12. La semilla de la revolución
Me tensé en cuanto percibí una poderosa presencia detrás de mí. Negué con la cabeza y me volví mientras me mentalizaba para asumir las consecuencias de haber sido atrapada en las dependencias de la familia del clan después de la puesta de los soles.
—¿Se puede saber qué haces aquí?
—Te estaba buscando —respondí sin pensar.
—¿No sabes que está prohibido entrar en las dependencias de la familia del clan sin autorización?
—Lo dices como si tuvieses la esperanza de que fuese a cumplir alguna de vuestras estúpidas normas. —El jefe del clan sonrió y dio un paso en mi dirección.
—¿Y bien?
—He venido a preguntarte cómo va la investigación sobre lo ocurrido en el bosque. Me gustaría saber si tengo que pasar más tiempo recluida en mi cuarto o si puedo volver a ejercer mi derecho a la libertad.
—No estás recluida...
—Ya, solo es mejor que no salga para evitar cruzarme con alguien que quiera quemarme en la hoguera.
El rostro de Killian se tiñó con una culpabilidad que consiguió que me arrepintiese de haber pronunciado aquellas palabras.
—Que el fuego es genial, eh, me encanta el fuego. Procuro evitar que se concentre bajo mis pies, pero adoro fuego, es precioso, mágico el fuego.
—¿Pero qué dices? —preguntó divertido.
—¿No te has enterado? He perdido la cabeza.
—Mucho mááás de lo que pareeece —dijo Trasno como un eco lejano.
—Vamos, anda, te acompaño a tu cuarto —se ofreció Killian.
—Eso, asegúrate de que llego sana y salva a mis aposentos.
—¿Hay algún motivo por el que hoy estés especialmente insufrible?
—¿Es que acaso no lo estoy siempre? —Killian se rio y negó antes de ponerse serio.
—Tengo una nueva teoría.
—¿Habéis descubierto algo? —pregunté seria de inmediato.
—No, pero creo que quienes ayudaron a Catnia a escapar están detrás del asunto del jabalí. Es posible que formen parte del Consejo o de las jerarquías más altas del clan.
—Es lógico que Catnia les haya otorgado puestos importantes para facilitarles el trabajo, ¿pero con qué finalidad? ¿Para qué querrían traer un jabalí de fuego al clan Aqua?
—No lo sé, pero pienso averiguarlo. Esos animales son muy peligrosos. Si hubiese salido del bosque, podría haber generado una explosión que habría arrasado con la ciudad.
—¿Pero entonces cómo es que estoy viva?
Killian me miró y negó con la cabeza, incapaz de darme una respuesta, y el silencio se apoderó de la conversación mientras nos dirigíamos a la apartada ala del castillo en la que se encontraba mi cuarto.
—Llevo varias puestas de los soles queriendo preguntarte algo —me dijo después de un rato. El jefe del clan me miró con timidez e hizo una pausa para rascarse la nuca—. Tienes que prometerme que vas a tener la mente abierta.
—¿Va a hacerme una propuesta indecente, Ix Realix? —Killian sonrió ante la puerta de mi habitación.
—¿Me lo prometes?
—¿El qué?
—Que vas a tener la mente abierta.
—Esto pinta bien —dijo Trasno mientras se apoyaba en el alféizar de la ventana del pasillo y me observaba con una sonrisa maliciosa.
—Es algo que he estado pensando mucho, así que tómatelo en serio —dijo Killian.
Arqueé las cejas con curiosidad y el jefe del clan me observó durante unos latidos antes de atreverse a decir lo que le ocupaba la mente.
—Me gustaría que les dieses clases a los jóvenes del reino para que aprendiesen a valerse sin sus poderes elementales.
La carcajada que brotó de mi pecho resonó en las paredes del corredor. Killian frunció el ceño y se cruzó de brazos indignado y me tuve que llevar una mano a los labios para silenciar mi diversión. Nuestros ojos se encontraron y la certeza que vi en el mar de sus iris provocó que me serenase de golpe.
—¿Estás loco?
—No más que tú —murmuró Trasno con malicia.
—¿No crees que es una buena idea?
—¿Una buena idea? Killian, el Consejo nunca dejará que me acerque a sus hijos.
—Lo harán si yo se lo propongo.
—¿Y qué te hace estar tan seguro?
—No tienen argumentos que utilizar en contra de mi propuesta. La gente está asustada, Moira. Desde el cese, todo el mundo se ha dado cuenta de que no sabemos hacer nada sin magia. Los habitantes de la ciudad están nerviosos y los demás Ix Regnix dicen que en sus reinos se da la misma situación. ¿Y quién nos asegura que no va a volver a ocurrir? Si Júpiter encontró la forma de cesar la magia, te aseguro que Catnia no dudará en utilizar la misma baza si le resulta conveniente. Ya han muerto demasiadas personas, Moira. No sé cómo protegerlas. Ni siquiera estoy seguro de poder hacerlo, pero si esto funciona, quizá estemos más preparados la próxima vez.
La tormenta que vivía en sus ojos me convirtió en su prisionera. La preocupación que sentía por los habitantes del reino se reflejó en mi pecho y sentí su dolor quemándome por dentro.
—Es una mala idea.
—O una idea brillante.
—¿Cómo va a ser una idea brillante encerrarme en un aula con una veintena de adolescentes?
—Oh, vamos, tienes herramientas de sobra para lidiar con ellos. Estoy seguro de que conseguirás domarlos. Si has sobrevivido a un jabalí de fuego, podrás resistir una clase con los jóvenes del reino.
—No es mi seguridad lo que me preocupa, Killian, sino mis ganas de meterlos en una botella y lanzarlos al mar cuando se comporten como cabezas huecas y no me tomen en serio por ser la Sin Magia.
—Tengo plena fe en ti —dijo con una sinceridad que despertó el aleteo de mi vientre.
—Sé que solo lo dices para convencerme y no está funcionando, pero me sorprende que estés dispuesto a dejar las mentes de los jóvenes en mis manos sin miedo a que los ponga en contra del gobierno.
—Francamente, es lo que espero que hagas.
—¿Quieres que inicie una revolución? Soy de la resistencia, tampoco hace falta que me supliques.
—No —dijo riéndose entre dientes—. Quiero que les enseñes a pensar por sí mismos.
La gravedad que adquirió su tono se reflejó en los sentimientos que se removieron en mi interior. Killian se acercó y deslizó una mano por mi mejilla hasta alcanzarme el cuello, lo que provocó que se me acelerase el pulso. Sus labios me rozaron la piel cuando depositó un tierno beso sobre mi frente, y las emociones que contenía su mirada se me clavaron en el pecho con la fuerza de cien dagas de plata.
—Sé que no te gusta estar aquí y que odias a la Autoridad y todo lo que representamos. Sé que es mucho lo que te pido, Moira, pero piénsalo, por favor.
El olor a lluvia recién caída desapareció en cuanto Killian se alejó por el pasillo, dejándome con las emociones a flor de piel. ¿Cómo iba a ser yo maestra de nada? Trasno se movió junto a mí y me volví para descubrirlo con expresión pensativa mientras se atusaba la barba.
—Parece que a la estrella de mar le ha crecido otro brazo... —dijo con malicia, lo que provocó que me riese mientras entraba en mi cuarto.
Cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama de agua, agotada por los acontecimientos. No dejaba de pensar en lo que había leído en los cuadernos de Adaír, y descubrir que Killian creía que los aliados de su madre tramaban algo para perjudicar a la ciudad no ayudaba a que me calmase. ¿Qué ganaban ellos con destrozar el reino? Si Catnia quería recuperar el poder lo más sencillo sería retomar su posición como madre del clan, algo que no iba a ocurrir en el futuro próximo.
«A no ser que pretenda desprestigiar a Killian como Ix Realix y poner al pueblo en su contra».
El brazalete de plata que descansaba en mi muñeca me dibujó un nombre sobre la piel y me lo quité para posarlo sobre la cómoda antes de pulsar uno de sus extremos. El rayo de luz que emitió iluminó la estancia y se transformó en un holograma que me mostró el sonriente rostro de Marco. Sus ojos del color de la hierba se llenaron de alegría y sonreí al ver que las rastas y trenzas que le decoraban el cabello sobresalían de la capucha de pelo blanco que vestía.
—¡Cuéntame tu vida con tres premisas! —exclamamos al unísono.
—Yo he sido más rápido —dijo mientras le cambiaba la cuerda a uno de sus arcos de caza.
—De eso nada, he ganado yo. —Mi voz resonó en la oquedad de la montaña en la que se encontraba—. Pero si me sacas de este castillo y me llevas al Hrath contigo, te contaré todo lo que quieras y más.
Mi amigo se rio y negó con la cabeza.
—La última vez que estuvimos en la Fortaleza mencionamos que nos gustaría que nos visitases y siento decirte que la idea no cuajó muy bien. ¿Ya te estás volviendo loca?
—Más de lo que crees. Además, todo el mundo está ocupado. Mi padre siempre está reunido con el Consejo, a Cruz le encargan decenas de trabajos, los soldados no sé dónde se meten y de Killian ya ni hablemos.
—Deja de cambiar de tema y dame tus premisas, estoy preparado.
—¿Es necesario?
—Moira.
—Está bien... Uno, tengo que pasarme todo el día en mi cuarto porque creen que la aparición del jabalí de fuego es culpa mía y todavía no han terminado de investigar. —Marco frunció el ceño y apretó la cuerda del arco—. Dos, pronto será el nombramiento de mi padre como un miembro del Consejo de la Fortaleza, lo que significa que nuestra residencia permanente será el castillo. —El rostro del esmeralda se torció por la incredulidad y tuve que suprimir una carcajada—. Y tres, Killian quiere que les dé clases de «no magia» a los jóvenes del reino.
Marco se atragantó con el eldavá y me miró desconcertado.
—¿Algo más que quieras compartir?
«Que creo que la madre del clan mató al antiguo Ix Realix, que sus aliados planean eliminar a Killian y que tengo alucinaciones».
—¿No te llega? —pregunté con una sonrisa.
—No sé cuál me parece más indignante, Moira. Estoy entre que vayas a vivir en el símbolo de la Autoridad por antonomasia y que no te consideren lo bastante peligrosa como para encerrarte como es debido.
—Gran error —dijimos al unísono.
—¿Qué pasa? —preguntó una voz que conocía de sobra.
—Que Moira va a vivir en el castillo y convertirse en una princesa de voz delicada y corazón bondadoso.
El rostro de Ixeia se mostró en el holograma y la líder del Hrath me observó con una confusión que le arrugó la frente de piel oscura. Los tirabuzones que se le formaban en el cabello enmarcaron la preocupación que brilló en sus ojos de color avellana.
—¿Por qué harías algo así? —me preguntó con una confusión que me hizo sonreír.
—No voy a hacerlo. Se supone que los consejeros de la Fortaleza viven en el castillo, así que cuando mi padre acepte su nuevo rango, le otorgarán una zona privada en la que vivir.
—¿Y tú qué vas a hacer?
—Encontrar el momento oportuno para decirle que vuelvo a casa, aunque si piensan que soy una sospechosa no van a dejar que me vaya.
—Todavía no entiendo por qué creen que es tu culpa —dijo Marco con el ceño fruncido.
—A la gente no le gusto.
—¿Te han dicho algo? —me preguntó Ixeia con expresión felina.
—Nada fuera de lo normal, pero no necesito que me lo digan, ya sabéis cómo funciona esto. —Los líderes del Hrath asintieron con comprensión—. Tampoco es que me moleste mucho, pero lo que no entiendo cómo sigo viva.
—Los jabalíes de fuego son animales muy peligrosos, Moira. En mi clan aprendemos a respetarlos incluso antes de que nos enseñen a llamar a las aves. Controlar a una de esas criaturas requiere mucho poder, es probable que más del que puede albergar un solo nei. Ten cuidado —pidió la obsidiana.
—Ixeia, ¿estás lista? —preguntó una joven de ojos grises mientras entraba en la cueva—. ¡Moira! ¿Cuándo vas a venir a visitarnos? ¡Tengo muchas cosas que contarte!
—Lo antes posible, Celeste, lo prometo.
—Más te vale —dijo mientras me señalaba con un dedo amenazador.
La líder y ella se despidieron para trabajar en sus proyectos de mejora del Hrath, y cuando se alejaron, no pude evitar fijarme en si la joven caminaba bien, pues el recuerdo de su sangre sobre la nieve todavía estaba reciente en mi memoria.
—Es impresionante lo que hacen los espráis sanadores, ¿eh? —dijo Marco después de un rato, adivinando mis pensamientos—. ¿Sabes que nos han mandado unos cuantos?
—¿Quién?
—Ah, ¿que nadie te ha contado que Killian y la Guardia nos mandan víveres y útiles cada pocas puestas de los soles? —Mi expresión de sorpresa sirvió como respuesta—. Pues esa es mi primera premisa. La segunda es que mañana me uniré a la partida de caza, así que estaré fuera un tiempo.
—Ten cuidado. ¿Acaso no lo tengo siempre? —añadí adelantándome a él, lo que provocó que me dedicase una sonrisa que me calentó el pecho.
—La tercera es que me parece una gran oportunidad que puedas moldear las mentes de los jóvenes antes de que se conviertan en sacos de huesos vacíos y superficiales manipulados por la Autoridad.
—¿Amigo Rencor, eres tú?
—No sé lo que significa esa palabra, no está en mi vocabulario, y no me cambies de tema. Sé que no quieres hacerlo, pero piénsalo bien.
—Ya lo he pensado, Marco. ¿Por qué iba a ponerme en una situación como esa? No me dejaron asistir a Slusonia para aprender, ¿y ahora voy a ir a enseñar?
—¿Y luego me hablas a mí de rencor?
—Pues claro que siento rencor, Marco, rencor y muchas cosas más. Sé que cuando eres pequeño no entiendes el poder que tienen tus palabras, pero los niños de esa escuela nunca me trataron bien. ¿Ahora tengo que fingir que está todo olvidado y que el daño que me causaron no me afectó en lo más mínimo? La gente ya me odia. ¿Cómo crees que van a reaccionar si la Sin Magia les da clase a sus hijos? Te lo diré: primero llegará la indignación y luego los insultos. Los adultos creerán que quiero hacer el mal y los jóvenes no me tomarán en serio porque a sus ojos soy un ser inferior. ¿Por qué iba a obligarme a volver a pasar por eso?
—Porque la semilla de la revolución hay que plantarla desde dentro, Moira.
Capítulo largooooooo.
Contadme qué os ha parecido.
Algún crush por aquí?
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Un besiñoooooo 😘
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