Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24: Los problemas que vienen

—No, Eliot, no —digo no sé por cuánta vez pero debe ser más de la décima.

—Cinco minutos.

—Tus cinco minutos en mí son una hora... ¡Detente! —Aunque me contradigo porque lo acerco a mí y acabo gruñendo—. Eres un mal perdedor.

—Lo soy si eso me hará ganar —dice antes de besarme como si se le fuera la vida.

Sin embargo no es que esté actuando todo meloso por el hecho de que no me vaya, es más con que sabe que si salgo de este departamento él va a tener que hacer lo mismo porque hoy es la sesión de fotos para, graciosamente, su revista.

—Andando, andando —lo apresuro a que me deje ir—. Es importante. Si no fuese importante estaríamos aquí todo el día..., me expresé mal. No me veas con esa cara de ''planeo hacerlo realidad'' —imito su voz profunda—. ¡Eliot! —Chillo ya por fin usando toda mi fuerza para que ruede lejos y pueda ponerme mis botas—. No puede ser que te esté pidiendo que vayas a tu propio trabajo y hasta hayamos hecho una apuesta, que por cierto, gané.

—Que me fotografíen no es mi sueño —rebate. Alzo las manos al cielo cuando entra a su vestidor—. No te veo pero sé lo que haces.

—Solo debes ser tú mismo —lo pienso un poco y corrijo—: tú mismo más agradable.

—Pero si soy la personificación de la simpatía. —Tan singular, usaba la ironía como un arma.

—Voy a ir con Noria para no mentirte.

Dice algunas frases sarcásticas con respecto a mí hablando con Noria de sus pocas aptitudes como modelo. Si él supiera de lo que hablamos se sentaría a oírnos y tomar nota.

—¿Y un poco de miel? —pregunté incrédula. Asiente—. ¿Es lo que necesita para saber así de bien? —volví a preguntar. Necesitaba estar segura, no quería una cocina quemada.

—Te dije que los panqueques son fáciles —me recuerda con esa sonrisa de la que es fácil acostumbrarse. Como si ella de por sí fuese un aparatoso soborno—. ¿No quieres aprender una preparación compleja?

—Si me enseñas, me encantaría.

—No estoy listo, pero vamos.

Vimos a Eliot ir formal y bien vestido como de costumbre, por lo que mi duda le hace reír:

—Te veo entero y no falta ningún miembro. —El muy egoísta se carcajeaba y Noria no captaba de qué—. Quiero a Noria por un día en mi departamento.

—Pensé que lo del auto iba en serio —dijo recomponiéndose pujantemente.

En nuestra apuesta de ‹‹quien resiste más tiempo mezclando un betún›› él quería, de ser el ganador, escaparnos a un sitio lejano por una semana (no entiendo qué fetiche tiene con que estemos un tiempo prolongado lejos de todo y todos) y como no se me ocurría nada útil, aposté un auto. Ahora que lo medito no tiene tanta emoción.

—No, no necesito un auto. Esta ciudad tiene suficiente tránsito como para añadir otro que haga más tránsito.

—Tienes mi apoyo —Noria habla como si no estuviese del todo presente, educada y sin querer molestar.

Ya sé lo que quiero.

—¿Me la prestas? —Uní mis manos.

—Terminaré confirmando que contrabandeas con mi personal, Andy. —Seguí con mis manos unidas y él suspiró, sonriendo—. Claro...

—¡Sí! —choqué cinco con Noria y di una vuelta al otro lado del desayunador para besar su mejilla—. Te pasaré buscando después del trabajo.

—Pero hoy...

—Cielo —Eliot estrechó el ceño al llamarle así—. Mañana es otro día.

Con lo mucho que le cuesta ceder para mí fue una victoria que no insistiera.

***

He descubierto que a Eliot le caen mal las órdenes.

Solo le dieron tres. Una de ellas es vestirse como le indiquen y de necesitarlo cambiarse cuantas veces se lo pidan, encontrando el atuendo apropiado para las fotografías los dos juntos. No puede irse porque le place, antes tiene que acabarse la sesión y estar conformes con el resultado o podríamos perder el día y repetirlo mañana. Y relajarse; los profesionales y los asistentes de éstos tienen la suficiente presión como para tener que lidiar con los diferentes estados de ánimo de un modelo y un modelo poco solicito es un dolor de cráneo. Y un grano en el trasero.

Con el tercer par de tacones amarillos que sí combinan como deben, Tiffany sonrió alisando con sus manos la tela del vestido ajustado, negro, mangas largas y de un cuello cuadrado inclinado más a su lado izquierdo que derecho, con un cinturón de rayas verticales naranjas, azul coral y blanco. Los accesorios son una pulsera sobre la tela color salmón, una gargantilla con una piedra en el centro amarilla.

—Viene —me avisa limpiando mis hombros de suciedad que no existe. Tenemos frente a nosotras un fondo gris con un sillón de hormigón blanco, impoluto.

—¿Su expresión? —digo para prepararme.

—No está feliz pero tampoco enojado.

—Es un progreso.

Al estar lista lo vi y su atuendo no combina en nada con el mío salvo por el amarillo, pero esa es una de las ideas principales para la revista.

—Tengo un novio muy atractivo —le halago.

—¿Cuándo dices que terminamos?

—Si no hay trabas en unas horas. No las cuentes —le aconsejo dulcemente—. Disfrútalo. A parte, tú cuentas con algo que no muchos tienen.

—¿Sí? —dudó. Asentí con energía—. Me gustaría saber qué es.

—Cuentas conmigo —le guiñé y accedí a que inspeccionaran mi cara y manos.

Lupe, la muchacha que arregló mis uñas se tomó en serio la meticulosidad e hizo retoques, dejando que secaran y no permitiendo que me moviera.

—¿Las luces? —Escucho a Tiffany gritar como si ella fuese el fotógrafo y él mismo le responde que estamos bien—. ¿Los cambios...?

—Señorita, estoy seguro de que ya revisó todo, ¿puedo empezar con mi trabajo?

Faltó poco para que ella le hiciera una reverencia y muy merecido se lo iba a tener.

—Vamos primero contigo, Nadina —pidió el fotógrafo.

Me puse en posición y sonreí cuando lo pidió, relajé mis hombros y me erguí si así lo deseaba. Por la periferia Tiffany le daba algunos datos a Eliot que no le prestaba la mínima atención. Sus ojos se fijaban en mí, podía sentirlo sin tener que verlo.

—Alza el mentón —me indicaron y obedecí, sonriendo con ganas—. Así, perfecto —los flashes salían en diferentes pausas, hasta que el fotógrafo se separó—. Ya estamos, puedes relajarte.

—Estoy relajada —dije aparentando suficiencia.

—Lo sé —sonríe y toma la cámara. Me acerco a ver las fotos y se ven excelente, se lo hago saber—. No soy solo yo.

—Pero de no ser por ti no saldrían así, entonces sí que eres tú, Jim.

Sonrió acomodando ciertos artefactos en la cámara y vuelve conmigo.

—Has... ¿has visto a Milena, últimamente?

Me abstuve de fruncir o demostar mi sorpresa. Está preguntando por Milena y eso jamás había pasado.

Como es natural, Milena tiene una manera de regir su vida y esa es no tener compromisos a largo plazo. Sabía que de nuestro último trabajo juntos hace meses ella le coqueteaba, pero Milena coquetea con quien le place y si esto terminó en lo que creo, él no debería estar preguntando por ella. Él debería saber lo que conlleva disfrutar de su compañía si no la solicita de nuevo.

—Hace algunas semanas —respondí vaga, pero en mi interior curiosa—. ¿Tú la viste frecuentemente?

—¿Yo? No... —ríe resuelto—. Para nada. Era curiosidad.

—Mueren gatos por ella —veo mis uñas y a él. Reímos por mi chiste a medias—. Ella debe estarla pasando muy bien con alguien.

—Ah, claro —mueve sus hombros rotándolos—. Propio de Milena.

Lo es. Sin embargo esta charla no puede ser casualidad y menos curiosidad.

—Si el señor Wallace está listo, ponte junto a él —dice, cambiando de tema y el rictus a uno centrado—. Trata de que se relaje, ¿está bien? —me pide.

—Haré mi mayor esfuerzo.

Correspondí miradas con Tiffany y llevó a Eliot como niño pequeño hasta donde estoy. Se aparta antes de que la echen y enseguida pongo mis manos en sus hombros.

—Son dos piedras —digo y presiono para destensar—. Eliot, tómalo con calma. Respira y terminará pronto, pero si no lo haces va a durar lo que dura la eternidad.

—Es lo que sucede.

—Por favor —insisto empezando a cansarme con su comportamiento pero luciendo como si no—. Apostaría a que haces esto para fastidiar y no porque estés tan incómodo.

—Bien —Jim tiene la cámara en su cuello y nos ve; lo imitamos—. La idea es que se vean como una pareja, ¿de acuerdo? No les será difícil. Entiendo que puede ser arduo acatar cuando no estás acostumbrado a ser específico, pero no estamos para sufrir, sino para mostrar sus esencias verdaderas. ¿Podemos empezar?

—Sí —dijimos ambos.

—Eliot, ponte detrás del sofá y Nadina sentada delante. Procura estirarte y verlo. Tu Eliot no la veas, mirarás directamente a la cámara. Ninguno debe sonreír, solo estar.

Vinieron dos chicas a acomodar mi cabello que se desparramara hacia el suelo. Crucé mis piernas y vi el mentón y la garganta de Eliot por lo que tardamos en tomar las primeras fotos. En las siguientes cambiamos posiciones, o nos sentábamos uno al lado del otro, como si viéramos un partido, y una, de mis favoritas, mirándonos y entrecerrando los ojos, como si hubiese un desafío que alguno propondrá.

No quiere decir que fue como un sueño el posar con mi novio. Él no lo pasaba en grande y Jim se desesperaba cuando no le daba el empuje o el sentido para obedecer. Comparando fotos, la mayoría que quedaron bien Eliot se concentraba en verme, y si reía es porque mi perorata repentina le daba gracia y aprovechábamos.

El cambio de escenografía lo complicó todo. Se quiso usar el área en que Tiffany hace sus creaciones. Una parodia en que Eliot es el diseñador y yo la modelo que usa. O siendo su asistente y vestida como tal, con un moño alto y lapiceros cruzándose, lentes pequeños de gato y una libreta, anotando lo que dice.

Pudo ser divertido si él dejara que hicieran, pero no. No se pudo.

Simplemente al terminar y ver lo tarde que es quise, con fuerzas, golpearle.

Con renuencia vine a su departamento. Siendo la última en entrar, di un portazo que lo habrán escuchado en el pent-house. Eliot se volteó alarmado al sacarse el saco y dejarlo en uno de los sofás.

—¿Avisas a Noria que podemos irnos? —pregunto.

—¿No cenarás conmigo?

—Es muy tarde —Vi el reloj del celular—. ¿Le dices que lo dejamos para el fin de semana?

—¿Y mañana...? ¿Recuerdas lo que haríamos?

Suspiré cansada. ¿Recordarlo? Quien creí que no lo recordaba era él.

No nos tomamos el tiempo de celebrar el habernos conocido y al sacar cuentas pasaron casi cinco meses. El que Eliot lo tuviese en cuenta me entusiasmó y claro que celebraríamos. Poco a poco descubro facetas suyas que me atraen, pero no estoy atraída a celebrar ninguna cosa.

—Mañana tenemos trabajo —sigo viendo la hora—, podemos posponerlo.

—¿Te refieres a posponerlo más? —Su discrepancia chocaba con mi hastío e impaciencia.

—Lo que haya que hacer.

—No, no es si hay. Te pregunto directamente si lo posponemos o dejamos de lado, de ambas maneras no importará.

—Si piensas así no tiene sentido que escoja —uní los dedos de mis manos unos con otros.

—Tiene mucho sentido, Nadina.

—¿El qué? —Ya está. Él se lo buscó—. Porque yo solo vi que pensabas en ti y en lo difícil que es seguir instrucciones. Si no vamos mañana, ¿se aplaza, así de simple, porque eres el jefe y se hace lo que dices? ¡No, Eliot! —Separé enfatizando el no— Tú mismo sabes lo que es trabajar duro. El que no te pongas en mi lugar y el de todos lo que colaboraron para que la sesión saliera lo mejor posible me molesta, ¿y quieres que cenemos y vayamos a no sé dón...?

Doy un salto impresionada al abrirse la puerta detrás de mí. Toco mi pecho como si así pudiera calmar mi corazón.

—Buenas noches —saluda Noria y se coloca en medio de nosotros—. Vine temprano pero no llegaron, ¿querrán que les prepare algo?

—Saldremos —contesta Eliot y lo aniquilo con mis ojos—. Saldremos —repite como una orden hacia mí.

—Ah, muy bien —Noria besa mi mejilla pero no aparto mi vista—. Nos veremos otro día, Dina.

‹‹Otro día, sí››.

***

Iban a dar las doce y las personas siguen caminando por las calles, en puestos de comidas callejeros, comprando con vendedores ambulantes, deteniendo taxis, paseando mascotas y yendo a bailar, cenar y quien sabe, lo que aprovechara la madrugada.

Analicé a la pareja que se sentaba transversalmente a mí y no los envidié ni un poco. Él comía como si ella no estuviese delante, hablándole visiblemente alterada pero bajando tanto la voz que hasta creerías que le cuenta un drama y la escucha aprovechando de comer. Tanta indiferencia; el dolor ajeno picó mi pecho y deseé levantarme y sacarla de esa silla, soportando el acercarse y que él continuase tragando un filete.

Ojalá se atragante.

—¿Quién?

Abrí mi boca y reí. Lo dije en voz alta.

—El chico de esa mesa —señalé con mi dedo antes de esconderlo en un puño. Eliot disimuló mirar tras él y volver al frente.

—¿Prefieres verlos que hablar conmigo?

—Con ellos puedo pensar cuál será su problema —tomo una cucharada del risotto y lo saboreo—. Es hasta entretenido.

—No me ignores.

La comida quedó a mitad de mi garganta y tuve que beber agua rápidamente. Al no sentir que estoy por ahogarme, le ofrezco de mi plato y que me entregue el suyo.

—Se ve rico —opino de su elección de platillo. Él pasa su plato y al pasar el mío toca apropósito mi mano.

—¿Me seguirás ignorando? —dijo sin separar mucho sus labios y sí, ya empezaba a sentirme mal y todo lo que conlleva que suene así de adolorido.

—No te ignoro porque me dé placer, Eliot. Pero a veces siento que estoy frente a un niño al que debo recordarle que se puede tener amor propio y que igual hay que valorar el que otros se esfuercen por ti o una meta conjunta.

—No es fácil colaborar cuando estoy tan irritado, Andy —deja que ponga el plato de mi lado con una ensalada que lleva distintos vegetales y pollo asado.

—¿Irritado por qué? —Me incliné para estar cerca—. ¿Ahora qué sucedió...? Y no, una cosa no tiene que ver con la otra.

—Me disculparé en cuanto pueda, Nadina —dice con aceleración—. Pero ese no es mi mayor problema ahora, ¿puedes...? —cierra sus ojos, suspirando—, ¿podemos comer tranquilos y hablar de nosotros?

—¿Pides que ignoremos todo lo demás? —incrédula, lo vi asentir—. Eliot, no me pidas...

—Por favor, por favor —ruega rompiendo mi alma con su desespero.

Muerdo mi labio y tomo una decisión rápida.

—¿Nos trae la cuenta, por favor? —le digo al mesero que se acercó a mi llamado.

_________________________

¡Hola!

Aquí les deja la imagen de la Nadina de mi cabeza.

Por si lo olvidaban, Nadina es castaña oscura y actualmente es rubia. Así se ve rubia:

Liana

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro