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34. La dirección en la que sopla el viento


La Fortaleza estaba repleta de agentes que iban de un lado a otro para atender a los Ixes y a las grandes familias que estaban de visita, pues con la noticia de la vinculación nywïth del Ix Realix, todos querían venir a conocer a la nueva jefa del clan. Caminar por los pasillos era un suplicio, ya que cada vez que pestañeaba se abría un portal mágico del que salían o entraban neis en tropel.

Mi pulso seguía acelerado debido a las nuevas de Zeri. El muchacho mantenía el contacto con un amigo que vivía en Rubí, quien le había contado que estaba ocurriendo algo extraño en el reino Rojo. Cuando dejó de recibir noticias suyas, se preocupó y decidió ir a comprobar si le sucedía algo, lo que suponía desobedecer las órdenes que le habían dado Killian y los soldados cuando le permitieron quedarse en la Fortaleza. Quentin se enfadó con él por faltar a su palabra, pero los tres sabíamos que la rabia del soldado nacía de la preocupación por el muchacho, pues había corrido un riesgo innecesario.

Me mordí la lengua para evitar gritarle a la enésima persona que se chocó conmigo e intenté abrirme paso entre la multitud. ¿De dónde salía toda aquella gente? Respiré aliviada cuando alcancé un corredor que parecía estar vacío, pero en cuanto doblé la esquina, me encontré con un pasillo tan abarrotado como el anterior.

«Al final los malditos portales no sirven para nada» —pensé al borde de un ataque de nervios.

—¡Moira!

Distinguí la voz de Alis entre las conversaciones que inundaban el lugar y vi su melena rizada a lo lejos. Aceleré el paso, afectada por la preocupación, y la joven imitó mi comportamiento hasta que me alcanzó.

—¿Has hablado con Zeri? —dijimos al unísono.

El semblante de la aqua se tornó serio y Alis me tomó de las manos, lo que extendió un hormigueo por todo mi cuerpo. La niebla amenazó el límite de mi mente y la sensación de vértigo que me revolvió el estómago desapareció en cuanto posé los pies sobre el suelo de su cuarto.

—¿Crees que se trata de la misma dolencia de la que hablaba mi padre? —me preguntó mientras empezaba a caminar, presa de los nervios—. ¿Cuántos afectados hay? ¿Será culpa de Catnia? ¿Cómo es posible que haya personas enfermas en Neibos, Moira? ¿Qué vamos a hacer?

—No lo sé. Hablaré con los soldados para ver si han averiguado algo, pero, Alis, tenemos que contárselo a tu hermano.

—No le va a gustar. Tiene el humor de un lince de las tinieblas desde hace días.

—Tendríamos que habérselo contado en cuanto encontramos el primer diario.

—Ya lo sé —dijo arrepentida—. Solo quería ahorrarle un disgusto.

—Si los habitantes del clan Rubí están enfermos, quizá podamos encontrar una solución en los escritos de Adaír. No se enfadará tanto como crees, ya verás.

—Ojalá estuviese Farren aquí... —dijo con los ojos vidriosos.

El recuerdo del consejero que había sido como un padre para ella y Killian se cernió sobre nosotros. El rostro de Alis se transformó con tristeza y me acerqué para consolarla, pero nos sobresaltamos cuando llamaron a la puerta.

—Alis, ¿estás ahí? —preguntó Max—. La gran maestra te está esperando, llegas tarde a clase.

La muchacha suspiró, se alisó el vestido y se dirigió a la salida con el semblante tan en calma como la superficie de un lago en una noche de verano.

—¿Crees que todos los Frost reciben clases para aprender a ser emocionalmente inaccesibles? —me preguntó Trasno con malicia.

—Perdona, Max, me he despistado —le dijo la joven mientras abría un portal de luz turquesa—. ¡Que tengáis un mágico día!

—¿Se encuentra bien? —me preguntó el soldado mientras descendíamos las escaleras para abandonar las dependencias de la familia del clan.

—Todo en orden. —Max frunció el ceño y se detuvo para analizar nuestro entorno, y como no descubrí nada extraño, me volví en su dirección—. ¿Qué pasa?

—Eso digo yo —respondió mientras señalaba a las personas que caminaban a nuestro alrededor.

—No te preocupes, todos me miran así desde que Vayras montó el numerito con el Consejo.

—No tenías que mentir por mí —dijo con culpabilidad.

—Su opinión sobre mí no va a cambiar, Max. Lo mínimo que podemos hacer es conservar tu buen nombre, ¿no te parece?

—A los muertos hay que respetarlos —dijo Trasno desde la barandilla.

Max me miró con una ternura que me removió por dentro y no fue difícil ignorar al duende cuando el soldado me rodeó con los brazos y me apretó contra su cuerpo.

—Gracias —susurró.

El aroma del bosque me envolvió en una nube de calma. La brisa fresca me acarició la piel y sonreí contra su pecho. La calidez que me transmitió calmó la preocupación que sentía, pero sus músculos se tensaron de golpe y rompieron la burbuja de serenidad. Me alejé para ver qué ocurría y descubrí a Killian observándonos desde las escaleras.

—Quentin quiere hablar con nosotros —dijo con la voz ronca.

El jefe del clan atravesó el portal de humo cobalto sin esperar a que le respondiésemos y Max suspiró junto a mí. Nos dirigimos a la armería de la Casa Aylerix en un completo silencio, donde nos reunimos con el resto de soldados.

—¿Qué ocurre? —preguntó Killian con voz más suave para dirigirse a Quentin, que tenía la frente arrugada, los ojos apagados y la piel pálida.

—Creo que algo va mal en Rubí.

—¿A qué te refieres? —le preguntó Aidan.

—Los habitantes del reino están enfermos.

—¿Enfermos? —repitió Mónica desconcertada.

—Ya no hay enfermedades en Neibos —dijo Max con un tono que se asemejó más a una pregunta que a una afirmación.

—Lo sé, pero está ocurriendo algo extraño. Zeri dice que ha visto...

—¿Zeri? —lo interrumpió Killian. Quentin hundió la cabeza entre los hombros—. ¿Cómo ha llegado Zeri al clan Rubí?

—Estaba preocupado por un amigo y...

—La frontera de los reinos está protegida y vigilada desde que estamos en alerta, Quentin. ¿Cómo ha regresado a Aqua sin ser visto?

—Hay una zona que no se ve afectada por el escudo de los reinos —dije cuando el rubí guardó silencio.

—¿Cómo dices? —El jefe del clan se volvió para analizarme con fuego en la mirada.

—Al parecer, siempre ha sido así.

—Cuidado, el pez globo está a punto de explotar —me advirtió Trasno.

—¡¿Y nos lo dices ahora?! —bramó Killian.

—Lo he descubierto hace escasos latidos.

—¿Esperas que confíe en tu palabra? —me preguntó con rabia.

Nuestros ojos se encontraron y entre nosotros saltaron chispas que me quemaron la piel. Quería saltarle a la yugular y hundirle las uñas en la carne, pero al ver que los soldados arqueaban las cejas y se miraban sin saber qué hacer, decidí morderme la lengua y envenenarme con mi propia ponzoña.

—¿No podéis ir a Rubí y comprobar qué ocurre? —pregunté con la voz más neutral que pude fingir.

—No sin hablar antes con el Ix Regnix —me explicó Aidan.

—Y si somos nosotros quienes lo cuestionamos, Emosi lo considerará una falta de respeto —dijo Max mientras negaba con la cabeza.

—Es una acusación muy grave —coincidió Killian.

—Grave o no, si hay personas en peligro, deberíamos hacer algo.

—Tú siempre tienes que hacer algo —refunfuñó con rabia.

—Moira tiene razón, Killian —le dijo Mónica con suavidad—. Si es cierto, debemos actuar cuanto antes.

El jefe del clan suspiró y se frotó la cara con preocupación.

—Yo tampoco creo que se trate de una enfermedad —confesó Quentin—. Las dolencias desaparecieron hace edades.

—Emosi vendrá este anochecer con los demás Ix Regnix para presentarle sus respetos a Elísabet.

Escuchar cómo hablaba de su nywïth dolió, pero centré toda mi energía en permanecer impasible.

—Dejad que vea qué dirección toman las aguas cuando hable con él.

—Gracias —le dijo Quentin mientras Killian le posaba una mano en el hombro con afecto.

—Los equipos de rastreo nos esperan para recibir nuevas órdenes, no te retrases.

El rubí asintió y descansó las manos en la mesa de piedra. Los demás formaron orbes de poder que los hicieron desaparecer y abandoné la armería en silencio para dejarlo a solas con sus pensamientos. El caos que vivía en mi pecho se calmó con la brisa del océano, pero mis emociones eran un eco permanente que ya no sabía cómo ignorar.

—Me siento como una idiota con esta ropa puesta —dijo una voz que me sobresaltó.

Musa apareció entre los árboles de bruma ataviada con las prendas que había tomado de mi armario. Era extraño verla con ropas de colores en lugar del blanco permanente del Hrath, pero el cuerpo fuerte y la bondad del rostro de la esmeralda lograban mostrar su belleza en cualquier atuendo.

—Encuentro que una persona idiota seguirá pareciendo estúpida aunque luzca las galas más hermosas del reino. Una persona inteligente como tú, sin embargo, logrará transmitir su esencia incluso con el vestido más harapiento.

Me volví hacia el lugar del que provenía la voz de Quentin, que nos dedicó un gesto cortés acompañado de un «señoritas» antes de desaparecer tras un portal. Musa y yo nos miramos atónitas y en mi rostro se dibujó una sonrisa que no pude controlar.

—Ni se te ocurra —dijo mientras me amenazaba con un dedo.

—Solo iba a preguntar si nos podíamos cambiar los papeles en esta charada que nos ha tocado vivir.

—Yo en tu lugar también querría hacerlo —dijo mientras me rodeaba el brazo para caminar juntas—. ¿Se puede saber qué pasa con el Ix Realix?

—Ni me lo menciones.

—Es normal que esté enfadado.

—¡Lo que me faltaba por oír! —exclamé mientras me alejaba.

—Solo digo que el tema con Max es problemático. Si tú estuvieses en su situación, también estarías rabiosa.

—¿Pero se puede saber de parte de quién estás?

—De la tuya, amiga, siempre de la tuya, lo que significa que a veces te tengo que decir aquello que no deseas oír.

—No soy yo quien se comporta como un niño mimado y dolido cada vez que me ve.

—Quizá podrías ser más comprensiva.

—¿Me ves quemando la Fortaleza hasta los cimientos? No. Eso para mí es ser comprensiva.

Musa se rio y se acercó para entrelazar nuestros brazos de nuevo.

—Hablando la gente se entiende, Moira.

—¿Cómo voy a hablar con él si cada vez que abro la boca lanza dagas envenenadas en mi dirección?

—Tampoco ayuda que vayas por ahí diciendo que te has acostado con su amigo.

—La situación es la que es, Musa. Por mucho que lo intentemos, no podemos cambiar la dirección en la que sopla el viento.

—Por desgracia —dijo en un susurro cargado de nostalgia.

—¿Qué tal ha ido tu mañana en el bosque?

—¿Por qué mejor no hablamos de lo que ha ocurrido con los Ixes y la jefa del clan Esmeralda?

—¿Es que nadie en esta maldita Fortaleza sabe mantener la boca cerrada?

—Solo llevo aquí dos puestas de los soles, pero estoy bastante segura de que no.

Musa me miró con una malicia que me hizo reír y me sentí muy agradecida por que hubiese decidido regalarme su compañía.

—Estoy segura de que me habrían golpeado de no aparecer Oak, y todo porque Zephyr no utilizó la magia para vestirse. ¿Te parece normal?

—Como si hubiese cometido un crimen... Si es que todos los idiotas van a parar a la Autoridad. ¿Cómo esperan que prosperen los reinos bajo su mandato? —preguntó airada.

—El pobre estaba muy alterado. Se disculpó mil veces por haberme metido en problemas y sus compañeros no se calmaron hasta que hicimos unos ejercicios para percibir el poder elemental.

—¿No se suponía que les tenías que enseñar a...?

—Escóndete —ordené tras percibir un cambio en la energía.

—Hola, Moira —me saludó la jefa del clan Esmeralda, que entró en mi campo de visión mientras Musa se agazapaba entre los matorrales.

Todas creyendo que Killian está hechizado porque os negáis a aceptar que está enfadado porque cree que Moira se ha acostado con uno de sus mejores amigos 😂😂😂😂

Ya sabemos en qué nivel está el odio hacia Killian, pero ¿cómo pensáis que reaccionaría Moira si creyese que Killian se acostó con su amiga Musa, por ejemplo?

Os leo 📮📮

 Y os recuerdo que, a pesar de los deseos de la Autoridad y la presión de la Fortaleza, Killian sigue sin haberse vinculado...

🙄🙄🙄

Cada vez vamos descubriendo más cositaaaaas  ❤

Fan de todas vuestras teorías.

Espero que os esté gustando😻

🏁 : 185 👀, 80 🌟 y 85✍

Nos leemos el jueves.

Un besiñoooo😘

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