Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11. Alucinaciones


El agua de manantial que brotaba de la pared de roca azul del baño me ayudó a deshacerme del abrazo del sueño. Aproveché que todos estaban ocupados y que los guardias todavía no habían aparecido ante la puerta de mi cuarto para deslizarme con sigilo entre los corredores. Se me estabilizó el latido del corazón tras colarme en una de las estancias del castillo sin ser vista, y me maravillé con los relojes de sol y los objetos antiguos que encontré en las estanterías. Recordé el diario de Adaír, donde el antiguo Ix Realix había descrito su emoción tras descubrir que el despacho secreto de la torre se había conservado intacto con las edades. El padre de Killian decidió mantenerlo oculto, y para lograrlo, utilizó un hechizo antiportales que evitó que los neis llegasen a la estancia por error. Con el regreso de la magia, la trampilla había desaparecido tras un hechizo de proyección que me confundía, ya que no sabía a qué altura debía colocar la escalera, y necesité varios intentos para dar con el lugar apropiado.

Las carcajadas de los hombres de Júpiter hicieron eco en mi memoria. El recuerdo de lo ocurrido en la batalla revivió emociones oscuras y se me erizó la piel en cuanto sentí la humedad que reinaba en la parte superior de la torre.

—Qué frío —dije en un susurro.

Las antorchas que tanto le gustaban a Adaír se encendieron para facilitarme la labor de ocultar la escalera y cerrar la trampilla. Subí los escalones en curva a toda velocidad, y cuando abrí la pesada puerta de madera, la torre me maravilló tanto como la primera vez.

El cuarto estaba iluminado por el amanecer y la tenue luz de los soles permitió que distinguiese los objetos entre las sombras. La piedra de las paredes casi no se veía, ya que estaba cubierta por estanterías repletas de libros y pergaminos. En un rincón había una escalera para alcanzar los tomos de las baldas más altas, y entre ellos descubrí velas de cera y otros artefactos de la civilización antigua que me dejaron fascinada. El objeto que más me llamó la atención fue un tablero dividido en cuadrados del color del mar sobre el que se disponían figuras de cristal, ya que a pesar de que dos de ellas estaban caídas, la luz se reflejaba sobre su superficie azul con una belleza exquisita.

Entre las estanterías se erigía una chimenea de piedra que me moría de ganas por probar, y en la pared descansaba un cuadro que retrataba la magia de un océano cautivador. Sobre mi cabeza flotaba una estructura de madera de la que colgaban finas velas turquesas y fruncí el ceño mientras pensaba en cómo encenderlas.

«¿Quizá con una antorcha?»

Me asomé a una de las ventanas con recelo, pues todavía recordaba el color escarlata que lo teñía todo la última vez que había estado allí. En aquella ocasión descubrí un cielo despejado y una hierba azul, mullida y húmeda brillando con la primera luz del día. Percibí que algo se movía en el exterior y la figura de una mujer diminuta me sobresaltó. Me llevé una mano a la boca para apagar el gemido que escapó de mis labios y mi corazón se aceleró al instante.

Cerré los ojos tras ser deslumbrada por una poderosa luz, y la mujer de piel bronceada y cabellos que emitían un tenue fulgor dorado dio unos golpecitos en el cristal. Sus ojos parecían contener el poder de los soles y de su espalda brotaban dos alas iridiscentes que reflejaban luz en todas las direcciones. La mujer me sonrió antes de juntar las palmas de las manos, y sus dedos se separaron para formar un brillante arcoíris que proyectó sus colores sobre la ventana. La sonrisa que me iluminó el rostro correspondió a la de la mujer, que me saludó como si quisiese hablar conmigo.

—¡Ah! —exclamé al ver una sombra junto a mí.

—Es un hada solar —dijo Trasno mientras escalaba una estantería.

Me llevé una mano al pecho en un intento por apaciguar el acelerado latido de mi corazón, y cuando me volví, el hada había desaparecido. Apoyé la otra mano en el cristal, agradecida por el frescor que me transmitió, y me topé con los ojos del duende, que se había sentado sobre un libro.

—Su poder proviene de la energía de los soles. Para ellas el vaso está medio lleno y siempre hay luz al final del túnel... Que son unas pesadas, vamos —dijo con malicia—. Las encontrarás-

—Atrapando rayos de sol para llevar luz allí donde reina la oscuridad.

Trasno me observó orgulloso, pero la conmoción impidió que disfrutase del momento. En lo único que podía pesar era en que había sacado aquel conocimiento de una de las historias que los antiguos les contaban a los niños antes de dormir.

Estaba perdiendo la cabeza.

—¡Yujuuu! —exclamó Trasno mientras se lanzaba al vacío para caer sobre el diván de terciopelo azul que había en la estancia.

El duende saltó sobre una butaca y me volví sobresaltada. Las velas de la lámpara que colgaba sobre nuestras cabezas se encendieron de golpe, y una a una, se fueron iluminando todas las que había en la sala. Las llamas arrojaron luz sobre el cuarto y de la chimenea nació un poderoso fuego azul que me aturdió. Trasno y yo nos miramos desconcertados y me apresuré a correr las cortinas para evitar que alguien percibiese la luz a través de las ventanas.

Pasamos unos segundos en silencio, pero como no ocurrió nada más, el duende se distrajo haciendo equilibrios sobre la bola del mundo antiguo que había en el escritorio. Negué decepcionada para que no se diese cuenta de que me divertía su comportamiento y me froté los brazos en un intento por deshacerme del frío que me había invadido.

—¿Sabes que el fuego da calor?

—Mimimimimi —respondí infantil—. ¿Lo has encendido tú?

—¿Yo? —Trasno soltó una carcajada—. La magia de los duendes no funciona así.

—¿Y cómo funciona la magia de los duendes, si se puede saber?

Trasno levantó un dedo para que lo escuchase con atención, y tras abrir la boca, desapareció sin dejar rastro.

—Malditos duendes, malditas hadas ¡y malditas alucinaciones! —exclamé antes de golpear una de las butacas.

El fuego pareció avivarse con la explosión de mi rabia y me acerqué a la chimenea para percibir su calor. Sobre el escritorio descansaba una lámpara de cristales de colores que se iluminó cuando la toqué, y su poder arrojó luz sobre el mapa y las múltiples cartas y cuadernos que había junto a ella.

Reconocí la letra de Adaír de inmediato. La primera carta iba dirigida a una familia de la Ciudad Azul que había perdido a dos niños a manos de una misteriosa enfermedad, y recordé haber leído en su diario varias entradas relacionadas con una dolencia desconocida. La siguiente carta versaba sobre el mismo asunto, al igual que la otra veintena que encontré bajo los libros. El jefe del clan les había escrito para disculparse por lo ocurrido, por no saber protegerlos. El sufrimiento que cargaba sus palabras se instaló en mi garganta, y en aquel eco del pasado vi al Killian que se esforzaba por ser el jefe del clan que merecían sus súbditos, al igual que lo había hecho su padre. ¿Por qué había tenido que morir él y no Catnia?

«Esta noche han intentado asesinarme. Debo darme prisa, cada vez me queda menos tiempo».

Las palabras de Adaír resonaron en mi mente como una respuesta clara e inequívoca y cogí los cuadernos que había sobre el escritorio antes de sentarme sobre la mullida alfombra azul. Entre sus escritos tenía que haber alguna pista que nos ayudase a descubrir el paradero de Catnia y no iba a parar hasta descubrirla.

El fuego iluminó las páginas del primer cuaderno que abrí y en su interior descubrí información sobre la civilización antigua que desconocía. La pasión con la que Adaír escribía sobre las costumbres y los valores de nuestros ancestros era contagiosa. El antiguo Ix Realix estudió a los monarcas y a los líderes del antiguo mundo porque quería aprender de sus errores, quería descubrir en qué habían fallado para ser mejor que ellos. Todo lo que Adaír hacía tenía la misma finalidad: mejorar la vida de los habitantes de Neibos mientras trataba de ser un buen padre para sus hijos. En sus diarios hablaba del aprendizaje de Killian y Alis y de lo orgulloso que estaba de ellos, pero también del vacío que había dejado en su corazón la pérdida de Aaron.

La ira que se despertó en mi interior al leer su sufrimiento y saber que Catnia era la culpable se esfumó en cuanto encontré un papel plegado entre las páginas. Se trataba de un dibujo hecho por Alis y en él aparecían Adaír, Killian y ella jugando a crear olas en la orilla del mar. La ternura que me invadió envió una punzada amarga a mi pecho y no pude evitar pensar en Catnia y en todo lo que le había hecho a su familia a lo largo de los soles.

Bufé enfadada y cogí un tronco para avivar el fuego. Me sorprendió descubrir que, a pesar de haber repetido aquella acción decenas de veces, la pila de leña permanecía intacta. ¿Estaría encantada?

—Moira —dijo Trasno en cuanto se materializó ante mí—. Tienes que volver. Ha anochecido y la Guardia acaba de regresar.

Arqueé una ceja incrédula. Era evidente que me estaba gastando una de sus bromas, pero el duende brincó hasta la cortina más cercana para abrirla y mostrarme las lunas que brillaban en el cielo. Me levanté de golpe, presa del pánico, y me apoyé en una estantería para aliviar el mareo que me invadió. ¿Cómo había pasado tantas posiciones de los astros allí metida? Mi estómago se removió hambriento y noté que tenía la boca seca. Dejé los libros sobre el escritorio, a excepción del que escondí bajo la ropa, y corrí hacia la puerta mientras pensaba en cómo ninfas iba a regresar a mi cuarto sin que nadie se diese cuenta.

Me detuve en la salida en cuanto fui consciente de que había dejado el fuego encendido, pero las llamas desaparecieron y las velas se apagaron de golpe. La oscuridad me envolvió y la humedad y el frío del pasillo me animaron a correr. Las antorchas iluminaron el camino y me aseguré de ocultar la escalera en el piso de abajo para que nadie la descubriese. Abrí la puerta muy despacio, y tras analizar los sonidos que me rodeaban durante varios latidos, decidí aventurarme a salir.

El ambiente cambió y el poder que contenía el aire aumentó; había alguien acercándose a mí. Maldije en silencio, pues no tenía ningún lugar en el que esconderme, y corrí en la dirección opuesta. Si me encontraban en las dependencias de la familia del clan cuando se suponía que tenía que estar recluida en mi cuarto, la situación no haría más que empeorar.

—Señorita Stone —dijo una voz a mi espalda.

Más cosas raras...

¿Quién creéis que la ha descubierto?

¿Qué os ha parecido la torre secreta de Adaír?

Recordad darle a la estrellita, porfis😘

🏁 : 160 👀, 62🌟 y 72✍

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro