimiento del océano. Tenía el ceño fruncido, loque dibujaba pequeñas arrugas en la parte superior de su recta nariz, y meencontré comparándolo con las figuras de mármol extinto que creaban losartistas de la civilización antigua. No sabía cómo no lo había percibido antes,pero todo en él gritaba que su poder aquamarina no conocía límites. Así acontecíacon todos los Ix Regnix, pues debían representar a su pueblo, entender su gemaelemental y proteger a todas las almas que formaban su reino.
🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍
Nos vemos el sábadoooo ❤
Un besiñoooooo😘
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