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Capítulo cuarenta y nueve "Amnesia"

La carretera en las afueras de Kermit, Texas, estaba desierta y envuelta en un silencio inquietante. Las estrellas brillaban con una intensidad inusual, como si el cielo mismo estuviera expectante ante el misterio que se desarrollaba debajo.

Una figura solitaria se despertó en la cuneta, desorientada y sin memoria. Alice abrió los ojos y miró alrededor, sin reconocer nada. Su mente estaba en blanco, un vacío inquietante llenaba cada rincón de sus pensamientos.

Con pasos tambaleantes, caminó hacia la carretera. El mareo la hizo detenerse varias veces, pero finalmente llegó al asfalto. En la distancia, vio las luces de un auto acercándose. Sin saber qué más hacer, levantó las manos y se puso en medio de la carretera.El auto frenó en seco, los neumáticos chirriaron contra el pavimento. Un hombre alto y robusto salió del vehículo, su rostro lleno de asombro y confusión.

—¿Alice? —preguntó Sam, sus ojos fijos en la figura que apenas podía creer que veía. No era la primera vez que un Winchester regresaba de la muerte, pero siempre era un shock.

Alice alzó la mirada y lo miró fijamente, su expresión vacía.

—¿Quién? —preguntó, su voz débil y confusa.

El ex cazador se acercó a ella con cuidado, sus pasos medidos y llenos de una mezcla de esperanza y miedo.
Alice tambaleó y él la sostuvo firmemente.

—¿Quién eres? —preguntó ella, su voz temblando.

—Soy tú papá. —Sam la miró con ojos llenos de lágrimas contenidas—. ¿No te acuerdas de mí?

La jóven negó lentamente con la cabeza.—No... no recuerdo nada.

—Está bien, cariño. —Sam la sostuvo más cerca, su voz suave y tranquilizadora—. Te llevaré a casa, te ayudaremos a recordar.

Con cuidado, la ayudó a entrar en el auto y la acomodó en el asiento del pasajero. Mientras conducía hacia su nueva casa, donde vivía con su novia Alex, sacó el teléfono y llamó a su hermano.

—Dean, tienes que venir a la casa. —La voz de Sam era una mezcla de incredulidad y urgencia—. Alice... Alice está aquí. No, no es un error. Está viva, pero no recuerda nada. Nos veremos en casa.

Después de colgar, encendió la radio para llenar el incómodo silencio. Justo en ese momento, comenzó a sonar "Livin' on a Prayer" de Bon Jovi, una banda que había significado mucho para ambos.

Alice sonrió ligeramente al escuchar la música.—Me gusta esta canción —comentó, casi con timidez.

Sam la miró, un rayo de esperanza brillando en sus ojos.—Es Bon Jovi —dijo suavemente —Es tu banda favorita.

Ella bajó la mirada, su sonrisa desvaneciéndose —No lo recuerdo.

El hombre sintió un nudo en la garganta, pero trató de mantenerse positivo.—No te preocupes. Vamos a recordar juntos. Te prometo que todo volverá a ti.

Al llegar a la casa, Alex salió rápidamente al ver la expresión en el rostro de Sam. Cuando vio a Alice, sus ojos se agrandaron en sorpresa y confusión.

Sam ayudó a Alice a bajar del auto y la llevó al interior, acomodándola en el sofá.—Es Alice —dijo, su voz temblando de emoción—. Necesitamos ayudarla a recuperar su memoria.

Alice miró a Alex, quien se acercó con una sonrisa cálida y comprensiva.—Hola, Alice. Soy Alex. Estamos aquí para ayudarte.

Sam se sentó junto a Alice, tomando su mano en la suya.

—Estás a salvo ahora. Vamos a descubrir qué pasó y te ayudaremos a recordar todo.

Dean llegó poco después, su rostro una máscara de asombro y alegría contenida. Entró rápidamente en la casa y se detuvo al ver a Alice en el sofá.

—¡Alice! —exclamó, avanzando hacia ella con pasos rápidos.

Ella lo miró, aún desorientada, pero con una leve chispa de reconocimiento en sus ojos.

—¿Te conozco? —preguntó, su voz débil pero esperanzada.

Dean se arrodilló frente a ella, tomando su otra mano.

—Sí, Alice. Soy tu tío Dean. Y estamos aquí para ti. Vamos a recuperarte.

Dean y Sam se alejaron un poco, dejando que Alice descansara en el sofá mientras Alex le preparaba algo caliente para beber.

—¿Deberíamos decirle a Scott? —preguntó Dean en voz baja, mirando a su hermano con seriedad.

Sam miró a su hija, aún confundida y desorientada, luego volvió la mirada a Dean.—Creo que aún no —respondió, su voz firme pero preocupada —Necesita ir despacio. No creo que sea buena idea presentarle a su novio y a su hijo tan rápido. Podría provocarle un tipo de shock.

Dean asintió, entendiendo las implicaciones.—Tienes razón. Necesitamos ser cuidadosos.

Una semana después Alice ya recordaba la mayoría, excepto a Scott y Teddy. Por alguna razón esos recuerdos aún no querían florecer.

...

Una semana había pasado desde el regreso de Alice. La mayoría de sus recuerdos habían vuelto, excepto los más importantes: Scott y Teddy. Estos recuerdos parecían reacios a florecer, como si una parte de su mente estuviera protegiéndola de algo doloroso o demasiado abrumador para enfrentar de inmediato.

Sam, preocupado pero comprensivo, no quería apresurarla. Sabía que forzar esos recuerdos podría hacer más daño que bien.

La jóven había estado soñando con un rostro desconocido. En sus sueños, veía a un chico alto, de cabello castaño y ojos marrones, que la miraba con una mezcla de tristeza y esperanza. Sin saber por qué, había comenzado a dibujarlo, tal como lo había hecho la primera vez que sucedió años atrás.

Una tarde, mientras Sam preparaba café en la cocina, Alice se acercó con su cuaderno de bocetos. Se sentó en la mesa y lo abrió, mostrando un retrato detallado del joven que aparecía en sus sueños.

—Papá, ¿conoces a este chico? —preguntó, sus ojos buscando algún indicio en la expresión de Sam.

El más alto se quedó miró el dibujo e instantaneamente la taza de café en su mano, cayó al piso con estrépito, la imagen de su yerno lo había tomado de sorpresa, se quedó pensando en que decir.Finalmente, decidió que la verdad, por el momento, debía esperar.

—No, Alice, no lo reconozco. —Su voz sonaba extraña, poco convincente incluso para él mismo.

Se agachó y recogió los pedazos de porcelana, tratando de fingir naturalidad.

Alice frunció el ceño, sintiendo que su padre le ocultaba algo, pero decidió no insistir. Había algo en ese chico que se le hacía vagamente familiar, una conexión que no podía ignorar.

Esa noche, Alice tuvo otro sueño. Se encontraba en una cascada escondida en un bosque. El lugar era hermoso, con el sonido del agua cayendo y el susurro de las hojas creando una atmósfera de paz y misterio. De repente, un chico salió de entre los árboles. Era el mismo que había estado dibujando: alto, con cabello castaño y ojos marrones. Él la miró con lágrimas en los ojos, una mirada cargada de una mezcla de amor y dolor que resonaba en lo más profundo de su ser.Alice despertó con una sensación extraña en el pecho, una mezcla de anhelo y vacío que no podía entender.

Se levantó rápidamente, tomó su cuaderno y comenzó a dibujar la escena del sueño. Cada detalle, desde la cascada hasta la expresión en el rostro del chico, fue plasmado en el papel.

A la mañana siguiente, Sam la encontró en la mesa de la cocina, su cuaderno abierto frente a ella con el nuevo dibujo.

—Tuve otro sueño, papá. —Alice levantó la vista con ojos llenos de incertidumbre—Era el mismo chico, y estábamos en un lugar hermoso. Se sentía tan real, pero... no sé quién es.

Sam se sentó frente a ella, sintiendo el peso de su decisión de mantener a Scott y Teddy en secreto un poco más.

—A veces los sueños son la forma en que nuestra mente trata de decirnos algo —dijo suavemente—. Tal vez, con el tiempo, todo empezará a tener sentido.

Alice asintió, aunque la sensación de que algo crucial faltaba en su vida no desaparecía. Había una conexión que no lograba entender, y aunque Sam intentaba protegerla, sabía que eventualmente tendría que enfrentar esos recuerdos.

Los días pasaron y Alice continuó soñando con el misterioso chico y el hermoso lugar. Cada sueño la acercaba un poco más a una verdad que aún no estaba lista para enfrentar, mientras Sam observaba, esperando el momento adecuado para revelar la verdad que sabía que cambiaría todo.

...

En Los Ángeles, Scott se despertó sobresaltado, con el recuerdo del sueño aún fresco en su mente. Pasó una mano por su rostro, notando la humedad en sus mejillas. Eran lágrimas. Había visto al amor de su vida en un sueño, como en los viejos tiempos.

Pero un escalofrío recorrió su cuerpo cuando recordó la verdad dolorosa: Alice había muerto. Su fallecimiento había sacudido su mundo y había dejado un vacío imposible de llenar. Durante meses, había luchado con la pérdida, con la sensación de que una parte de él se había ido para siempre.

Aunque el sueño le había devuelto temporalmente la sensación de cercanía con Alice, Scott sabía que no era más que una ilusión. Ella seguía fallecida, y él aún llevaba el peso de su ausencia en el corazón.Con un suspiro pesado, Scott se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana.

Miró hacia el horizonte, preguntándose si algún día podría encontrar la paz que tanto anhelaba, si algún día podría dejar atrás el dolor y seguir adelante.Aunque el recuerdo de Alice seguía vivo en su corazón, Scott sabía que tenía que seguir adelante, que tenía que encontrar una forma de honrar su memoria mientras construía un nuevo futuro para sí mismo. Con determinación en sus ojos, se prometió a sí mismo que nunca olvidaría a Alice, pero también que encontraría la fuerza para seguir adelante, incluso en los momentos.

Al día siguiente, Scott se encontró con Stiles en una cafetería. La tensión de la noche anterior aún se aferraba a él, pero estaba agradecido por la oportunidad de distraerse y hablar con su amigo.

Después de ordenar sus bebidas, Stiles miró a Scott con curiosidad.

—¿Qué pasó anoche? Parecías un poco... inquieto —preguntó, su tono lleno de preocupación.

El jóven vaciló por un momento, preguntándose si debería compartir el sueño con Stiles. Pero al final, decidió que necesitaba desahogarse, necesitaba la perspectiva de su amigo.

—Tuve un sueño. —Scott habló lentamente, eligiendo sus palabras con cuidado—. Vi a Alice. Fue como si estuviera realmente allí, como si pudiera tocarla.

Stiles frunció el ceño, sorprendido por la revelación.—¿Alice? Pero... ella...

—Lo sé. —suspiró, recordando la dolorosa verdad—. Ella está muerta. Pero en el sueño, era como si nunca se hubiera ido. Fue... abrumador.

El castaño asintió en comprensión, su expresión reflejando la empatía.—Debió ser difícil.

Scott asintió, agradecido por la comprensión de su amigo.—Sí, lo fue. Pero también fue... reconfortante, de alguna manera.

Después de un momento de silencio, Stiles cambió de tema.—¿Y Teddy? ¿Cómo está?

La mención del nombre de su hijo trajo una sonrisa a los labios de Scott.

—Está bien. Crece cada día más rápido de lo que puedo seguirle el ritmo. Pero es increíble, Stiles. Es mi razón para seguir adelante.

Stiles asintió, contento de escuchar que Teddy estaba bien.

—Me alegro de eso, Scott. Teddy es afortunado de tenerte como padre.

La conversación continuó, con Scott y Stiles compartiendo anécdotas y risas mientras disfrutaban de su café. Aunque el recuerdo del sueño aún pesaba en su corazón, la presencia de su amigo y el amor por su hijo le recordaban que aún había razones para tener esperanza en el futuro.

...

Alice apretó el volante del Impala con una mano, mientras que la otra tamborileaba al ritmo de "I Love It" de Icona Pop. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, iluminando la carretera que se extendía delante de ellos. Con su cabello al viento y una sonrisa traviesa en su rostro, ella cantaba a todo pulmón, especialmente emocionada al llegar a su parte favorita de la canción.

La jóven sonrió traviesa mientras continuaba cantando. Aceleró un poco más el Impala, sintiendo la vibración del motor bajo sus pies. Con un destello de travesura en sus ojos, decidió gastarle una broma a su tío.

—"I crashed my car into the bridge, I watched, I let it burn..." —cantó, y de repente, aceleró y simuló un ligero desvío hacia un lado de la carretera.

Dean, sentado en el asiento trasero, se removió incómodo. Estaba aferrado al respaldo del asiento delantero, sus nudillos blancos. Su mirada se movía nerviosamente entre la carretera y su amada Baby.

—¡Ni pienses en chocar el auto! —gritó, su voz cargada de pánico y desesperación.

Alice soltó una carcajada y, con una sonrisa pícara, aumentó el volumen de su canto.

—"You're so damn hard to please, we gotta kill this switch, You're from the '70s, but I'm a '90s bitch!" —entonó, mirando a su tío a través del retrovisor con una chispa de desafío en sus ojos.

—¿Acaso me llamó viejo? —inquirió con incredulidad, mirando a su hermano.

Sam, sentado en el asiento del copiloto, no pudo evitar reírse ante la situación. Conocía bien la adoración de Dean por el Impala y la broma de Alice le parecía demasiado buena como para no disfrutarla.

—Vamos, Dean, relájate —dijo, tratando de contener su risa—. Alice solo está divirtiéndose.

El mayor abrió los ojos y miró a Sam con desesperación.—¡No quiero que salga igual que tú! —exclamó, señalandolo con un dedo tembloroso—. ¡Tú has tenido mala suerte con Baby! —Dean que ya estaba al borde de un ataque de pánico, abrió los ojos y miró a su hermano con desesperación al ver que Alice no cedía. —¡Sammy, haz algo! ¡Está loca! —exclamó, su voz aún temblorosa.

Sam se giró hacia su hija, que todavía estaba riendo.

—Cariño, baja un poco el volumen y deja de asustar a tu tío, por favor —pidió, con una sonrisa.

Alice disminuyó la velocidad del Impala y bajó un poco el volumen de la música, aunque no pudo evitar lanzar una última línea de la canción, solo para molestar un poco más a Dean.

—"I love it!" —cantó, mirando a Dean a través del retrovisor con una sonrisa triunfante.

Dean, aún recuperándose de la broma, se dejó caer en el asiento, cruzando los brazos con un gruñido.

—De verdad, Sam, espero que ella no haya heredado tu habilidad para meterse en problemas con mi bebé —murmuró, aunque finalmente no pudo evitar sonreír. Sabía que Alice estaba en control, y a pesar de todo, adoraba el espíritu indomable de su sobrina.

Sam sonrió y miró a Dean con una expresión suave y nostálgica.

— Dean, definitivamente la tenemos de vuelta —dijo, recordando los difíciles momentos en que Alice había fallecido y luego vuelto con amnesia. Gracias a su apoyo, ella había comenzado a recordar poco a poco quién era realmente.

Dean asintió, relajándose un poco más en el asiento trasero. Miró a su sobrina, tan llena de vida y energía, y no pudo evitar sentirse agradecido. —Sí, Sammy. La tenemos de vuelta —repitió, con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de esperanza.

Después de unos momentos de silencio, el mayor se inclinó hacia adelante y tocó el hombro de Alice.

—Sabes, Princesa, había pensado en dejarte el Impala como herencia —dijo con una sonrisa traviesa—, pero ahora creo que se lo dejaré a tu primo Andrew.

Alice soltó una carcajada y respondió rápidamente. —Tío Dean, Andrew tiene alas. No creo que necesite un coche —dijo, riendo.

Dean fingió pensarlo un momento antes de responder.—Entonces se lo dejaré a tu hermano Ben —dijo, disfrutando de la reacción que sabía vendría.

La castaña giró la cabeza rápidamente, mirando a su tío con una expresión de molestia genuina.—¡No te atrevas o te choco el auto de verdad! —exclamó, con una chispa de enojo en sus ojos.

El ex cazador levantó las manos en señal de rendición, pero no pudo evitar sonreír.—Está bien, está bien. Era una broma. Baby se queda en la familia, eso es lo importante —dijo, tratando de calmar a su sobrina.

Alice resopló, pero luego sonrió, aliviada. Sabía cuánto significaba el Impala para su tío, y la idea de que pudiera dárselo a alguien más realmente la había molestado.

Dean la miró con afecto y suspiró.—La verdad, Alice, estoy muy feliz de tenerte de vuelta. Tú y Baby son un buen equipo —dijo, con sinceridad en su voz.

La jóven sonrió y volvió a concentrarse en la carretera, su corazón lleno de calidez al saber que estaba en casa, rodeada de su familia.

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