Capítulo único
Prinance Kingdom, mejor conocido como "el territorio de las Hadas", es un reino compuesto por un complejo de islas flotantes rodeadas del más azul de los cielos, y sin olvidar sus blancas y esponjosas nubes. Es un lugar poseedor de una excelsa belleza, no solo por sus magneficentes construcciones de un estilo victoriano moderno, sino que también por el encanto natural de sus bosques y parajes.
Pero más que por todo su innegable esplendor, Prinance daba de que hablar debido a sus habitantes, esos preciosos seres alados dotados de gran delicadeza y elegancia, que gozaban de lindas facciones y unas hermosas alas que brillaban al contacto del más pequeño rayo de sol.
Las hadas eran conocidas por ser los seres más bellos de los Tres Reinos, pero había uno en específico que era el centro de los rumores, porque a sus cortos 20 años ya era considerado el más hermoso de todos.
El príncipe heredero, Jeon Jungkook.
Su nívea y tersa piel; sus blancos cabellos ondulados y rebeldes; sus preciosos y brillantes orbes, grisáceos cual bruma espesa; y sus labios rojizos, eran los justificantes de este hecho. Chicos y chicas caían completamente enamorados de él con solo una mirada, y esto no pasaba solo en Prinance, también en el Pantano de los Elfos y en el Bosque de las Ninfas.
Por esa razón Park Jimin, guerrero que había jurado proteger con su vida al reino y conocido por las grandes batallas que había liderado y vencido, no se sorprendió cuando su corazón se aceleró el día que vio por primera vez al príncipe, cuando fue presentado ante la corte casi dos años atrás, él dia que cumplió sus diecinueve años.
Cuando esos orbes grisáceos cayeron sobre su persona sintió como su corazón se ralentizaba por unos segundos, para luego comenzar a bombear con fuerza. Todas las personas a su lado desaparecieron, y lo único que estaba en su mente era el precioso chico frente a él. Sus manos incluso temblaban y sudaban debido a los nervios, pero su cerebro solo procesó una cosa, y eso era su deseo de seguir observando esos ojos el resto de su vida.
Por suerte para él, el príncipe también se había quedado absorto en sus orbes ambarinos. Desde hace tiempo venía escuchando las grandes batallas lideradas por ese guerrero joven que estaba siendo sensación en todo el reino, pareciéndole increíble que con tan solo veinticuatro años, ya su nombre y retrato estuvieran plasmados en libros que contenían la historia de Prinance hasta la actualidad; y como dato adicional, debía admitir que esos retratos no hacían para nada justicia a la belleza que poseía el guerrero. No creía que hubiera algún pintor capaz de dibujar a la perfección sus hermosos rizos largos y dorados, ni sus delicadas facciones o labios pomposos.
Ninguno de los dos pudo evitar acercarse al otro esa noche. Tuvieron una amena y divertida conversación durante toda la fiesta, y no dudaron en citarse otro día para seguir hablando. A partir de ahí sus encuentros se volvieron más frecuentes, al punto de que Jungkook se escapaba del palacio para salir con el rubio y pasar el día juntos. Esa amistad que se consolidó el día de la fiesta fue escalando a más, hasta que sus sentimientos por el otro fueron tan incalculables que fue imposible no confesarse.
Lamentablemente esos encuentros no duraron más que un par de meses.
Todo sucedió un día que quedaron en encontrarse en la habitación del príncipe a la medianoche, esperando que fuera más fácil escabullirse debido a que todos dormían a esa hora. Jimin siguió las indicaciones del menor, volando hasta su balcón y tocando tres veces la puerta para que Jungkook supiera que se trataba de él. Al instante de Jungkook haber abierto la puerta se lanzó a sus brazos dejando un reguero de besos por todo su rostro mientras sus manos se acomodaban en su cintura. No obstante, la bonita escena fue interrumpida por dos guardias y el rey, que abrieron las puertas de golpe, armados y con rostros enseriados.
—¡Arresten al traidor, Park Jimin! —exclamó su padre señalando al mencionado con su dedo índice.
—¡No, suelténlo! —Empujó a uno de los guardias pero no logró mucho—. ¡Él no ha hecho nada!
—Park Jimin, queda exiliado del territorio de Prinance permanentemente, por intento de asesinato a nuestro príncipe, Jeon Jungkook, en conjunto con el príncipe de los elfos, Min SaHyuk —anunció el rey con voz imperativa.
Los ojos grises del príncipe cayeron de golpe sobre su anatomía, con su rostro deformado en una mueca sorprendida y decepcionada. Negó con la cabeza, mirando las primeras lágrimas cursar las mejillas del peliblanco.
—¡No les creas, Jungkook! ¡No es cierto! —gritó desesperado porque le creyera, forcejeando con los guardias que a empujones lo sacaban de la habitación.
Lo último que pudo ver fue al rey consorte entrando a la habitación del príncipe y abrazándolo con fuerza mientras este sollozaba contra su cuello.
De ese fatídico día había pasado un año. Un largo año en el que habían buscado nuevas formas para encontrarse sin que los guardias les vieran. Sin embargo, el verse se hizo mucho más difícil cuando el rey Min Yoongi puso sus ojos en el joven príncipe. Completamente cautivado por su belleza no dudó en pedir su mano en matrimonio, siendo esta petición denegada por el rey Namjoon, quien alegó que su hijo solo se casaría por amor. Tal respuesta no fue del agrado del monarca del Pantano de los Elfos, hallando en esto una razón suficiente para iniciar una guerra contra el Reino de las Hadas. Inclusive, llegó a amenzar de muerte al peliblanco, por tal motivo la seguridad aumentó y le habían puesto un guardaespaldas de manera permanente.
Actualmente
—No hay otra opción, debemos llamarle —opinó uno de los integrantes del consejo real.
—¡No! —exclamó alterado el rey Namjoon, poniéndose de pie y golpeando la gran mesa con ambas manos—. ¡Intentó asesinar a mi hijo, no pienso traerlo de vuelta!
—Cálmate, Namjoon —intervino su esposo, SeokJin, intentando controlar la situación—, podemos aumentar la seguridad de nuestro hijo y-
—No, Seokjin —cortó de forma tajante—. No voy a poner en peligro la vida de Jungkook trayendo ese traidor aquí al palacio.
—Park Jimin es el mejor guerrero de todo el reino —insistió otro de los integrantes del consejo—. Además de que es el que más experiencia tiene combatiendo en el Pantano de los Elfos.
—No hay otra alternativa —todos observaron al rey llevar una mano a su sien, escuchando atentamente a su subordinado—. El rey Seokjin dio una buena idea, de todas formas no tenemos más escapatoria. Si el príncipe no muere a manos del guerrero Park lo hará a manos del rey Min cuando se apodere de todo esto.
—Escúchalos cariño, es la única forma de mantener a salvo nuestro hogar —pidió el rey consorte, tomando una de sus manos entre las suyas.
Mientras la importante reunión daba fin, en el bosque cercano al palacio solo se podían escuchar risitas divertidas y las hojas de los árboles chocar unas contra otras debido al viento. Cierto príncipe, escondido detrás de un árbol, llevó una mano a su boca para aguantar las carcajadas que querían escapar de ella. Se supone que no debía dar pistas de su localización.
Escuchó un sonido cerca de donde estaba, así que no lo pensó dos veces para extender sus alas moradas y azules y escapar de cierta hada. Sorteó los árboles con facilidad, creyendo que por un momento había logrado despistarlo; por ello se asustó cuando lo apresaron de repente por la espalda.
—Te tengo, hadita traviesa —murmuró en su oído con su voz dulce y tranquila.
—¡Suéltame! —comenzó a moverse para safarse del agarre del contrario, pero por más que lo intentó no pudo—. ¡Mimi! —exclamó, mirándolo con un puchero.
—¡No me llames así! Sabes que soy débil cuando me pones apodos bonitos —se quejó copiando el mohín del contrario, volteándolo entre sus brazos para ver su rostro.
—Siempre dices que me dejarás ganar pero nunca lo haces. —Se cruzó de brazos mirando al más bajo con el ceño fruncido.
—¿Mi hadita traviesa se enojó? —preguntó riendo mientras llevaba ambas manos a las mejillas del príncipe.
—Humm —resopló, sentándose en un tronco caído que había cerca—, quiero irme a casa.
—Oh vamos, Jungkook —dejó un beso en sus labios—. No seas caprichoso, sabes que no puedo venir siempre a verte.
—Jimin —llamó al rubio, mirándolo directamente a los ojos.
—¿Qué sucede?
—Te amo —aquellas dos palabras ocasionaron que el corazón del guerrero se acelerara en demasía—. Te prometo que haré todo lo que pueda para que mi padre te acepte de nuevo en el reino.
—Sabes que eso no sucederá —afirmó con pesar, tomando asiento a su lado—. Él piensa que intenté matarte.
—¡Pero eso es mentira! —exclamó enojado, aún si sabía que no debía descargar su ira con Jimin, pues él era el menos culpable en toda la loca situación—. No sé de donde sacó esa idea absurda.
—Eso no importa ya. Ahora debo volver, ya casi anochece.
—Te extrañaré, Mimi —murmuró con los ojos cristalizados, llevando ambas manos a la cintura del más bajo.
—Yo también, mi hadita traviesa —acarició los blancos cabellos del menor—. Intentaré volver lo más pronto posible.
Con una sonrisa ambos se acercaron hasta unir sus labios. No era la primera vez que se despedían, y aún así cada vez que lo hacían se marchaban con un sabor amargo en la boca. Ya hacía casi un año que habían comenzado sus encuentros en secreto, al principio el príncipe solía escapar cada noche para encontrarse con el guerrero, pero lamentablemente luego de la amenaza que hizo el rey de los elfos a su padre, la seguridad aumentó y ahora solo podían verse una vez cada varios días.
El camino de retorno del mayor era algo peligroso, por lo que el peliblanco solía preocuparse demasiado. Si alguno de los guardias lo encontraba no dudarían en matarlo.
—Cuídate mucho, mi pequeño príncipe.
—Tu también, ten cuidado con los guardias.
Se despidieron nuevamente y ambos comenzaron a caminar en sentido contrario, Jimin hacia las fronteras del reino y Jungkook hacia el palacio.
[...]
—¿Se puede saber en dónde andabas, Jeon Jungkook?
Su intento de entrar a hurtadillas a sus aposentos para que nadie supiera que había salido se vio frustrado por su sirviente y mejor amigo, Kim Taehyung, que se encontraba sentado en su cama observándolo con una ceja alzada.
—El rey Seokjin estuvo buscándote —se puso de pie acercándose a él—, tuve que mentirle para que no se formara un gran revuelo en el castillo.
—Oh, gracias por cubrirme, TaeTae.
—¿Dónde estabas, Jungkook? Sabes que es peligroso que salgas solo, el reino está bajo amenaza, estamos ante una guerra inminente —regañó severamente, observándolo con el ceño fruncido y los hombros tensos.
—Solo daba un paseo —profirió con una sonrisa inocente que el contrario no se creyó.
—Está bien, fingiré que te creo. Por favor no vuelvas a salir sin decirme —asintió repetidamente, no quería que Taehyung se molestara y le contara a su padre sobre su salida—. Te traeré la comida en un momento.
—Está bien, aquí te espero TaeTae.
Soltó un suspiro de alivio cuando su amigo se marchó. Casi lo habían descubierto, debía comenzar a ser más cuidadoso a partir de ahora o sus encuentros con Jimin se verían arruinados, y definitivamente eso no podía suceder. Primero muerto antes que dejar de ver al amor de su vida.
Al día siguiente despertó con una sensación extraña apoderándose de su cuerpo. Se escuchaba mucho ajetreo afuera de su habitación, así que curioso por saber lo que sucedía se levantó y salió de su habitación, observando confundido a dos guardias armados velando su puerta. Eso no era normal.
—¿Qué sucede? —les preguntó.
—Hoy vendrá a palacio el guerrero expulsado por traición para negociar sobre el liderazgo del ejército, el rey nos encargó cuidarlo —explicó resumidamente uno de ellos.
—¡¿Jimin vendrá!? —exclamó sorprendido, dando un par de saltitos discretos.
—Así es, Su Alteza —confirmó el mismo guardia.
«¿Acaso ya lo perdonaron?», pensó mientras entraba nuevamente a su habitación y soltaba un gritito emocionado.
Rápido mandó a llamar a Taehyung para que le ayudará a prepararse, si en verdad Jimin vendría al palacio necesitaba verse hermoso para él. Su amigo llegó a su habitación segundos después con una bandeja con su desayuno. Media hora después estaba listo, se había puesto un traje blanco con encajes y vuelos, y había peinado hacia atrás su cabello blanco, dejando a la vista su frente. Recordaba que una vez Mimi le había dicho que se veía muy guapo así.
A paso seguro caminó hacia el salón del trono, donde probablemente se encontraba el guerrero en esos momentos. Estaba a punto de entrar cuando escuchó hablar a su enamorado:
—Lo haré con una condición —sentenció con voz firme—, deseo la mano del príncipe en matrimonio.
En su rostro se dibujó una gran sonrisa mientras sentía su corazón martillear fuerte contra su pecho. ¡Por Dios, como amaba a ese chico! ¿Podía alguien ser más perfecto? Jimin de seguro lucía muy imponente y etéreo ante sus padres y todos esos viejos del consejo real, con aquella armadura reluciente que siempre llevaba y sus bellas alas tornasol.
—¡¿Pero te das cuenta de lo que estás pidiendo?! —escuchó la voz alterada de su padre Namjoon.
Decidido, abrió las puertas del salón real llamando la atención de todos. Sus padres estaban sentados en sus tronos, y los ancianos consejeros al lado de ellos unos escalones más abajo. Jimin se encontraba justo frente a sus padres, pero mirándolo fijamente a él, haciendo que sus nervios por la situación aumentaran.
—Yo acepto casarme con él —dijo con voz clara y una sonrisa cómplice se formó en el rostro del guerrero.
Al principio todos se quedaron en silencio, juraría que podía escuchar su corazón bombear de tanta quietud que había en el salón en ese momento, pero este fue roto por el rey que se puso de pie.
—Ni siquiera lo pienses Jungkook —negó con la cabeza—. No dejaré tu vida en manos de este traidor, ¿pero que tienes en la cabeza hijo?
—¡Ese traidor es al que estás mandando a liderar tu ejército para atacar a otro reino! —profirió de igual forma, dejando brillar la terquedad en sus ojos. ¡Dichosos genes de SeokJin!
—¡Intentó matarte! ¿Cómo puedes querer casarte con él?
—Pensé que era mi desición, dijiste que tenía derecho a casarme con la persona a la que amara. —Los ojos de Jimin brillaron y un suspiro enamorado escapó de su boca al ver la convicción de su amado príncipe.
Namjoon abrió ambos ojos en demasía, incrédulo aún ante lo dispuesto que estaba su hijo a pasar por encima de su palabra solo para casarse con Park Jimin.
—Joonie... creo que Jungkook tiene razón —se volteó sorprendido, mirando a su esposo molesto por llevarle la contraria. No era sorpresa para nadie que SeokJin apoyara al príncipe, era sabido por todos que el veía por los ojos de su hijo.
—Jin...
—Si Jungkook confía en él yo también, tienes mi bendición hijo. —Se puso de pie y fue a abrazar a su pequeño, que lo recibió con una gran sonrisa.
Todos se quedaron mirando al rey, quien suspiró luego de un momento y los miró a ambos.
—Bien —dijo luego de unos minutos. Jungkook no pudo aguantar tanta emoción y comenzó a saltar feliz—. Aún no celebres —el príncipe dejó de saltar, cruzando sus manos detrás de la espalda con una sonrisa inocente en la cara, haciendo que Jimin soltara una risita por lo descarado que podía llegar a ser el menor—. Voy a pensarlo.
—¡Papá! —Se quejó, mirando a Jin para que lo ayudara pero este negó con la cabeza por lo que formó un puchero molesto.
El rubio tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no ir hacia él y tomarlo en brazos para depositar un beso en su lindo puchero.
—Es mi última palabra —dijo firme—. Mientras tanto puedes ir preparándote, tienes tres días, dentro de cuatro días partirán a la frontera del reino de los elfos.
—Como usted ordene, Majestad. —Hizo una reverencia.
A pesar de que en ese momento, debido a la presencia de sus padres y los guardias, no pudo acercarse a él y darle ese beso que tanto anhelaba, eso no impidió que en la noche, luego de asegurarse que todos dormían, lograra escabullirse en la habitación asignada al mayor.
—¿Qué crees que estás haciendo? —cuestionó al ver al príncipe entrar a su habitación—. Jungkook si tu padre se entera de que-
El peliblanco unió sus labios haciendo callar al mayor, que sin dudarlo siquiera llevó ambas manos a la diminuta cintura del menor mientras comenzaba a mover sus belfos sobre los contrarios. El príncipe cruzó sus brazos detrás del cuello del guerrero, apegándose a su cuerpo para profundizar aquel dulce beso.
—No tienes idea de cuánto deseaba besarte —comentó cuando se separaron y el mayor solo sonrió.
—Si nos descubren estaremos en problemas.
—Todos están durmiendo, no te preocupes, fui muy sigiloso —volvió a besarlo, pasando sus manos por las rubias hebras del guerrero, haciéndolo dar pasos a ciegas hacia la cama—. ¿La pones tú o lo hago yo?
—¡Jungkook! —exclamó en un susurro, sintiendo sus mejillas calentarse en extremo—. Eres un príncipe, ¿qué formas de hablar son esas?
—¡Oh, vamos Mimi! No seas mojigato —regañó quejumbroso, tomando sus manos para ponerlas en su espalda baja—. Te necesito tanto.
Su intención era volver a besarle, pero apenas y pudo pegar sus labios cuando de pronto la puerta de la habitación se abrió, dejando ver al amigo y sirviente del príncipe, que se quedó mirándolos a ambos con las boca abierta.
—¿Jungkook qué crees que haces? —interrogó escandalizado.
—TaeTae, no digas nada por favor —pidió separándose de Jimin.
—El rey debe saber esto, Jungkook —dijo con el ceño fruncido—. No es correcto que tú como príncipe vengas a hurtadillas al cuarto de un guerrero.
—Taehyung, no lo entiendes —profirió acercándose a él—. No puedes decirle a mi padre.
—Ya te he protegido mucho Jungkook, no lo voy a seguir haciendo —intentó marcharse pero el pelinegro lo impidió.
—No, espera-
—Voy a decirle al rey en este instante —expresó categóricamente, caminando hacia la puerta.
—¡No! —exclamó, alzando un brazo en su dirección—. Eres mi sirviente, mantente al margen y haz lo que te ordeno.
Taehyung elevó ambas cejas sorprendido, pero luego resopló, asintiendo con la cabeza.
—Como usted diga, príncipe Jeon —hizo una reverencia y salió de la habitación.
—No, Tae, espera, no quería-
—Déjalo, lo mejor es que hables mañana con él —le aconsejó Jimin poniendo una mano sobre su hombro.
—Nunca me comporté así con él —murmuró mirando la puerta—, siempre lo traté como un amigo.
—Mañana puedes disculparte —lo miró con una pequeña sonrisa tranquilizadora, sabiendo que Jungkook en algunas ocasiones podía llegar a ser muy sensible.
—Abrázame Mimi —susurró con los ojos cristalizados y al instante fue envuelto por los fuertes brazos del guerrero.
[...]
Todos estaban reunidos, mirando al rey completamente descolocados por las palabras que habían salido de su boca. No les resultaba comprensible que tomara una decisión así tan de repente.
—Alteza, no creo que en estos momentos sea bueno atacar Prinance —alegó el general Hoseok, preocupado por los pensamientos de su rey.
—Esas haduchas aprenderán que al rey Min Yoongi no se le niega nada —expresó con rencor, apretando los puños y con los hombros tensos.
—Pero señor-
—¿Acaso le tienes miedo a esos bichos alados? —preguntó elevando una ceja mientras rascaba su oreja puntiaguda.
—No señor, solo creo que necesitamos unos días más para prepararnos —intentó convencerle, pero Min era terco a más no poder.
—Tienes dos días, ni uno más —sentenció tajante, haciendo una seña con su manos para indicar la cantidad de días—. Según mi informante partirán hacia acá en cuatro días, debemos adelantarnos.
El general lo miró con algo de duda, quería preguntarle quien era su informante y si era confiable, pero estaba seguro de que el rey se enojaría y le castigaría.
—Vamos a aplastarlos en su propio reino —aseguró con una sonrisa maliciosa abriéndose paso en su rostro.
[...]
—Hadita traviesa debo comenzar con los preparativos para la guerra.
Tenía a Jungkook encima de él con la cara escondida en su cuello, dejando un par de besitos que solo le daban cosquillas. El peliblanco solo soltó una risita, besó su mandíbula y luego comenzó a dejar un montón de besitos por todo su rostro. Esa mañana había dedpertado más mimoso de lo habitual, y no es que eso le molestara, pero debía alistarse para ver con los capitanes y demás, la estrategia que usarían para la invasión al Pantano de los elfos.
—Te amo tanto, Mimi —murmuró el menor sobre sus labios antes de unirlos en un delicado y apacible beso que los hizo suspirar extasiados.
—Yo también te amo, mi príncipe —dijo acariciando las hebras blancas con cariño—, pero ahora debo levantarme.
—Está bien —dijo haciendo un pequeño puchero que Jimin no se abstuvo de besar.
Jungkook se levantó de encima del guerrero, depositando un último beso de sus labios y dejando una caricia tentadora en su estrecha cintura. Luego de eso simplemente se marchó de allí, haciendo revolotear sus bellas alas moradas.
Llegó a su habitación poco después, viendo a Taehyung junto a su cama con una bandeja en la mano, la cual sospechaba contenía su desayuno. Suspiró antes de acercarse a él y quitarle la bandeja de la mano, sintiéndose mal al recordar la escena que había acontecido la noche anterior.
—Perdón, TaeTae —lo abrazó con fuerza, pero no fue correspondido por el contrario.
—Cuando termine con su desayuno vendré a buscar la bandeja, ya dejé la bañera lista para usted —profirió formalmente, nada que ver con el tono confianzudo con el que solían hablar.
—Tae...
—Si no necesita nada más me iré ahora.
Salió de la habitación bajo la mirada triste del peliblanco, que soltando un suspiro pesado se puso a comer su desayuno. Debía pensar en algo para que Taehyung lo perdonara, no iba dejar así esa situación, pues le dolía que su mejor amigo se comportara tan cortante con él. Tal vez debería pedirle algún consejo a Jimin cuando fuera a su cuarto en la noche.
[...]
Ambos se encontraban abrazados fuertemente bajo la mirada atenta de los reyes, despidiéndose como si fuera la última vez que se verían. Ese día le tocaba al guerrero marchar junto al ejército hacia las fronteras del reino de Min Yoongi. Jungkook sinceramente no quería separarse de él, pero debía hacerlo por el bien de su reino y de su gente, el futuro de Prinance estaba en la manos de Park Jimin.
—Promete que vas a volver —pidió agarrando su cintura para acercarlo nuevamente a él una vez se separaron del abrazo.
—Te lo prometo, mi pequeña hadita traviesa —susurró pasando ambas manos por el rostro del menor con delicadeza, dejando caricias dulces en sus mejillas—. Cuídate mientras no esté, ayer me asustaste mucho cuando casi te desmayaste en la habitación.
El príncipe asintió solo para no preocuparlo, pero la verdad es que desde hace dos días se venía sintiendo cansado y en ocasiones le dolía mucho la cabeza. Sin embargo, permaneció callado porque solo deseaba que el rubio se centrara en la batalla y no se distrajera con sus problemas.
Se despidieron con un suave beso delante de todos, fue algo pequeño, un simple roce de labios que los hizo suspirar. El rey Namjoon quiso intervenir pero fue detenido por su consorte, que miraba a los jóvenes con los ojos brillantes, recordando los momentos que vivió con su esposo a esa edad y que todavía figuraban como un lindo recuerdo en su memoria. Le alegraba ver que su hijo había encontrado el amor en alguien digno de él y que le correspondía al 100% sus sentimientos.
De pronto una fuerte explosión seguida de varios gritos los asustó a todos. Jimin no tardó en abrazar el cuerpo del peliblanco para protegerlo de los escombros. Más que su enamorado, Jungkook era el príncipe y futuro monarca del reino, debía ser protegido sí o sí porque era el único heredero de la corona, y él como líder del ejército se iba a asegurar de ello.
—¡Vuelve al castillo y no salgas de tu habitación! —gritó cuando vió a los elfos aparecer de pronto, emergiendo de los bosques armados y listos para la batalla.
—¡No! Puedo ayudar, sabes que fui entrenado desde pequeño —se negó, mirando con terquedad al guerrero—. No soy de los que se esconde a esperar que lo defiendan.
—¡Jungkook, ve al castillo ahora! —ordenó autoritario, sin embargo recibió otra negativa.
—Escucha, Kook, si sé que estás aquí en peligro no voy a poder concentrarme en la batalla, no dudo de tu capacidad o tu coraje, pero en serio necesito que estés a salvo para poder liderar a todas estas personas.
Jungkook resopló molesto, pero terminó cediendo a la demanda de su amado. Se acercó a besar castamente sus labios para luego volar junto con sus padres y Taehyung hacia el castillo, mientras algunos guardias se encargaban de evacuar a los ciudadanos y mantener a salvo a la servidumbre.
—Toma, es agua —le ofreció su sirviente una vez se encerraron en la habitación.
Luego de tomarla se quedó de pie en el balcón, observando a elfos y hadas pelear unos contra otros. El sonido de las espadas chocar entre sí era estridente, y pronto el suelo comenzó a bañarse de sangre, tanto de elfos como de hadas. Desesperado, intentaba localizar la cabellera rubia de su guerrero, pero entre tantas personas se le hacía imposible vislumbrarlo.
Frunció el ceño segundos después cuando su vista comenzó a nublarse. Se llevó una mano a la cabeza dando un par de pasos hacia atrás hasta que terminó perdiendo el equilibrio y cayó al piso. Sentía que apenas y podía abrir los ojos por lo pesados que se sentían sus párpados, además de que su cabeza dolía a horrores.
—T-Tae, a-ayúdame —pronunció con dificultad entre tartamudeos casi inentendibles, sintiendo su respiración agitada.
Mientras tanto abajo, en la ciudad, donde se libraba la batalla, el esperado enfrentamiento que deseaba Jimin se estaba llevando a cabo.
Sus espadas chocaron con firmeza, ambos estando casi al mismo nivel, pero el guerrero siendo superior debido a su entrenamiento continuo y su gran experiencia. El rey Min no era muy conocido por ser partícipe en las luchas de su pueblo, además de que los rumores que circulaban decían que no era alguien muy activo en los entrenamientos, razón por la cual le sorprendía que manejara tan bien la espada. A pesar de ello no se amedrentó, en su mente solo pensaba que si lograba ganarle sus soldados se rendirían, por lo que debía acabar rápido con él para evitar que la matanza continuara. El monarca de los elfos había faltado a toda ética al atacar de esa manera a la ciudad, sabiendo que personas inocentes perderían su vida gracias a su ataque.
—Te hacía más inteligente, ¿sabes? —dijo con una sonrisa ladina el elfo.
—Menos charla y más pelea, Min.
—De verdad que no tienes ni la más remota idea —rió burlonamente—, mientras tu estás aquí perdiendo el tiempo, tu principito está agonizando.
—Jungkook está a salvo en el palacio, es imposible que alguno de tus hombres llegue allá, y en cualquier caso, Taehyung está entrenado para estas situaciones.
Una fuerte carcajada salió del duende confundiendo un poco al rubio. ¿Acaso el rey Min finalmente había enloquecido? No entendía a que venía la repentina charla y su reacción a sus palabras.
—¿Nunca te preguntaste por qué fuiste acusado de traición a la corona?¿A qué tampoco te preguntaste cómo sabíamos que nos atacarían hoy y nos adelantamos a sus planes? De seguro tampoco sabes a que se debe que tú prometido esté tan débil desde hace unos días. —Jimin tragó saliva debido al nudo que comenzaba a formarse en su garganta. No le importaba en lo más mínimo saber cómo fue inculpado de traición, pero al escucharle mencionar el malestar que había estado teniendo su príncipe comenzó a preocuparse. ¿Cómo sabía eso?
—¿De qué estás hablando?
—De que Kim Taehyung es un traidor, y en estos momentos debe estar a punto de matar a tu preciado príncipe. —Una enorme sonrisa estiró sus comisuras.
—Jungkook puede contra él —aseguró arremetiendo contra su contrincantes—, fue entrenado desde pequeño como un soldado más.
—¿Aun si está bajo los efectos de un veneno? —peguntó con una sonrisa ladina señalando una pequeño frasco que colgaba de su cuello—. Lamento informarte que solo yo tengo el antídoto.
Se quedó estático en media batalla al escucharle, su mente le ordenaba que se moviera pero su cuerpo estaba paralizado, el miedo de perder al amor de su vida lo dejó en shock. No podría vivir una vida sin Jungkook en ella, simplemente no se veía capaz.
Obviamente el rey Min no desperdició tal oportunidad y clavó su espada en el hombro del guerrero, sacándole un alarido de dolor.
—Voy a cortar tus alas y las colgaré de adorno en mi habitación, Park Jimin.
[...]
—¡¿Jungkook qué te sucede?! —cuestionó escandalizado, arrodillándose a su lado y llevando ambas manos a su rostro—. ¡No te preocupes, todo estará bien!
De pronto se alejó y comenzó a reír a carcajadas bajo la confundida mirada del ojigris, que lo miraba escéptico ante el repentino cambio de actitud.
—En verdad eres un idiota —paró de reír para mirarlo fijamente—. TaeTae esto, TaeTae lo otro... jamás tuviste ni la más mínima sospecha.
—¿Qué? —preguntó desorientado, negándose a sí mismo a creer la idea que se abría paso en su cabeza. No quería pensar en ello, de verdad que no quería pensar en que su mejor amigo lo había traicionado de tal forma, no después de tantos años juntos, de tantos secretos y confesiones que se habían guardado.
—Fue muy fácil hacerle creer al rey que Park Jimin intentaba matar a su hijo —se agachó, sacando una pequeña daga de su espalda—. Al igual que fue muy fácil poner veneno en tu comida desde hace una semana.
— Tú... eres un t-traidor —murmuró con dificultad, sintiendo un fuerte dolor extenderse por todo su cuerpo.
—No puedes culparme —se puso de pie dando vueltas a su alrededor—. Pasé años a tu disposición, siendo tu maldito sirviente. Así que cuando Min me propuso muchas riquezas por traicionarte no lo pensé demasiado.
—P-pensé que eras mi a-amigo.
—En verdad eres tan inocente, pequeña hadita traviesa —se burló, utilizando el mote cariñoso por el que Jimin lo llamaba—. Pensaba matarte con mis propias manos, pero no, dejaré que agonices unos minutos, de igual forma el veneno te terminará matando en poco tiempo.
Los párpados del príncipe se fueron cerrando con lentitud, y su última vista fue la sonrisa macabra que tenía Kim Taehyung en su rostro.
—Hasta nunca, Jungkookie.
En ese momento la puerta fue golpeada con tanta fuerza que se rompió. Jimin se adentró a la habitación, jadeante y con uno de sus brazos sujetando el otro. Cuando observó a su amado inscosciente en el suelo sintió como si su alma hubiera escapado de su cuerpo. Sin pensarlo demasiado corrió hacia él, tomándolo en brazos a pesar del dolor en su cuerpo.
Taehyung miró como el brazo del guerrero estaba sangrando en abundancia, pero a pesar de que estaba herido, el hecho de que se encontrara allí quería decir que el rey Min había muerto. Al ver su plan echado a perder intentó escapar, pero fue detenido por dos guardias justo en la entrada de la habitación.
—Vamos mi hadita traviesa, tienes que resistir, vas a ponerte bien —le quitó la tapa al pequeño frasco y vertió el líquido oscuro en la boca del peliblanco.
Esperó unos segundos y nada sucedía, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos al ver que su amado no despertaba, su respiración siendo tan lenta que casi ni se notaba como su pecho se expandía al intentar captar un poco de aire.
—¡Venga, no me puedes hacer esto Jungkook! —cerró los ojos con fuerza y la primera lágrima rodó por su mejilla cayendo en el rostro del pelinegro. La desesperación que se adueñaba de su pecho lo hacía casi hiperventilar, y sus manos temblaban tanto que terminó dejando caer el pequeño frasco al suelo.
Al no ver ninguna reacción en el menor sus sollozos no tardaron en hacerse audibles. Se culpaba por haber tardado tanto con Min, por no haber protegido a su príncipe cuando este más lo necesitaba. Debió dejarlo quedarse a su lado, al menos así hubiera estado junto a él pendiente de su bienestar. ¿Qué se supone que haría ahora sin Jungkook en su vida?
—N-no llores, Mimi —murmuró el menor abriendo con pesadez los ojos, llevando una mano a su mejilla para quitar las lágrimas.
—¡Jungkook! —exclamó alegre, abrazándolo con fuerza mientras lágrimas de felicidad caían de sus ojos cual cascada.
—¿Creíste que iba a morir así? Aún tenemos una boda pendiente, Mimi.
Jimin rió achicando sus ojos, haciendo que solo se vieran como una fina línea que lo hizo ver extremadamente adorable a ojos de Jungkook. Besó el rostro del menor repetidas veces, dejando besos por sus mejillas, frente y nariz, escuchando la risita divertida del contrario.
—Te amo tanto, tanto, tanto.
—Yo también te amo, y te amaré hasta el día de mi muerte —respondió Jungkook sonriendo en grande.
—No hablemos más de muerte, por favor.
Pidió soltando una risita y unió sus labios como un acto de promesa, sellando sus sentimientos en un destino que mantendría sus almas entrelazadas la una con la otra por toda la eternidad, trascendiendo más allá del tiempo y el espacio.
Fin
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