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4. Fuego y lluvia


La ira que fluía en mi interior quemaba todas las barreras que construía para hacerle frente. Me mordí la lengua para contener las ganas que tenía de gritarle a Killian, pero el dolor no logró ganar la batalla contra la necesidad que sentía de darle un puñetazo en la cara.

En el pasado me había preguntado cómo era posible que Júpiter llevase a cabo acciones tan violentas y por fin había encontrado la respuesta. Las emociones oscuras y descontroladas tenían el poder de convertirnos en personas que no queríamos ser, la experiencia me lo había demostrado, y los sentimientos que me inundaban en aquel momento estaban muy cerca de ganar la batalla. Tenía que salir de allí y retomar el control. Tenía que lidiar con el huracán que había cobrado vida en mi interior antes de que se desatase una poderosa tormenta.

—¡Yujuuu! —exclamó Trasno mientras saltaba entre las lámparas de hierro y sal que colgaban de las paredes—. ¿Nos estamos pasando al lado oscuro?

—Cierra la boca.

—¿Con quién hablas? —me preguntó Killian, que se materializó a escasos centímetros de mi rostro y casi me provocó un infarto.

—No es asunto tuyo —dije antes de pasar de largo y dejarlo atrás.

—Moira, espera.

—No quiero.

Sus ojos me rogaron que lo escuchase, pero me deshice de la mano que me posó en el brazo y me alejé por el pasillo antes de ceder a sus súplicas.

—No hay nada mejor que la ira para arreglar las cosaaaas...

—Cállate ya.

—¿Que me calle? ¡Si todavía no me has dejado hablar! —dijo Killian con una confusión que no hizo más que aumentar mi enfado.

La risa de Trasno rebotó en las paredes y resoplé mientras apretaba el paso. El jefe del clan se pasó una mano por el pelo, como hacía siempre que estaba frustrado, y suspiró.

—Déjame explicarte —pidió en cuanto me alcanzó—. Entre Oak y yo no hay nada, Moira.

Frené en seco y me volví con una incredulidad que se reflejó en mi rostro.

—Tuvimos algo cuando éramos unos críos, pero no fue nada serio y terminó hace edades.

Las emociones de mi pecho se removieron con energía, avivadas por sus palabras, y mi mirada estupefacta se encontró con la suya, que me observaba a la espera de una respuesta.

—Parece chiste, pero es anécdota —dijo Trasno mientras se agarraba a la lámpara más cercana y se balanceaba sobre nuestras cabezas.

Killian siguió la línea de mi mirada y yo me llevé una mano a la boca para amortiguar una carcajada amarga.

—No sé qué me hace más gracia, si la absurda realidad en la que vivo o que realmente pienses que estoy enfadada por semejante estupidez.

—Nunca subestimes el ego de un humano —murmuró Trasno.

—¿Entonces qué te pasa? ¿Es por lo de Marco? —Apreté los puños tras escuchar el nombre de mi amigo—. Ya te he dicho que podemos confiar en ella.

—¿Ah, sí? ¿Me lo has dicho? Porque yo creo que el único momento en el que me explicaste algo fue después de haber abierto la boca, cuando ya no había vuelta atrás. Es más, estoy segura de que ni siquiera le has preguntado a Marco qué piensa sobre compartir el secreto de su existencia con la jefa del clan Esmeralda, esa que tiene el poder de hacer que su vida vuelva a ser miserable.

Killian abrió la boca para decir algo, pero la confusión le nubló la mente y se quedó en silencio.

—No necesito ni que me respondas. Sé que Marco jamás accedería a algo así, no sin antes descubrir qué tipo de persona es Oak y qué valores defiende, porque él, ese niño al que iban a asesinar por ser tan poderoso que podría poner en peligro los planes de la Autoridad, jamás compartiría sus secretos con alguien a quien no conoce. Pero a quién le importa, ¿verdad?

—Moira, yo... No pensé que-

—¡Pues claro que no pensaste! —exclamé airada—. No pensaste porque tanto tú como el noventa por ciento de las personas que vivís en este maldito castillo creéis que tenéis el derecho a tomar decisiones que les afectan a los demás sin ni siquiera consultarles. No pensaste porque estás tan acostumbrado a ser el Ix Realix que todo lo ordena que no valoraste ni por un segundo qué es lo que querría Marco, y no pensaste porque no cuentas con quienes te rodean para decidir qué hacer porque crees que nunca te equivocas.

»Marco y los miembros del Hrath viven en el exilio sin comida, sin poder elemental y sufriendo las consecuencias del clima extremo de la montaña por culpa de la Autoridad a la que tú y Oak Green pertenecéis. Han sufrido más que suficiente a manos de vuestro estúpido sistema de gobierno, y si la paz que han alcanzado después de tanto dolor y esfuerzo se ve perjudicada por vuestra culpa, prepárate, Frost, porque te juro por el cetro de loto de Zeus que lo ocurrido con Júpiter no será ni la décima parte de lo que le haré a esta maldita Fortaleza.

Me volví sin esperar su reacción y me dirigí a la salida a toda prisa. El corazón me latía desbocado y el pulso me resonaba en cada centímetro del cuerpo. El calor se apoderó de mi piel, avivado por la rabia que ardía en mi interior, y me apresuré para alcanzar cuanto antes el aire que aliviaría aquella quemazón.

—¡Boom! —exclamó Trasno mientras saltaba sobre mi cabeza para aterrizar en la siguiente lámpara—. ¡Así me gusta! ¡Enséñale a ese Cangrejo de Mar lo que es bueno!

No me fijé en las personas con las que me crucé por los pasillos y mi cuerpo se encargó de recorrer la distancia hasta la salida en el menor tiempo posible. El frescor del exterior alivió mi malestar y me distraje observando los cálidos colores del atardecer que comenzaban a teñir el cielo.

Los guardias de la puerta principal se volvieron para preguntarme si tenía permiso para abandonar el castillo, una medida de control establecida tras lo ocurrido con Catnia. No sé si fue la ira que brillaba en mi expresión o el mechón de color que se escondía entre mi cabello, pero sus ojos se inundaron con reconocimiento antes de separar las picas para permitirme el paso. Les agradecí el gesto con un asentimiento y me encaminé hacia el bosque.

Necesitaba respirar. Estaba enfadada y decepcionada. No me podía creer que Killian hubiese arriesgado el futuro de Marco y los demás cuando sabía lo que les había ocurrido. Si hasta había visto las condiciones en las que vivían los hrathnis con sus propios ojos...

—¡Por las nueces escarchadas de Adros! —les grité a los árboles.

Entendía que confiase en la jefa del clan Esmeralda y que creyese que podía ayudar, ya que Marco pertenecía a su reino, pero que no hubiese contado con ellos para tomar una decisión tan importante me enfurecía más de lo que estaba preparada para admitir.

Me sentía traicionada.

Era yo quien había llevado a Killian y a la Guardia a las puertas del Hrath, quien había decidido que podía confiarles los secretos de mis seres queridos porque eran diferentes al resto, porque tenía la esperanza de que nos ayudasen a cambiar las cosas, pero no así.

Habíamos sobrevivido a la guerra gracias a los hrathnis, que acudieron en nuestra ayuda a pesar de lo sufrido a manos de los habitantes de aquella estúpida Fortaleza. Todavía no sabíamos quiénes pertenecían al lado oscuro del gobierno; cualquiera podría estar apoyando a Catnia desde las sombras.

«¿Crees que no sé a dónde envías a aquellos que tienen el poder para terminar con tu tóxico mandato? ¿Que no conozco la interminable lista de cadáveres que has creado con aquellos que no querían obedecer tus órdenes? ¿Que no sé por qué el sanador de tu clan no puede pronunciar palabra y que desconozco lo que has logrado en el clan Rubí? ¿Crees que no sé lo que pasó con papá?»

Las palabras del hermano de Killian resonaron en mi mente con la fuerza de una tormenta.

«Crees que no sé lo que pasó con papá?»

El diario de Adaír seguía escondido en el cuarto que me habían asignado. Cada vez que leía los pensamientos del antiguo Ix Realix y veía lo mucho que se preocupaba por el clan y sus hijos aumentaba el odio que sentía hacia Catnia. El problema era que había demasiada información que no comprendía en aquellas páginas, y si quería llegar al fondo del asunto, tendría que descubrir los secretos enterrados entre las paredes y la corteza de los árboles.

El impacto que había tenido en Alis descubrir aquel diario era evidente, aunque la muchacha se las arreglaba para mantenerlo en secreto y evitar que su hermano se enterase. ¿Pero hasta cuándo podríamos ocultarle a Killian aquella información?

El viento se coló entre las hojas de los árboles y trajo un aroma fresco y natural que apagó el fuego de mi pecho. El sendero que seguía, marcado por el tono marrón de la tierra, se tiñó de pinceladas de azul que aumentaron conforme me acercaba al corazón del bosque.

Entre los helechos y los matorrales comunes aparecieron plantas elementales que me maravillaron con su presencia. Sonreí cuando una reaccionó a mi movimiento y se replegó sobre sí misma para convertirse en una bola, y deslicé la mano sobre una flor de plasma que brilló allí donde se posaron mis dedos.

Trasno había tenido la amabilidad de desaparecer y darme unos minutos de paz, lo que permitió que disfrutase de la naturaleza y de la calma que esta me aportaba. Mi interior vibró por la expectación cuando llegué a un claro rodeado por especies mágicas que se iluminaban cuando se tocaban por el efecto del viento.

Troté hacia una flor de artificio y me arrodillé sobre la hierba para apreciarla con más detalle. La brisa la movió en mi dirección y provocó que la esfera blanca que se abría paso entre las hojas brillase por el efecto de la luz.

Cerré los ojos y me concentré en el olor a hierba, mar y menta que me envolvía. Percibí la humedad que se apoderaba del ambiente con la llegada de la oscuridad y sonreí al escuchar las olas que rompían contra la cercana orilla. Suspiré y posé un dedo sobre la poderosa esfera blanca antes de dar un paso hacia atrás con precaución.

El bosque se detuvo y el silencio reinó en el claro. La esfera saltó en el aire y se alzó varios metros sobre el suelo antes de estallar en una explosión de destellos azules que iluminaron mi entorno. Las partículas de luz me acariciaron la piel con el suave abrazo de la lluvia, y el olor a tierra mojada logró dibujar una sonrisa en mi rostro.

Me levanté para continuar adentrándome en el bosque y disfrutar de los tesoros que se escondían en la naturaleza. El viento cobró vida y zarandeó las ramas de los árboles. Las olas del mar golpearon las rocas con violencia y un gruñido provocó que me volviese a toda velocidad.

Arrugué la nariz en cuanto percibí el olor del bosque quemado, y entre los matorrales y las plantas que habían comenzado a arder, descubrí la imponente figura de un jabalí de fuego que me observó con una maldad que me tensó los músculos y me aceleró el corazón.

Ahora ya sabéis por qué se enfadó Moira 🕵️‍♀️

Muchas gracias por todo el apoyo que le estáis dando a esta segunda parte. Me pone muy feliz leer vuestros comentarios y ver la implicación que tenéis con los personajes ❤

Espero que os haya gustado!

🏁 : 160 👀, 55🌟 y 70✍

Un besiñoooo 😘

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