5. Instinto
El animal se acercó con una lentitud que permitió que apreciase su gran tamaño. Las llamas que brotaban de su cuerpo anaranjado proyectaban un juego de luces y sombras sobre la naturaleza que lo rodeaba y el fuego incendió las ramas más cercanas a él. El olor a humo y rabia inundó el ambiente y una ráfaga de aire provocó que las llamas se alzasen varios metros sobre el suelo. Los árboles lloraron en el idioma de la savia y la magia del bosque quedó reducida a cenizas. El miedo me ralentizó el pensamiento y me volví en busca de un lugar en el que refugiarme, pero en el claro no había nada que pudiese protegerme de aquel jabalí de fuego que me observaba con una maldad salida del mismísimo infierno.
El espeso pelo tostado que le cubría el cuerpo parecía ajeno a las llamas y de su boca sobresalían cuatro gruesos y ebúrneos colmillos que se curvaban hasta alcanzarle las orejas. Su hocico propagó una nube de humo que me dificultó la respiración y el animal emitió un gruñido que resonó en la tranquilidad del bosque. Su piel se cuarteó y en ella se formaron grietas que se iluminaron como si contuviesen el magma de un volcán que estaba a punto de entrar en erupción.
El jabalí chilló y cogí la daga que llevaba en el cinturón a toda prisa. El miedo me paralizó y me aferré al arma con tanta angustia que sentí que se me clavaban sus ornamentos en la piel. Me esforcé por dar con una idea brillante que me sacase de aquel apuro, pero en el fondo sabía que no había nada que hacer. Los jabalíes de fuego eran uno de los animales más peligrosos de todos los reinos y mis probabilidades de sobrevivir a su ataque sin utilizar la magia eran ínfimas.
Las pezuñas del animal se levantaron del suelo y se lanzaron hacia mí. El latido de mi corazón se aceleró y me temblaron las piernas por el pánico. Me obligué a luchar contra mi instinto de supervivencia, que me urgía a salir corriendo a pesar de saber que darle la espalda a un jabalí de fuego no supondría más que la muerte. Apreté los dientes antes de emitir un grito de terror que me desgarró la garganta y eché a correr hacia él.
El jabalí profirió un sonido similar a una carcajada, tan sorprendido como yo por mi estupidez. Una fina capa de sudor me cubrió la piel en cuanto me acerqué a las llamas que devoraban el bosque y me preparé para clavarle la daga en algún lugar del cuerpo.
Mi plan estaba condenado al fracaso, y aunque sabía que una cuchilla forjada con sal del océano no podría atravesar la carne de un animal tan peligroso como aquel, me negué a rendirme sin haberlo intentado.
El jabalí gruñó con furia y el humo que le brotó del hocico me dificultó la visión. Sus ojos de fuego brillaron entre las llamas y el ansia de violencia que se reflejó en sus iris provocó temblase con pavor. El aire me quemó los pulmones en cuanto fui consciente de que no tenía escapatoria, pues sus gruesos colmillos impedirían que me acercase lo suficiente como para asestarle un golpe certero.
Me detuve de inmediato, consciente de lo que aquello significaba, e hice las paces con mi futuro. La daga escapó de mis dedos y cayó al suelo con un golpe sordo. Los chillidos del animal me sacudieron con un escalofrío y cerré los ojos antes de sentir el fuerte impacto que me lanzó a través del claro.
Me ardió la carne y el poder de la magia me debilitó hasta las entrañas. El dolor se extendió por mi cuerpo hasta que se liberó en un grito que se unió al llanto del bosque. Percibí la luz del fuego a través de los párpados y la brisa ardiente que me acarició el cuerpo agravó la quemazón que me devoraba por dentro.
El impacto me lanzó contra el tronco de un árbol que envió una nueva oleada de dolor por mi espalda y me caí al suelo. El sabor a ceniza me inundó el paladar y la oscuridad se apoderó de mí mientras pensaba en cómo había llegado un jabalí de fuego a los bosques del reino Aquamarina.
Un gemido se abrió paso entre la bruma que me ralentizaba el pensamiento y abrí los ojos para descubrir que las copas de los árboles estaban en llamas. La onda expansiva había arrancado las plantas de cuajo y arrasado con todo lo que encontró a su paso, dejando un único elemento en el interior de su círculo de destrucción.
El jabalí yacía sobre la hierba de ceniza en el otro extremo del claro. Las llamas que lo rodeaban se habían consumido y la vida abandonó sus ojos con un suspiro silencioso. Intenté incorporarme y grité cuando sentí los latigazos de dolor que me recorrieron el cuerpo. Percibí varios destellos de colores y cerré los ojos para liberarme de la conmoción.
—¡Moira! —gritaron las voces de la Guardia Aylerix.
El frescor del mar me inundó los sentidos y calmó el incendio que me consumía la piel. Abrí la boca en busca de aire y el aroma a menta y eucalipto ayudó a apagar parte del fuego que ardía en mi interior.
Mis ojos se toparon con la preocupación que teñía los iris azules de Killian. Las esquinas de mi visión se tornaron blancas y me invadió una sensación de vértigo en cuanto sentí el poder de la gema Rubí sobre mí. Quentin me dibujó un símbolo de luz en la frente, lo que provocó que se me clavasen cientos de agujas en las sienes y que gimiese por el dolor.
—Vas a estar bien —me susurró Killian mientras me acariciaba la mejilla.
Se me tensaron los músculos y las lágrimas que me anegaban los ojos se abrieron paso entre el hollín que me manchaba el rostro. Mi mente se resintió, incapaz de soportar aquella tortura, y cuando creía que no podría aguantar más, el dolor desapareció de golpe.
La luz se intensificó y las agujas ahondaron en mis sienes. Quentin me observó con el ceño fruncido, pues no comprendía por qué seguía sintiendo dolor después de su hechizo, y le posé una mano sobre el brazo antes de darle las gracias.
El malestar se aflojó en cuanto me empezaron a caer pequeñas gotas de lluvia sobre la piel. Levanté la mirada para descubrir a Aidan a lo lejos, tratando de apagar las llamas que consumían el bosque con su poder elemental.
La tensión de mis hombros aumentó y la niebla que me adormecía se volvió más espesa. De las manos de Max brotaron pequeñas partículas de plasma del color de la hierba y el soldado las guio por el claro mientras comenzaba a regenerar las plantas y los árboles que se habían dañado con la explosión.
Los ojos de Mónica se iluminaron con el poderoso color de la arcilla y destacaron sobre su piel oscura. La obsidiana dibujó varias runas de luz áurea en el aire y posó las manos sobre el jabalí de fuego para devolver el poder elemental que residía en su cuerpo a la gema Ámbar.
—Moira —dijo Killian tras intercambiar una mirada con Quentin y comprobar que las lágrimas seguían rodando por mis mejillas.
—Estoy bien —dije con la voz débil mientras aceptaba su ayuda para levantarme.
—¿Qué ha pasado?
Abrí la boca para responder, pero en cuanto me incorporé sentí que el poder elemental se posaba sobre mis hombros y me empujaba hacia la espesa niebla que reinaba en mi mente.
—¿Moira?
Sentí que me desvanecía. Unos brazos firmes me levantaron en el aire y el sonido de la lluvia se debilitó hasta que solo quedó el silencio.
En cuanto abrí los ojos reconocí la estantería de hierbas y cristales que había en la sala de sanación. Me moví para incorporarme, pero mi dolor de cabeza se activó de golpe y emití un gemido inconsciente. Percibí movimiento en la estancia y me encontré con la preocupada mirada de Killian, que me observaba desde una butaca que descansaba en la esquina más alejada.
—¿Estás bien? —me preguntó mientras se acercaba.
—Como un gigante comiendo asado bajo la luz de las lunas.
—Has pasado varias posiciones de los astros inconsciente.
—Me gusta mucho dormir —dije tras deslizar la mirada por la ventana y comprobar que estaba amaneciendo.
—Ya sé que tu cama y tú tenéis una relación muy intensa.
El aleteo de mi vientre cobró vida en cuanto recordé lo que le había dicho en la tienda de magia de Brurc. En sus ojos vi el reflejo de la misma memoria y correspondí la complicidad de su rostro a pesar del dolor que sentían mis músculos.
—¿Podéis dejar ya las miraditas? —preguntó Trasno desde los pies de la cama—. ¡Me tenéis hasta aquí! —exclamó mientras sacaba del bolsillo un gorro terminado en punta y lo lanzaba al aire—. Tu padre y tu amigo El Ricitos han sabido mantener la compostura, pero el Tiburón de Martillo se ha pasado toda la noche con la cara larga. ¿Sabes qué aburrimiento?
Me reí entre dientes y Killian enarcó las cejas porque no comprendió mi reacción.
—¿Has pasado aquí la noche? —pregunté en cuanto reparé en su cabello despeinado y en las manchas púrpuras que le oscurecían los ojos.
—Estaba preocupado. Todos lo estábamos —dijo antes de sentarse sobre la cama y apoyar la mano sobre la mía—. ¿Qué pasó en el bosque?
—No lo sé. Estaba observando las flores del claro y el jabalí de fuego apareció entre los árboles.
—¿Solo? Es muy extraño encontrar a un animal como ese lejos del interior de los bosques Ámbar... ¿Y la explosión?
—Tenía los ojos cerrados, no vi nada.
—¿Por qué tenías los ojos cerrados?
—Porque pensaba que iba a morir.
La sinceridad de mis palabras lo sorprendió y su mandíbula se tensó. Algo se removió en el mar que escondían sus ojos y las emociones que se reflejaron en ellos me cautivaron.
—Siento haber puesto a Marco en peligro.
—Y yo siento haber reaccionado como una idiota.
—No pasa nada, ya sé que eres de mecha corta —dijo con una malicia que provocó que le diese un golpe en el pecho.
Killian se rio entre dientes, pero el arrepentimiento que vivía en su mirada no desapareció.
—La existencia del Hrath, descubrir que Júpiter era mi hermano, la huida de Catnia... Ya no sé en quién puedo confiar, Moira.
—No puedes confiar en nadie.
—¿Y entonces qué hago?
—Confía en tu instinto.
—Eso hice al hablar con Oak y mira cómo resultó.
—Sé que solo querías ayudar, Killian, pero no puedes tomar decisiones de ese calibre sin consultarlo con los demás.
—Me ha quedado claro, créeme —dijo con una expresión que consiguió que me sintiese culpable por lo que le había dicho en el pasillo.
—No pretendía ser cruel, pero me sentí traicionada.
—¿Traicionada? —repitió incrédulo—. ¿Traicionada por qué?
—Porque tomas decisiones unilaterales que le afectan a la gente que me importa, Killian.
—Yo jamás te traicionaría.
Sus ojos se encontraron con los míos, y cuando deslizó una mano por mi mejilla para atraerme hacia él, me aparté.
—Nunca digas nunca.
¿Teorías? ¿Alguien?
🏁 : 160 👀, 56🌟 y 70✍
Un besiñoooo 😘
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