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36. La vida de nuestros ancestros


Me dirigí a la torre de Adaír a toda prisa. Podría haber utilizado una lágrima de luna para volverme invisible y evitar las miradas de aquellos con quienes me crucé, pero estaba demasiado cansada como para pensar en otra cosa que no fuese la preocupación de Zeri. Las voces de mi cabeza no dejaban de recordarme que el antiguo Ix Realix había fallecido tras descubrir los secretos que se ocultaban tras aquella misteriosa enfermedad. ¿Me ocurriría lo mismo si intentaba investigar lo sucedido?

Las distracciones me jugaron una mala pasada y tomé el camino que daba a la entrada del gran salón, el lugar en el que se celebraría la fiesta en honor a Elísabet. El corredor se tiñó de luces multicolor debido a la magia que utilizaban los agentes del castillo para organizar los preparativos, así que apreté el paso en un intento por salir de allí lo antes posible.

—Señorita Stone —dijo una voz que me obligó a detenerme.

Suspiré y me volví para enfrentar al hombre que se dirigía a mí. Se trataba de un nei de mediana edad que tenía el pelo tan negro como el carbón. Los rizos y el bigote contrastaban con su piel del color de las lunas y sus ropajes azules demostraban la autoridad de su rango.

—Disculpe que la interrumpa —dijo mientras me tendía una mano amable—. Me llamo Órbigo y soy maestro en Slusonia. Solo quería decirle que desde que los alumnos asisten a sus clases, su desempeño en mis lecciones ha mejorado notablemente.

—¿De verdad? —pregunté sorprendida.

—Palabra de agua. No sé qué está haciendo con ellos, pero no abandone, por favor —dijo con una sonrisa que correspondí.

—Gracias por hacérmelo saber.

Órbigo asintió y se dirigió al gran salón, y cuando lo seguí con la mirada, descubrí a Killian observándonos desde el interior de la estancia. La mirada del jefe del clan se agitó y la alegría que me regaló el maestro se evaporó al instante. Percibí movimiento junto a mí y me topé con el rostro de Max, que atravesó un portal de luz esmeralda para reunirse con sus compañeros. El ambiente se tensó y me mordí la lengua antes de dar media vuelta y seguir caminando.

Los Aylerix se despidieron con gestos silenciosos y Killian recibió a Max como si no hubiese ocurrido nada. Me maravillaba la eficiencia con la que el Ix Realix canalizaba su ira hacia mí, pero en el fondo, sabía que era lo mejor para todos. Lo último que necesitábamos era que también estuviese enfadado con el soldado.

«Al fin te encuentro» —me dijo Doc mientras surgía de entre las sombras.

Me resigné y lo seguí hasta la sala de sanación, donde me realizó decenas de pruebas nuevas mientras me entretenía retratando a la última criatura que había aparecido en mis delirios. El sanador utilizó cristales, burbujas de energía, coronas elementales y tisanas con especies mágicas desconocidas. Bebí brebajes que buscaban activar la magia y curar bloqueos energéticos, sostuve artefactos cargados de poder que me debilitaron la mente y el cuerpo y cumplí hasta la última de sus peticiones.

El atardecer tiñó el cielo de colores y me senté junto a la ventana mientras él trabajaba con los símbolos de luz que iluminaban la estancia. Acomodé el cuaderno de plasma y nácar sobre las rodillas y dibujé lo que se extendía más allá del cristal. Utilicé tonos azules para hacerle justicia a la hierba y a los arbustos de las tormentas. Los violetas y naranjas iluminaron un cielo carente de soles, pues se ocultaban bajo las escasas nubes rosadas que se dejaban llevar por el viento. Dibujé las piedras que delimitaban el jardín y entre ellas retraté a la familia de troles con cejas de musgo y cabello de hierba que me saludaban desde la distancia. Eran criaturas amables y risueñas, pero Trasno tenía razón, no les gustaba nada la luz del sol.

—¿Doc? —dije con voz suave—. Hoy será el último atardecer que hagamos esto.

«¿A qué te refieres?»

—No quiero tener que soportar más pruebas ni continuar con la investigación.

El sanador se alejó y la luz turquesa que emitían sus manos se apagó al instante. El rostro del aqua se llenó de asombro y su frente se arrugó por la confusión.

«¿Por qué no?»

—Estoy cansada de perder el tiempo; necesito invertirlo en cosas más importantes.

«No estamos perdiendo el tiempo» —dijo molesto.

—Me has hecho todas las pruebas posibles y mi poder no se ha manifestado. Ahora estamos probando con experimentos y remedios alternativos con la esperanza de dar con uno que arregle algo que no tiene solución.

«Los resultados son inconcluyentes, no negativos. Hay una diferencia».

—Yo no la veo.

«Las pruebas detectan algo, pero no sabemos de qué se trata».

—Se trata de la ausencia de magia, Doc.

«O de otro tipo de magia que desconocemos».

—Seguro que sí.

El anciano me miró con una seriedad impropia en él y suspiré con resignación.

—No me importa venir una puesta de los soles con cada luna para probar suerte con tus últimas teorías, pero esto se acabó.

«Al Consejo no va a gustarle».

—El Consejo puede intentar dirigir la vida de otra persona, porque la mía, por mucho que les pese, sigue siendo mía.

«¿Y qué me dices de los resultados de la huella energética? ¿Cómo explicas la explosión de poder?»

—No lo sé. Hay algo que no estamos comprendiendo, pero te aseguro que yo no soy la respuesta.

El sanador se llevó una mano a la frente con cansancio e hizo un gesto que detuvo todos los artefactos mágicos de golpe. Los cristales que flotaban a mi alrededor levitaron hasta las estanterías y las runas y los símbolos elementales se difuminaron en el aire.

—Doc, me gustaría preguntarte algo. —El sanador se volvió hacia mí con el rostro serio—. ¿Qué sabes de las alucinaciones?

✧☪✧

Podía escuchar a Elísabet cantando incluso desde la torre secreta de Adaír. Tenía una voz preciosa, y cuando terminó de deleitar a los invitados de la fiesta con una oda al mar, el público estalló en aplausos. Los Ix Regnix de los seis clanes disfrutaban de la velada en honor de la nueva Ix Realix, y mientras tanto, los reinos se encontraban más desprotegidos que nunca.

Percibí sonidos provenientes de las escaleras en espiral y llevé una mano a las lágrimas de luna de inmediato. La puerta se abrió y el rostro azorado de Alis se escondió tras un escudo de hielo protector. El poder de la lágrima rubí que sostenía entre los dedos me acarició la piel, pero no llegó a liberarse. La aqua y yo nos miramos aliviadas y compartimos sonrisas nerviosas mientras se acercaba.

—Recuérdame que nunca te sorprenda por la espalda —dijo divertida—. ¿Has descubierto algo?

—Nada nuevo —dije con la mirada perdida en los papeles que había desperdigados por el suelo—. Pero Zeri me ha dicho que solo han enfermado las familias pobres del reino.

—Como escribió mi padre...

—En su investigación dice que la dolencia les arrebataba la energía vital.

—¿Qué significa eso? —preguntó confundida.

—Que carecían de fuerza. No podían mantenerse en pie y en las últimas fases de la enfermedad perdían la consciencia. Los sanadores no supieron cómo ayudarlos. El nögle no les fortalecía el cuerpo, ni tampoco los alimentos, y al cabo de unas puestas de los soles, terminaban por perecer.

—¿Y cómo los curaron?

—Si tu padre logró dar con una solución al problema, no tuvo tiempo de escribirla en sus diarios —dije abatida—. Deberíamos preguntarles a los malditos ancianos.

—¡Moira! —exclamó afectada—. No hables así de ellos. ¿Es que no sabes que son sagrados?

—¿De qué me sirve que sean sagrados si cuando necesitamos ayuda se enclaustran en la Cima Inalcanzable?

—Los ancianos tienen sus propias obligaciones. Su labor es muy importante para los reinos.

—También lo son sus condenadas respuestas —murmuré airada.

—Esto ocurrió cuando yo era pequeña —dijo con tristeza—. Estoy segura de que Farren sabría cómo ayudarnos.

—Quizá por eso lo mataron, Alis.

✧☪✧

Me deslicé bajo el manto de estrellas, admirando la energía elemental que contenían las especies mágicas del jardín. La brisa de la noche me hizo estremecerme y me removí atemorizada. Ya no podía ignorar el miedo a lo que me estaba pasando; a lo difícil que me resultaba diferenciar la realidad de las alucinaciones; a la presencia de las voces que resonaban en mi mente y que cobraban fuerza con cada amanecer. Le tenía pánico a lo que ocurría en el clan Rubí y no me cabía duda de que, si era Catnia quién había propagado la enfermedad entre los habitantes del reino Rojo, pronto intentaría destruirlo todo.

—Eres muy amable por honrarnos con tu presencia —me dijo Killian en cuanto entré en la armería—. ¿La próxima vez deseas que te avisemos con un atardecer de antelación?

—¿Has descubierto algo? —le pregunté en beneficio de los soldados, que no sabían cómo reaccionar en aquellas situaciones.

—¿Además de que no se puede contar contigo?

—Killian —le advirtió Aidan.

El jefe del clan suspiró y se apoyó en la mesa de piedra en la que me había besado hacía lo que semejaba ser toda una vida.

—No he podido preguntarle directamente —se lamentó—. Los Ix Regnix se interesaron mucho por Elísabet y nuestro vínculo y tuve poco tiempo para hablar con Emosi.

—¿Y? —presionó Mónica.

—Me dijo que todo iba bien en el reino.

—Claro que sí —bufó Quentin con amargura—. Todo lo bien que el Consejo y las grandes familias permiten que vaya.

—Le dije que los eruditos aqua estaban investigando las enfermedades antiguas para indagar sobre la vida de nuestros ancestros. Le pareció muy interesante e incluso me preguntó sobre la metodología que utilizaban. Su comportamiento no me resultó sospechoso ni deshonesto.

—¿Pero? —dijo Max, que percibió la duda en la voz del jefe del clan.

—Pero creo que oculta algo.

—¿Sobre la gente enferma? —preguntó Quentin.

—No lo sé, fue una sensación.

—Confía en tu instinto —le recordé en un susurro que provocó que me mirase con una intensidad que me quemó.

—Quentin es el Ix Regnix legítimo, es evidente que Emosi guarda muchos secretos.

—¿Crees que solo se trata de eso? —le pregunté.

Los ojos de Killian centellearon con ira, como si le molestase escuchar mi voz, pero el aqua negó latidos después.

—¿Los Ix Regnix no fueron notificados de la sucesión rubí? —preguntó Mónica con sospecha.

—Yo no tengo constancia y en el libro del clan no se menciona. Si no se lo comunicaron al Ix Realix, me atrevería a decir que a los demás Ix Regnix tampoco.

—Lo habrán mantenido en secreto —dijo Quentin con desprecio—. Si se descubriese lo ocurrido con mi familia, el escándalo llegaría hasta la Cumbre Solitaria.

—Devo dijo que el clan Rubí estaba sumido en una forma de gobierno maquiavélica que ya no distinguía el bien del mal —dije recordando las palabras del magno—. ¿Creéis que han podido ocultar a Catnia en su reino?

—La Autoridad del clan no conoce límites cuando se trata de alcanzar sus propósitos —dijo Quentin mientras se aferraba a la flecha de diamante que le colgaba del cuello.

—Si Catnia tiene aliados en el reino Rojo, quizá fue ella quien creó la fisura en el escudo que separa los reinos —dijo Aidan pensativo.

—También la pudo crear Zeri para atravesar la frontera sin ser visto.

—¿Por qué iba a hacer algo así? —pregunté indignada por la insinuación del jefe del clan.

—No lo sé, dínoslo tú, ya que eres la experta.

—Controla el tonito, Frost, solo pretendo ayudar.

—Vosotros siempre queréis ayudar y luego no hacéis más que dar problemas. Ese protegido tuyo podría haber provocado una guerra entre los clanes. Es posible que siga formando parte de la legión de Júpiter y que nos haya estado espiando desde que llegó a la Fortaleza.

—¿Qué es lo que hace que desconfíes de él exactamente? —pregunté harta de sus tonterías—. ¿Que haya burlado la seguridad del reino sin que te dieses cuenta o que tuviese el valor de hacerlo a pesar de las consecuencias?

—¿Los delincuentes sin remedio tenéis un convenio con el que os juráis lealtad eterna o lo hacéis solo por sembrar el caos?

—¿Por sembrar el caos? ¿Es que sigues pensando que eres el centro del universo, Ix Realix? Zeri rompió las normas por intentar proteger a alguien a quien considera un hermano. Esto no tiene nada que ver contigo y tus estúpidas órdenes. ¿Tengo que recordarte que tú también abandonaste la Fortaleza para ir en busca de Alis? Si después de todo lo que ha ocurrido le sigues dando más importancia a las normas que al valor de la vida de los demás, es que tienes más problemas de los que pensaba.

—¡No me hables de mis problemas como si no fueses tú misma quien los crea!

—¿Insinúas que tengo la culpa de que seas un cabestro?

—¿Insinúas que tus acciones no tienen consecuencias?

—¡Por supuesto que las tienen! ¡Pero yo al menos tengo el valor de dar la cara y asumir el precio que tengo que pagar!

—¡¡Suficiente!! —exclamó una voz que nos sobresaltó al ser acompañada por un gran estruendo.

Vosotras pensando que a Killian se le iba a pasar así de rápido la tontería... No os queda nada 😂😂😂 Y Moira también se está calentando... 👀

¿Qué os parece  lo que le ha dicho al sanador?

¿Y todo lo que está pasando en Rubí?

Qué ganitas de que explote todooooo 🌈

Creo que este fin de semana habrá un pequeño capítulo extra... Pórtense bien ❤

Espero que os haya gustado😻

🏁 : 185 👀, 80 🌟 y 85✍

Nos leemos el jueves.

Un besiñoooo😘

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