
32: La espina de Te Encontré
—No voy a hacerlo
—No tienes opción, Nadina.
—¿Y quién dice? —pregunto con una sonrisa pendenciera—. ¿Ustedes o solo tú, que eres una morbosa de la vida ajena?
Lisa me disparó con sus ojos marrones tan cuál una metralladora. Pero no me puede importar menos y lo sabe, lo que convierte esta discusión en un sinsentido. Justo como al principio.
No disimulo que me cansa y aburre esta charla visualizando la pantalla de mi celular, que está en silencio y en modo avión. Sin embargo, Lisa no tiene porqué saberlo.
Te Encontré siempre ha estado. Siempre se han salido con la suya y nos han puesto a Eliot y a mí en la penosa situación de tener nuestros encuentros, que deberían ser privados, en sus manos. Les hemos complacido en contra de nuestra voluntad, ya que se han visto favorecidos al ser flexibles según sus cánones. Lo que es una mentira, pero dejamos que lo creyeran.
Lo que sucede ahora es que yo no tengo humor para dialogar con Lisa y ser presionada cuando tengo una reunión importante, para darle más jugo a mi relación. ¿Qué es esto? ¿Se están burlando de que Eliot y yo estemos físicamente separados? Evidentemente, sí.
—No sé porque a ustedes les encanta que venga a recordarles que firmaron un contrato. Un contrato millonario, señorita Mitchell...
—Ah, ¿ahora soy señorita? —Estoy por encima de sus amenazas. Se oyen igual que la primera vez que las mencionó—. No nos van a echar, aunque queramos. Nos necesitan. Yo lo sé, tu lo sabes; en fin, que estamos parejos. Volver a las advertencias no funciona.
—¿Por qué les cuesta adherirse a lo que les pedimos? —Es como si no oyera lo que digo. Enajenada en su percepción—. Eliot no regresa las llamadas. Debes ser tu quien le hable.
Flexioné mis brazos para cruzarlos en mi abdomen, entendiendo a qué rumbo nos estamos dirigiendo y que ser diplomática no está funcionando.
—No voy a mostrar más de lo que ya se ve. Se aprovecharon de nuestra vulnerabilidad para quitar y poner lo que quisieron de nuestra pelea y no voy a permitir que lo hagan peor. Si quieres hablar como una persona, hazlo con mi agente.
—No puedes irte.
Con una falda tan corta me costará llegar al vehículo que me espera, pero de que salgo de esta sala, salgo como sea.
—¿Por qué no? -Cansada, me puse en pie sobre mis stilettos—. ¿Vas a obligarme?
—No hace falta. —Inclina su cuerpo a un costado y toma un bolso cuadricular, del que saca un MacBook y coloca en la mesa que divide su sofá del mío—. Lo que te voy a mostrar es más importante de lo que puedo explicar. Por favor, míralo tu mismo.
Lisa consiguió que volviera a tomar lugar en el sofá y viera al MacBook encima de la mesa, donde se leía un título con el nombre de Jaime Wallace en él. Mi curiosidad ganó y leí que el escándalo que se formó, peor que el de Eliot, Jamie es acusado por incumplimiento de contratos , promesas ilegales, sobretodo a modelos sin experiencia, yo entre ellas; también el acosar a menores de edad y persuadirlas a que mantuviesen relaciones extra laborales con él. Hay testimonios precisos de aquellas chicas, aunque algunas están casadas. No se han conseguido pruebas físicas, pero las atestiguaciones crean dudas y quien lo sabe no pondrá sus manos al fuego por ese hombre, haya conseguido lo que consiguiera.
—¿Acabaste? —preguntó Lisa, clickeando para cambiar de ventana sin esperar mi respuesta.
No, no había terminado de digerir lo que decía el artículo cuando vino otro, de más peso que el anterior, en el que se aclaraba que las fotos de Eliot que le comprometían y a nuestra relación, eran una mentira bien orquestada por su propio padre.
La sorpresa no existía para mí. Todo y más lo sé, lo sabía hace horas, días... Pero no he sido capaz de enfrentarme a dos realidades que me duelen diferente. Y que Te Encontré está hurgando para que sea de ellos la primicia, conmigo como una anfitriona o algo de ese calibre. Cosa a la que me negué.
¿Quería creían? ¿Que les daría las gracias?
—Por mas que tu compañía sea agradable, Lisa, tengo un compromiso importante. Envíale esto a mi representante, ella sabrá qué hacer.
Necesito poner metros de por medio o me pondría histérica.
Oh, no. La histeria está aquí.
*-*-*-*
—Nuestro fin es que las personas se sientan bien, existen múltiples casos en que han tenido accidentes o bien lo que dices, se han dejado tocar por doctores sin licencia, fuera del país. No queremos que arriesguen sus vidas o deformen sus rostros y no reconocerse, pero existen aquellos cirujanos que lo hacen por una buena cantidad de billetes.
A cada cosa que oía, asentía. Si en los tiempos en que no era tan común la cirugía plástica se me ofreció hacer retoques a mi rostro o sacarme costillas para tener una cintura más estrecha, me negué a todo por la ignorancia, al enterarme de lo que significaba fue un «no» retundo. Siempre me sentí bien conmigo y, llamémoslo ego, pero tengo bastante para transformarme.
—Y tú tienes una nariz acorde a tu rostro —dijo el otro cirujano y los tres nos echamos a reír por el piropo—. Lo digo en serio, no necesitas una rinoplastia.
—Gracias, siempre había tenido la duda. ¿Y qué hay de estas? —sostengo mi senos sobre la camisa.
—No se ofenda, pero creo saber cómo son y no necesitan nada.
Sonreí gustosa con ellos. Desde que llegué no hemos dejado de hablar de la campaña y quieren unirse a ella.
—Muchas gracias por todo —me levanto y les doy mi mano.
—A ti —dice el primer doctor, llamado Daryl—. Creo que es una promoción admirable. Les deseo lo mejor.
—También se los deseo, es una buena causa —dice el segundo doctor, Tadeo—. Lo que está haciendo Eliot es levantar lo que Jamie ha dejado en el suelo.
Me ahorré una respuesta y asentí.
—No duden que me comunicaré y no los dejaré tranquilos.
—Él te esperará ansioso —Tadeo señala a su compañero y este le mira mal. Ha estado todo el rato mandando indirectas de que necesita una chica en su vida—. Te esperaremos —reivindica.
Salí de su consultorio con una agradable sensación y enseguida la perdí. Tengo que ir sí o sí a Wallace Place y de solo saber con quienes me reuniré me entran montones de sensaciones y pensamientos diferentes.
No importa cuánto tiempo me tarde en pensarlo, de una u otra forma, nos veremos las caras.
—¿Estás en el edificio? —pregunta Milena al contestar a su llamada.
—En el vestíbulo —veo a los empleados pasar a los ascensores y saludar a la recepcionista—. No te veo, por cierto.
—Estoy por llegar, te pido que te quedes allí.
Prometí quedarme donde estoy y rogué a todo lo bueno, lo que creo que me ama, que no me encuentre con él hasta tener la capacidad de no llorar, de no arrojarme al vacío que sé son sus brazos, de no gritarle que el amor no deja de ser porque te hieran, esa herida sirve para aumentarlo.
Cubro mi cara, superada por lo que quiero hacer y los nervios agitándome. Si Milena no llega voy a ir directa a la oficina de Fran.
—Deja de sufrir sola.
Respiro profundo para darle a Milena risos grandes una de mis miradas que no están jugando y no tienen ánimos.
—Lo siento, es que cuando te encorvas y tocas tu cara parece que el rubor pasó su caducidad.
Cruzó nuestros brazos y caminó a una modesta cafetería cruzando la calle. Eso me dio una tranquilidad y nos sentamos pidiendo café para ella y un jugo para mí.
—¿No te preguntas donde he estado estos días? —pregunta mi amiga y parece decepcionada.
—Viniste por trabajo.
—Vine por ti, Nadina —me corrige—. Porque estoy preocupada y también quise acompañarte en tu tristeza y enojo. Pero no quiero hacer lo que tú haces —medio sonríe—, y no te lo recrimino. Para eso estoy yo, para tomar el lugar que seguro tu tomarías por mí y hacerme feliz.
Deseaba que aquello me hiciese sentir mejor. Y no, no lo consiguió.
—Trataré de hacer lo que dice Lizbeth, iré al grano —toma rápidamente mis manos y sonríe inmensamente—. Dina, Eliot no te engañó. ¿Te das cuenta?
Asentí. Sí que lo sé. Yo misma lo descubrí, o más bien lo encaré.
El padre de Eliot contrató a una modelo que está incursionando en la actuación para que le drogaran y pusieran en una situación tan comprometedora como para dudar de él. Está modelo, de nombre Crisol, trabajó algunas veces con nosotras y siempre dió a conocer sus ansias por actuar; de ella se puede creer cualquier cosa. Tiene una reputación bastante indeseable, pero es lo que hace que la requieran.
La determinación con la que actuamos no fue suficiente para que me decidiera a buscar a Eliot en cuanto lo supe. Tenía mucho trabajo y también mucho miedo, vergüenza y pena por él. Por nosotros.
Vi a otro sitio, recopilando esa información de nuevo en mi mente. No me encuentro capacitada para hablar, para tener conmiseración con mi boca. Debería, aun así, tenerla porque Eliot no fue culpable. No lo fue. Pero no tengo calma, no tengo mejoría.
—Tienes que hablar con Eliot.
Encontré mi voz, pero tuve que aclarar mi garganta antes.
—No puedo hablar con él. Ahora debe estarla pasando fatal con todas esas noticias. La empresa está en el ojo de todo el mundo, ¡todo el mundo! No estoy bien tampoco —confieso al final—. No es como si puedo solo... cruzar la calle, aparecer y decir que está todo viento en popa.
—Con más razón —insistente, aprieta mis manos—. Lo ayudarás a sentirse bien, alejarse de lo malo.
—Él no permite que lo haga —digo sin poder evitar ofenderme—. Prefiere su soledad, prefiere hacerlo a su manera y no tengo ganas de intentarlo y que me ignore.
—Deja a un lado tu miedo —me aconseja y pasa un aire frio por mis brazos por su veracidad al revelar mi interior—. Háblale y verás. Lo peor que puede pasar ya lo pasaste.
Casi me echo a reír. ¿Pasar lo peor? ¿Hablábamos en serio del mismo tema, ambas? Porque no siento ninguna seguridad. Pero entiendo lo que intenta decirme Milena y debo actuar en favor a lo que ella cree de mí. Lo que creo de mí misma.
—Tengo una reunión... —Precisamente con el objeto de nuestra charla. Comienzo a levantarme y le doy un beso en la mejilla—. Hablaremos más tarde.
—No lo dudes jamás —dijo ella con toda su temeridad.
Retrocedí a Wallace Place y me dije que pase lo que pase voy a esforzarme por dar lo mejor de mí, positivamente.
Amo a Eliot. Amo lo nuestro y ni Jamie ni las molestas cámaras de Te Encontré que me persiguen incluso en el sanitario, podrán impedir que me atreva.
—¿Quieren verme ser la próxima estrella? —pregunté viendo directamente al lente de la cámara más próxima a mí—. Atenganse a las consecuencias.
Porque podían romper todo aquello que nos rodea. Lo que me rodea visiblemente puede estar destruído, pero lo que está dentro de mí, las ganas que le pongo a lo que hago y a quienes quiero, nada ni nadie las puede romper.
Sería determinada, aunque esté temblando como un flan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro