Epílogo
Eliot
Nadie me preguntó lo que se siente ser el presidente de un negocio tan remunerado, rumorado y de tamaño exagerado. Empero, si lo preguntaran un día no hay una respuesta que llene. Al empezar no sientes algo definible en particular. Ahora no sentía emoción, aquella que se iguala con obtener lo que quieres. Esta es una emoción distinta y aguosa. Como comer lo más delicioso y que no tenga último bocado.
Pero sí, se siente bien. Con todo y su peso
Hay preguntas que aunque parezcan intocables sí suelen hacer. Una de ellas es porque me volví un hombre cotizado, y es que ni yo mismo conozco la razón. Podría bromear —y bromeo— con que se deben a atributos que no se ven, pero de ser lo que se ven éstos solo abarcarían lo físico y vivo, realmente vivo de lo físico. Y no dura. Lo físico es moldeable o transformador. Mi madre llamaría a esto Innovación.
Al incursionarme en el mundo de las citas estaba aburrido. Hostigado. Encontraba tan tonto y simpático el que las mujeres creyeran que no sabía cuáles eran sus intenciones y accionaran para martirizarme cuando el que las martirizaba era otro. ¿Y por qué no? Ya que me aprovechaba de ellas, podía dejar que lo hicieran conmigo. Es casi, casi un ganar-ganar. Trivial, sin efecto, sin fin. Me encontraba muy sumergido tratando de aprender a ser un buen presidente como para querer ponerle ganas a lo que la otra parte no ponía nada.
Te encontré me cayó como balde de glicerina. Odiaba con gran profundidad ese mediocre programa que solo sirve para emocionar a las señoritas y poner al límite a los hombres. Con Cornald nos burlábamos y nos volvíamos a burlar. ¡Era una estupidez!
Pero Francesca y mi amigo, el que se burlaba conmigo, le tendieron una trampa de la que por más que lo intenté, por más que luché por safarme, no pude. ¡Otra estupidez!
Ni siquiera Nadina me gana en quién entró peor. Tal vez la convenza de apostar sobre ello.
Siguen apareciendo las preguntas y esta es, sin duda, de mis favoritas. ¿Qué en realidad ha hecho que Wallace Place sea lo que es? Le doy toda la fanfarria posible; debe ser la falta de práctica.
Todo se resume en la incógnita. Las personas disfrutan el misterio y de cierto modo nosotros ofrecemos eso. Un misterio disfrazado, un rostro oculto, una parte de ti que no dejas ver. Y que digan que contribuí a darle a alguien lo que quiere me satisface. Podría compararme con un bufón, un payaso o un malabarista, pues estos hacen felices a las personas.
Y es un secreto, pero Wallace Place me representa casi a la perfección. Nunca fui —lo pueden decir miles de personas y no ser cierto aun—, ni seré un premio. Hay mucho a mi alrededor que me adorna, y seguir sin mostrar mi verdadero yo. Debería ser fácil conocerme y no me responsabilizo de lo que se inventan sin mi ayuda. Porque, aquello tenía un sentido: por fuera pareces uno, por dentro eres diferente.
¿Wallace Place es mi mayor triunfo? ¿Mi orgullo? Es un dolor de muelas, del que nunca voy a alejarme. Pero no es mi mayor triunfo y orgullo.
Ese tiene nombre. Un nombre que apareció gritado de la boca de mi hermana entrometida.
—¡Ve a conocerla! —me gritó entonces.
—Todo mundo la conoce.
—¿Todo mundo está en Te Encontré?
Me reventaba la cabeza de tener que ceder mi tiempo en un programa que determinaba como una cita al dentista.
—Les dije a Cornald y a ti que se olvidaran de que haría lo que quieren. No tengo tiempo para...
—Lo que digas me da igual —dijo Francesca, resolutiva—. No te infartaras por conocerla. Además, llegó ayer en la noche. Cristian la trajo.
—Por orden tuya —me mofo.
—Indirectamente, tuya.
—¡Francesca..!
—¡Bien, bien! Soy la culpable. Puedes reprochármelo eternamente si quieres, pero después que dé a luz.
—La carta de lástima a esta edad te queda corta.
Ella suelta un berrido divertido, pero no la complazco. Estoy irritado por su intromisión en mi vida privada y reírse está vetado.
—Me desespera que actúes como que no tienes curiosidad. —Cruza sus manos encima de su vientre abultado de seis meses—. Yo sé —sonríe—, que sí. ¿Vas a verla? Conversen. —No deja que le replique—. Hablen como adultos. Seguro que logran llegar a un acuerdo, accede a lo que pida para hacerlo más fácil...
—No voy a sobornarla.
—¿Quién habló de so...? —Su voz pierde fuerza y levanta sus cejas—. Lo único que puedes ofrecerle es honestidad. ¿Te crees capaz?
Una charla honesta. Poner los puntos sobre las ies, del objetivo de nosotros al entrar al programa y decidir qué hacer después. Puede que armar un plan de salida y no desperdiciar ninguno el tiempo del otro.
Que bueno que no resultó en una huida. No pude no ser yo, y Nadina tampoco. Al final hubo objetivo diferente.
Un objetivo del que nadie hablará consiste en entender el valor que tienes, sobre todo a ojos de quien te ve. No en Wallace Place. Una máscara, si sabes buscar, no podrá ser un escudo de tu verdadero yo. Éste acabará siempre destacando.
Nadina quiso encontrar mi verdadero yo y en respuesta, le ofrecí una máscara.
No mía. Una para que desfilara en Wallace Place como sé que deseó hacer.
Y en el camino, le di mi corazón. Algo arrogante, con un pésimo sentido del humor, controlador, a veces brusco, exagerado, celoso, antipático y no obstante, con mucho amor, compromiso, consuelo, entrega, optimismo días sí y días no... Solo para que sea suyo.
Fin
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