Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2: Expectativa errónea

Nunca se trató de ir en contra de lo que deseaban para mí. 

Mentiría si afirmara que no me divertía verlos sorprenderse por lo que había escogido como una carrera que no incluía ir a una costosa universidad. Sí, fingí no hacerlo, pero a solas sonreí por lo exageradas de las expresiones de mi hermana menor y mis papás. Y eso que no son personas intransigentes.

Ellos entendieron y me apoyaron contratando a quien supiera llevar mi carrera, para que no se dijera que no habían hecho lo impensable e indecible porque yo fuese una triunfadora. Así que si digo que mis papás son la base de quién soy, lo digo con todo lo que conlleva.

Pero no supimos que el tiempo sería una ilusión. Un alimento esencial del que poco te provees, como un tofu que si una vez se sustituye por carne, estás de suerte.

Nos enfriamos. Cambiamos. Priorizamos. Nos seguimos queriendo pero no estamos en el mismo lugar, ni continente.

Conocí a mi representante Esmirna cuando cumplí quince. Ella me aseguró que conseguiría hacerme, sino la mejor, una de las mejores en el campo del modelaje y le estaba pagando lo suficiente para que lo hiciera, pero con el pasar del tiempo y recibir tanto rechazos, de llantos y decepciones, de desesperanza, cuando logramos nuestras metas individuales y conjuntas, hasta ahora no ha hecho nada que me desagrade y nos volvimos más que contratada y cliente, buenas amigas y velamos la una por la otra. Ella salvaguarda mi vida pública y privada, y yo la suya, a su modo.

Cuando empecé mi carrera con todas las de la ley, Esmirna tenía una cita con un señor mal educado. Yo no quería tener nada que ver con eso; en verdad me sentía disgustada con la actitud de sus trabajadores y la suya, en general, la primera vez que fuimos a una prueba de vestuario. No tenía un buen recuerdo y mi juventud no veía que esta era una puerta que se abría ahora que se cerraban todas las posibles.

Era tal el privilegio aun para nosotras el que nos diera el mismo presidente otra cita y antes de cumplirse media semana que ninguna fue capaz de rechazarlo. No lo hicimos y fuimos, puntualmente, presentables y con la mejor cara, a verlo.

Este lugar no tenía sólo que ver con ropa íntima para mujeres —una de las tantas especulaciones en sus inicios—. A lo que se dedicaban además y esto es lo que interesa, era a crear máscaras. El resto es un simple adorno, algo que se necesita para vender el producto pero que fácilmente puede ser prescindible. Las máscaras y el conjunto de dos o una pieza que cubra a la mujer tienen sus similitudes pero lo que cubre tu cara es el protagonista. Sorprendente que algo así, que podría ser cualquier cosa tenga tanta relevancia y se venda como pan caliente. Realizarían una campaña promocional y me quisieron de modelo central y eso no es fácil de conseguir.

La voz de Esmirna me lo recordó constantemente.

No entramos a la sala de juntas, esta vez nos abrieron las puertas de una oficina. Me costaba disimular lo asombrada que estaba por los colores. Normalmente un lugar que ocupa un hombre es gris, negro, blanco, azul y quizás verde; pero en su mayoría, el escritorio, la alfombra, los estantes, los adornos, los sofás eran rojos. Rojos como la sangre. Negro, muy poco y sólo en un sillón y la silla tras el escritorio. Paredes blancas, sí y era mucho. Éstas las cubrían retratos eclécticos, algunos abstractos y uno llamó mi atención por tratarse de un castillo, como una fortaleza. Una puerta a mano derecha, casi colisionando con una columna, se abrió y mi representante y yo nos volteamos.

Fuimos recibidas por un rostro maduro y serio. El cabello que una vez fue negro está bañado en canas en los costados, cerca de las orejas. Su nariz es distintiva puesto que su grosura destacaba en todo su rostro. Hace falta un gran esfuerzo para dejar de verla.

—Buenos días, disculpen si tardé —su voz impregnó el lugar. No tan gruesa, no tan suave que no se oiga, ni chillona para ser molesta. Iba justa para su cara, madura pero sin dejar de ser atractiva a su modo.

Esmirna miró su reloj y negó.

—Buenos días y no, está usted justo a tiempo.

—Que bueno, tomen asiento.

Agradecía que no se me ocurriera traer falda, dada la superficie de cuero en una posición poco ventajosa para impedir que se vieran mis piernas. Vi al señor desabotonar el saco para sentarse e inclinarse para hablar en el comunicador y pedir agua para él y café para Esmirna. Negué cuando me preguntó.

—Bueno —se recostó en su silla—. Tienen toda mi atención.

Los pensamientos buenos que estaba teniendo hace unos minutos estaban siendo mancillados por los malos que comenzaban a formarse por ese modo de hablar con arrogancia, aunque no era un tono poco conocido. Si no fuese por Esmirna que me toca el hombro y me hace reaccionar a lo que nos compete no sé qué habría sido de mí y el café que llegó en medio de nuestra explicación. Me concentré en dar a conocer uno de mis trabajos más arduos y sonreír de vez en cuando por lo feliz que me hace. Mi representante no se quedaba atrás; ambas queríamos que funcionara.

Y funcionó, porque aquel señor Wallace no solo quería que trabajara para su negocio, también para él. La excusa era, ya que la imagen se centra en el rostro, vestir no es preciso. Busqué los medios para evitarlo, para enfatizar mi parte del contrato, pero al final lo rechacé por amor a mí misma.

—La moral no da trofeos, Nadina —fue lo que dijo estando a punto de lanzárseme encima.

Él tenía razón: no da. Solo me hizo y hace sentir completa.

Esmirna quiso hacerlo público pero yo se lo impedí y si nos miro ahora a ambas no tengo nada de lo cual sentirme arrepentida.

Lo cierto es que la admiro. Tuvo un matrimonio maravilloso y perdió al gran amor de su vida en un accidente y de este amor le quedó Nelly, su hija de ocho años que apenas me soporta, pero tenemos un acuerdo cada vez que la voy a cuidar y es no hacernos la vida imposible mientras sea ese el caso.

Entonces, me recuerdo a mí misma porque estoy tocando al timbre de su casa. Todo sea porque ella salga y haga un par de diligencias sin Nelly encima, que aunque sea un encanto, puede transformarse en un retraso. También me repito que le duplico con unos años más la edad a esa niña y no debo sentir algo de miedo y tirria por ella.

—¡Llegaste! —Esmirna me abraza y al mismo tiempo nos hace pasar—. ¡Nelly, ven, Dina llegó!

—No tienes que...

Antes de que pueda seguir pobremente diciendo que no necesito saludar a la pulga, esta aparece comiendo de un pote de mermelada.

—¿Qué te dije sobre comer dulces después de las siete? —pregunta su madre en tono monótono y decidido.

—Lo siento... —apenas la oigo.

—No escucho, ¿qué fue lo que dije?

Me hago de oídos sordos y le señalo un momento mi celular para no presenciar una reprimenda. Lo cierto es que son tensas y pese a mi actitud con la nena, no quiero que se avergüence más.

A la hora, Nelly y yo estábamos en lados opuestos de una misma habitación viendo dibujos animados. En la siguiente cenando en una misma situación: tú en tu lado, yo en el mío. Y a la tercera se dio un baño con mi supervisión y ayuda y luego a la cama. Revisé que no hubiese nada fuera de lugar o que a propósito encuentre una trampilla y nadie sea el culpable porque «dormía».

Sumerjo mi mente en un libro que me recomendaron mientras escucho de fondo el televisor —una maña muy mañosa—; a veces le presto atención por ciertos comerciales que tienen gracia, pero cuando regresa lo cotidiano vuelvo a tener toda la atención en las letras, suponiendo que ahora el final sea bueno y no como el del anterior libro que leí. No me molesta lo deprimente, ni me entusiasma que hayan cosas inconclusas; no es justo. Parecía que este sí tendría misterio en ese sentido y pude descubrirlo, si no fuese por un mensaje de texto anónimo en que me sugerían ver el primer episodio de Te Encontré. Como mala curiosa cambié los canales hasta encontrarme con el programa.

Hace un par de años el conductor era un muchacho de más de treinta, de gran carisma y linda cara. Hacía los anuncios y las presentaciones interesantes y es mucho decir viniendo de semejante reputación del show, pero no soy la indicada para alabar o descalificarlo a él. Se dedicó a trabajar en un noticiero y la nueva conductora es una joven de probablemente entre veinticinco y veintiocho años; de estatura promedio, delgada, piel blanca y con pecas que se notan en los brazos con su blusa manga corta, salvo en el rostro bien maquillado y una máscara negra acentuando sus ojos verdes. Cabello castaño largo, largo hasta la cintura. Suelta sin exagerar, y podría comprobar que se lo estaba pasando en grande sonriendo a la cámara.

—Buenas noches tengan todos, les habla Vanessa Mejía. Sean bienvenidos a esta nueva entrega de su programa predilecto: Te Encontré. —Se oyen aplausos y ella mira a los lados como si hubiese público—. Hoy tendremos la responsabilidad de presentar a los concursantes de este año —se pasea por el espacio que tiene a un lado—. Como sabrán, nada es al azar. Cada una de estas personas tendrán la completa seguridad de tener al alcance a quien podría ser el amor de su vida... —sonríe torcida—, o no serlo. Para agilizarnos —mueve sus brazos de un lado al otro como si se estirara—, empecemos con el primero.

Que gracioso eso de «concursantes», como si estar con alguien más por obligatoriedad es un premio.

Lo siguiente que hará es dirigirse al gran rombo giratorio y sacar un sobre con un nombre, cualquiera sea este, leerlo en voz alta y en la pantalla aparecerá los datos pertinentes del susodicho o la susodicha, mas no el nombre de con quien la emparejan. Tan solo pueden ser diez los seleccionados y por ende diez los que les toquen. Lo demás es un misterio para mí y los misterios son buenos, como los de una buena historia.

—... Santiago Díaz —anuncia y creo que es el quinto. Al menos la primera fue una chica—. Carmela Sevilla...

Pasé la página y vi de reojo a Vanessa sonreír con el siguiente sobre en su mano. Se hace la interesante por el tiempo que le lleva abrirlo y sonreír antes de decir:

—Andy Mitchell.

Hubo un gran silencio en mi cabeza.

Creí haber oído mal. Mis ojos se movieron hasta la pantalla de televisor, pero Vanessa hablaba, animando ese programa que no necesita ser animado; no lo hace ser mejor. Por las dudas, sacudí mi oído izquierdo y continué leyendo. No suelo leer libros de historia pero Lizbeth me lo entregó sabiendo que no rechazaría algo que le gustase.

Y este me está gustando mucho.

Un ratito que se hizo una hora y media, me levanté por agua y revisé de camino a la cocina mi teléfono. Que extraño. ¿Esmirna se volvió histérica? Nunca ha excedido las cinco llamadas para conmigo, con una o dos basta para saber que me necesita y quiere que la llame de vuelta, ¿pero dieciséis?

Le marco de regreso y en dos tonos me está gritando:

¡¿Dónde estás?! ¡Por qué hiciste eso! —Agradecía al cielo que fuese Esmirna. ¿No? Sí, claro. Lo agradezco. Suena muy molesta y no puedo estar mas confundida—. ¡Responde, Nadina! Tu misma dijiste que no querías ese tipo de publicidad, ni ninguna, que no la necesitabas. ¿Algo cambió desde la última vez que hablamos sobre eso? Sólo imagina...

—Esmie, no me grites. ¿Cómo que dónde estoy? Sigo en tu casa, tu eres quien aún no llega y...

Nadina —dice mi nombre como una advertencia—. Acaban de llamarme. Raúl Esevedo me contactó y están esperando a que de luz verde para verte y firmes con Te Encontré. ¿Me puedes... por favor... explicar por qué entraste y no me consultaste? ¡¿Y por qué usaste un apodo?!

Te encontré...; apodo...; entrar...

Conscientemente, dejé de oírla.

Y conscientemente, colgué la llamada y abrí Google para buscar las últimas noticias.

¿Qué acaba de pasar?

No podía dejar de leer. En cuanto acababa de dar click a un anuncio, leía el contenido, buscaba otro y me sumergía. Esperaba que no fuese real, que no estuviese mi nombre allí y que no estuvieran especulando por qué usé un apodo cuando se ve perfectamente mi cara en la emisión de hoy. Sin embargo, después de un rato, lo acepté y me dejé caer en el sofá.

Le tengo un cariño especial al seudónimo. Mis abuelos detestaban recordar mi nombre, les parecía muy extraño y les hizo gracia ponerlo al reverso, Anidan o algo parecido pero como este no sonaba mejor intercambiaron las letras y me apodaron Andy —nombre también de chico, por cierto—. Los que lo conocen son una minoría.

Mis abuelos no me harían algo así sin preguntarme; ellos no ven televisión más de lo que lo haría cualquiera de tercera edad. ¿Y mis padres? Menos que menos.

Esmirna lo confirmó: estoy en Te Encontré. Y lo único que se me ocurre para pensar es que sé perfectamente quién es el responsable. O más bien la responsable.

Las distintas Apps harían explotar mi celular, la mayoría de los mensajes importantes son de mis padres y de Esmirna. Los leí a medias sin tenerles respuestas. Quien debería estarme dando explicaciones se ha esfumado, y con razón, no quiere que me convierta en asesina. Ja. Vaya el descaro.

—¿Estás segura de que vendrá? —dice Esmie tan molesta como llegó.

—Sí, Esmie. Lo hará; la conozco y aunque sea por un motivo estúpido vendrá a decirnos ese motivo.

Pero a ella no le convencía y si debía ser franca no es mi pretensión lograr que se aquiete. Hemos estado conversando sobre una posible demanda por robo de información. Pudiera desistir de esa locura si quisiera, sin embargo es embrolloso por el estilo de programa. Con un ranking y rating alto, mundial, no se verá bien de mi parte rechazarlo, menos de quien es... mi media toronja.

—¿De qué te ríes? —pregunta con malas pulgas.

—Sonríe, Esme, ¿no se te hace divertido? Yo, la que más adora la privacidad, ¡booom!, Termina en un bochornoso programa de citas y es precisamente Te Encontré —Sonreí con gracia y algo de histeria—. Tiene que parecerte un poco chistoso.

—Me parecerá gracioso meter a Serena en lindos espacios pequeños con rejas por unos días.

—Que vengativa —burlé dando un bostezo. La pequeña Nelly es un trabajo duro—. ¿Tendrás energizante? No creo que duerma pero por las dudas.

—Para esta hora ya ha de saberlo el mundo entero.

Rodé mis ojos y la dejé con su libre pensamiento para ir por el energizante que pedí. En lo que lo tuve en mis manos y le di un trago oí la voz de Serena y a Esmirna tener absoluta calma externa. Solo externa.

—No fue mi intención ponerlas en aprietos.

La sonrisa cínica de Esmie no augura una buena discusión. Bebo otro sorbo, preparándome.

—¿Y cuál fue tu meta?

—¡Quiero que Dina deje de huirle al compromiso!

—Alto —entro en escena. Ambas me miran con diferente curiosidad—. Yo no le huyo al compromiso, él huye de mí. Y no sé qué tiene que ver con Te Encontré.

—Haz estado mucho tiempo sola...

—¿E ir a esa... esa cosa, va a solucionarlo? ¿Sirve de qué? ¿Encontrar a un buen partido, que haga revolotear a mi estómago? Pude encontrarlo... —abrí mis ojos, escuchándome. No iba a seguir por ese camino de la perdición—. Cállate, Serena. Solo cállate.

—Piénsalo bien —sugiere Esmirna—. Tú eres quien importa. Con tiempo, yo podría...

—Lo sé, y es lindo de tu parte que me lo digas cuando no es verdad del todo. Ambas..., las tres sabemos que tendré que decir que sí.

Tocaron al timbre y Esmirna se marchó a atender. Me senté mejor en el sofá y la dueña de esta casa venía acompañada.

—No es verdad —fue lo que dijo Serena y me fulminó con su mirada—. ¿Vas a tintar tu cabello? ¿Por qué?

—Porque si de ahora en adelante tendré que hacer lo que Te Encontré diga, será a mi modo. Y mira ese color rubio precioso. Seré casi, casi, otra.

Pasé de una linda castaña oscura a rubia frente a la consternación de Serena; no podía opinar después de ser la culpable. Al poco tiempo, no tardaron los del programa en venir a increpar mi madrugada. Ni un respiro para ir a dormir.

Casi se deliberaría que sueño. Un sueño largo de varias tomas. La primera toma me tiene de protagonista, sentada en una mesa escuchando que tengo que firmar un contrato de confidencialidad. Nada de lo que se diga o haga donde quiera que estemos podrá salir a la luz a no ser que me lo permitan. La segunda toma somos mi representante y yo poniendo también en la mesa nuestras pautas, y es que al ser una persona pública, también reciben beneficios y eso me da cierta inmunidad si no sale como les place; como por ejemplo que deserte. La tercera toma es larga, de las reglas y la convivencia que tendré con aquel sujeto. Cambiaron de estrategia y no estaremos los veinte en un sitio, sino repartidos.

No creía en casualidades.

Y la expresión de Raúl Esevedo mientras firmaba el contrato me informó convenientemente de lo que le espera a mi futuro... amoroso.

Las reglas consisten en no pretender quitarle la media rodaja de limón al otro. Poner empeño porque se estima que no obligaron a solicitar un sitio de citas, que es voluntario, y si es voluntario el objetivo tiene plataforma; lo mismo para el resto. Habrá una constante vigilancia. No hay preferencias pero se suele tener parejas preferidas con el paso de las semanas, y este tiempo en que concluyen puede extenderse o acortarse. En mi caso quien me tocó escogió diferentes sitios para nuestras citas. Dicen que esto es bueno ya que encerrados en un mismo lugar no es provechoso para todos, en cambio si se tiene libertad puede fluir el «amor» no nos demandarán porque no resulte. Te Encontré proporciona el ambiente y la facilidad, nosotros lo que sobra.

Sí... Todo lo que ellos digan.

Partiría mañana temprano y no tengo cabeza para imaginar lo que vaya a pasar. Son muchos los sentimientos que me recorren, sobre todo la ansiedad apaciguada con mi aparente desprecio y frialdad, el no estar preparada, no saber lo que va a pasar sin saber tampoco con quién voy a encontrarme.

Lo contrasto a esas ocasiones en que no hay más que ceder, contra tus deseos y, a veces, contra tu integridad. Hay un mundo dentro de otro mundo cuando hablas con fotógrafos, managers, modelos de específica «producción», hasta los asistentes te cuentan la realidad de la vida para una joven llena de sueños que han sido cortados poco a poco con ayuda de unas tijeras llamadas rechazos. Te cuentan que una dieta estricta no es suficiente; ejercitarte no es suficiente; tener una linda cara no es suficiente, trabajar duro no es suficiente. Hay gente egoísta, vanidosa, ególatra, solo buscan más y más y sacar provecho, en distintos sentidos no solo el sexual. Y si llegas a complacer al Jefe o los Jefes, prepárate para fingir o mentir.

Algunas tenemos suerte. No he pisado tanto como otras u otros ese tipo de canjeo —también los modelos masculinos pasan por lo mismo—, sin embargo sí he enfrentado el acoso, los dobles sentidos en una conversación que piensas es para ‹‹hablar de tu talento››; las miradas que dicen más que las propias palabras. No siempre el miedo a que ocurra desvanece; sigue ahí, presente y lo llevas contigo.

Así que no me preocupé en dormir considerando y reconsiderando mis alternativas. El espejo me decía que puedo aprovecharme de esto y hacer lo que no podría siendo Nadina Mitchell con una persona cualquiera y mi cabeza me dice que lo arruine y así no le haré pasar a ese chico un mal rato conmigo.

—Sonido de puerta al tocarse —dice Esmirna haciendo lo que anuncia. Salgo del baño y mira las esquinas de mi cara—. Deberías decirle lo que sientes respecto al programa.

Renegué por su calma.

—No hables de él como si lo conocieras, ninguna lo hacemos.

—Volverlo personal nos hace verlo como una persona. —Lleva mi cabello atrás y hace una mueca—. Están esperándote. Ya fueron por tus cosas.

Aguanté un suspiro y asentí a mi manager y amiga. Si ella está segura de que irá bien, tengo que estarlo.

Conocí a Cristian, el chófer que me llevará a mi destino y no permitió que plegara mi mente de ideas tontas e insistió en que deje que el tiempo y lo que suceda dicten mi siguiente paso. Creí que subiría a un avión pero mi cita se encontraba en un estado cercano al mío; también parece tener un gusto exquisito —y no en el buen sentido, sino en el impertinente— y el suficiente efectivo para darse el lujo de trasladarme y no cobrar.

—Al menos no está en otro país —comenta—. Son pocos los casos en que juntan a dos personas tan lejanas.

—¿Qué clase de casos? —pregunto.

—A los que son realmente difíciles.

—Entonces soy una persona fácil —deduzco con una sonrisa.

—O es de las difíciles que se amoldan a cualquiera.

—Eso me convierte en fácil —digo riendo y me guiña el ojo—. Lo entiendo. Usted es fan, ¿verdad?

—Así es.

Ay. Y me estaba cayendo bien el hombre. Una amistad perdida a la vista.

Reviso mi celular y no tengo ninguna llamada o mensaje. Y han pasado varias horas desde que partimos.

—Señor —dudosa, continúo—, ¿sabe cómo es?

—Lo sé.

Me sorprendo e inclino mi cuerpo hacia adelante.

—¿Lo sabe? ¿Cómo?

—Trabajo para él.

—¿Qué? —la pregunta sale sola y no la desperdicio—. Los del programa no tienen...

—Hay cosas que desconoce, señorita. Créame, cuando lo tenga en frente podrá preguntarle lo que quiera y que le responderá. Si mal no entiendo es una de las reglas, estar abiertos a ser sinceros.

—Ajá, sí —digo para mí y decido ver a la ventana—. ¿Y dónde voy a quedarme?

—Lo verá usted misma.

Rayos y centellas. ¿Cómo iba a poder ser abierta con una persona a la que apenas voy a conocer? ¿Qué haremos al vernos? Las citas a ciegas son lo peor; Te Encontré pone demasiada fe en algo que no es certero conociendo el comportamiento humano. La mayoría corre de las adversidades.

Asentí, aun siguiendo hondando en lo que voy a hacer. No quiero que ese muchacho la pase mal, en serio que no. Me pidieron que me abriera a las posibilidades pero esto no es un desfile, donde sé cómo debo caminar, donde hay ensayos para todo, esto es intentar una vez y si sale mal, ¿cómo puedo saber que él querrá intentarlo de nuevo, y de nuevo mientras estamos siendo filmados? Lo que se hace explícito en él es que si recurrió a este método para encontrar pareja es que el desespero, la decepción o la presión lo llevaron a hacerlo y ningún motivo me agrada. La desesperación te lleva a no tomar buenas decisiones, lo sé porque todos tenemos un pasado y no querríamos vivir lo mismo. La decepción dicta un corazón roto y yo no puedo, ni él podría repararlo; no es ecuánime. Y la presión, más si es constante, estropea la vida.

Cristian es muy poco comunicativo al respecto de mi media piña.

***

Sentí que movían mi hombro y Cristian me miraba con cierta gracia.

—Llegamos.

Estiré mis brazos y sin ver del todo afuera salí a recibir la oscuridad de la noche y la poca luz del edificio frente a mí.

—¿Es una broma, cierto? —Y porque se me hace un chiste me río, de los nervios.

—¿Nunca había estado en un hotel?

Esa no sería la pregunta correcta. La cuestión es si no está tratando con fuerza llenarme de expectativa.

No es un hotel cualquiera, ni de lejos. Podría casi ser un cinco estrellas sin dudarlo, con grandiosas bañeras, sábanas suaves, servicio de habitación, y siendo tal la factura por una noche que te lo piensas dos veces; vale la pena el gasto, me han dicho, pero cuando se está en conjunto con otras chicas no tienes mucho para escoger y la individualidad en un sitio de trabajo común no es bueno. La comodidad no puede compararse, quisiera creer. Veo a los que pasan y ninguno se detiene. Ni siquiera hay cámaras y es de extrañar.

—La verá mañana —responde sacando mis maletas. Le sigo, mofándome de su manera de arrastrarlas y no decirme lo que quiero saber.

En serio quise estar impresionada pero tampoco pude actuarlo con emoción verdadera, no iba a calificar como merecedora de una gran escena si así no lo quiero. La atención fue muy agradable tomando en cuenta que estar horas en un espacio reducido con una sola persona no es envidiable. Mi habitación es preciosa, con una vista sin par, pero el insistente pensamiento de que este hombre quiera agasajarme por si acaso quiero huir, se sigue instalando con empuje en mi mente.

—Vendré por usted, duerma bien y esté lista a las ocho.

Asentí y le deseé buenas noches.

¿Dormir? ¿Quién dijo esa barbaridad?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro