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Capítulo catorce "La charla"

Un fino rayo de sol impactó en la cara de Alice provocando que despertara, le tardó unos minutos recordar en donde se hallaba.
Se sentó en el sofá y miró tras sus espaldas, en las camas descansaban dos osos en plena hibernación, o mejor dicho su tío y su padre.

Miró la hora y saltó en su lugar de la sorpresa, corrió hasta la cama de su progenitor. —¡papá! —exclamó, automáticamente un arma le apuntaba al rostro.

—Alice —bajó la pistola —cariño, no hagas eso —se pasó una mano por la cara —pude haberte herido.

—buenos reflejos —sonrío guiñando un ojo.

—empiezo a creer que eres hija de Dean —soltó una pequeña risa.

—¡oye!

—¿por qué me despertaste? —inquirió sentándose en la cama.

—tengo que volver a casa —explicó la castaña.

—no hay prisa por llegar al bunker —respondió —a propósito ¿desde cuando le llamas casa?

—ah...no me refería al bunker —dijo algo avergonzada.

—quieres ir con Scott —entendió.

—no te molesta ¿o sí? —hizo una mueca —debe de estar preocupado, no le avisé que me iba y...

—no, no, no me molesta —negó —tú eres feliz y eso es todo lo que importa.

Sam se levantó y procedió a arreglarse para llevar a su hija a la casa del Scott.
En todo ese rato, Dean no movió ni un pelo, realmente estaba durmiendo muy profundo.

—¿Seguirá vivo? —Alice señaló con el mentón a Dean. Un ronquido confirmó que sí y les sacó unas risas.

—¿eso contesta tu pregunta?

Unos minutos más tarde, se encontraban estacionando frente a la casa de Scott.

—estaremos en el motel si necesitas algo —dijo Sam antes de que la chica se bajara.

—sí, está bien —besó su mejilla —te quiero.

—yo igual, pequeña Alicia.

Cuando Alice bajó del Impala, la puerta de entrada se abrió de golpe dejando a la vista a un muy preocupado chico, quién no dudó en correr hacia Alice en cuanto la vió.

—¡Dios Alice! —la abrazó —me tenías preocupado ¿En dónde habías estado?

—tranquilo cariño —sonrió observándolo —estoy bien.

—¿por qué no me avisaste que te ibas? —inquirió —por un momento creí...

—no quería despertaste, realmente parecías cansado.

—no me hubiera importado si lo hacías —acarició su mejilla. —¿A dónde fuiste?

—fui a buscar a...

—Sam —Scott notó la presencia del cazador.

—Scott —dijo este muy serio.

—menos mal que no te besé —murmuró sacandolé una risa a la jóven.

—¿podemos hablar? —inquirió el más alto luego de bajar del auto, tras haber meditado sobre si hablar en ese momento o dejarlo para otro día.

—am...claro —los tres se dirigieron al interior de la casa —¿Gustas café, té, agua...?

—no, muchas gracias.

—¿y tú, cariño? —Scott miró a Alice.

—café esta bien, gracias amor —sonrió —con...

—no me digas —la señaló divertido mientras fingía pensar —mitad de leche y dos cucharadas de azúcar.

—si —rió.

El castaño se metió en la cocina dejando solos a padre e hija.

—es muy atento —comentó Sam tomando asiento en uno de los sillones.

—así es —asintió Alice.

—¿Es así siempre o lo hace por qué estoy yo aquí?

—es así siempre, atento, amoroso, protector —suspiró —es el hombre perfecto.

—¿hombre? —alzó una ceja.

—si, él no es un monstruo.

—si, no, eso es verdad —medio mintió. —cuéntame sobre él ¿Cuáles son sus planes para el futuro?

—quiere ser veterinario, ya está terminando la carrera —respondió la castaña. —le encantan los animales —sonrió.

—Sam asintió —eso suena bien...¿y qué piensas sobre él?

—lo amo, papá. Es increíble.

Justo en ese instante Scott regresa con una taza de café que deja en la mesita frente a Alice —un café con leche y dos cucharadas de azúcar, para mi princesa —besó su frente tiernamente antes de tomar asiento a su lado.

—gracias, Scotty.

—cariño, ¿te importaría dejarnos a solas unos minutos? —Sam la observó con sus ojos de cachorro mojado.

—No vas a matarlo ¿o sí? —se puso en pie con su taza de café en mano.

—no —rió. Cuando Alice se fue volteó a ver a su yerno muy seriamente —Scott, Recuerdas que soy un cazador ¿cierto?

—si señor —asintió.

—bien —suspiró —mirá normalmente yo no soy un padre que amenace a los novios de su hija pero, en vista de que un imbécil lastimó su corazón, me veo obligado a advertirte que si le haces daño chico lobo, una bala de plata decorará tu frente. —gruñó.

—señor yo jamás le haría daño a su hija —respondió —además, siento decirle que la plata no me hace daño.

—pero eres un hombre lobo —replicó.

—soy de otra especie —se encogió de hombros.

—no importa, encontraré tu kriptonita.

—tragó duro —amo a Alice, jamás la lastimaría —suspiró —quizás es muy rápido pero quiero un futuro con ella.

—¿Cómo llevas las lunas llenas?

—de maravilla, casi no me afectan —se encogió de hombros.

—está bien...por ahora, tienes mi bendición sólo no me hagas arrepentirme.

—no señor, no lo haré —casi juró —y por cierto, muchas gracias por aceptar nuestra relación.

—no cantes victoria, aún te falta la bendición de Dean.

—pero usted es el padre de Alice —replicó confundido.

—Dean es el tío y es muy sobreprotector.

—oh...sí comprendo —asintió.

—una cosa más ¿Cuando pretendes decirle a Alice sobre tu naturaleza?

—prefiero no hacerlo aún, si no le molesta.

—¿ya terminaron? —Alice entró a la sala otra vez.

—claro que sí, cariño —dijo Scott observándola maravillado.

—bueno, yo ya debo irme —Sam se puso en pie —iré a comprarle un pie a Dean y su cerveza o estará de malas todo el día.

—pie de manzana y te ganarás su corazón —aconsejó la pequeña.

—tienes razón —sonrío abriendo sus brazos —ven aquí pequeña Alicia —la castaña no tardó en fundirse en un abrazo con su padre —luego tenemos que hablar sobre volver al bunker.

—no sé si quiero volver a Kansas —miró a su novio. —estoy bien aquí.

—cariño quizás debas ir con tu familia un tiempo, estuviste lejos de ellos por más de siete meses. —intervino Scott.

—quizás tengas razón.

—piénsalo ¿sí? —Sam dejó un beso en su cabeza antes de irse.

—¿te amenazó? —inquirió la cazadora en cuanto su progenitor se fue.

—nah.

—Scott —lo miró seriamente.

—casi me orino en los pantalones —admitió sacandole una risa a la chica.

Se quedaron un rato allí en silencio disfrutando el uno del otro mientras regresaban de la mano hacía la sala.

—tienes que ir con ellos —insistió el castaño. —yo te esperaré aquí e iré a visitarte.

—no quiero alejarme de ti —lo abrazó.

—no estaremos lejos, son solo un par de horas.

—¿un par? Son 21 horas —jadeó.

—poco menos de un día —se encogió de hombros.

—sí, quizás lo haga —asintió.

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