50. Libres e insumisas
En cuanto salí de la sala de preservación, me recibieron los colores del amanecer. Me volví hacia Trasno, sorprendida por que hubiese pasado una jornada encerrada sin darme cuenta, y el duende se limitó a encogerse de hombros antes de comenzar a brincar sobre los arbustos.
—Estás demasiado desequilibrada como para percibir el paso del tiempo en el mundo real —dijo con desgana—. Y lo mejor es que los demás están tan ocupados tratando de impedir un desastre que ni siquiera se dan cuenta.
Apreté el libro azul contra el pecho, pues en él se recogían todas mis esperanzas, y me encaminé hacia el castillo con premura. Las enredaderas de nieve comenzaban a descongelarse y sus hojas de hielo emitían destellos encantadores. Las flores especulares reflejaban los tonos de un cielo que todavía se estaba despertando y los pájaros de las mareas, cuyas plumas parecían un mar en constante movimiento, se posaban sobre las copas de los árboles y llenaban los jardines con su delicada melodía. Pero la lengua de la naturaleza perdió fuerza en cuanto escuché gritos a lo lejos. Rivule y Elísabet discutían en un lugar apartado y me detuve tras los árboles de luz para evitar un enfrentamiento.
—¿Crees que con eso es suficiente? —le dijo el Ixe con voz envenenada—. ¡No sirves para nada!
—Papá, deja que-
—¡No me repliques!
Elísabet se encogió como si fuese una niña que no sabía qué hacer más que esperar a que la regañina pasase. La ferocidad de su rostro desapareció y la joven adoptó una expresión sumisa y de pavor.
—Me alegra que la gente te considere bonita, ¡porque está claro que tu cerebro no sirve para nada!
—Puedo arreglarlo —susurró Elísabet.
—¿Cómo? ¿No ves que no sabes hacer nada? Mientras el Ix Realix se desvive por ayudar al reino y a los habitantes del clan Rubí, ¿qué haces tú? ¿Le facilitas en algo sus labores?
—La situación es-
—¿La situación? ¿¡La situación!? —gritó mientras la agarraba del cuello—. ¿Es así como excusas tu ineptitud? ¿Qué van a decir los habitantes del reino? ¿Que su futura Ix Realix no sabe cómo protegerlos? ¡Eres una vergüenza! —bramó, lo que provocó que el rostro de Elísabet se torciese en una mueca dolorosa.
—Pues si soy tan terrible, ¡quizá debería abandonar el reino y buscar otro lugar en el que vivir!
Elísabet se sonrojó por la ira y su padre la empujó contra la pared y soltó una carcajada.
—¿Y quién va a quererte si no eres nada? ¿Crees que alguien se fijaría en ti? Márchate, pero dime, ¿de qué vas a vivir? ¿Dónde? —Rivule se rio con crueldad—. Ser la nywïth de un Ix Realix es un gran honor, niña insolente. Si quieres ser la madre del clan tendrás que valer para algo, necesitas demostrarle que tienes utilidad. Tu cara no se mantendrá bonita eternamente.
El rostro de Elísabet se retorció con dolor en cuanto su padre la liberó y Rivule se marchó sin darle la oportunidad de defenderse. Los sollozos de la aqua me recordaron escenas de un pasado que no quería revivir. Conocía el poder que tenían el odio y el miedo; sabía que atravesaban la carne y se aferraban a los huesos para que la inseguridad y el terror nos pudriesen desde dentro. La rabia y el rencor nos convertían en seres despreciables, y en las palabras de Rivule reconocí el reflejo de los ataques de Elísabet.
—¡Ni se te ocurra! —exclamó Trasno en cuanto comencé a caminar hacia ella.
—Mi padre me enseñó que lo mejor que podemos hacer en un mundo en el que reina la cobardía es tener el valor necesario para liberarnos de las cadenas del odio.
—Menuda familia de idiotas —murmuró con una mueca de enfado que me hizo reír.
Elísabet recuperó la postura regia en cuanto percibió mi presencia. Con un suave gesto, creó una brisa que le secó las lágrimas y le llenó el rostro de arrogancia.
—¿Necesitas que te vuelva a explicar por qué tu compañía es desagradable para los sentidos, Sin Magia? ¿O es que eres tan estúpida que tu mente no logra comprenderlo?
—En lugar de la cadena de odio, ¿no prefieres romperle la cara? —me preguntó Trasno.
Los ojos de Elísabet centellearon con rabia y la joven movió las manos para someterme con la magia, pero en aquella ocasión, la sorprendí atrapándolas entre las mías. La miré en busca de un rayo de luz oculto bajo capas de sufrimiento, y cuando me vi reflejada en sus ojos, la liberé.
—No necesitas la aprobación de nadie, Elísabet. Tu valía no reside en lo mucho que facilitas la vida de los demás ni en lo útil que les resultas. Tampoco en la belleza que desprende tu rostro con el amanecer o en la cantidad de halagos que recibes con cada puesta de los soles. Tu valor eres tú, tu valentía, tus miedos y tus decisiones. Tienes fuerza e inteligencia para ser escuchada en esta y en cualquier otra Fortaleza. Puedes vivir dónde y cómo quieras, en soledad o en compañía, y llevar las riendas de tu propia vida. No permitas que te hagan dudar de ti misma.
Mis palabras flotaron en el aire, libres e insumisas. El desconcierto de Elísabet fragmentó la máscara de ira y felicidad con la que se protegía del exterior, y entonces la vi por primera vez. Vi su dolor, su vergüenza y sus inseguridades; vi las cicatrices que acumulaba su corazón; vi cómo reconstruía el muro de hielo que la ocultaba del mundo.
—¿Crees que soy idiota? —preguntó en cuanto se recuperó—. Lo que quieres es sacarme de en medio para quedarte con Killian, pero ten-
Le puse el libro celeste sobre las manos para detenerla. Las piedras y los cristales brillaron bajo la luz del amanecer y la aqua lo admiró con una pureza que la hizo parecer otra persona.
—No eres lo que te enseñan, Elísabet, eres lo que decides aprender.
Abrí el libro y le mostré la página que contenía el dibujo de la flor universal. La joven comprendió el significado de los símbolos al instante y su rostro se llenó de esperanza. Elísabet cerró el libro de golpe, temerosa de que el viento pudiese borrar su contenido, y se lo pegó al pecho tal y como había hecho yo: con la certeza de que la salvación se encontraba entre sus páginas.
Pero la suya era una salvación distinta, algo que comprendí cuando se alejó con miedo a que le arrebatase el objeto que le brindaría la ansiada redención. Elísabet atravesó el jardín en busca de personas a las que impresionar, y entonces se detuvo. La aqua se volvió para mirarme, y en aquel momento, comprendí que había logrado plantar una semilla que, si encontraba un suelo fértil en el que crecer, podría convertirse en una especie jamás descubierta.
—De todos los acontecimientos absurdos que he presenciado a lo largo de mi existencia, este debe ser el más ridículo —me dijo el elemental del aire, que apareció junto a mí con su capa negra habitual. El hombre de ojos violetas y piel pálida me miró incrédulo mientras Elísabet se esfumaba entre los árboles.
—Eso lo dices porque no has estado presente durante el resto de mi vida —respondí divertida.
Pero cuando me volví hacia él, ya había desaparecido.
Faltan tres votos para cumplir la meta, pero lo subo ya porque no creo que tardéis en alcanzarla.
Muy fan de que, en el capítulo anterior, algunas hayáis comentado que estabais esperando el salseo entre Max y Marco y, otras, que no teníais ni idea👨❤️💋👨 Adorooooo.
¿Y ahora qué me decís? ¿Ha cambiado vuestra opinión de Elísabet con esta información?
Este es uno de mis capítulos favoritos del libro 😍 A ver qué sale de aquí 😏
¿Creéis que Moira ha obrado bien? 📩
Espero que os haya gustadoooo😻
🏁 : 195 👀, 83 🌟 y 88✍
Nos vemos el jueves ❤
Un besiñoo😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro