Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

28: Chismes

—Lo siento señorita, hay un problema —me dice el taxista y veo adelante.

—No, Dios, no ahora...

Además del embotellamiento bestial que pasamos, ahora de pronto hubo un accidente entre un motociclista y una camioneta 4x4 y el que salió peor parado es el que pelea por su moto.

—Tiene sangre en la cabeza y le insulta —dice como un comentario cualquiera pero yo solo pienso en que voy tarde.

—¿Cuántas cuadras hasta mi destino?

—Cinco. —Saco el dinero de mi billetera y se lo tiendo—. ¿Piensa ir andando?

—Quédese con el cambio.

El aire frío envolvió mis brazos y gruñí internamente por no hacerle caso a Esmie al advertirme del clima. Iba en un vestido ceñido gris con un cinturón negro y botas también negras. Al menos acerté en venir en zapatos cómodos pero la falda no me dejaba caminar más aprisa.

Ni modo. A acoplarse a lo que hay.

*

Pasé mis dedos entre mi frente y cabello, secando el sudor que creí tener pero la brisa fría probablemente secó. Fue un cambio brutal del ambiente fresco a caliente y no veía a Esmie por ninguna parte. Tuve suerte de entrar por la puerta trasera pero no contaba con tener la misma en una recepción tan pública.

—Disculpe —tocaron mi hombro. Encontré a un señor que me indicó que Esmie me esperaba en una sala aparte de la que daría la entrevista.

—Gracias —dije al abrirme la puerta y cerrarla ya estando dentro de una sala pequeña con las comodidades comunes—. ¡Casi corro cinco cuadras! —me quejo sentándome a su lado en un sofá chico.

—¿Por qué vienes tan agitada...? Ah —sonríe nerviosa e intuyo lo que va a decir—, ¿te encontraste con el accidente?

—¿Y me culpas por llegar tarde?

—No te culpo, Dina. ¿Te sientes nerviosa?

Fruncí en ceño, sintiendo que la palabra «nervios» es exacto lo que siento.

—Muchísimo —concedo—. Necesito a alguien que me diga que no estoy loca.

—No estás loca —dice con méritos, tomando mis manos sudorosas—. Soy tu representante, sé lo que hago.

Tocan a la puerta y dicen que tenemos cinco minutos. Niego a ello y salgo enseguida, fue suficiente el tiempo de espera por mi llegada tarde.

Una lluvia de preguntas vino al entrar a las bocas de lobos con cámaras y grabadoras apuntando hacia mí. Gracias a la paciencia de muchas personas involucradas se consiguió hacer esta entrevista privada que pasará a pública en pocas horas y para calmar los ánimos (los suyos y los míos) ofrecí disculpas.

—Lo siento, nadie me dijo que encontraría baches.

Eso nos hizo reír y respondí a todas las preguntas. O al menos las pertinentes del comercial, cómo fue trabajar con Jay, con el director, la razón de mi ausencia en la primera vista del comercial y preguntas parecidas. Un reportero osado fue el que propició el tema Wallace Place, disculpándose si tocaba un tema escabroso.

—Para nada —le tranquilizo, sonriendo—. Puedes preguntar.

—¿Continuará representándoles como la imagen principal?

—Sí.

Y empezó la carrera. Ya saben, la carrera de preguntas, respuestas y vemos quién le atina a la pregunta correcta, pero es difícil. Al final yo lo dije como es y lo dije con toda claridad.

—Hemos decido tener una sociedad en conjunto con mi imagen y un proyecto que pondremos en marcha. Este proyecto lo realizó Tiffany, la diseñadora de lo que conocen en Wallace Place y lo tituló Caras Limpias. —Una muchacha levantó la mano y emitió la pregunta del millón—. Caras Limpias promueve que la mujer abandone las cirugías que transformen el rostro hasta hacerlo irreconocible y también impulsa a que el maquillaje realce la belleza que tiene cada mujer y no la camufle.

Lo sé. Sus mismas expresiones de no entender y sí entender un poco fue la que tuve cuando Francesca me lo dijo.

En su momento me negué y no había manera de que cambiase de opinión. La opción de hacer todo a la vez es simplemente ocupar estrés sobre estrés y tengo mucho de ello. Requerí hablarlo con Esmirna, sacándole punta a lo que saldría mal, lo bueno y si esto siendo tan bueno vale el que sea tan abrupta con mi elección primordial cuando estoy acostumbrada a tener trabajo sobre trabajo. Lo que se presenta visualizo si es posible el acomodarlo y que no choque con lo que estoy saldando y de no poderse, ofrecemos postergar. Fran fue breve con que esa no sería una alternativa viable para mí pero no necesariamente debo renunciar a mis otros trabajos.

El plan es ofrecerles lo que a mí: ser su imagen y que se unan a Wallace Place en este proyecto que traerá beneficios para los involucrados. Entre Esmie y yo no hemos dejado de movernos de un lado para el otro y la mayoría han aceptado, y los que no, estoy segura de que lo harán.

Y pensar que esto, todo esto se le ocurrió a Eliot al conocer lo que Tiffany ideó. No lo exime de ser un demente al ir a verme en las condiciones en lo que hizo, pero el que me tuviese en consideración bien vale el hablarle y saber cómo está, lo cual tenía terminantemente prohibió Fran hasta acabar pendientes.

—No iniciará justo ahora —respondo a la pregunta de cuándo será un hecho—. Pronto estaré avisando. No teman, serán los primeros en saber.

Di por terminada la entrevista al contestar otras pocas preguntas y me sentí liberada al recibir las felicitaciones de Esmirna.

—La cara de Eliot cuando lo sepa —dice juergueándose de él. Golpeé su brazo.

—Él cree que no quiero hablarle y que su hermana me ayuda a tenerlo lejos.

—Ha de sufrir mucho, el pobre —su ironía la acompaña un abrazo—. ¿Te veo en mi casa?

—Sí, iré más tarde.., ¿y por qué me abrazan tanto?

—Porque es como la mañana de navidad.

Salimos por la puerta trasera, ella va camino abajo y yo arriba usando un sombrero y llamando a Milena para que nos juntemos en su casa. Esta vez todo se dio de pronto y quise ser así siempre con ellas, mis amigas y las que se están convirtiendo en parte.

No lo digo abiertamente pero hubo momentos en que quise tener amigas con quien contar, ir de compras o compartir mis sitios predilectos para disfrutar de lo delicioso que puede ser un dulce bien preparado. A quienes decirles que vayamos a un viaje donde no pensemos en los gastos. He viajado más de lo que hace la mayoría, pero sola. Y sí, es un placer hacer lo que quieres, solo que no tener con quien compartirlo lo vuelve vacío.

Entonces, pensé en Eliot. Con él compartí un viaje; quizá el viaje más importante para toda mujer casadera y esas cosas que no acabo de comprender.

Al dar un paso en el piso de Milena, vino Serena corriendo, sorprendiéndome. Chocamos codos, riendo y abrazándonos como si efectivamente no nos hemos visto en semanas. Se nos unieron Lizbeth y Milena haciendo una piña horrorosa e incómoda, para reír y separarnos y abrazarnos como se debe.

—Juguemos Just Dance —fue lo que dijo Milena en el silencio que vino después de los saludos. Reímos—. ¿Qué? Alguien tenía que intervenir.

Aceptamos jugar y ella fue por la Xbox mientras nos acomodamos en el desayunador, decidiendo qué comer. Como no se me ocurrió nada al instante y las ideas suelen surgir cuando abro la nevera, fui a abrirla y encontré un regalito.

—Tienen que ver esto —vienen mandadas como buenas curiosas y se espantan—. Esa mujer no tiene vergüenza.

—Es una falsa —opina Lizbeth muy quitada de la pena.

—Me juzgaba por comer cebollas y mírenla, ¡mírenla! Alimentaría un ejército.

—¡Debemos decidir! —grita y nos hacemos las que no miran cosas indebidas. Pone tres caratulas en la mesa—. ¿Cuál de los tres?

Nos muestra Just Dance 2014, 2015 y 2016 y agita el 2015 sin intenciones que sí que tiene. Son antiguos, pero tienen canciones qu nunca dejaron de ser populares.

—El 2015 tiene buena canciones —se encoge Serena de hombros. Las restantes estuvimos de acuerdo. Milena se agacha a conectar los pocos cables y Serena se desespera por lo lenta que es, apartándola—. Yo lo hago

—¿Tienes de tu famoso jugo de toronja? —pregunto con mi cuerpo cara a la nevera.

—No, pero puedes experimentar y hacerlo —deja que Serena se ponga manos a los cables y ella misma abre la nevera—. Ahí las ves, tengo cinco.

—Veo cebollas.

—¿No son lindas? —dice toda inocentona y le frunzo el ceño—. Desde que te vi añadirlas a la ensalada me animé a probarlas y ahora me encantan. El dentífrico y enjuague bucal son la solución.

—No me digas —digo apartando el sarcasmo y mostrando sorpresa. No quería reñirla, solo son cebollas—. Pero lo tuyo no es gusto.

—¿Gusto? No. Esto es amor, amor del bueno.

—¿Milena enamorándose? —dice Lizbeth atravesando su cuerpo entre las dos y fisgoneando la nevera—. Yogurt griego, menta, fresas y bananas... ¿les parece un batido?

Milena hace una rabieta muy chistosa y se niega a tomar otro batido lleno de energías y vitaminas sin nada de grasa. Lizbeth propuso ponerle un toque de chocolate para hacerlo más llevadero pero nadie le refutaba a Milena que comeremos sano y que si vamos a pasarla bien quiere desahogarse con kilos y kilos de calorías, carbohidratos, mantequilla, grasas saturadas, etcétera.

—Comer saludable no es lo mismo que comer desabrido —dice Elizabeth ya habiendo aguantado lo que la dueña de la casa piensa de su batido—. Lo preparo y juzgas, ¿sí?

—Para ser tan pequeña eres molesta.

—¿Y tú donde quedas? —la presiona empinándose y Milena se endereza en sus altos tacones.

—Yo siempre seré molesta —fanfarronea—, ¡eso me hace quien soy!

—Es lo mismo que dije —interrumpe Serena y da unas palmadas limpiando sus manos—. Esto está listo, ¿tienes maíz para palomitas?

Di un salto hacia la consola y encendí el televisor.

—¿Cuál primero? —Movía mis dedos en el control llegando a la selección de canción.

—Ni se te ocurra bailar Happy —niega Serena al pasar por dicha canción—. Te la sabes de memoria.

No muy de acuerdo pasé de largo y me detuve en una muy popular de Rihanna colocando el modo cuatro personas. La licuadora procesaba los ingredientes que echó Lizbeth, la olla explotaba con el aceite el maíz que vigilaba Serena y Milena corría de un lado al otro con un celular.
.
—Tienen que ver esto —dijo alto para oírse sobre los ruidos. Nos acercamos, una apagando la licuadora y otra no separándose demasiado de las palomitas.

—¿Qué es?

—Mejor lo leo en voz alta —aparta la pantalla y la pone frente a sus ojos a una distancia prudente—. Se sabe poco de las decisiones que toma nuestro presidente de Wallace Place, Eliot Wallace, para lograr ser tan exitoso después de los rumores y hasta confirmaciones de su revocación en el cargo como presidente de la empresa de su propia familia. Conocemos que hace tres años...

—Te estás tardando —impone Lizbeth.

—Bueno, bueno —desliza el índice por la pantalla y llega al final—. En resumidas cuentas dice que tu bombón relleno de billetes verdes va a engañarte pronto por sus antecedentes... ¿Le llaman eso? —ríe jocosa, con un despiste que solo ella sola puede entender—. Cada día inventan cada chisme.

—Milena —gruñe Serena.

—Lo siento, ya voy... Dice que el que Eliot dure poco en sus noviazgos no lo hace confiable y que si tú, Dina, como una de las modelos que ha guardado tanto su vida privada la vas a tirar a la basura por él, no vale el empeño.

—¿Por qué le dices esto? —recrimina Lizbeth, quitándole el celular—. Dina conoce a Eliot, no creo que él sea capaz de hacerle esa... esa asquerosidad.

—Hombre es hombre, Lizbeth. No será ni el primero ni el último que haga asquerosidades por muchos billetes que tenga. Es más —hace un gesto con su mano extendiendo su palma—, peor, peor aún. Que Dina lo sepa y si llora, pues que llora y si tienen un final de cuentos de miedos, que lo tengan.

—Huela a... ¡No! ¡Se queman! —grita Serena y nos volteamos a mirar como saca la olla y la pone enseguida en el fregador.

De mi carcajada vinieron las otras y Serena tuvo que empezar de cero. Adiós primera tanda de palomitas.

Un rato más tarde, pusimos las palomitas no quemadas y los batidos en la mesa mientras respondía una llamada de Noria, confiando en que ninguva vaya a comer sin mí.

—Hola Dina, ¿cómo ha ido el viaje?

—Bien Noria, ¿le importa que la ponga al altavoz? Así la conocen. —Al darme su permiso, toqué el botón y puse el celular en la mesa—. Chicas, ella es Noria.

—Hola. ¿Cómo está? Un gusto, soy... —dijeron todo junto y al pronunciar nombres ninguno se entendió. Noria reía.

—El viaje va excelente. Regresaré en unos días... ¿cómo está el señor?

—Odia encerrarse pero no ha tenido opción. Su hermana lo visita a diario y vigila como un guardián.

—Imagino que no se la pone fácil.

—¿Fácil? Esa palabra no existe en esta casa. Tú no te apures, haz tus diligencias y ven cuando acabes. Él está perfectamente.

—Gracias, Noria —sonreí y les dije modulando que se despidieran, lo que no resultó entendible—. Pase un buen día —dije de última.

—Les aseguro que se está volviendo demente.

—Demente es poco —concuerdo con Milena.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro