Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

53. Una nube de humo y cenizas


No podía parar de sonreír. Estábamos en medio del bosque, rodeados por naturaleza mágica y antigua. El silencio dotaba a los sonidos de texturas, como la de nuestros pasos sobre la hierba o las caricias del viento entre las copas de los árboles. La brisa olía a calma y flores silvestres y las plantas retráctiles, que se encogían en cuanto percibían nuestra presencia, dejaban a la vista flores de nebulosa que brillaban con el poder de las estrellas de su interior.

Desde que dejamos la Fortaleza me sentía más ligera, como si al atravesar el portal de humo celeste hubiese dejado el peso de toda una vida atrás. No quería volver. Quería utilizar una lágrima de luna para teletransportarme al Hrath, donde Cruz y mi padre podrían visitarme siempre que lo deseasen. Estaba harta de la Autoridad, cansada de la magia y agotada de tener que sospechar de todo el mundo.

—¿Por qué escucho el caudal de un río si no percibo ninguna fuente de humedad? —preguntó Aidan desorientado.

—Son pájaros del agua —dijo Mónica—. Sobrevuelan el bosque porque no les gusta nuestra presencia.

—¿Puedes hablar con ellos? —le preguntó Max—. Ya que no has querido que Baloo nos acompañase, nos ayudaría mucho que nos alertasen si percibiesen algún peligro.

—Para eso deberíamos mostrarles que somos dignos de confianza.

—Y no hay nada que diga «confía en mí, quiero ser tu amigo» más claro que la comida —dijo Quentin antes de dedicarme una sonrisa.

—¡Cuánta razón! ¿Existe alguna posibilidad de que nos deleites con tus manjares? —me preguntó Aidan con expresión angelical.

—Llevamos toda la mañana caminando, no estaría mal hacer un descanso —coincidió Killian.

—Iré a buscar leña para encender el fuego —anunció Max.

Mónica y el jefe del clan lo acompañaron para asegurarse de que no se encontraba con la muerte, y mientras Aidan y Quentin montaban un pequeño campamento, yo inspeccioné la zona en busca de nutrientes. Era extraño volver a recorrer los bosques sin magia y en compañía de los soldados. Me hacía volver al pasado, recordar a aquella joven consumida por la rabia que odiaba a la Autoridad con toda su alma.

En ocasiones la echaba de menos. Su vida era más sencilla.

Entre la hierba azulada descubrí arbustos de bayas arcoíris y utilicé varios helechos en espiral para recolectarlas. Seguí la humedad acumulada en la tierra hasta que llegué a una zona repleta de árboles de lluvia. Su constante murmullo alivió el cansancio de mis músculos y no me importó llenarme de lodo mientras cogía las setas de dragón que se ocultaban entre las piedras. Me desvié en busca de hierbas aromáticas y tuve la suerte de vislumbrar unas hojas conocidas entre la vegetación. Se trataba de plantas que ocultaban tubérculos violetas bajo el suelo, y tras desenterrar suficientes como para saciar nuestro apetito, me dirigí de vuelta al campamento siguiendo la energía rubí de Quentin.

Los soldados sacaron cuencos de sal y varios utensilios de sus contenedores espaciales. El silencio se cernió sobre nosotros mientras preparábamos los alimentos y el crepitar del fuego nos calmó en cuanto nos sentamos a comer a su alrededor, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

Al menos, hasta que Mónica emitió un grito de alarma.

La obsidiana se lanzó hacia la serpiente de escamas doradas y colmillos de humo que ascendía por la pierna de Max a toda velocidad. Mónica la atrapó con maestría y le colocó los dedos alrededor de la cabeza para separarla del soldado, que se alejó sobresaltado. Quentin trató de calmarlo y Mónica y Killian intercambiaron una mirada de gravedad.

—Gracias —susurró Max con el rostro pálido.

La joven colocó una daga bajo los colmillos de la serpiente y la obligó a expulsar hasta la última gota de veneno dorado contra una roca. La observamos en silencio, todavía impresionados, aunque nuestra sorpresa no hizo más que aumentar cuando liberó al animal y dejó que se escondiese entre la vegetación.

—Cuando recupere el veneno, estaremos lejos de aquí —explicó.

Pero nadie le hizo caso, porque la piedra sobre la que había vertido el veneno colapsó y se convirtió en una nube de humo y cenizas. El miedo se reflejó en nuestros rostros durante el resto de la jornada, pues la probabilidad de encontrar una serpiente tan letal en aquel entorno era ínfima. El damnare de Max empeoraba con cada latido y no había nada que pudiésemos hacer para solucionarlo.

La rabia nos dio energía para continuar avanzando sin rumbo fijo. El bosque de Hielo Errante nos mostraría la entrada si nos consideraba dignos de atravesarla, pero no sabíamos ni cuándo ni dónde se produciría aquel fenómeno, cuestión que debatíamos con la llegada del atardecer.

—¿Y si nos separamos y tomamos las pócimas para deshacernos de la magia? —propuso Quentin—. Los eruditos defienden que el bosque rehuye el poder de las gemas, quizá por eso no logramos encontrarlo.

—Debemos tener paciencia. Recordad que es la propia foresta quien decide a quién mostrarle la entrada —dijo Max.

—Y los grandes maestros dijeron que debíamos tomar las pociones de espinas de enebro argénteo antes de entrar en el bosque, para que su efecto no se debilitase —explicó Aidan.

—También deberíamos decidir quiénes van a acompañar a Moira.

—No hay nada que decidir, Max —respondió Mónica irritada—. Tú no vas a tomar la poción porque tienes un damnare y Killian no puede tomarla porque va contra la ley.

—Tres pócimas, tres soldados. No empieces a argumentar tonterías —le advirtió Quentin con el ceño fruncido.

—No son tonterías —se defendió el esmeralda—. Los eruditos aseguran que el bosque de Hielo Errante estará lleno de peligros, y si va a ocurrir una desgracia, es mejor que recaiga sobre la persona que ya está marcada por la muerte.

Y entonces empezaron a discutir. Otra vez.

Sus voces alertaron a las aves que se escondían en los árboles cercanos, y seguro que a las que habitaban cualquier otra dimensión, también. Los colores del atardecer desaparecieron para dar paso a la luz tenue que trajo las primeras sombras de la noche, y mi irritación pareció agravarse con la presencia de las lunas.

—¿Podéis callaros de una vez? No sé si Max estará más seguro con Killian que con el resto de vosotros, porque por mucha magia que albergue el Ix Realix, nosotros seremos más, pero no es necesario que prolonguéis esta discusión absurda durante más tiempo —dije mientras me llevaba una mano al interior de la capa.

Les mostré la pequeña botella de cristal que sostenía entre los dedos y los soldados me miraron perplejos. El líquido argénteo de la pócima estaba lleno de vida y su energía emitía chispas que brillaban como si fuesen un recuerdo permanente del río de la Plata.

—¿De dónde has sacado eso? —me preguntó Quentin.

—Que te lo voy a decir a ti...

El rubí me sonrió cuando alejé la poción de sus dedos y la volví a guardar en un lugar seguro.

—¿Te la ha dado tu padre? —me preguntó Killian.

—¿Mi padre? ¿Ese nei que no es un gran maestro y que no tiene la autoridad necesaria para crear pociones de esta magnitud? Por supuesto que no —dije con una sonrisa traviesa.

—Si no forma parte del gremio de los grandes maestros, ¿cómo se hizo con la fórmula? —me preguntó Max.

—La ideó él, ¿no es cierto? —dijo Mónica.

—Pero los demás se llevaron el mérito cuando le robaron el trabajo —continuó Aidan.

—La Fortaleza está llena de víboras, no es ninguna sorpresa. ¿Podemos detenernos por hoy? Estoy cansada.

No tardamos en encontrar un lugar en el que asentarnos durante el anochecer. Creamos una hoguera de llamas azules y anaranjadas, pues parte de la madera que utilizamos procedía de árboles de especies antiguas, y dejamos la cena al fuego mientras montábamos el campamento. Abrí la mochila para sacar la hamaca de pelo blanco que me habían regalado en el Hrath hacía soles. Era tan suave que, cuando te tumbabas en ella, parecías flotar entre las propias nubes. Busqué un espacio que estuviese cerca del calor de la hoguera y decidí colgarla bajo las ramas de dos árboles de polen iridiscente. Las llamas provocaban que su corteza brillase con destellos de todos los colores, y cuando terminé de atarla y admiré el espectáculo que se desarrollaba sobre mi cabeza, supe que había tomado la decisión correcta.

—¿Qué es eso? —me preguntó Killian con recelo.

—¿Qué es eso? —repetí tras volverme y ver las grandes tiendas de lona que habían colocado al otro lado del fuego.

Los soldados salieron al exterior, atraídos por nuestra conversación, y me asomé a la tienda de Aidan para echar un vistazo a lo que escondían las paredes de tela cobalto. Me sorprendió descubrir que la magia triplicaba el espacio en su interior y nutría las lámparas de sal que iluminaban una habitación perfectamente equipada.

—Creía que no se podía utilizar el poder de las gemas —dije confundida.

—Esto no cuenta.

—La magia que las erige está contenida en los emblemas que portamos, no tenemos que invocarla —me explicó Max.

—No pretenderás dormir en eso, ¿no? —me preguntó Mónica.

Eso es mi hamaca, muestra un poco de respeto.

—Pero hace frío.

—Y estamos en medio del bosque.

—Y es peligroso.

—El mayor peligro que reside en la naturaleza somos nosotros mismos —dije divertida por su desconcierto.

Mientras cenábamos, los soldados intentaron convencerme de que durmiese en alguna de sus tiendas, pero al final aceptaron que no iba a dar el brazo a torcer. Las estrellas brillaron en el cielo y el silencio de la noche se abrió paso entre las briznas de hierba. Esperé a que se retirasen para abrir uno de mis mapas. Estaba segura de que, después de todo lo que habíamos caminado durante aquella jornada, ya tendríamos que haber alcanzado la Cascada de Marfil. En su lugar, a juzgar por la presencia de los árboles de polen iridiscente, estábamos cerca de la tierra de la primavera. Algo impedía que caminásemos en línea recta y nos obligaba a cruzar zonas que estaban separadas por atardeceres de camino a pie, lo que solo podía significar una cosa: el bosque de Hielo Errante nos estaba observando.

Percibí un cambio en la energía y me volví para descubrir a un gato negro sentado en el lugar que ocupaba la tienda de Max hasta hacía escasos latidos. Le hice un gesto con la cabeza y el esmeralda avanzó en mi dirección y saltó para subirse a la hamaca. Lo escuché ronronear mientras se hacía un hueco bajo las mantas y los ojos verdes del animal reflejaron las llamas proyectadas en la corteza de los árboles iridiscentes. La oscuridad de la magia alquímica se desvaneció con una ráfaga de aire y le dedicamos varios latidos a admirar la belleza de nuestro entorno.

—La hamaca de la Sin Magia no está nada mal, ¿eh?

Max emitió un maullido que me hizo reír y me dio un suave mordisco antes de acurrucarse entre mis brazos. Sentí el latido de su corazón junto al mío y recordé el siseo de la serpiente de humo. Imaginé el rostro del soldado convertido en cenizas y el miedo a perderlo me sacudió con un escalofrío. El gato se restregó contra mi mejilla y lo abracé con más fuerza, pues no sabía si aquella sería la última oportunidad que tendría de hacerlo.

Como hubo personas que supieron leer entre líneas pero otras no, vengo a hacer una aclaración. Aunque me encanta ser críptica (😈), os confirmo que Killian sí sospecha que ha sido Moira quien encontró el libro sobre la flor universal. Cuando le dice "no sabía que guardaba tantos ases bajo la manga" le está preguntando, a su manera, si sus sospechas son ciertas. En El refugio de la niebla, Killian utiliza esa frase para referirse a Moira, y en esta escena, ella la reconoce. Es un guiño a sus inicios 😉

Las emociones os están cegando, reinas. No me culpéis cuando llegue el final y os explote la cabeza.

Ahora: ¡que hemos salido de la Fortaleza! 🥳

Estoy ✨emocionada✨

¿Qué os parece la versión animal de Max? 🐈

Contadme vuestras impresiones sobre el capítulo 😏

¿Teorías, dudas, miedos? 📩

Mimi me preguntó por el aspecto físico de Moira y la ropa que usa. Por si alguien más tiene dudas o curiosidad, aquí os dejo dos párrafos sobre el tema:

****

Mis ojos, de un marrón tan oscuro que podría confundirse con la tierra humedecida por la lluvia, me observaron a través del reflejo que se formó sobre el agua del arroyo. El olor a naturaleza me recibió de inmediato y me arrodillé sobre la suave hierba azul de la orilla. Un caracol luminoso se escondió entre la vegetación, perturbado por mi presencia, y no logré contener la sonrisa. El animal desapareció a toda velocidad, lo que generó una pequeña nube de polvo turquesa tras él. Su brillo proyectó luces en diferentes tonos azules sobre las hojas que había a su alrededor, que se apartaron para facilitarle la huida.

Me acerqué al agua y las finas trenzas y rastas que se ocultaban entre mi cabello marrón se precipitaron hacia el frente. Las cuentas de madera que las decoraban se sumergieron bajo el arroyo y solté un suspiro resignado; ningún otro nei de los seis reinos tenía aquel aspecto. Para los habitantes de los clanes, mi apariencia resultaba insólita.

****

La estúpida y delicada ropa que vestía no era más que un estorbo a la hora de moverme, ya que los ornamentos y las largas telas impedían que corriese y que me defendiese como era debido. Y todo para aparentar pertenecer a un mundo del que no formaba parte. ¿Dónde habían quedado mis prendas simples y oscuras? ¿Aquellas que me permitían pasar desapercibida y perderme entre los bosques?

****

🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍

Espero que os haya gustado la actualización😻

Nos vemos el jueves ❤

Un besiño😘

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro