-¿Entonces una vez al año un conejo enorme les deja huevos de chocolate en el piso y ustedes los buscan?

-Si, basicamente.

-Eso suena estúpido-declaró sencillamente el mexicano.

-Miguel, no inventes-le respondió Hiro irritado- Ustedes celebran que ganaron una batalla dentro de una guerra que perdieron. Se dedican un día para celebrar que poco después les patearon el trasero los franceses.

-Sigue sin tener sentido que recojas chocolate del piso para comerlo.

-¡Están envueltos!-le gritó alzando las manos- No es como si se estuvieran derritiendo sobre el pasto.

-Ah...eso no lo habías dicho- le dijo Miguel por fin entendiendo.

-Pensé que era obvio.

-Nada sobre la Pascua es obvio-le contestó encogiendo los hombros- En México está relacionado con la Iglesia.

-Esto es mucho más divertido.

-No es decir mucho. Lavar los platos es más divertido que ir a misa.

-Lo estas arruinando- le reclamó Hiro viendolo feo- Me esforcé mucho para esconder los huevos por el parque y mis  amigos ayudaron.

-Eso veo- comentó viendo la canasta de mimbre con la que había aparecido en la puerta de su casa hablando de conejos y huevos- Esta bien vamos.

La enorme sonrisa que le dedicó Hiro valió la pena.

Fueron caminando hacia el parque con Hiro explicando que había algunos huevos muy fáciles de encontrar y otros que había escondido para dificultarselo a MIguel. El mexicano no estaba seguro de porqué le emocionaba tanto tenerlo buscando dulces al rayo del sol pero no se iba a quejar. Era raro ver al Hamada tan abiertamente feliz por algo tan sencillo y quería mantenerlo así el mayor tiempo posible.

Al llegar al parque encontró fácilmente algunos de los huevos que en efecto estaban envueltos en aluminio pintado con alegres colores. Los fue poniendo en la canasta que venía cargando Hiro y empezó a buscar los demás. La primera dificultad fue cuando vio uno que estaba en una rama algo alta de un árbol que no podía alcanzar. No había una forma sencilla de subirse al árbol por lo que su solución fue levantar a Hiro en sus hombros para que lo pudiera alcanzar.

-Está bien, estoy empezando a entender porque esto es entretenido-le dijo el músico una vez que lograron bajarlo- ¿Honey y Wasabi te ayudaron a poner los que están muy altos?

-Si y algunos los puso Baymax-le dijo orgulloso.

-Ahora mi duda es dónde los habrán puesto Fred y Go Go- comentó sabiendo de lo raro que era Fred a veces y de lo troll que llegaba a ser la chica adicta a la velocidad.

-Ahora que lo pienso, tal vez no fue mi mejor idea dejar que los escondieron ellos solos-respondió con algo de preocupación.

Definitivamente no había sido una buena idea, lo comprobaron cuando encontraron uno enterrado en la caja de arena. Lo sacaron y lo tiraron a la basura, esa caja también fungía de baño para gatos callejeros y ni Hiro ni Miguel comprenden cómo es que había padres que dejaban jugar ahí a sus hijos. Conforme fueron buscando salieron huevos de chocolate en lugares más normales como bancas, juegos para niños e incluso uno que estaba flotando plácidamente sobre un flotador en el pequeño estanque.

Miguel se la estaba pasando realmente bien y Hiro no dejaba de sonreírle. La canasta estaba casi llena y comenzaba a pesar por lo que decidieron descansar a la sombra de un gran árbol.

-Gracias por tu esfuerzo, cariño- le dijo el mexicano felizmente.

-No hay de qué- contestó Hiro sonrojado- Esta solía ser una de mis actividades favoritas de niño.

-¿Tadashi y tu tia los escondian?

-Si- sonrió recordando- Un año no encontrábamos un par que tía Cass olvidó dónde losescondió. Buscamos hasta que cayó la noche y al subir al coche nos dimos cuenta que se habían quedado en la parte de abajo del asiento del conductor.

Miguel solo alcanzó a reír pensando en la cara que han de haber puesto esos tres al encontrar el chocolate derretido después de horas de estarlo buscando.

-¿Nosotros ya tenemos todos?

-Creo que sí- contestó Hiro haciendo una cuenta rápida- Lo peor que puede pasar si se nos olvida alguno es que alguien más se lo quede.

-Entonces está bien-dijo mientras tomaba uno de los huevos y le quitaba la envoltura para empezar a comérselo- Oye, esto sabe a chocolate Ibarra.

-De eso están hechos-explicó el japonés- Le pedí a tu abuela que me mandara unas barras para poder derretirlas y hacer los huevos.

Miguel se conmovió mucho por el gesto que había tenido su novio con él.  Se acercó a darle un beso que dejó al otro chico sonrojado. A pesar del tiempo que llevaban juntos aun no se había acostumbrado a las demostraciones de afecto tan abiertas.

-¿No quieres uno?-preguntó acercandole uno de los chocolates a sus labios.

-No, no. Son tuyos.

-Se que amas el chocolate- le insistió de nuevo.

-Pero los prepare para ti- intentó alejarlo una vez más- Quiero que tu los disfrutes.

-Los disfrutaré más si tu también comes.

-...Bueno está bien-aceptó por fin mordiendo una parte del dulce.

Hiro no se había molestado en probar el chocolate que le había mandado mamá Elena cuando preparó los huevos, solo había confiado en Honey cuando le dijo que estaban quedando bien. Ahora entendía porque a Miguel le gustaba tanto esa marca de chocolate y porque había llorado amargamente cuando se le había acabado su dotación durante el invierno.

Siguió comiendo de la mano de su novio hasta que terminó con el chocolate y terminó lamiendo los dedos del otro chico sin querer. Ambos se sonrojaron ante las acciones del genio y se quedaron congelados así unos segundos. Se separaron y quedaron unos segundos en un tenso silencio.

-¿Qué te parece si vamos a mi casa?-le preguntó Miguel con algo de timidez- Así podemos seguir comiendo sin que se derritan los dulces.

Hiro asintió y se encaminaron hacia su casa. Ya que habían salido del parque se volteó a verlo con una sonrisa picara.

-¿Sabes? Se me ocurren un par de cosas que no estarían mal con chocolate derretido.

Salieron corriendo a toda velocidad con el mexicano llevando arrastrando de la mano a su novio.