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35: Encontrarse con Te Encontré

Hice lo enteramente posible por no mirar, pero un Eliot vistiéndose con mezclilla y una camisa más bien veraniega de cuello redondo y colores claros, amarillos en el cuello y verdes en su totalidad es de admirar. Y a él parece hacerle gracia mis suspiros y muecas, como a mí, que las miraba en el reflejo del espejo cuerpo entero.

Estuve lista hace veinte minutos o más, bebiendo de un vaso jugo de patilla. A Eliot le gusta mucho y me ha robado varios besos pretendiendo que la excusa sea el jugo. Nadie se lo cree, aunque se lo dejo pasar porque está haciendo todo lo que está en sus manos para relajarme.

Te Encontré pone de mal humor a cualquiera con sus condiciones, pretensiones, vaya usted a saber lo que se las pasa por la mente, pero es seguro, segurísimo que solo tienen que ver con planes a futuro. Eliot también llegó a esa conclusión mucho antes que yo, y no había tomado cartas en el asunto confiando en que tarde o temprano tendría razón y darles lo que quieren nos ahorraría trabajo. No. no fue así.

Nos encontrábamos a punto de emprender un viaje a lo desconocido. Sabemos a dónde iremos, más no lo que hallemos en el camino. Y detesto sobremanera la incógnita, porque no es como otras. No se parece en nada a que la tuve al encontrarme con Eliot porque de esto tenía a algo a lo que sostenerme, pero ¿con Te Encontré? Todo se resume a lo que no puedes pensar, no puedes hablar, no puedes hacer, porque se trata de entretención, ¿verdad? Y el entretenimiento no tiene bases claras, simplemente eres un objeto y no quiero ponerme a imaginar, de por sí los programas de rating medio se ve desde ridiculeces a casi porno, si buscan sumar público, ya sabemos por dónde irá la cosa.

Fulminé con la mirada a mi reflejo. ¿Por qué me encuentro así? Peor sería estar sola, y no lo estoy. Pero la verdad..., la verdad de todo es que necesito un descanso.

—¿Qué pasa por tu mente, Andy?

Se agachó a mi lado, llegando casi a rozar nuestras mejillas y tomó la billetera en la mesa que precedía mi asiento.

—Creo que te admiro —aseguré.

—¿Es eso lo que piensas?

Asentí, luego negué y al final encogí mis hombros.

—También que hay que prepararse para lo peor.

—¿Así de mal está tu optimismo? —pregunta burlón.

—Ay, a mí no me vengas con esas que tú no eres el señor optimismo.

—Pero lo intento. ¿Terminaste? —baja la vista a mi vaso y quedan algunos tragos. Se lo ofrezco y lo bebe entero—. Algo bueno va a salir.

—Mm. —arqueé mis cejas—. Tanta confianza me genera desconfianza.

—No voy a ofenderte por ello.

Cambié mi expresión y sonreí, adivinando.

—Sabes lo que ocurrirá.

Me roba un beso que te deja temblando y sonrío algo más confiada en su confianza.

—No hay nada que no podamos hacer.

Y es cierto. Somos una prueba bastante clara y literal de que podremos con lo que venga, sea su padre, sean los míos, sea su trabajo o el mío, sea Te Encontré, sea quien o lo que sea. Porque en vez de estar miedosa por nuestro futuro, ahora me encontraba repleta de entusiasmo, receptiva y expectante.

Tal vez debo llevar esas ganas a esto.

*_*_*_*_*

No estaba muy clara al principio de entender bien lo que nos explicaban, pero al ver a las otras cuatro parejas, entendí perfecto.

Viajamos a lo que burdamente llamarías una montaña. Anteriormente se han hecho encuentros románticos en sitios como este, incluidas playas, terrenos casi despoblados, todo con el fin de propiciar lo que llegara a surgir entre dos personas. Ha resultado bien, según las estadísticas. Y también según recuerdo ha habido competiciones entre las parejas como modo de incentivación. Pero en nuestro caso si todos ya estamos juntos, ¿Cuál es realmente el incentivo?

Nos encontrábamos a un lado de una casi casa. Parece que un día lo será pero por ahora se basaba en un piso de pocos metros cuadrados y el único edificio visible, compuesto por un porche que no excedía de los cinco por ocho metros, resguardando en un techo torcido al lado derecho y las ventanas no tienen vidrios, ni la puerta era una puerta. Un espacio en que entrarían dos personas a la vez, más bien. Hicimos un círculo sin esperárnoslo. Al llegar cada uno, en vez de preguntar si alguno sabía que pasará nos limitamos a mirarnos. ¿Exagero al pensar que podremos terminas heridos aquí?

—Bienvenidos.

Casi todos nos dimos vuelta, excepto los que tienen la casa de frente y vieron como salía Vanessa Mejía y se quedaba en el pequeño porche. Vestía lo justo para este tipo de sitio, deportiva en cuestión de calzado y abrigada en el resto. Nos miraba con una sonrisa y de pronto se fijó en el lado opuesto de ella.

—Buenas tardes y sean bienvenidos. Mi nombre es Vanessa Mejía y me complace presentarles un episodio especial en este, su programa preferido, Te encontré —baja del porche y se acerca a nosotros hasta estar en el medio—. En esta oportunidad nos encontramos con las cinco parejas más populares a ojos del público. Y como no nos gusta decepcionar, decidimos que este episodio especial se trataría de competencias sanas. Explicaremos un poco de cada sección con más detalles después de los comerciales.

Al relajarse su rostro y vernos de a uno por pareja, empezó lo bueno.

—Sabemos que no están por voluntad propia, pero tratemos de hacerlo lo menos forzoso posible, ¿estamos de acuerdo? —sin esperar nuestra respuesta, prosiguió—. El plan es que sea entretenido, no que se vean como si están en un castigo. Las bases son simples —muestra su mano cubierta por un guante de tela y señala más allá de los arboles—, en esa dirección habrán diferentes juegos con ciertas dificultadas, nada que no podrán hacer. Eso sí, tendrán que trabajar en equipo.

—¿Equipo? —preguntó una muchacha cabello negro y ojos grandes y marrones unida al brazo de un chico que le saca cabeza y media, castaño claro y rostro serio, tanto que fruncía sus ojos y no pude distinguir el color.

—Sí, Danesa. ¿O vas a estar con alguien con quien no puedes formar un buen equipo? —No tuvo que hacer las comillas con sus dedos para saber el énfasis en esa palabra.

Sonreí. Vanessa empieza a caerme bien.

La hecatombe.

Nos movilizaron a lo que llamaron ''distancia de cuarenta metros'' y vimos una pared de la que sobresalían piedras. De reojo Eliot miraba mis zapatos y ya suponía lo que vendría.

Alcé los brazos para que amarraran al arnés y me hicieran dar saltos hasta estar seguros de que sostiene mi peso y nada (mis huesos, por ejemplo) va a romperse. Di una palmada con los guantes y se los pasé a Eliot. Hace frío, pero para escalar se necesita tener las manos despejadas. El resto de los equipos pensaron en lo mismo que Eliot, mientras menos pesas, te es más fácil llegado el caso a sostener tu peso en una mano. Yo no me fiaría de las fuerza de mis brazos pero si de mi peso.

No escuché el saludo de Vanessa a la cámara. Sentí las manos de Eliot dar masajes a mis hombros y opté por ser una de las primeras en subir. Las reglas eran simples, quien llegara primero ganaba la primera ronda y pasaba a la siguiente línea. Noté que quien subiría conmigo eran Danesa y una rubia con las puntas de su cabello tintadas de rosa, que si mal no oí se llama Alice. Nos miramos un instante.

Ganar no es mi prioridad. Lo único que quiero es que el tiempo pase volando y terminemos con esto.

Vanessa nos dio la salida y puse mi pie izquierdo en la primera piedra, una mano apretando otra piedra, subiendo enseguida y pasando el brazo sobre la piedra izquierda más cercana, sustituyendo donde iría mi mano por mi pie. Fue arriesgado por la altura pero si quería llegar, mejor pensar que me persiguen. Con un buen ritmo ya iba por la mitad, y escuchaba parcialmente a mi novio darme alientos, que recibí con alegría. Un timbrazo casi me sacude y hace desconcentrar, pero pronto continúe y una mano se atravesó en mi visión, ofreciéndome ayuda.

—Felicidades —me dijo quién me ayudó a dar un paso en la cima y enseguida volví a la posición anterior para bajar con el arnés.
La sensación de vacío me tomó desprevenida antes de que mis pies chocaran con la pared y apretara el arnés como si me fuera la vida en ello inconscientemente hasta poner mis pies en el suelo seguro.

—Creo que ganamos —me habló Eliot con gusto al estar liberada y ver bajar a mis otros contrincantes, lo que duró un rato.

La anfitriona del programa nos felicitaba frente a una cámara por participar. Sin embargo, no pensabas en que participabas cuando te miran con desprecio. Pensabas en ganar.

—¿Por qué siento que nos quieren matar? —pregunto esperando que Vanessa se calle. Es tan irritante pese a ser su trabajo.

—Estás mirando cosas que no son.

—Para ser siempre tan despierto no miras lo que yo.

Veo a otras cuatro parejas, que no están precisamente desencantados con lo que ofrece Te Encontré. Al menos, no como nosotros. Y ahora que lo recuerdo, ¿una de ellas no es la pareja a la que le costearán el casamiento?

—Por haber ganado la primera ronda tendrán treinta segundos de ventaja. Eliot, Nadina, ¡corran!

Si no es por Eliot no me habría dado cuenta de que correr significa que corramos a grandes pasos. Le seguí, atravesando grandes árboles y muchos arbustos siguiendo unas flechas que indicaban el camino, y se entendía a medida que avanzabas el porqué. Todo parece exactamente igual y es fácil perderse.

Hallamos el siguiente desafío. Hay un claro bien cortado y nada despejado. A nuestra derecha una mesa con paños negros y un muchacho detrás que nos pide que uno de nosotros cubra sus ojos y el que quede le indique cómo cruzar el claro repleto de cauchos, piedras, lodo, trampas de animales y pequeñas piscinas, separado por una cinta roja haciéndole cerco.

—¿Podemos estar cerca?

—No —niega el chico—. Mientras uno pasa por en medio el otro está detrás de la cinta roja.

Nos vimos para tratar de decidir pero yo ya lo tenía decidido. Iría de nuevo, de los dos él tiene más en claro sus pensamientos y puede ser veloz al explicarme qué hacer. Tomaba la pañoleta para usarla, cuando Eliot me la arrebató y se la ató tras la nuca.

Me moví deprisa al lado opuesto, no tan cerca como había propuesto, y al dar un paso estuvo a punto de hundirse en lodo.

—¡Detente! —grité fuerte y me obedeció—. Vamos con calma. Ve a tu derecha... así, dos pasos más... justo ahí, da seis pasos al frente...

Suspiré con ganas, conteniéndome para no poderme ansiosa. No llevábamos ni cinco segundos en esto cuando vi a nuestra competencia correr a la mesa y apresurarse a ponerse los antifaces. No sé la razón, pensaron exactamente lo mismo que Eliot: que en este caso el hombre tiene mejores probabilidades.

Grité mis siguientes órdenes, todo lo que pudo mi garganta. Y fue un error no entender desde antes que, si yo grito y también gritan otras cuatro personas, y grita quien te escucha, nunca llegaríamos al final.

Pensar con claridad y con prisa me estaba costando una enormidad. No podía acercarme más. Ninguna podíamos. Entre que la desesperación porque tu compañero te oyera y los gritos inútiles, acabaron muchos dentro de alguna piscina, o chocando con cauchos. Eliot se quedó de pie sin moverse siendo esa la última orden que le di.

Puse mis manos en mis caderas y sentí algo cuadrado dentro del bolsillo de mi chaleco. Escondí la risa que quise prodigar y saqué un celular, revisando la cobertura y esta, sorpresivamente, era suficiente. Llamé al único número registrado y vi a Eliot agacharse y oí su voz.

—Hasta que por fin —dijo cansado.

—Voy a olvidar tu tono. ¿Tienes un auricular?

—Lo tengo. Tú dime qué hacer.

—Eres un genio —reí y me fui moviendo a un lado, alejándome de mis rivales.

No éramos tontos. Sabemos que tarde o temprano van a darse cuenta de lo que hacemos y pueden hasta taclearme, pero si no pasaba, usaría el tiempo a favor nuestro.

Tomamos un ritmo algo lento para mi gusto. Constante a medias, mejor que estarnos estancados. Inevitablemente, Eliot se tropezaba con un lado de una trampa, un caucho inmenso, se ensució los pies, pero seguía adelante y en ningún momento me apremió.

Nos miraban con rabia y suspicacia, sabiendo que tengo un celular y que Eliot va ciego y aparentemente sordo. No estuve sola por mucho y me rodearon, gritando encima de mí y poniendo de su parte para dejarnos sordos. Quise ser como una madre y explicarles que lo mejor para ganar es seguir con su compañero e intentar llegar al final, pero se empeñaron tanto en no dejarnos ganar que acabamos ganando.

—... ¡Y nuestros ganadores son...!

Le quité la cinta a Eliot y sonrió tan orgulloso que me provocó abrazarlo y llenarlo de besos. Y lo hubiera hecho si la vocecita de Vanessa no fuese tan molesta.

—Camila y James fueron los segundos en llegar —nos cuenta Vanessa—. Como en la primera ronda se les dio una ventaja a ustedes, en este caso lo tendrán las primeras dos parejas. Lamento decirles que deben apartarse —les dijo a las tres parejas restantes. Ellos se alejaron prudencialmente y nos tendió dos sobres a nosotros—. Se trata de resistencia.

—¿Qué quieres decir? —dijo la que deduzco es Camila.

—Se trata de resistencia —repitió y nos dio la espalda, marchándose como siempre en el peor momento.

Abrí el sobre y vimos como un pase, un ticket amarillo con letras negras que decía ‹‹cambiar de lugar. Solo una vez›› Observé a Eliot y se sonreía de un modo pillo y al mismo tiempo absorbente. ¿Qué pasa por su cabeza?

*

Sonreí en el siguiente reto, sabiendo que este podría fácilmente ser nuestro.

A lo que Vanessa se refería con resistencia es aquella que tienes en un trote continuo. Uno de nosotros debe correr en círculos por el tiempo que pueda, claro que si este es más, ganas. No es importante lo rápido que lo hagas, lo que importa es lo capaz que eres, física y mentalmente para seguir corriendo, aunque sientas que no lo soportas.

No conozco a ninguno de los que nos preceden y están delante, pero conozco los choques naturales contra nuestras capacidades, como también contra las incapacidades. Quise ayudarles pero escuchaba la voz chillona de Vanessa diciendo que está prohibido dar instrucciones en cada competición y que somos rivales, independientemente de que no queramos serlo. Que chica tan odiosa.

Te Encontré provocó una fusión entre las parejas más populares que tendremos que aguantar varios días en diferentes pruebas y sin podernos negar. No nos podíamos negar. Aun no comprendo qué tipo de trato convino Eliot con ellos pero aspiro que sea como ir a un masaje.

—Puedes tomarte el tiempo que quieras para empezar —Eliot estaba de cuclillas tomando agua, muy en su elemento—. Según tengo entendido no es importante empezar antes, solo durar.

—¿Me vas a decir cuál es el secreto de tu buen humor? —cuestioné sin evitar escucharme obstinada.

—Te lo diré —inspira profundo, cerrando los ojos y me tiende el agua—. Eres tú.

Entrecerré los ojos, queriendo suspirar y a la misma vez, rodar los ojos.

Mejor tomé suficiente agua, no tanta para no provocar a mi vejiga. Apenas y fuimos al baño. Y no cae bien hacer lo que debes con cámaras alrededor. La obstinación me acompañará hasta terminar.

Nos tomó sorprendidos el que Danesa diera su primera vuelta. Continuó Camila. Un muchacho. Una chica y fui la última en entrar.

Se parecía mucho a una clase de gimnasia en que todos trotamos hasta que el profesor toca el silbato y estamos por caernos desmayados. La sola idea daba risa, pero no podía gastar energías en reír. Quería concentrarme en levantar mis pies del suelo, en tener un buen ritmo y en no pensar que ese pase existe, porque se me antojaba fácil utilizarlo y que Eliot me sustituyera y si queremos ganar hay que resistir todo cuanto se pueda.

Pero, ¿para qué? ¿Por ganar o por simple competitividad?

Entendí entonces esa sonrisa traviesa que Eliot poco usa. Le gusta, o no, le encanta que estemos compitiendo. El desafío y la adrenalina de saberse en un juego promueven a sus sentidos y empieza a contagiarme.

No pretendo que no me gusten las competencias, al final ser modelo es vivir en una competencia constante. Sin embargo, lo que veo en esos ojos cuyo color son imposibles de descifrar, no es para darle una dirección o un nombre exacto. Llamarlo pasión es más acertado que cualquier otra palabra que pudiera emplear. Pasión por tener algo que conseguir, no en sí por ello, sino por experimentar el ‹‹viaje›› a ello.

Era un hecho: disfrutaba más conocer otra faceta de Eliot Wallace que ganar. Claro, eso jamás se lo diré en voz alta y menos si acabamos de ganar.

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