23: Todo contigo
Saludé a mi hermana a través de la cámara y Eliot se tomaba a gracia el estar parcialmente escondido hasta que le dijera.
—Vi las fotos del desfile —comenta ella—. Te veías preciosa, como siempre.
—Tú estás preciosa.
Y es cierto. Es una morocha de labios finos, ojos grandes y obscuros, un poco más clara de piel que yo. Somos casi de la misma estatura, o al menos la última vez que la vi hace seis o siete meses lo éramos. Cabello rizado en grandes tirabuzones y largo a la cintura.
Con fotos del desfile se referie a las noticias que circulan, vídeos completos y fotografías amplias, y las entrevistas que se dieron a conocer públicamente. Nadie sabe que Eliot saldrá en la edición de la revista que viene, pero especulan. Se han hecho preguntas abiertas de nuestra relación en las que las respuestas son vagas. No lo negamos ni cedemos al terreno de decir donde se queda a dormir cada uno o si vamos a comprometernos, de esa naturaleza.
—Las dos. Lo somos las dos, ¿conforme?
—Conforme —acepto sonriendo y enseguida miro a Eliot—. Por cierto, te quiero presentar a alguien.
—¿Veré a Tiffany? —Su sonrisa es tan ancha que siento pena por Eliot y me pongo a reír—. ¿Lo es?
—No, no es ella.
—Entonces nadie es más importante que una de mis diseñadoras favoritas. Esa mujer nació pensando como diseñar sus pañales, seguro que al ver este mundo gritó ‹‹corpiño›› o ‹‹seda egipcia››.
—¿Vas a dejar que te presente a ese alguien? —dije entre risas.
—Si no hay remedio —pone sus manos en sus mejillas—. A ver, espero y sea un modelo italiano.
Di unos golpecitos a mi lado y Eliot se sentó, recibiendo el chiflido de mi hermana.
—No es un modelo italiano pero no me quejo. —Sonríe e inclina su cabeza como si lo reverenciara—. Soy Seleste.
—Mucho gusto, soy Eliot.
—Que conste que esto no cuenta como presentación, tenemos que vernos en persona.
—Y lo haremos —certera él—, solo que no ahora.
—¿Cuándo?
—Si quieren conversan y lo planean mientras voy por soda y galletas —empecé a ponerme en pie y Eliot dio un mínimo empuje hacia él y fui atraída, simplemente atraída a donde estaba sentada—. ¿Qué?
—Quédate, es una video llamada de tres.
—¡Aww! —rechina Seleste y la fulmino, acallándola—. Lo siento pero en algún momento iba a hacerlo, agradece que no me den asco. Y Eliot.
—¿Sí?
—Por casualidad no tienes un hermano gemelo de veinte o un poco más. O amigos —dice rápido esa parte—, amigos también cuentan.
—Mis amigos tienen otras prioridades, Seleste.
—Ese es mi novio —le felicité con orgullo moviendo mis hombros y mis manos en un baile ridículo entre que mi hermanita se quejaba—. ¿Y? ¿Qué tal la escuela?
Hablamos un rato con ella y prometimos hacerlo formal y que mis padres junto a ella lo conozcan. Supo que su diseñadora favorita tuvo problemas familiares y preguntó por ella. Allí fuimos breves. No seguimos acompañando a Estefanía por petición suya y no es bueno hablar de lo que no te atañe. Al terminar la vídeo conferencia le dije a Seleste cuanto la quiero y ella cerró sesión.
—Iremos en cuanto termine el lanzamiento de la revista —dice Eliot sin lugar a dudas.
—No esperes su aprobación, mi amor.
—¿Puedes decirlo otra vez?
—No esperes que te acepten —suspiré apartando la laptop—. Es mejor si no tienes expectativas. Serás el primer novio al que les presente.
—No, la parte de mi amor.
Tuve que retroceder en lo que estábamos diciendo para entender.
—¿Mi amor? —Indagué y me colgué a su espalda, besando entre su hombro y cuello—. Mi amor, mi amor, mi amor —decía acompañando a cada amor con un beso.
—¿Y por qué me dices así? Quiero saber la razón. —Me prensé sobre su brazos—. Quiero que lo digas tal cual como es, sin desviarte ni hacerte la inconsciente. Sé sincera, sé tú misma.
Alejé mi cuerpo del suyo y tomé asiento tras su espalda.
Tengo un serio problema con enfrentar mis sentimientos. Puedo hacer cardio por horas. Puedo usar tacones más horas. Puedo levantarme temprano e ir a hacer lo que debo que también es lo que me gusta. Puedo hacer todo lo que me proponga si en verdad lo deseo, solo que decir que quiero a alguien es algo que no puedo hacer con cualquiera.
Pero Eliot no es cualquiera.
Eliot nunca será cualquiera. Yo también lo encontré y gracias a él en gran parte estamos donde estamos. ¿No debería estar feliz y retribuir? No es como si no voy a recibir, porque conozco cada día su forma de quererme y no quiero dejar de sentirla, de abrazarla.
—Te amo —dije y enseguida me arrimé a su espalda escondiendo mi cara—. Te amo, Eliot. Eres el primero al que amo y espero seas el único. Te digo mi amor porque eso representas, no lo digo como cualquier cosa, tú no eres eso que puedo tener y prescindir, me has demostrado que vas a estar conmigo hasta que yo quiera y quiero que lo estés siempre. Para siempre.
Apretó mis manos apartándolas y le di espacio para sentarse frente a mí. No es muy confortable ya que estamos en el límite del copete de la cama y debo sentarme casi encima de él pero no me importó.
—¿Ni siquiera ser dueño de una compañía me dará su aprobación? —Encojo mis hombros. A ellos seguramente eso les daría igual—. ¿Y el que prometa cuidarte y que no te faltará nada, tampoco?
—Tienes la mía, ¿no te es suficiente?
—No lo sé —se inclina y posa su frente con la mía—. Nunca había querido caerles bien a los padres de mi novia.
—A ti no te importa lo que piensen los demás —dije casi rodando los ojos—. No seas mezquino y dímelo —le apremié.
—¿Qué cosa? —Sonríe bellaco y preferí no demostrar mis pensamientos—. ¿El que te amo? Porque no tengo alternativa más que amarte, Nadina. Ya lo sabías.
—Una cosa es saber —dije con la garganta obstruida por las lágrimas que aún no derramo—, y otra oírtelo decir.
—¿Te gusta más oírlo?
—Me gustan ambos así que procúremelos, ¿te parece? —Asiente y digo exactamente lo que pienso—. Me encantas, incluso esa parte controladora que debo domar para que sigas confiando en mí y en que me ubiques como tu compañera. Creo que yo sola no habría elegido tan bien como el programa que detestas —gruñe en respuesta y le doy un beso entre risas—. Hasta en eso, Dios —fingí quejarme—. Mejor será separarnos o no podré vivir tranquila.
—Si claro, sufres tanto —paseó su nariz en mi mejilla izquierda y lo aparté—. ¿Qué?
—Me haces cosquillas —toco esa parte para que la sensación que dejó se vaya.
Sonríe y no necesito decir ‹‹no›› cuando ya está sobre mí y descubre donde tengo pocas y grandes cosquillas. Él simplemente no tiene piedad y logra que sus dedos vayan por doquier.
—¿Y aun me preguntas por qué quiero que estemos juntos siempre y que la manera más viable es vivir juntos?
Aparté el cabello que tenía en mi cara en la maratón de agónicas cosquillas y respiré con normalidad. Eliot encerró mi cuerpo con sus brazos a ambos lados afincando sus manos sobre la cama. No he conseguido responder por el atontamiento en varios francos, el que sufre las consecuencias de las cosquillas y el que esté utilizando su cuerpo para distraerme.
—Porque quiero y necesito esto constante —continúa diciendo, tozudo—. Soy caprichoso, sí. —Quise que se apartara empujando sus hombros y él empujó los míos—. No, Andy.
—No me llames Andy cuando sigues insistiendo en el tema.
—Óyeme —pide contrito—, escucha lo que tengo que decir, no estoy insistiendo para hacerte sentir prisionera, quiero que me entiendas.
Lo miro realmente fastidiada y él, simplemente, besa donde no debería cuando me fastidian, aumentando el límite de mi temperamento.
—Dilo, ¡dilo!, ¡solo dilo! —protesté y al fin lo tuve donde pudiera verlo.
—Tú me provocas, Andy. Haces que quiera experimentar lo que de otra manera no querría. —Toma una de mis manos y la lleva a su mejilla, después sus labios y se queda un rato así, emocionándome mucho—. Esta insistencia en que me digas que me amas, en hacerte reír, en darte regalos y complacerte, lo provocas. ¿Hay mal en que cambies Mitchell por Wallace? No digo que ahora, aunque me muera porque sí. En un futuro, Nadina. En ese futuro, ¿te miras conmigo?
—Por supuesto... —mencioné sintiendo que me insulta la sola conjetura.
—Entonces basta. Deja de impedirme que nos idealice y complácete a ti misma, ¿o nunca te imaginaste lo que sería?
—Estaba ocupada, Eliot —bajé la vista al cuello de su franela—. Ocupada trabajando en mí como para imaginar compartir con alguien.
—Pues hazlo —ruega estrechando que lo vea—. Imagínanos, ten libertad y compártela conmigo hasta que estemos listos.
Dijo ‹‹estemos››, no ‹‹estés››.
—¿Por qué no dejas que me enoje y no tengas cabida por la que salir? —dije cubriendo mi cara.
—Porque pueden gustarme las dos tú pero nunca más la Andy enojada que la alegre.
_____________________
Hola c:
Por si quieren saber de quien me inspiré para Eliot, aquí está:
Es mío D: jajaja Quizá a algunas no les parezca la gran cosa, pero cuando lo vi fue en una película llamada Unleashing Mr. Darcy, y allí se ve tan... lamible. Y no tiene barba y bigote, y aun así se ve bello.
Ya lo superaré.
Liana
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro