Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17: Un punto y a parte

Cornald obtuvo mi número e insistió en venir conmigo a darle el visto bueno al ex departamento de Estefanía, ya que no parezco tener muchos amigos y empezar con nuestra amistad. Porque necesita hacerse mi amigo a como de lugar y porque tiene un gusto unilateral por su anterior dueña.

Este hombre no hizo reparos en abrazarme, cargarme y dar una vuelta entera conmigo en lo que nos vimos unas calles antes del edificio al que iríamos. Su excusa es que es así en su forma natural. Me ofreció su presencia si gustaba y mostrarme su cuidad. No dije que sí al principio pero no me negué a que en un futuro lo hagamos. Agradecí que fuimos caminando hasta varios supermercados, parqués, gimnasios, una clínica, y tomamos un taxi que nos ubicara en el centro para ir por unas donas que me recomendó con insistencia, señalando ciertas tiendas que recomienda también y sacó una lista impresionante de las exclusivas.

—Gracias por traerme.

—De nada —hace un gesto de despreocupación—. Debo confesarte que solo lo hice porque me pareciste linda.

—Oh —reí y casi se atraviesa un pedazo de mi dona glaseada con chocolate—. Bueno, cuando me viste era la versión contraria de lo que soy en confianza. Espera a verla.

—¿La veré? —pregunta con esperanza inventada.

—¿Quién sabe? —sonreí con vileza, despidiéndome.

Pasaron algunos días y al mudarme al que hoy es mi apartamento estaba listo para ser ocupado, pero no quise la mitad de los muebles y el encargado de mostrarme sus maravillas me ofreció venderlos y comprar unos nuevos. En el segundo día aquí fui a una tienda departamental y estuve cerca de cuatro horas eligiendo, dando mi nueva dirección que aún me costaba recordar, sacando cuentas de lo que tengo y siendo feliz con el resultado. Lo bueno de tener un poco de dinero extra es que puedes pedir que ponga tus muebles donde quieras y lo harán. Al acostarme en mi cama color azul turquesa con cojines negros y rojos pude decir que sí, me había mudado.

Anhelaba ver a Eliot luego de nuestra conversación anterior. Para poder terminar satisfecha mi mudanza preferí que su anatomía e insistencia continua en lo absurdo que es mudarme sola se mantuvieran al margen. Conociendo que no le haré caso aprovechó de adelantar un viaje y dejar que me acomodase. Se supone que hoy vuelve de ese viaje y tanto Tiffany como yo necesitamos verlo.

***

Para cualquier jefe un asistente es casi tan primordial como una mano derecha, aunque normalmente este no cumpla esa labor.

En su momento Tiffany no lo quiso porque se rehusaba a ser la copia de Eliot, una que llenara de trabajos a una hipotética Rose y que también tenga que encargarse de las lamentaciones de los otros trabajadores; es agotador solo mirarla y aun estar peinada. Con el tiempo entendió el comportamiento arisco de Rose y ahora que somos un poco amables con la otra, siento simpatía, por lo que hace y cómo lo hace. Consiguió un asistente para ella, pero no esperaba que fuese del sexo opuesto. Al menos tuvo un tiempo de prueba y le fue muy bien; conociendo lo exigente que es Eliot si se enteraba de alguna inconformidad de Estefanía o un trabajo a medias lo despedirá más rápido de lo que puede hacerlo por sí sola.

—No se preocupe tanto, Sebastián —le dijo con la mayor amabilidad que pudo al pedirle algo con un nombre extraño—. Rose se lo dará y en cuanto esté al corriente viene conmigo. Puede ir con ella.

Nos quedamos solas y pregunté directa:

—¿Te gusta Cornald?

—No.

—Que mentira tan barata —sonreí a su negativa obvia y esperada.

—A ver, Nadina: ¿Quién dijo que tienes derecho a meterte en mi vida?

Acepté ese ataque, aunque me sorprendió igual, lo hice mío con todo y la sensación fea de ser rechazado para responderle con serenidad:

—Nadie lo dijo, Estefanía. Tienes razón —me levanté de la silla en que me siento desde que entro a su oficina—. Si veo a Eliot le diré que venga inmediatamente.

Aprieto mi orgullo bien fuerte y voy al piso en que está Rose intercambiado carpetas con Sebastián. Me sonríe y asiente a la oficina de su jefe.

No pasó tanto tiempo entre pensamiento y pensamiento, cuando Eliot llegó.

—Estefanía te necesita —fue lo que le dije.

Dejó un maletín sobre la mesa y se agachó a mi altura.

—¿Y tú no me necesitas?

Negué, invitándolo a que fuera a resolver sus pendientes. Fui ignorada cuando me saludó con un beso y juró que hoy, sería todo mío.

Viéndolo bien, entendía a Tiffany. También aborrezco que se metan en mi vida, en lo que siento y opinen al respecto. No quise hacerle sentir asediada, pero no quiero que sea como yo. Porque si Eliot no existiera esa yo de antes seguiría en mí y no la dejaría ir.

Invitar a mi novio al lugar al que intento hacer mi hogar me produce una satisfacción extraña, pero gustosa. Preparé una cena básica y nos sentamos a la mesa, compartiendo una asidua mirada antes de empezar a comer. Le había comentado lo que pasó con Estefanía y su respuesta se ajustaba a lo que creía de ella, que no está acostumbrada a abrirse aunque se traten de trivialidades y que el tiempo la forzará, un día, a hacerlo.

—Lo que te resta es tener paciencia.

—¿Y eso me lo dices tú? —Negué con una sonrisa cariñosa—. Siento decírtelo, mi cielo, pero no eres el mejor autor de la paciencia.

—Para que veas cuanta paciencia tengo, sabiendo que no te mudarás conmigo, cosa que, por cierto, me pone muy triste —Don dramático ataca. Rodé mis ojos a ese dato añadido de pronto—. Quiero que tengas las llaves de mi departamento, que entres cuando gustes. —Buscó en el bolsillo de su pantalón y puso en mi mano un llavero con dos llaves.

—Eliot... —miro las llaves y sonrío agradada—. Hay algo que me dice que esto es como mudarme —dejo el juego en la mesa y le doy las gracias con un beso, pero también a regañadientes—. Sé que solo quieres ganar.

—No. Quiero que estés cerca, siempre.

—¿No ha sido suficiente el mudarme, el que trabajo para ti, el que te apoye y el que soy tu novia?

Usurpó mis labios y tuve que sostenerme de él para no caer gracias a la fuerza con la que me atrajo. Estiré mi espalda queriendo que estuviese pegado a mí, completamente pegado a mí.

—Supongo —dijo entre un beso corto y nos separó parcialmente—, que aunque te cases conmigo no estaré satisfecho.

Fingí que no provocó emoción en mi escucharlo y lo besé hasta que la respiración era necesaria.

O que tocaran a mi puerta por segunda vez en el día.

—¿Serán tartas de bienvenida? —pienso en voz alta y Eliot besa cortamente mi cuello antes de que vaya a abrir.

No esperaba esto.

—¿Usted es Mitchell, Nadina? —pregunta un muchacho al que no le veo la cara por un gran ramo de flores, distintas en todo sentido, tipo y color, que lo tapan.

—Lo soy, ¿cómo lo dejaron pasar? Tendrían que haberme avisado...

—Soy repartidor frecuente, no se preocupe.

—Aun así debieron avisar —afirmo y le quito un portapapeles de debajo del brazo y firmar—. ¿Quién lo manda?

—Macgregor.

—Bien —con dificultad puso la maseta en mis manos y le cerré la puerta. No iba a recibir propina.

Las puse en la mesa de centro en la sala y tomé la notita encajada entre dos flores, un tulipán y una rosa.

Un detalle que complemente nuestra petición. Piénsalo, por favor.
Tommy.

Me giré a Eliot que no tiene ninguna expresión certera y solté el papelito. Le miré manteniendo la calma y dejando que fluyera por mis poros la tranquilidad. No tengo absolutamente nada por lo cual sentirme mal. No controlo los actos de las demás personas.

—¿Estás cumpliendo años?

—Bien sabes que no. Son de Tommy Macgregor.

Eliot frunció el ceño. Pero en él eso no es difícil ni extraño.

—¿Y por qué Tommy Macgregor te enviaría flores?

Solté un fuerte suspiro y Eliot frunció más el ceño, e incluso se fijó en mí con miramiento.

—Esmie recibió una oferta de parte del manager de su banda para ser la protagonista de un vídeo musical. Intenta convencerme de aceptar.

—¿Con flores?

Le miré como ver a un muchacho remilgoso.

—¿Por qué lo dices así? No tramé que me enviaran flores. —Pasé mi cabello tras mis orejas—. No es la gran cosa...

Esperé a que me diera la razón, que unas flores no significan nada y que no estoy tentada a ser sobornada. Pero Eliot estaba embarcándose en una actitud algo distante, viendo las condenadas flores que no me importan.

—No quiero discutir, pero... —se detuvo y apretó los labios, elevando sus mejillas y cerrando los ojos—. Nadina, Tommy no quiere solo que participes en su vídeo.

—¿Y qué hago? ¿Las tiro? —El silencio que siguió de mi pregunta retórica fue mi respuesta. Reí desconfiada—. No lo voy a hacer para darte gusto. Si el que me envíen flores te hará enojar pues, te aviso, estarás enojado toda tu vida. O no —sonreí forsozamente—, puede que no tengas un vida tan larga si te dejas llevar por la amargura.

—Andy...

—Y lo siento, pero no me quiero enojar contigo y ofenderte. ¿Podrías dejarme sola, por favor? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro