2. Linaje
Fruncí el ceño en cuanto reparé en la imagen que me devolvió el espejo y cerré el armario de golpe. Mi aspecto era un constante recordatorio de lo mucho que habían cambiado las cosas, un golpe que atacaba donde más dolía: en mis ganas de recuperar la normalidad.
La estúpida y delicada ropa que vestía no era más que un estorbo a la hora de moverme, ya que los ornamentos y las largas telas impedían que corriese y que me defendiese como era debido. Y todo para aparentar pertenecer a un mundo del que no formaba parte. ¿Dónde habían quedado mis prendas simples y oscuras? ¿Aquellas que me permitían pasar desapercibida y perderme entre los bosques?
Oh, los bosques, cómo los echaba de menos.
Había pasado un ciclo de Asteria sin salir de aquel maldito castillo, sin poner un pie en mi casa, sin poder huir de la realidad aunque tan solo fuese por unos latidos. Echaba de menos trabajar en la tienda de magia y recorrer las calles cuando la ciudad dormía, visitar el Hrath y disfrutar de la compañía y de las enseñanzas de mis amigos.
Echaba de menos desayunar con mi padre, debatir disparates y hornear dulces hasta el atardecer, pues desde que formaba parte del Consejo Aquamarina, casi no pasaba tiempo con él. Echaba de menos a Cruz, que había demostrado sus habilidades tras la guerra y se había convertido en un nei de magia superior muy admirado en la Fortaleza. Pero lo que más echaba de menos era la oportunidad de decidir cómo ocupaba mi tiempo.
Necesitaba estar sola, necesitaba ser libre. Mi cuerpo y mi mente pedían una paz que no podía darles en un lugar en el que me veía obligada a caminar entre susurros y miradas de desconfianza, donde todos los ojos se volvían para analizar aquel estúpido mechón verde y azul que brillaba en el cabello de la Sin Magia.
—Veo que hoy estamos de buen humor —dijo una voz musical a mi espalda.
Suspiré antes de encontrarme con el diminuto ser que acompañaba mis días. Sus ojos grises, adornados por las pequeñas gotas de cielo que le decoraban los iris, me observaron mientras alzaba una ceja con expresión traviesa.
—Trasno, no tengo ganas de discutir.
—Yo creo que es lo único que te apetece hacer —dijo antes de apoyar las manos bajo la cabeza para acomodarse en la cama—. ¿Y Trasno? ¿De verdad? ¿No había nombres mejores?
—Si no me quieres decir cómo te llamas no es mi problema. Puedes entregarme un cristal de reclamaciones, me aseguraré de depositarlo en el próximo mostrador de atención a las alucinaciones que encuentre —dije mientras le lanzaba un cojín que lo hizo reír.
—Qué violentos estamos hoy... ¿Es por la visita?
Trasno se levantó y se alisó la elegante vestimenta que lucía, formada por un abrigo granate de delicados dibujos anaranjados que le alcanzaba hasta las rodillas. Bajo él se escondían una larga camisa decorada con los mismos ornamentos y un pantalón marrón que se perdía en el interior de sus altas y puntiagudas botas.
Los finos dedos del duende asomaban por los guantes violáceos que le cubrían las manos, y sus cejas, su barba y su cabello compartían un tono a medio camino entre el azul oscuro y el violeta. Entre las trenzas que le caían a cada lado del rostro sobresalían dos puntiagudas orejas que, en la mayoría de las ocasiones, ocultaba tras la capucha.
—¿Qué es todo eso que llevas en el cinturón? —pregunté intrigada por los objetos que le colgaban de los bolsillos de cuero.
—Yo he preguntado primero. ¿A qué se debe tu mal humor?
—A que me quiero ir a mi casa y recuperar mi ropa y mi vida.
—Pero si te vas... ¿no dejarías algo atrás? —preguntó con malicia antes de poner boca de pez y darle besos al aire.
—Oh, cierra el pico —dije mientras lo golpeaba con otro cojín, lo que provocó que saliese despedido y que aterrizase en la pila de almohadas que había sobre la cama.
—¡Yujuuuu! —exclamó antes de soltar una carcajada que resonó en la estancia—. Estás muy amargada. ¿Es por la mujer que viste hoy bajo el agua?
Mi corazón se aceleró y salté para atraparlo, pues tenía miedo de que desapareciese y se llevase consigo las respuestas que tanto necesitaba.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunté con la voz débil por el vértigo.
—Soy una invención de tu mente, querida. Conozco todo lo que pasa por esta cabecita lo-
Toc, toc, toc.
—¿Sil? Es la hora.
La voz de Cruz llegó a mí a través de la madera y el duende desapareció ante mis ojos.
—¿Con quién hablabas? —me preguntó mi amigo cuando abrí la puerta para salir a su encuentro.
—Caray, Ixe nei de magia superior, qué elegante, ¿no?
—¿Me lo dices o me lo cuentas? —respondió mientras señalaba el estúpido vestido azul que llevaba puesto.
—No me lo recuerdes. No puedo ni caminar con esta cosa puesta.
—Moira...
—¡Papá! —exclamé al verlo en el pasillo.
—No seas desagradecida —dijo antes de darme un beso en la mejilla—. La familia del clan se está portando muy bien con nosotros.
—¡Ja! ¿Es una broma? —preguntó una voz que me arrebató las palabras de la boca.
Me volví hacia el alféizar de la ventana para descubrir a Trasno haciendo equilibrios sobre una pierna, ajeno al temor que reflejaba mi rostro.
—Después de todo lo que te han hecho, ¿tienes que mostrarte agradecida? Tu padre tiene una capacidad para el perdón que no alcanzo a comprender —dijo mientras negaba con la cabeza.
—¿Moira, estás bien? —me preguntó Aidan, que caminaba hacia nosotros desde el lado puesto del pasillo.
Los ojos del soldado se posaron en la ventana y mi corazón se saltó un latido. Esperé a que se asustase al ver a Trasno y sacase el arma, pero su mirada regresó a mí sin percibir nada fuera de lo normal. El peso de la realidad me atravesó en el pecho y apreté los dientes para contener la decepción que me sacudió por dentro.
—Solo me duele un poco la cabeza.
—Volverás a acostumbrarte al poder de las gemas —dijo mi padre para infundirme unos ánimos que solo aumentaron mi tristeza.
Alguien deslizó la mano por mi espalda en señal de apoyo y me encontré con el rostro de Quentin, que me observó con una comprensión que me quemó el pecho. Le dediqué una sonrisa de agradecimiento, pues no había nada que pudiese hacer para engañarlo, ya que como jefe legítimo del clan Rubí podía percibir mis sentimientos como si fuesen los suyos propios.
—¿Nos ponemos en marcha? —preguntó Mónica, que se asomó por detrás de Quentin—. Cuanto antes acabemos con esto, mejor.
La resignación de la obsidiana se percibía en sus ojos avellana y en su rostro del color de la tierra, y le dediqué una mirada cómplice al compartir el sentimiento.
—Pues yo tengo ganas de asistir a la reunión —dijo Max cuando se unió a nosotros, lo que provocó que el olor a menta me acariciase la piel.
—Eso es porque quieres ver a otros esmeraldas, que no nos engañas —le respondió Aidan con una sonrisa.
«Así que ellos son la famosa visita».
—¿A qué han venido?
—Ix Realix ha solicitado la presencia de la Ix Regnix Esmeralda para determinar cómo proseguir —me explicó Cruz con algo de timidez, afectado por la admiración que sentía por la Guardia Aylerix.
—Pensaba que la reunión era para discutir los avances y el estado del reino al cumplirse el primer ciclo de Asteria tras lo sucedido. —Los cuerpos de mis acompañantes se tensaron; una luna no había sido suficiente para sanar nuestras heridas.
—Procederemos tras la recepción de los invitados —me explicó Aidan.
Asentí y decidí guardar silencio durante el resto del trayecto. La atmósfera se había oscurecido con los recuerdos y me sumí en mis pensamientos hasta que Aidan me obligó a detenerme ante una de las salas de reunión.
—Nos vemos en el gran salón —me dijo mi padre. Los miembros de la Guardia le dedicaron un asentimiento y él y Cruz desaparecieron tras corresponder el gesto.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté cuando los soldados se acercaron a la puerta.
—Recibir a los miembros del clan Esmeralda —dijo Mónica con una apatía que trató de disimular. Era evidente que a ella tampoco le gustaban aquellas muestras de linaje y poder.
—¿Y yo también tengo que estar presente?
—Eso mismo me pregunto yo —respondió una voz arisca que se acercó por el pasillo.
—Ixe Vayras —dijo Max en una tensa muestra de respeto.
—¿Qué hace ella aquí?
—Tendrá que preguntárselo al jefe del clan, Ixe —respondió Quentin con voz distante.
—Tenga por seguro que lo haré.
Los ojos del hombre, de un azul tan oscuro como las aguas del mar profundo, me observaron con una frialdad que no me sorprendió. Sobre sus hombros colgaba un abrigo azul marino que no era necesario en aquella época del año, pero su presencia destacaba las diferencias que tanto se esforzaba por resaltar entre nosotros. El torso de Vayras estaba cubierto por una elegante chaqueta aterciopelada, un jubón gris decorado con el escudo del clan Aqua y el broche turquesa que indicaba que pertenecía al Consejo de la Fortaleza.
La cicatriz que le nacía sobre la ceja izquierda descendía hasta la parte superior de su mejilla. Estaba segura de que no se había deshecho de ella porque pensaba que le daba un aspecto amenazador, aunque su fiera y calculadora expresión era más que suficiente para transmitir aquella sensación.
En su liso y corto cabello negro comenzaban a verse las pinceladas blancas del paso de los soles, y lo mismo ocurría con su frondosa barba. La nariz recta, los ojos inaccesibles y los labios que formaban una línea permanente en su boca no eran suficiente para camuflar el desprecio que sentía hacia mí, aunque tampoco se esforzaba demasiado en intentarlo.
Desde que habíamos regresado al castillo, Ixe Vayras era quien se encargaba de recordarnos que no pertenecía a aquel mundo. Hasta la última de sus intervenciones tenía la misma finalidad: evidenciar mis fallos y resaltar mis carencias.
Algo se despertaba en su interior cada vez que me veía, lo sentía incluso cuando guardaba silencio. Para él no era más que un insecto. Si me esforzaba podía escuchar la sangre que le hervía en las venas cada vez que nos encontrábamos en la misma estancia, y es que a sus ojos no había mayor deshonra que tener que compartir el castillo con un ser como yo: sin rango, sin magia y sin el linaje de una gran familia que me amparase.
Holaaa!
Me ha encantado reencontrarme con vosotrxs! ❤
He decidido que voy a subir capítulo los lunes y los jueves, siempre que cumplamos la meta.
Habrá algunas excepciones a esta regla, pues ciertos capítulos tienen una doble extensión por necesidades de la trama. Es probable que, cuando llegue su turno, solo actualice una vez, pero os avisaré con antelación para que no panda el cúnico.🐼
Como ha habido personas que ya me lo han preguntado, os cuento que estoy escribiendo la tercera parte (y final) de la trilogía. Me resulta extraño y a la vez curioso reencontrarme con los personajes al revisar estos capítulos.
Me gustaría decir más, pero no puedo.
Os dejo una 🌙 , ya sabéis qué hacer, y también la meta para el capítulo del jueves:
🏁 : 150 👀, 50🌟 y 65✍
Biquiños! Y mil gracias por leer y comentar!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro