34: ¿Propuesta?
Noté que Eliot tiene más de treinta pecas en la espalda. Las que más se extienden, que son las de sus hombros, pequeñas y lo hacen ver más joven de lo que es. Las pude contar mientras dormía boca abajo y no ha despertado. La que está despierta hace media hora soy yo, después de que hablásemos seriamente de mi tarea como vocera y de los planes para la próxima colección. Él llegó, se dio una ducha y al recostarse no supe lo que era un beso de buenas noches.
Si Eliot no te besa antes de dormir es por una razón muy gruesa. Como su extenuante fatiga.
Hay un lunar en su cuello, casi cubierto por su cabello. Lo toqué y me entretuve acariciando. Ni aun así despertó.
Escuché mi celular sonar y hacer un escándalo con un rock pesado que puse de tono al sentirme destrozada y querer gritarlo hasta con mis llamadas entrantes. Salí disparada a contestar y vi por última vez a Eliot seguir durmiendo mientras respondía.
—Haló.
—¿Con Nadina Mitchell? —preguntó una mujer.
—Ella habla, ¿qué desea?
*-*-*
Envidiaba el sueño de mi novio. Se le ve relajado y en paz, todo lo contrario a lo que siento. Es muy molesto que lo que hagan otros te robe el aliento, que no te deje pensar en otra cosa que no sea lo que te pone de los nervios. Amaneció mientras miré fijo a la pared junto a la puerta del baño, esperando a que se me ocurriera una manera de dejar de carcomer mis ideas.
Eliot se sentó en la cama y me regaló una linda sonrisa con sus ojos medio abiertos, estirando el brazo sobre su cabeza y contorsionando su espalda, elevando el abdomen. Suspiré, sonriéndole de vuelta.
—¿Cuánto llevas despierta? —pregunta quitando las sabanas y estirándose.
—No dormí.
Confundido, preguntó:
—¿De verdad?
—Ajá —dije simple y regresé al mundo de los suspiros.
—No me di cuenta, lo siento.
—No te disculpes por dormir, verte me entretenía de… —busqué la palabra adecuada—, aburrirme, tal vez. Estabas cansado.
—¿No duermes por algo en especial?
Bajé mis pies del pequeño sillón frente a la cama y puse mis manos apoyándome en el cojín.
—No sé qué hacer —confesé sin ganas—. Los del programa han llamado y quieren obligarnos a aceptar sus condiciones y arruinarán, más de lo que ya está, tu imagen y la mía por igual si decimos que no. He estado pensando desde ayer qué hacer y parece esta una buena oportunidad de dejar ciertas cosas claras. Espero estés de acuerdo.
—¿Cuándo llamaron?
—Anoche.
Se levantó y entró al armario. Esperé a que saliera y vino ya vestido.
—Me ocuparé —dice inclinándose a mí y besando mi frente.
—No —sujeté su corbata haciendo que baje a mi nivel—. ¿Quieres seguir volviéndome loca?
Dio una caricia a mi mejilla y juntó sus labios con los míos.
—¿Más? —Volvimos a besarnos y se acomodó, tan alto como es—. Te veo en la cena.
—Eliot…
Pero él no me hizo caso y se fue a hacer de las suyas.
No me esforcé si quiera en buscar a Noria. Es silenciosa pero si la conoces sabes que su presencia se encuentra cerca, y más con los olorosos desayunos que prepara. Vio a Eliot salir deprisa y decir que vendrá tarde.
Aproveché la oportunidad en que mi cabeza se despejó y recordé que necesitaba explicarle a mi familia lo que ha sucedido antes de que se cuele por otros lares. Con quien pude hablar con tranquilidad fue con Seleste.
—Algo me dijo que todo eso tenía que ser trucado —dijo ella.
—Eres de las pocas que lo pensó, nena. Yo no pude en su momento.
—Es lógico —apunta obvia—. Veo a mi prometido con otras tipejas y que todos me apuntan como una idiota, tampoco creería que no recuerde estar con ellas. Es como si se burlara de mi inteligencia.
—Pero no fue él y no dejo de sentir cierta culpa. También esto…, Te Encontré busca las mil y una manera de forzarnos a sus placeres y no tengo cabeza para lidiar con nada más.
—No eres culpable de nada. Fuiste víctima, como él —me recuerda como si me regañara. Últimamente cambiamos papeles—. Además, Te Encontré no está siendo un buen show, no pueden obligarlos a subir sus seguidores.
—El contrato dice que aceptamos las condiciones y las reglas que se han impuesto, excepto las que se han abierto a negociación con los que decidieron moverse de sitio.
—¿Crees que Eliot pueda solucionarlo?
—Si se lo propone, puede. Y también sé que no le importará el precio.
Debería tener miedo, pero realmente lo que tengo es curiosidad por sus métodos. Nadie dijo que serían monetarios.
Noria pone una taza frente a mí y se sienta en el sofá, cosa que nunca hace.
—Estoy feliz de servirle, Dina.
Sonreí gustosa. Siempre es un gusto estar cerca de Noria, como que te da tranquilidad.
—Y yo de acompañarla. La extrañé más que a Eliot, pero que él no sepa…, o sí, que lo sepa —le guiñé, divertida—. Me da igual.
Rió recostándose en el sofá y hasta colocando los pies en la mesita.
—¿Vemos una película?
Eliot tiene un televisor enorme adornando su sala, porque jamás lo he visto sentarse a ver cualquier cosa, excepto por la película que vimos hace mucho. No es fanático de seguir el hilo de una saga, pero no se niega tampoco a intentarlo. Un día de estos en que no estemos cansados haciendo sentir bien a los demás lo llevaré al cine, a toda ley.
—Me gustaría hablarle sobre lo que ha pasado. No creo que no lo supiera.
—Lo supe todo —certifica—. Y le puedo jurar que Eliot es inocente.
—Sé que lo es, pero ¿en su momento no dudó?
—Dina, lo conozco hace tanto… Si la hubiera engañado es porque hizo lo mismo o, solo no lo hubiese hecho. No he conocido en él un espíritu competitivo en que igualen. Para él se gana o se gana.
—¿Habría sido peor? —pregunté exaltada—. No hay nada peor, nada.
—Siempre pueden haber opciones peores.
Sé que con Eliot no hay puntos medios, pero ¿tanto así? No imaginaba que se pudiera vengar pero lo hizo, se vengó de su propio padre.
Lo medité bien y decidí que no pensaría en ello demás. Por hacerlo parezco atraer las cosas malas y he tenido más que suficiente para una media vida.
—Gracias por todo —le digo y me estiro de todas formas—. Creo que iré a casa. ¿Le dices a Eliot que me fui? Tengo… algo que hacer.
*-*-*-*
Ya iba siendo hora de que hablara con las chicas. Milena quería que hablásemos ayer pero cuando toqué la cama de Eliot me dormí enseguida hasta que al despertar de madrugada no volví a conciliar el sueño y mucho menos después de esa llamada de los productores de Te Encontré que solo grifó mis nervios, pero tampoco me han dado tranquilidad en algún momento, simplemente cogieron con la fortuna de que Eliot existiese como un comodín y no necesité ejercitar mi mente en la sección maquiavélica, que casi siempre está asegurada con muchos candados.
Mi departamento está igual a como lo dejé ayer con la diferencia de que hay tres mujeres sentadas en mi amplio sofá viendo una película, y precisamente una en donde sale Chris Evans. Ese hombre me persigue a todos lados.
—¿Ya se quitó la camisa? —pregunté nada más cerrar la puerta. Ninguna volteó a verme.
—Cállate, Dina —dijo Serena, sorprendiéndome. Juraba que no responderían.
—Pueden pausarla —les recuerdo con algo de humor.
Milena me vio y se levantó, caminando hacia mí y tocando mejillas, hombros y manos, en diferente orden.
—Invades espacio —digo intentando no sonar amenazante.
—Veo que se han resuelto las cosas —sonríe y aplaude, a sí misma, estoy segura—. Soy un gran mediador.
—Serás una gran chismosa —contrarresta Lizbeth.
—¿Y tú, no deberías de estar avisándole a tus padres que llegaste con bien? —responde, picosa. No le gusta que la más pequeña sea quien la increpe o le diga lo que es o no, aunque le agrade la sinceridad.
—Soy mayor de edad, reina. ¿Cuántas veces te lo repito?
—Se es mayor de edad a los veintiuno, no a los dieciocho.
—¿Y Eliot? —sale Serena entre su comienzo de reyerta—. Lo imaginaba pegado a ti.
—Fue a… no tengo idea, con Te Encontré.
Esa fue una tecla que no quería tocar, pero nada evitó que a Serena se le ampliaran los ojos y me mirara como la fanática que es de ese programa de alfeñique.
Estuvo las primeras dos temporadas alocándome con el asunto. Se sabía los nombres de todas las parejas, sus profesiones, de donde venían y hasta su signo zodiacal como si fuese una mezcla entre Los Juegos del Hambre, Divergente, y Correr o Morir. Me sonaba a más lo último y también un final como ese, agradable en general si amas al protagonista, pero muy realista sumando las muertes alrededor de personas que llegas a querer. En la tercera, como añadieron una regla en que podían intercambiar parejas si lo deseaban, se convirtió en intercambios absurdos pero que provocaron gran audiencia, tanto para los que amaban a las parejas originales como los morbosos que esperaban un poco más de lo que se mostraba. La cuarta y quinta temporadas fueron las peores, muchos enfermos no acostumbrados a la nieve y heridos que se atrevieron a escalar y no salió muy bien.
Del resto no supe mucho porque mi carrera y su apogeo me mantuvieron lejos. En las entrevistas recibía preguntas sobre mi posible participación, qué hay de mi vida amorosa, y hacían lo que está en manos para que respondiera, pero no lo conseguían. Te Encontré no me importaba en absoluto, y dejaron de preguntar. Ahora, ¿cuándo dejarían de hacerlo? Tal vez nunca.
—No empieces —dije y me recosté encima de Lizbeth, comiendo de un cuenco con cereal relleno de chocolate.
—Dime que no has conocido a Jamila —su urgencia porque le responda me hace tomarme mi tiempo.
—¿Jamila?
—¡El nombre de una de las parejas más famosas!
—Serena —le gruñe Milena por su grito.
—Es la unión de James con Camila —me traduce Lizbeth—. ¿O están tan viejas que no saben lo que eso significa?
—No, no conozco a Jamila —digo quejándome porque el codo de Lizbeth está afincado en mi cintura—. Ninguna pareja se conoce, ¿y por qué querríamos conocernos?
Las cuatro nos hacemos un lío para salir del sofá cuando suena el comunicador. Voy corriendo a contestar y dejar que Eliot suba.
—¿Podemos quedarnos? —Lizbeth hace una mueca y nosotras reímos.
Igual no podrían irse sin verlo. Eliot tocaba la puerta y no quedó remedio que decidir quedarse.
Las vio con una sonrisa y saludó como es debido, quedando en el medio de la entrada y de todas.
—Nos tienen una propuesta —una de sus cejas se levantó junto a su sonrisa nada agradable.
—No quiero saber nada
—Créeme que no estoy complacido, pero debes escuchar para decidir.
—Una propuesta suena bien, nena —dice Serena y la miro, incrédula.
—No puede ser que después de que sepas por lo que nos hicieron pasar te siga gustando eso.
—Tenemos que decidir si la aceptamos o no —dijo Eliot ocupando toda nuestra atención, como si él fuese más importante que las disputas que podríamos tener—, así que escuchen atentas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro