40: Las cosas nuevas vienen de a pares
—No teníamos previsto el que Eliot fuese un modelo. Créanme, él odió la idea —algunas risas y proseguí—. Pero quisimos que el público se sintiese bien después de tantos meses. ¿Otra pregunta?
La mayoría levantó la mano y señalé a un reportero de saco azul marino, pelinegro muy corto y con unos labios que creí ser inyectados. Muy grandes.
—¿Qué pasó con Te Encontré luego de la boda? Su vídeo fue viral y no les puso contentos.
—A nosotros tampoco que nos amenazaran, pero así es esto. No nos hemos comunicado y espero que no debamos cruzarnos.
—¿Y de cruzarse? —vuelve a preguntar el mismo.
—Intentaremos ser cordiales, con muchísimo esfuerzo —reí para mis adentros y al tener una mejor vista esperé otra duda—. La de bléiser amarillo.
—Sí, gracias —se puso en pie una muchacha castaña obscura, de ojos ahumados y labios muy finos, extendiendo una grabadora a mí—. El señor Eliot la contrató y tienen un proyecto que en lo personal me resulta grandioso, que quieran resaltar la belleza de la mujer en su esencia. ¿Tuviste motivos profundos para aceptar?
Lo pensé bien antes de responder:
—Los tuve —sonreí y me sentí incomoda así que preferí relajar mi rostro—. A veces te esfuerzas demasiado, ¿saben? Como si no es suficiente y pasa el tiempo y crees que no lo es, que no interesa cuanto ejercites, cuan poco comas, cuánta agua tomes; si usas mucho o poco maquillaje o si tienes senos operados. Es frustrante. Aceptarte es aceptar que los estereotipos aunque existan no son la definición de la verdad, la realidad y la salud, física, mental, espiritual, interna, de una mujer promedio. No quería seguir una moda, quería algo duradero, que siempre pueda llevar conmigo y sentirme bien al decir que pertenezco. —Sorbí mi nariz y tosí fingiendo que tengo tos y gripe—. Y quiero que aquellas y aquellos que deseen seguir este camino no me vean como la imagen exacta, sino que copien los consejos, las herramientas para que siendo como son consigan cosas mejores que las que hemos logrado, sin vender nada de lo que son. Caras Limpias y yo queremos que estés limpio por dentro y por fuera —ya pude sonreír con gusto—. ¿Contesté tu duda?
—Sí. Fue suficiente.
—Y no me pregunten por boda —les advierto señalándolos y hay un coro de carcajadas—. No será ahora, pero pronto lo sabrán.
Se supone que parte de esta rueda consiste en hablar del desfile que se pospuso tras el accidente de Tiffany yéndose a ver a sus padres y creo que a tener lo que no tuvo estos años de vida. No ha regresado pero envió los diseños que culminó y recomendó a un amigo suyo, no tiene la experiencia requerida pero al ponérsenos en tiempo encima no nos quedó alternativa. O sí. Hubo una y se llamada Ofelia.
Jamás, jamás, jamás me proyecté como una diseñadora, ni siquiera una amateur pero Ofelia hace que lo visualice con más cercanía, y si ella es tu mentora, ¿qué esperas, además, de la vida?
Así que accedí a rehacer ese atuendo que me mostró, por complacencia tanto de ella como propia y si fui una persona ocupada ahora lo soy más. A ciertas personas esa parte no les agrada. No les encanta. Hay un profundo odio, en general. Y a hurtadillas me burlo, porque si en tu vida no puedes burlarte de tu novio al que no es fácil hacerle un chiste bueno sobre él, se aprovecha.
—Dime, dime por favor que no hay nada más —le ruego a Esmirna y ve su agenda digital.
—No lo hay.
—¿En serio? —pregunté con sarcasmo. No le podía creer si no lo veía.
—En serio —sonríe y me da unos empujones—. No dejes esperando al pobre hombre.
—No vuelvas a decir eso —pido recordando esa vez, que aunque no se parece a esta para mí Eliot sigue siendo el mismo—. Sabes que él no es ningún pobre hombre.
—Esta vez, sí —me mostró su celular y vi el historial de llamadas—. Se debe estar volviendo demente.
—¿Eliot? —me mofé cínica, girando a los lados y dando vueltas sobre mí misma, buscando lo que no se me ha perdido—. ¿Cuándo?
—Basta —ríe junto a mí y da otros empujones fuera de la sala en que estábamos, ya vacía—. Ve y disfruta un poco. Los dos han estado estresados.
Eso fue suficiente para despedirme de verdad y encontrarme con una cara muy conocida. Sonreí y me pavoneé hasta ella.
—Milena, ¿escapaste de tu trabajo?
Ella me da una caída de ojos y se queda en mis zapatos. La oigo jadear.
—¿Son esos? —pregunta en un chillido.
—Lo son —digo orgullosa.
—Aww —dice soñadora, aunque hay mucho sarcasmo también—. Están preciosos. ¿Cuánto calzas?
—No te los voy a prestar. —Pero lo que tengo en mis labios es una sonrisa.
Agita su mano y está bastante risueña.
—No te lo tomaré en cuenta. ¿Estás muy ocupada?
—Sabes que no, o no estarías justamente aquí.
Fui tomada del brazo y, cómo no, fuimos invadidas por infinidad de reporteros y fotógrafos. Aunque no quise en su momento admitirlo, Te Encontré influyó en mi seguridad y ahora sin ellos tuve que contratar seguridad. Me recomendaron una agencia de buena reputación y tengo a un hombre y mujer guardando mis espaldas. Milena siempre ha tenido su propia seguridad, pero al querer conversar conmigo las mantuvo en otro vehículo mientras subía en el mío.
Pedí ir a un lugar privado, recordando que Cornald tiene un café donde también se puede leer un buen libro. Le envié un audio, esperando que fuese más sencillo que irrumpir en un restaurante y apenas tener un momento a solas. Para mí suerte, Cornald estuvo encantado de recibirme y ofrecernos la privacidad que pueda darme.
—¿Es amigo de Eliot? —pregunta Milena.
—De los pocos que lo toleran, sí.
—Eres malvada con tu propio novio.
—Es una de las ventajas de tener novio. ¿Te tienta?
Sonríe con zalameria y encoge sus hombros.
—Hay muchas cosas que me tientan hoy día.
No dejé ver mi sorpresa porque no era un buen momento ni lugar. Esperé a que nos estacionaran y pasar desapercibidas al entrar solo nosotras al café Cornelious. Cornald estaba esperándonos y se presentó con rapidez a Milena, a lo que ella le respondió con suavidad, manteniendo las distancias.
Distancia que ella jamás establece.
Nos sentamos en una mesa alta tipo desayunador, con dos taburetes. El café tiene un agradable olor a café tostado, los asientos y las paredes tienen matices verdes y rojos, como el vino, con algunos cuadros eclécticos. Las terminaciones son amaderadas o metalizadas, dependiendo de en qué escojas sentarte. Al menos los taburetes no son regidos, sino con un cojín en que sentarte.
Milena sacó una tablet de su bolso y lo colocó recostado en su propio forro. Se conectó a la red Wifi del café y estableció contacto con el resto de las chicas, aunque Serena la pasó mal para oírse.
Y Milena soltó la bomba.
—Por primera vez, me gusta alguien.
Eran tan solo seis palabras, pero que tienen más significado que el que nos confesase que está embarazada o que nos ama con toda su alma.
A Milena le gusta alguien. Es de ver para creer, tanto o peor que ver a Fran de hogareña.
—¿Desde cuándo? —le pregunta Lizbeth, consternada.
—Esto me enoja, chicas —intercede Serena y no sabemos cómo ha de estar puesto que la vemos en la pantalla del celular—. Así no se puede hablar a gusto.
—Yo hablaba así con Dina —dice Milena con redundancia—. No te quejes y escuchen todas, no pienso repetir.
—¿Cómo puedes pensar en no repetir algo que aún no dices? —Lizbeth le arruga la nariz y niega, desaprobando su uso de vocablos como muchas otras cosas.
—No empecemos, Elizabeth.
—¿Qué? —Serena rebuzna—. No escucho, ¡hablen más alto!
—Me, gusta, alguien, por, primera, vez. —Menea su achocolatada cabellera y sorbe de la limonada que Cornald personalmente trajo—. No lo conocen pero se los presentaré si es tan serio como quiero que sea.
—¿Tu en algo serio? —soy quien pregunta y como no había intervenido antes, se hace el silencio raro—. No es común, solo eso.
—¿Y no sabes si va en serio?
—Me alegra saber que lo oíste, guapa Serena. No, no lo sé de mi parte. De la suya estoy segurísima.
—El hombre ya me cae bien —sonríe Lizbeth y enseguida se inclina como si cuchicheara—. ¿Porque es hombre, no?
—Dije los, ¿qué parte no se entiende, sabelotodo? —Le alborota el cabello con una expresión más como ella que la irritación de un rato.
—¿Qué te pasa? ¿Él te pone de malas?
—Un poco muchísimo de malas.
—Es el indicado —bromea Serena y ríe—. Vale, ¿pueden darme los pormenores después? Me necesitan.
—Cuida bien de las vacas, guapa —le despida Milena y al cortar nos lanza miradas, una a una—. ¿No van a gritar o preguntar tonterías?
Yo levanté mis manos bien en alto. No necesitaba hacerle saber que estoy impresionada, con mi cara basta y sobra.
—Tengo una duda —Elizabeth sonríe y se desliza un poco lejos en el sillón—. ¿No te rechazó, o sí?
Milena la mira burlesca y agita sus risos con su mano.
—Nadie me rechaza, Beth —asegura convencidísima y no por nada. Soy fiel testigo de ello—. Lo rechacé, que es peor.
Lizbeth y yo no supimos qué mas decir, así que no lo hicimos.
—¿Y Seleste? —pregunta la más pequeña—. Dijiste que la conoceríamos.
Decidí no responder. Esa niña me empezaba a poner de mal humor, pero no hablaría de ella.
—De eso no tengo nada que decir.
—Bueno, qué se le ha de hacer —murmura Milena y se pone en pie de un brinco—. ¿Y si vamos al cine?
—No podemos, Dina está en todos los quioscos. Su rostro lo enmarca, sin contar los anuncios publicitarios. ¿Quieres que la coman viva?
—Existe el maquillaje o la falta de él, Beth.
No escuché mucho más de la conversación, solo sé que fui al cine ese día y la pasé excelente con dos amigas.
Pero al volver a casa y tener despejada mi mente para dormir, Eliot se apareció como un fantasma y me quitó todo el sueño que logré reunir.
—Estoy abajo, no puedo subir a no ser que me autorices —dijo desde el otro lado de la línea telefónica.
—Lo pedí así por las chicas. Dame cinco minutos.
Me cubrí con una bata y bajé a la planta de mi edificio. Eliot usa un pantalón negro de vestir, sin la corbata y posiblemente el saco esté guardado. Usaba calzado deportivo, así que supuse que vienr del gimnasio.
—¿Cuánto tiempo? —pregunté y él sabe que hablo de su periodo de ejercicios.
—Dos horas.
—Es mucho —musito negando y le doy un abrazo—. ¿Todo bien?
—Nada estará bien hasta que no entienda que no lo quiero cerca de mí. ¿Es tan difícil comprender lo decepcionado que estaré hasta un nuevo aviso?
—Nunca habías estado decepcionado de él. No creo que lo comprenda.
—¿Podemos salir? ¿O estás muy cansada?
Me separé y le mostré mi forma de vestir.
—Esta vez no te cumpliré un deseo —tomé aire y le di un gran beso—. Nos vemos mañana para desayunar, ¿quieres?
Asintió llevándome hasta la entrada y despedirnos como se debe. El chico del turno de la noche nos saludó y estuve tranquila cuando Eliot se fue definitivamente.
Pero mañana fue tarde. Y nadie quiso desayunar.
*-*-*-*-*
Revisé mi vestido por última vez, que no se manchara con la salsa de la pasta con albóndigas, y estando segura de que el blanco sigue blanco fui hasta el comedor, dando un gran recorrido pero que no me costó nada gracias a las zapatillas. Decidí que hoy sería de mi estatura normal y que podré saltar si lo deseo sin temer a que el piso pulido me haga resbalar.
Suena el comunicador. Me emociono anticipadamente y le digo a Steve que deje pasar a Eliot.
Han pasado muchas cosas, en mi vida y en la de quienes me rodean, pero mi constante, lo que ha ayudado a que esté presente aun cuando parezco ausente, ha sido y parece que siempre será Eliot. Hace mucho me declaré muy enamorada de él y vuelvo a declararme en el mismo estado, y quiero seguirlo estando.
La puerta se abre y sonrío enorme por ese rostro cansado que me regresa el gesto.
—Hoy estamos solos —le aviso y voy al comedor para abrirle una silla, pero él no se ha movido—. ¿Vienes?
—En realidad debo irme, Andy…
—¿Irte? —pregunto acercándome y tomando su cara con mis manos—. ¿Por qué?
—Porque mi cama me llama. —Reí y lo abracé fuerte—. No quiero comer, lo siento.
—Ven —tomo su mano y toco el interruptor apagando las luces de la cocina y sala.
Le invito con ademanes a que se desvista y hago lo mismo entrando a mi armario, poniéndome una bata corta y al salir verlo acostado y prácticamente dormido.
—¿Ha sido muy difícil? —pregunto a Fran en voz baja, sentada en una reposera, en el balcón de mi cuarto.
—Sí. Mucho.
—Pero pensé que al calmar a la prensa, no tener que ver a su padre, cero líos con Te Encontré él estaría como hace unas semanas: retomando su ritmo laboral después del accidente. ¿Qué ha cambiado?
—Lo están presionando para que venda Wallace Place. Ni aunque tenemos estos magníficos proyectos en marcha, están por sacar una colección nueva y los rumores han cesado dejan de creer que ya no tiene vida este negocio.
—¡Pero están mal! —dije exaltada.
—Es lo que intenta hacerles ver, los está disuadiendo.
—¿Qué puedo hacer? —esta pregunta era por desespero—. Le pedí a Milena que me sustituyera con Lizbeth. Soy la vocera, la principal y no estaré en toda la gira, ¿hay algo más? Porque no siento que estén tomando en cuenta, ni tu ni él el sacrificio. Muchas líneas, compañías, exigieron tratar conmigo expresamente. Si no me ven, ¿tú qué crees que dirán?
—Ve a la gira.
Un grito se agarrotó en mi garganta y me volteé a la ventada, con Eliot al lado interno. Me puse en pie y le dije que Fran que hablábamos mejor mañana. Lo único que tenía para cubrirme de mi vergüenza era apretar el teléfono y la obscuridad que no era mucha por la luz de la luna.
—Ve a la gira —insiste y suspira a la vez que me toma del rostro, con la dulzura que suelo extrañar—. No te detengas por mí. No seré quien impida que hagas lo que quieras.
—¿Y si lo que quiero es estar contigo? —digo por lo bajo.
—Hay una parte muy fuerte de ti que quiere irse. Pues ve y deja muy en alto mi nombre.
—¿No te alejas de mí apropósito?
—No, Andy —me empuja a él y abraza mi espalda con sus brazos calientes. Busco esa calidez pegándome más—. Quisiera que estuvieses conmigo todo el tiempo pero hay cosas que debo resolver solo, cosas que me atañen solo a mí y la mejor forma de ayudar porque sé que te desesperas si no haces algo es ir y cumplir con tu parte. Quedarte, me haga feliz o no, no es tu lugar. Por ahora.
—Serán muchos días —observo para su conocimiento.
—Lo sé —besa mi cuello y hombro—. Aprovechemos este presente, ¿estás de acuerdo?
—Lo estoy, mi cielo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro