36: Y continúa
A pocos kilómetros del lugar que escogieron para que compitiésemos entre nosotros se halla una especie de casa grande, donde alguien con mucho dinero quisiera pasar sus vacaciones, y nos acomodaron en las habitaciones, añadiendo que la cocina y cada área están abiertas para que las disfrutemos.
Te Encontré tiene todo calculado. No me extrañaría que mientan con que no nos grabarán.
Pero como no me quedaba alternativa que creer y me estaba muriendo de hambre, bajé a la cocina a medianoche rogando no encontrar a nadie y obteniendo lo contrario. Una de las chicas a las que sigo sin conocer su nombre, castaña, labios finos y muy rosas, blanca como papel y de baja estatura comía un sándwich junto a Danesa.
—Buenas noches —dije caminando a su lado y abriendo la nevera para ver qué se me ocurría preparar.
—Buenas noches —dijeron ellas.
Fruta y leche. Seguro que hay cereal, así que puse lo anterior en la encimera y busqué tazas hondas. Justo al lado de una de las gavetas superiores estaba al cereal integral y otro azucarado. Me fui por el integral y lo vertí en las tazas, mirando que mis compañeras seguían masticando.
—Felicidades.
Me costó creer que se dirigía a mí, pero igual le sonreí.
—Gracias —cuidé en sonar sincera—, ¿y exactamente por qué me felicitas?
—Por ganar todos los retos.
Estudié sus rostros detenidamente interpretando si es una encerrona o en verdad me felicita. Tal parece que sí, va en serio.
—¿Seguras que puedo ponerle leche al cereal y no temer que se quede aquí?
Rieron y mis hombros se aflojaron para dar paso a la relajación. Podía poner la leche.
—Admito que me habría gustado ganar —dice la muchacha de labios finos—, igual que a Sergio.
—¿Sergio es…?
—Mi novio —sonríe y agita sus cejas de un modo muy chistoso—. Le han dado en el orgullo.
—Lo lamento, solo queremos que se termine.
Asintieron como si lo entendieran. ¿Qué me estoy perdiendo?
—¿A ustedes también les amenazaron?
Fingí que no me asombraba con ese conocimiento. No creía que en Te Encontré fuesen tan descarados para amenazar a estas personas que no tienen nada que pagar, pero equivocarme o no, ese no es lo más importante.
—Sí —dije simplemente—. Pero —continué—, ¿los amenazaron con qué?
—Con revelar nuestras intimidades —habló con rabia contenida y me puse en su lugar al instante.
—Sabemos que no nos podemos comparar —intervino Danesa—. Ustedes son más públicos y luego de lo último…
—Es exactamente lo mismo —la interrumpo convencida—. Siguen siendo nuestras vidas.
—Sí y ellos las pueden manipular.
Las tres guardamos silencio y supuse que se debía a lo mismo: no estar segura de que no estén diciendo la verdad y no estemos siendo monitoreadas. Como si estuviésemos en una cárcel.
—Al menos sé que no somos enemigos —digo con gracia esperando que aligeremos el ambiente. Ambas rieron y les mostré los tazones mientras me iba.
No somos enemigos, pero nos están orillando a serlo y me molesta que me utilicen y me manden.
A primera hora de la mañana estábamos los diez reunidos a las afueras de la casa, esperando a que la bella con una voz molesta de Vanessa llegara y nos dijera lo obvio: que ganamos y qué es lo que ganamos para podernos largar.
Frente a la casa, por su altura, chocaba con un paisaje que en su momento te pasmaba. Las montañas se alzaban, unas más altas que otras y algunas se cruzaban o estimaban cargarse entre sí, casi inalcanzables a nuestra vista. Tupidas, rodeadas de árboles y mucho verde en sus valles y faldas, y cuando subías la mirada no perdiendo los colores de su figura, terminaba en un pico moteado de blanco que de lejos y contra luz casi parecía azul. Una vista espectacular que no muchos disfrutan. Al verla, al apreciarla decidí que conservar el recuerdo quizá no sería tan malo como previne.
Pero seguías detestando Te Encontré. Es un karma que se ganaron a tanteo.
—Espero y el premio sea un viaje a Hawái —comento en voz baja. Eliot se ríe y abraza mi cintura.
—¿Recuerdas mi trato?
—¿Del que nos dejaste intrigadas a mis amigas y a mí? No —negué—, no recuerdo.
—Te refrescaré la memoria —aclara su garganta—. Fue el trato que hice para que no nos siguieran amenazando. Acordé que vendríamos y que pensaremos en su oferta si al terminar este episodio especial acabaran con la temporada.
—No pensaremos nada, Eliot —siseé—. No lo vamos a aceptar.
—Ellos no lo saben —dice tedioso—. Lo que trato de decir es que no van a insistir. Lo amenacé de vuelta.
—¿Cómo? —me giré y puse mis manos en sus mejillas—. ¿Que hiciste exactamente?
—No me gusta tu tono desconfiado.
—No es desconfianza hacia ti —dije rápidamente, lo que lo hizo reír—. Es… hacia ellos. No confío en ellos.
Ahí viene esa sonrisa demasiado brillante y abundante de secretos que me ponen tanto en alerta como nerviosa e intrigada. ¿Qué era lo que le entusiasmaba de esta posición? ¿Lo favorable que es para él o lo desfavorable para el otro? ¿O, quizá, el que aunque cuesta sabe que va a ser el ganador?
—Sabes que me encantas, ¿verdad? —dije sin quererlo evitar.
Mi respuesta fue otra de mis sonrisas preferidas. Una que solo me pertenece.
Por fin, llegó la que esperábamos con su chirriante vocecita, vestida como, irónicamente, una modelo. A lo mejor y hasta le agrada hacérnoslo pasar mal porque es la única que tiene nuestras siguientes instrucciones.
Nos informaron que haremos un viaje corto en algunas camionetas todo terreno y allí sabremos qué hacer. Nos ubicaron de a cuatro personas por auto, excepto en uno en que irían dos junto a Vanessa. Gracias a Dios, no estuvimos con ella o estoy segura que la habrían mandado a callar si se le pasaba por la mente querer ser cordial.
Nos detuvimos en la división de dos partes de un camino, que antes tenía un puente y ahora solo hay una cuerda que sostiene en su inicio un palo amarrado desde sus dos puntas. De él cuelga otro palo más largo y las cuerdas que lo sostienen son igual de gruesas que la que se pierde del otro lado del camino. Me encontraba ideando la manera de subir a esa cosa, porque estoy segura de que es lo que haremos: ir directos al precipicio.
Vanessa se acercó a la planicie de nuestra muerte segura, suponiendo que sea tan alto como creo, se dio la vuelta y al estar todos frente a ella, dijo:
—Pueden irse.
—¿Es una broma? —gritó el que intuí era Sergio, por estar pegado a chica labios finos. Me quitó las palabras de la boca.
—No.
Nos vimos entre todos, buscando lo que hacer, y decidiendo que irnos es mejor que quedarnos.
—¿Y cómo vamos a hacerlo? —pregunté esta vez—. ¿Volveremos por dónde vinimos? Lo dudo —respondí a mi propia pregunta.
—No, no volverán, Nadina —dijo la conductora con una sonrisa, como si se quisiera echar a reír y tocó los palos atados—. Tendrán que bajar.
Se están riendo. Riendo de nosotros.
—Si es así… —Eliot tomó mi mano y me sentí arrastrada por él hasta casi tocar el aire con mis pies—. Lo haremos.
—¿Cómo? —casi chillé.
—¿Tiene que ser uno o podemos hacerlo ambos?
Parpadeé confusa con la pregunta. No porque no la entendiera, sino que trataba de controlar las que se pasaban, una detrás de otra, amontonándose para dar lumbre.
—Como gusten —encogió Vanessa sus hombros—. Se dice que es mejor pasar el mal rato acompañado, que solo.
Quise reír. Pero no. No pude hacerlo. Algo probablemente salió mal conmigo después de comprender mi rencor por Te Encontré. Ya ni siquiera me parece divertido ganar, como le sigue pareciendo a Eliot. Es más, iba a declinar si no fuese porque me habló al oído.
—Salgamos de aquí, Andy.
No sufro de vértigo, pero del solo imaginar la caída y lo dolorosa que será me entraron muchos nervios que se instalaban en mis manos, helándolas.
No hay opción. Entre estar soportando la voz de Vanessa a soportar subir a un objeto inestable, sobre una gran altura, junto a mi novio, preferiría mil veces lo segundo.
Eliot fue primero y se aseguró de movernos lo menos posible. Fui detrás, poniendo mis pies entre los suyos, sujetándome de su cintura y él de lo que fuera arriba. No miré atrás, preferí ver sobre su hombro y notar que desde esa perspectiva no se ve tan lejos el otro lado, donde nos esperan un grupo de hombres ya dispuestos con una colchoneta, dándonos la cara.
Me hice de oídos sordos y preferí hablar.
—Por si acaso: te amo.
Eliot movió un poco sus hombros y como resultado le apreté más fuerte.
—Miedosa —me puyó, sin conseguirlo—. También te amo. No me cortes la circulación.
Y la corriente de aire, la sensación de vacío y el grito de Eliot fueron lo que percibí antes de impactar con la colchoneta.
***
Agité mi mano al despedirme de Danesa y supe en ese momento que chica labios finos se llama Patty justo al dar mi boleto. Después de todo, volverían a sus ciudades y Danesa vuelve a su país a arreglar unos papeles y venirse a vivir lo más cerca que pueda de su pareja. Les deseé lo mejor en sus futuros y ellas lo mismo. Eliot es de poco hablar, así que solo les deseó buen viaje.
—Mañana llegamos —le recordé a Eliot al estar sentados en nuestros asientos—. Deja esa cara.
—No puedo evitarlo. Te Encontré me pone de malas.
Escondí mis manos en el revés de mis antebrazos buscando calor.
Nos invitaron a una fiesta en la que anunciarán a los próximos anfitriones del programa. Sabemos bien que estamos allí y que quieren tentarnos. Siguen insistiendo pese a que lo hemos rechazado por activa y por pasiva.
—Ven aquí. —Pasó su brazo por mis hombros y me atrajo sin esfuerzos—. No pensemos en eso, ¿de acuerdo? —asentí, suspirando y apoyándome en él—. Pensemos en ti, en mí. Tú piensa en mí y yo en ti. Seguro que soy una entretención divertida.
Lo es. No hay duda alguna.
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