16: Un poco mas de ti
La señora Noria y yo nos estábamos conociendo y como mejor tema no pudo no ser Eliot.
Me provoca sonreír con su preocupación por él. Es un hombre competente, trabajador y cree en la lealtad, cualidades buenas para lo que se dedica, pero suele abandonarse y esa es una de las quejas de la señora Noria.
—Casi siempre llega solo a dormir. He notado que tiene actitudes extrañas —dice angustiada.
—No se martirice —digo con una sonrisa despreocupada—. Eliot es extraño.
—No, cuando empezó a ocuparse de la empresa de su familia no era así. Ya él se hacía cargo de mucho antes. Pongo mis manos en el fuego porque el señor Eliot se transformó gracias a la responsabilidad.
No he ahondado en la vida de mi novio antes de mí porque he notado la hermeticidad con la que Eliot lleva todo lo que hace y al ser una persona pública puedo entender que sea difícil abrirte con tu novia, pero lo que la señora Noria da a entender cala con lo que sé, de la manía con querer mandar en todo y que tiene un porque.
—Lo estaré vigilando, Noria —le aseguro y termino el pedazo restante de panqueques—. Y gracias. —Le detuve justo antes de que llevara mi plato y corrí a lavarlo—. Yo puedo, esté quietecita.
—Usted es un caso serio —me reprende con dulzura.
—Ya lo tengo decidido. —Dejo el plato y el cubierto a escurrir—. Cuando tenga mi apartamento, la invitaré a que me haga el desayuno, o que me explique cómo hace que sepan tan ricos estos panqueques. ¿Sabe cuántas veces he intentado que queden un poquito así? —niega—. Pues muchas.
—Estaré encantada, si el señor no me necesita, de enseñarle.
—No, mejor ahora —doy un salto a su lado—. Enséñeme.
Nos quedamos quietas y vemos hacia la puerta de entrada que se abre y aparece un hombre de cabello negro con un corte a la moda escalonado que cubre parte de su frente. Tiene puesto un delantal de nubecitas con un par que se salen de la tela. Trae en sus brazos bolsas de papel y en su rostro cubierto de vello corto, una sonrisa.
—Hola, buen día —saluda cortés.
La señora Noria le responde:
—Buen día, señor.
—Buen día —dije mirándolo ir a la cocina y colocar las bolsas en la encimera.
—Imagino que él no me mencionó. Pero a ti sí —Se acercó y me ofreció su mano—. Soy Alejandro, amigo de Eliot. Y tiene sus razones para no hablarte de mí.
Le devolví su mano y supe enseguida porque.
—Tal vez deba llamarte futuro padrino, ya que nos juntaste.
—Yo encantado —dice galante y me da la espalda para ir a la cocina—. Pienso cocinarle. ¿Crees que si lleno su estómago me perdone?
—Puedes tratar, pero no.
—Lo haré aun así.
Suelto un bufido al sentir mi celular vibrar en el bolsillo trasero de mi jean. Al saber que Tiffany pedía por mí le sonreí a la señora Noria y a Alejandro, con mas fingimiento del que quería.
—Iré a despertarlo o se nos hará tarde. —Empiezo a caminar al pasillo de las habitaciones—. Si Eliot no come lo que prepares lo puedo hacer yo.
Abro la puerta del cuarto lentamente y veo la cama vacía. Mejor, no quería ser quien lo despertara. Probablemente esté en la ducha y si se daba prisa y yo me alisto antes de que salga...
—No —me quejo al verlo salir del baño en una toalla que cubre de cintura para abajo, verme y sonreír así, tan guapo—. Vuelve a entrar, Eliot.
—Primero: buenos días —Se empieza a acercar con los brazos abiertos pero escapo por debajo de uno.
—No, quédate ahí —toqueteo hasta que doy con la puerta del baño—. Te dije que no te muevas —lo amenacé con mi dedo en un nimio paso que dio y tomé mis cosas en el suelo cerca de sus pies.
—Nadina —dice con chispa—, ¿qué haces?
—Tú ve a desayunar y yo me vestiré, ¿sí?
—Te acompaño...
—¡No! —toco su pecho trasladándole atrás—. Puedo vestirme sola.
—Lo sé y no interesa, voy contigo.
Fui caminando sin ver donde iba intentando no tenerlo cerca, abrió la puerta y nos metió en el baño. Aun había vapor y el espejo ancho frente a los dos lavamanos se empañó casi por completo.
Vi nuestra silueta y me acerqué a quitar la sombra.
—¿Me pasas el bolso? —pedí y sostuve mis cosas sobre la mesa del lavabo, sacando una crema especial para la cara. Ayer fui precavida y me saqué restos de maquillaje en casa de los señores Calzada. Hoy lo que haría sería humectar y no maquillarme demasiado.
—¿Sientes vergüenza?
Cuando ya me concentraba, él tiene que venir a hablar.
—No quería que se nos hiciera tarde. —Unté la crema en mi rostro—. Tiffany me envió un mensaje.
—No querías que se nos hiciera tarde —repite, frunciendo el ceño.
—Me distraes —confieso—. Mucho. Por eso te pedí que te vistieras afuera y yo aquí.
Él me mira unos segundos y luego ríe poniendo sus manos sobre la mesa del lavabo, dejando su cara junto a la mía.
—No te vi al despertar, creí que te habías ido y al verte lo único que quise es estar todo el tiempo posible contigo.
—Estuve hablando con Noria. —Saqué un peine y lo pasé por mi cabello—, y lo siento —me giré para verlo y besarlo—. Buenos días.
—Buenos días. —Miró mi reflejo y cada una de mis acciones—. Ya lo tengo decido.
—Uy, me das miedo con tus decisiones. ¿Y qué es eso que decidiste?
—Te mudarás conmigo.
Sonreí a su reflejo y uní mis manos, cumpliendo el rol de quien tiene mucha paciencia.
—A ver, te diré esto suponiendo que no te ofendas. —Me acerqué el espejo y le mandé un beso—. No pienso mudarme contigo.
Y no vi su expresión porque fui a por mis cosas y cambié de tema mientras amarraba mi cabello y sacaba un sujetador y pantis limpias. Me cambié con su atenta mirada y comentarios referentes al próximo desfile. El también prefirió concederme el cambio de tema. Alterné el jean que tenía por una falda larga hasta los tobillos color beige, una blusa manga corta cuello v y sandalias bajas de trenzas azules. Pensaba si quedaba bien con una chaqueta de jean azul o no.
—¿Iremos a ver a Francesca? —salgo de su vestidor y tengo mis cosas a la mano en cuanto termine de alistarse. Él está en frente de un pequeño espejo para anudar su corbata.
—Primero tengo que resolver ese asuntito con Te Encontré.
—Para contrarrestar su molestia ¿no sería bueno darles lo que quieren por ahora?
—Después que me dijeras que piensan involucrarnos de lleno, considero que debemos salirnos de esa necedad.
—No nos lo permitirán.
—Eso ya lo veremos.
Sale del vestidor y me aprecia con esa cadencia suya que tanto me fascina, así que no me quedo atrás y lo detallo también. Me permito guardar el secreto de que está Alejandro en su cocina hasta que lo ve de lejos y me escabullo junto a Noria, intentando mimetizarme con ella como el público. Alejandro sostiene un plato y sirve una tortilla, creo, en una sartén.
—¿Qué es esto? —pregunta Eliot en su tono molesto.
Alejandro le sonríe como si fuese un día maravilloso. Ya lo habría perdonado con esa sonrisa.
—No me gusta que estemos peleados —dice con aflicción.
—Haberlo pensado antes de tomar decisiones sin mi permiso.
Pero Alejandro estaba lejos de resentirse por un odioso tono.
—No te veo en miseria por ello, Eliot. Así que voy a tomar el crédito. —Le extendió el plato—. Por favor, acepta mi desayuno.
Noria apretó mi brazo y la miré curiosa.
—Lo tomará —me susurra.
—¿Usted cree?
—Ya verá.
Se dió de rogar, pero Eliot acabó tomando el plato y se sentó a la mesa. Alejandro lucía satisfecho de haber logrado su objetivo y nos miró a las fisgonas. Noria le alzó el pulgar y por mi parte tomé mi bolso puesto en uno de los sofás.
—¿Te vas? —preguntó Alejandro y por unos segundos imaginé que sería una pregunta típica de Eliot, queriendo acapararlo todo.
—Sí.
—Podrías esperar a que termine de comer —dijo Eliot desenfadado.
Negué y le envié un beso al aire, saliendo de su casa. Aprovecho el camino al ascensor para llamar a Seleste.
—Buen día nena —digo al oír su contesta soñolienta.
—¿Has visto la hora?
—He visto como llega tu regalo en unas horas. —Alejo el celular por el bien de mis tímpanos, pero hasta Noria escuchó sus gritos de qué es y si debe llevar auto para buscarlo—. Va en una caja grande pero no como una peinadora o un automóvil, no festejes. Y por favor no quiero que menciones si te envío boletos, no vas a viajar con nadie.
—Seré mayor de edad.
—Lo que te hace responsable de lo que pase de aquí en adelante. Que no me entere de alguna sorpresita, Sel.
—Pues les pedí a papá y mamá ir a verte y dijeron que sí.
Casi me como el cuento, pero no. Mis papás no son famosos por otorgar permisos así porque sí.
—Perfecto. Pásamelos para que hablemos de tu estadía. —Me contesta con tartamudeos y excusas de que están afuera y no quiere levantarse. Le pido que se cuide y no se pase de tragos, o que si lo hace tenga a un amigo que esté sobrio y la traiga con bien.
Entro al ascensor y como ya se está volviendo habitual al venir a este edificio, gritan que detenga las puertas y rápidamente toco el botón que las abre de nuevo.
Tommy llega agitado y me agradece. Sonrío pilluela.
—Buen día, Tommy.
Este se gira y me sonríe.
—Buen día.
—¿Se te ha hecho tarde? Parece costumbre.
—Mi alarma no es muy buena —se acomoda el bandolero y ve a las puertas—, o yo soy holgazán.
—Pon varias seguidas en minutos, seguro alguna te funcionará.
Asiente y es el primero en salir. Lo observo caminar y me tomo mi tiempo en perderlo de vista. No quiero pecar de confianzuda y menos sabiendo que Te Encontré está grabando desde lejos, sabrá Dios dónde.
Lo que dijo Noria temprano me preocupa. He sacado diferentes conclusiones con las charlas con Fran, otras pocas con Tiffany y esta última vez. Eliot ha estado presionado en diferentes frentes, el familiar, el profesional e incluso el personal. Dos de ellos están íntimamente unidos y es casi imposible separarlos, y si continuábamos con ese dichoso plan Eliot se quedará con la totalidad de la compañía en poco tiempo. Cada detalle influye en él, aunque no quiera. Entre sus ocupaciones, el drama familiar, Te Encontré y la sumatoria de lo que él mismo se adjudica, me extraña que no esté enfermo.
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