15: Agradecida de haberte encontrado.
La pequeña Fiorella apenas abría sus ojos, de un color extraño, parecido al gris con una mezcla de azul, igual que su tío. Pero en su caso es porque con el tiempo cambiarán, los de Eliot serán así hasta que muera. También ella por ahora no va a parecerse a nadie, de todos modos entre Fran y Eliot decidieron que se parece a ella y no hay quien lo niegue. Ed no dice mucho, solo la tiene en brazos y disfruta mecerla.
Me habría encantado estar más tiempo con ellos pero Tiffany tiene listos los primeros diseños de un modo físico y quiere que los pruebe para hacerle los retoques pertinentes. Caía excelente trabajar y despejar.
Solté un grave suspiro. Me puse en pie a la vez que tomaba mi bolso.
—¿Te vas? —pregunta Eliot sosteniendo él a su sobrina. La estampa era escandalosamente atrayente. Con más urgencia quise irme.
—Sí —sonreí a Fran—. ¿Te dan el alta hoy?
—Por la tarde —dice mirando de reojo a su hermano y a mí—. ¿Se van juntos?
—Aunque me cueste —Eliot se agacha y le regresa a su hija—. Nos vemos en casa.
Le di un beso a Fran en la mejilla y agité una mano a Ed para salir.
Enseguida en que tuve los pies fuera de la habitación me encontré con una enfermera y un doctor que venían trayendo una camilla. Eliot sostuvo mi brazo atrayéndome hacia él para no colisionar con ellos, en el justo instante. Le agradecí con una mirada y empecé a caminar.
—Andy —me llama y giro mi cuerpo unos pocos grados, haciéndole ver que lo escucho. En vez de seguir hablando dió los pasos que le faltaban para estar a mi par y sujetó mi mano—. Ahora sí.
Oh.
Sentí que él me llevaba; que yo no soy quien me muevo, ni quien entra al ascensor, ni a quien le abren la puerta y dicen ‹‹Buenos días›› al sentarse en la parte trasera de una camioneta. Tampoco al hallarme muy bien recibida en la prueba creía que soy. Sentí otra cosa, además. Sentía turbación. Una alarma encendiéndose en mi cabeza, advirtiéndome lo que significaba estar experimentando estos sentimentalismos.
Entregaba el tercer vestuario a Tiffany que tenía un gran grupo ayudándole, haciendo anotaciones y ella, las suyas mentales. Eliot estaba mirando y hablando con su diseñadora en ciertas ocasiones, evaluándome. En un punto se decidieron en comer y me quedé con una chica agradable que me ayudaba a quitarme lo que no supiera como hacer entrar o salir de mi cuerpo, y ponerlo todo en un lugar seguro. Ya cambiada, salgo del probador y Eliot continúa aquí.
¿Debería decírselo? Después de todo, es mi novio y no hay otra persona a la que quiera decirle lo que me sucede tanto como a él.
—¿Por qué me ves así? —pregunta. No me di cuenta de que lo miraba mientras pienso. Muevo mi cabeza dando a entender que no es nada.
Me pongo el suéter que conjuga el atuendo con que vine y camino sin rumbo.
—Eliot, ¿cuentas conmigo?
—Cuento con que estés cómoda, así que sí, ¿lo estás?
—Me mal interpretas. —Salgo de la sesión del probador y me pongo del otro lado de la mesa en que trabajaban hace poco; él está del otro lado—. Te pregunto, si cuentas conmigo.
Él se mueve copiándome, solo que si yo voy a la izquierda va a la derecha.
—Tu pregunta se debe a algo en especial, ¿o no?
—Sí —dije tragando, como si la saliva me estorbara—. Porque cada vez te conviertes en indispensable para mí, Eliot, y si no lo soy para ti no quiero tener miedo por nada.
—¿Tienes miedo? —Arruga su entrecejo—. ¿De mí? —No reconozco tu tono, pero sí el temblor.
—De lo que estoy sintiendo. No es normal, estoy acostumbrada a valerme por mí misma, y ahora vienes tú —no puedo evitar acusarle—, tú, a que desee que me cuiden, ¿..., que me cuiden? —reí irascible—. ¿Por qué querría que me cuides? Y estoy todo el tiempo peleando conmigo misma por lo que quiero pero no entiendo que quiero. Pero sí, eso parezco querer.
—Quiero cuidarte, claro que te vuelves... No —corrige, ladeando su rostro—. Eres indispensable, Nadina. Cuento contigo, con que estarás conmigo, ¿lo vas a estar?
—Quiero estarlo pero no puedo controlarme y es extraño —aprieto mis brazos, expresando mi miedo—. Necesito estar segura.
—¿De qué?
—¡De ti! ¡De mí! ¡De nosotros! —Doy zancadas hasta él y lo sujeto del cuello de su saco—. Dame seguridad, ahora.
El sobresalto, en sí, me cogió con la guardia baja al tener las manos de Eliot en mi cintura y pegarme a él. Escuchaba a mi corazón bombear con una fuerza que me pudo haber asustado, pero no se comparaba con ese terror absurdo porque de un momento al otro este hombre me diga que no significa nada. Que el miedo entre nosotros no tiene coherencia.
Pero, ¿es que hay coherencia alguna?
—¿Quieres que ahuyente el miedo? —Pegó su frente con la mía, sacándome de mis cabales.
—Quiero que mi corazón no me deje sorda.
—¿Qué? —dice con una sonrisa sorprendida y le respondo—. El mío tampoco se comporta.
Reí abrazando su cuello y recostándome en su hombro, recuperando la calma. Un poco, al menos.
—Alguien puede entrar —me susurra, dando reconfortantes cariños en mis hombros y espalda.
Eliot se movió de un modo que me incitó a verlo y obtener un beso. De esos que te vuelan la cabeza, de los que no te cansas pero como te cansas debes alejarte, renuentemente. Al menos me complace que a él no le haga gracia.
—Sé que voy a arrepentirme de esto —arqueo mis cejas, expectante—. Cornald notó que te ejercitas y te invita a un gimnasio que practica un tipo de arte marcial —monótono, suspira mínimamente con cansancio.
—Todos lo notan, de ser el caso —mordí mi labio acercándole a mí y besándolo de nuevo, mordiéndole a él—. ¿Cómo voy a comunicarme si decido ir?
—No será un problema siendo mi amigo.
—¡Ah, claro! —digo haciendo que soy lela—. Esa es otra cosa.
—¿Qué?
—El que tengas amigos. Te hacía un hombre solitario, no eres precisamente el alma de la fiesta.
—No, pero te gusto aun así —asentí basta y me dio un beso corto—. Algo debo estar haciendo bien.
La puerta se abre y Tiffany nos mira, ve la mesa y se sienta en una de las sillas, como si nada.
—Les recomiendo separarse antes de que entren los demás, hay mucha gente chismosa.
Ya imaginaba lo que Eliot diría incluso antes de hacerlo.
—¿Aceptarás esa invitación? —Me confundí pensando que iba conmigo, pero Tiffany respondió con un bufido.
—¿A tu amigo musculoso? —ríe—. Puede que lo piense.
—¿Es mucha molestia que se lo digas por ti misma? Empiezo a sentirme usado en varios sentidos.
—¿En cuál otro?
—Quiere conocerla, a fondo. —Ahora habla de mí, pero sigo en el mismo limbo.
—¿Cuál fondo? —Cubro mi boca. Esa era una pregunta típica de Milena.
—Estefanía —le advierte. Ella finge no verlo tomando unas hojas de la mesa. Eliot besa mi mejilla—. ¿Nos vemos?
—Cuando quieras —digo coqueta y dejo que me lleve y vuelva a besarme—. Lo siento, me corrijo: cuando Tiffany crea que está listo.
—Y será dentro de varias horas.
—Te recuerdo que soy el jefe —dice Eliot y ella, simplemente, me hace señas para que tome una de sus carpetas. Le hago caso.
—Hice un boceto y quiero que lo veas.
—Sí, como no —sonrío disfrutando estas pequeñas riñas.
—Nadina no será nuestra bandera blanca, Tiffy —es lo último que dice antes de salir.
Reímos y me siento junto a ella escuchando de qué trata el boceto. Está incompleto pero luce bien lo poco que hay.
***
De algún modo se enteraron de me viaje de regreso, el que Eliot fue a buscarme y que trabajamos juntos. Todo ese contenido está rondando por internet gracias a unos fabulosos episodios de Te Encontré. No avisaron, no fueron amables y debo admitir que me produjo algo de miedo.
Lo supe al llegar a casa de Ingrid y Danilo. Les quería contar que pronto me iría ya que Tiffany me comentó que dejará de alquilar su departamento para mudarse a uno más accesible con respecto a sus familiares y va a hacerme la vida sencilla con el dueño del edificio para que me lo alquile. En cuestión de semanas, si el favor está conmigo, me mudaré y dejaré de molestarles, pero eso a ellos no les interesó. Y a mí tampoco cuando supe que mi vida estaba siendo ventilada de un modo impresionante.
Sabía que iba a suceder. Eliot se ha empeñado en ignorar al programa y esta es la consecuencia, que harían lo que bien les pareciera. Su pronta molestia no tendrá lugar, pero la veo venir, muy pronto.
—Nos alegra tenerte aquí —dijo Danilo y sonreí llena de agradecimiento y cariño por ellos.
—Ustedes merecen tener su espacio, su tiempo a solas. Yo lo querría. A parte —vi la computadora con las noticias de mí—, no quiero mezclarlos.
—No nos importa —suaviza Ingrid.
—Lo sé, pero a mí sí. Y si no me voy por mis medios es probable que a Eliot le dé un ataque.
—Ese muchacho tiene un carácter muy marcado —opina Ingrid con el mismo tono, pero negando.
—No se preocupe. —Cerré las pestañas con los videos e imágenes de Eliot y de mí y salí de la silla—, soy peor —afirmé resuelta.
Tocaron al timbre y ya los tres nos figurábamos quien será.
—Buenas noches, señora Ingrid.
Danilo me desea suerte y va a la cocina. Su esposa le sigue mirando a Eliot de reojo y negando, como si no tuviese remedio. Yo solo espero. Necesito saber cuál es su expresión para actuar luego.
Me alienta que esté aparentemente relajado, con el rostro transpirado y la corbata en quién sabe dónde, la camisa desabrochada y mojada en el cuello y axilas. Va en pants de deporte y zapatos de vestir sin amarrar las trenzas. Empiezo a preocuparme y, por las dudas, salgo de la casa revisando si vino con Cris o condujo él mismo. Gracias al cielo, lo trajo Cris.
Entré nuevamente a la casa y Eliot se esfumó.
—Dina —me llama la señora Ingrid dejando solo la mitad de su cuerpo a mi vista desde la cocina—. Está en el jardín.
Asentí dándole la espalda, entrando a la sala que se une a las puertas del jardín. También está la cocina pero preferí ir directa allí.
Eliot apoyaba su cara en sus manos, sentado completamente encorvado en uno de los banquitos que hacen juego con una fuente para niños. Sentí culpa premeditada por lo que esté pasando y decidida a alegrarlo me recosté encima de su espalda y hablé a su oído.
—Te cumplo un deseo.
Con una rapidez sorprendente estuve sentada en sus piernas y cerca de besarlo. Cuelo mis brazos tras su cuello.
—¿Estás segura? Mira que lo aprovecharé.
—Lo estoy, pero antes de que me digas que viva contigo ya está resuelto.
—¿Cómo? —Le digo que Tiffany se muda—. Que idiota —murmura mirando a otros lados—. Le dije que no te dijera.
—¿Y no te avergüenzas de admitirlo?
—No.
Enterré mis manos en su cabello y lo forcé a mí.
—Ven conmigo —pidió besando mi mejilla, barbilla, cuello y empezaría a perder la concentración si seguíamos por allí.
—Tengo que cambiarme. —Voy en pijama y aunque parece más ropa para hacer yoga, sigo sin estar presentable.
—Puedes cambiarte donde vayamos.
Solté una risa que se atascó en su boca y percibí un cumulo de tensión y hasta desesperación en un simple beso.
***
Le di las gracias al muchacho de las pizzas con una buena propina y fui con ella hasta el comedor. Eliot dejaba dos vasos y agua en la mesa.
—Te advierto, la mitad es mía —dijo. La pizza traía un veinticinco por ciento de un ingrediente estrellena cada uno.
—No puedes pedir la mitad que me gusta.
Tomó la caja y se atravesó en medio para que no tomara mi parte. Esperé a que desistiera, olvidando que nunca desiste y que tendría que rodearlo con mis brazos y él elevaría la caja, muy lejos de mí. Ser más baja que él me jugaba una mala pasada, pero confiaba en que desistiría en algún momento.
Por un segundo vi sus hermosos y hechizantes ojos y decidí que iba a tener esa caja. Así que me puse en puntas y lo besé, con determinación y confianza. No dejé que me rindiera con su brazo deslizándose por mi cintura hasta mi espalda, apretando y acariciando, como si cayó en cuenta que me encanta y que disfruto las sensaciones. Le jalé más a mí, obligándole a ponerse a mi altura y al tener el contacto con la caja, con un poquito de esfuerzo la tomé y con otro esfuerzo abismal, me alejé.
—Gané —dije mordiendo un triángulo y gruñendo después por lo rico que está—. Me harás engordar.
—¿Y tener más que apretar?
—¿Es que es en lo único que piensas? —Negué dejando la caja en la mesa y sentándome en ella—. Bajas posiciones como mi hombre ideal.
—Solo lo dices para que no infle mi vanagloria.
—En parte sí —acepté ofreciéndole de mi trozo y lo tomo, de mi mano, el muy provocador—. Ya basta.
—Pero si te estás muriendo de risa —manifiesta señalando mi sonrisa y las risitas que no logro controlar.
Tiene razón. Y es así desde que llegamos. No sé qué le ocurre que de pronto se ha vuelto un comediante y me estoy partiendo de la risa a cada rato o lo observo por largos minutos, tratando de descubrirle. De saber qué pasa por esa cabecita.
—¿Y tú deseo era este? —Veo la pizza casi desaparecer—. ¿Comer pizza?
—Comer pizza contigo. Ambas cosas parecen prohibidas.
—¿Qué dices? —pregunté con una sonrisa—. Hemos comido muchas veces juntos.
—Eres muy exigente. —Extiende su mano para que la tome y eso hago, retomando la posición en que estábamos en el jardín—. No es malo, pero estoy en alerta cada vez que haces preguntas difíciles.
—Qué tiene de difícil admitir que el que esté en tu departamento es prohibido.
—Es lo que lo hace difícil, Andy. No sabes lo que supone para mí.
—¿Te has preguntado si es lo mismo que yo...? —Lancé un suspiro, tomando una pausa—. No importa.
Trato de salir de sus brazos y pensar con claridad, una claridad que se nubla y la necesito.
Hasta hace poco fue que determiné que soy controladora de mis emociones casi tanto como Eliot de su entorno y las personas, y no evito serlo. En este mundo debes hacerte una corteza gruesa para prevalecer pero se está tornando en una densa frustración no poder desfogar aquello que se ha venido cociendo desde siempre. Puedo fingir que no estoy incómoda en una sesión de fotos, en un comercial, en una campaña, en una rueda de prensa; puedo ser complaciente si así se requiere. ¿En esta relación? No voy a fingir nada.
Sin embargo, tampoco forzaré las cosas.
—No dejaré que te vayas otra vez.
Abrí mis ojos de golpe al recibir un beso y mi sentido común se evaporó y la neblina la sustituyó. Fui plenamente consciente de mi sentido del tacto; de la piel de Eliot compaginándose a la mía.
Nuestro abrazo imprimió fuerza, él levantándome un poco y yo queriendo estar tan cerca como fuese posible e imaginable, obteniendo eso y no teniendo suficiente. La preocupación de que esta sensación no se fuese nunca se quiso apoderar de mí pero Eliot no dejó que estropeara el punto de no inflexión en que estamos. Así que me besó, tomándose su tiempo sin ser agónico un rato, y siendo tan deleitosamente avaro otro que no lo soporté mucho más y le besé como quiero, apresurada e imponiéndome a presionarle.
Yo quería intensidad y la obtendría con él, solo con él.
Escuché algo golpear el suelo y suponiendo que era alguien me alejé, parpadeando para recuperar la vista.
Era una estúpida silla.
—De todos modos, este no es un buen lugar —esclareció Eliot hablando muy bajo. Estuve de acuerdo y le seguí.
La única vez que entré a su cuarto fue para formarle líos y que me llevara a mi hotel. Pensarlo me hizo sonreír y pegarme a su espalda, tentadora espalda y pasar mis manos por sus caderas rumbo a su ombligo, arrugando la tela de su camisa y pidiéndole con pausas que se diera la vuelta. Al tenerlo delante le desabroché cada botón pareciéndome divertido hacerle lo mismo que me hizo cuando me besó. Con la camisa fuera se me estalló una idea que haría real si me desvestía también, pero Eliot lazó mis manos y besó mis nudillos con copiosa lentitud, acercándome lo que me separé para evaluarle critica.
Sonreí encantada. No sabía, hasta hoy, que ese gesto me gustaría tanto.
—Yo lo hago —murmuró inmovilizándome sin hacer mucho.
Desde las puntas de mi franela deslizaba la tela comenzando por mis caderas y pasando mi cabeza, haciendo que el cabello atado de mal modo se moviera. Eliot lo terminó de soltar y apreció mi abdomen y mucha más piel desnuda exceptuando el sujetador. Antes de caer en mis nervios apreté la cintura de su pantalón de ejercitar desatando el cordón que los mantiene ajustados y tuve curiosidad en un detalle.
—¿Fuiste a verme después de sudar como si no hubiera mañana?
—Sí —apartó el cabello que me cubre al fijarme en lo que hago, bajando los pantalones.
—¿Los bajo juntos? —Me refería al bóxer también.
—¿Tienes prisa o lo quieres disfrutar?
Sonreí deleitada.
—Necesito pensar... —no había siquiera llegado a la mitad de sus muslos y me crucé de brazos—. Dame un minuto.
Gruñó ansioso y nos besamos, ahora con el siguiente contacto de nuestros torsos. Con lástima por no poder besarlo nos di distancia para terminar lo que empecé y sacar piezas. Mi pantalón de licra se unió al suyo y los besos subieron de nivel, como las manos que no tocaban solo caras, cuellos o brazos. Tanteé su espalda, subiendo y bajando, deteniéndome en la cintura del bóxer. Eliot no se detenía y abarcó mis nalgas en sus manos, apretando y ahí decidí liberar el sostén.
Ambos, solo teniendo una prenda cubriéndonos, nos vimos por completo.
Eliot desorbitaba, no en el sentido estricto como tal. A mí me desorbitaba. Su estructura física llamaba mi atención: hombros anchos y bien trabajados, casi el triple que los míos. Desde sus pectorales, su abdomen, al vello oscuro que crece bajo su ombligo, resplandeciendo en sudor. Me sigo deleitando con su abdomen y las evidencias de trabajo en ellos. Siempre me ha gustado esa parte del cuerpo. O mas bien, de su cuerpo.
—¿Puedo? —Lo veo a los ojos y, de ser viable, me derretí por él otro poco.
Se acercó y tomó mis manos, gruñiendo:
—Puedes tocar tanto como quieras.
Reí enviando a mis manos a donde quisieron. Sus brazos, presionándolos continuamente. Iba a por su pectoral y él enseguida cubrió mis pechos, los dos, y nos miramos como si esto fuese un reto. Mi presión siguió la suya, repasadas una seguida de la otra, y me obligué a morder mi labio para no quejarme de gusto. Por supuesto que la regla iba para los beneficiarios.
Rebasó el punto en que ya no fue suficiente y aun así hay algo inusual en solo vernos y explorar. Sentimos mucho, nos atraemos y la habitación se está convirtiendo en una olla de presión que está a punto de explotar, pero me entró una emoción nueva y no quise tocar por tocar, quería que lo que hagamos traspase a lo profundo.
—Eres precioso —dije con dificultad, levantando la mirada a la suya.
Él sonrió con buen humor y me guiñó, como lo que soy: el fin de todas sus acciones.
—Gracias...
—¿Y ese tono tímido?
—No vas a creerme, porque te encanta dudar, pero nunca me habían llamado así. Salvo mi madre.
—¿Sí? —Sonreí con gran libertad y me colgué de su cuello, siendo sostenida al instante—. Lo eres, Eliot. En varios sentidos y a veces me encuentro agradecida.
—¿Por qué?
Junté mi nariz con la suya y le acaricié lentamente.
—Porque te encontré.
El siguiente beso fue desordenado, pasional y necesitado, inacabable. Mis manos se deshicieron de las pantis y Eliot por su parte del bóxer. Con la completa exhibición de nuestros cuerpos y apreciación con sus debidos cumplidos bien merecidos, me recosté en la cama y atraje a ese hermoso hombre conmigo.
—¿Estás listo? —dije en broma y asintió acomodándose entre mis piernas—. Porque yo sí.
—¿Fue suficiente?
Entendía la preocupación de que la lubricación no fuese suficiente y doliese más de lo debido. Para estar completamente segura podía tocarme pero el tener a Eliot encima no me lo permitía y, además, es entretenido ponerlo ansioso tocando en lugares donde no ''debo tocar''.
—Mejor estar seguros.
Le di permiso con mi afirmación y al tener un dedo balizando en mi entrada di un salto, suspirando después, recobrando la calma y confiando en él. Me miró mientras se daba un gran postín hurgando y poniéndome cada vez más dilatada. Por un lapso creí que de esa manera pronto llegaría a mi límite, sin embargo lo notó con rapidez y nos pusimos en posición.
—¿No necesitas lo mismo? —hice señas hacia abajo y Eliot se echó a reír.
—Por hoy no.
—De acuerdo —sujeté sus caderas preparándome—. Si tú dices estar listo, lo estoy.
La incursión empezó lentamente. Eliot nos daba tiempo para acostumbrarnos, sobre todo a mí. En cada movimiento hacia adelante apretaba con fuerza sus caderas, respirando forzoso y usando este conexión como una aliada. Lo peor era cerrarse inconscientemente u obligar a ceder, dolía y costaba. Por cómo vamos cada vez, pese a ser brioso en terminar de entrar, no lo hacía con violencia y al acabar mis brazos lo sujetaron del cuello, prolongando la sensación. Una victoria, en ambos casos, dolorosa y atractiva.
En la primicia de los desplazamientos de cada uno fuimos un poco torpes, pero luego agarramos el compás y pudimos hacer variaciones, como besarnos y seguir sacudiéndonos; tocarnos, besarnos y no detenernos. Tocarnos, besarnos, aullar, movernos. Repitiéndolo tanto como se pudo.
En el decimocuarto quizá beso en que engullía los labios de Eliot, vino una sensación que se desplaza por mi vientre y recorre el resto de mi cuerpo en reacción de temblores y un gemido, siguiendo otros gemidos. Mi pecho se pegó al suyo y sin dejar de sentir que se mueva, ni yo deteniéndome, nos mantuvo mas que juntos con un brazo pasando debajo de mi espalda.
—Bésame —pidió y lo vi de reojo ya que tenía mi cara escondida en su cuello.
—¿Sabes que cuando haces ese tipo de peticiones te ves muy tierno? —dije sin aliento, besándolo, sin dejarle que responda.
Al parar de moverse, abrí mis ojos y sus cejas se fruncieron. Se separó cosa de nada gimiendo y gruñendo, recostándonos en la cama por entero. Toqué mi sitio favorito, su cabello y le dije que lo hizo excelente, tanto que quiero más.
—No deberías tentarme así.
—Tú lo hiciste primero —me defiendo y gruño al tenerlo fuera de mí y acostarse a mi lado.
—Sí, lo siento, lo olvidaba —No lo siente en absoluto. Cubre su cara en la mía y me besa. Amarro su cabello y el deseo se presenta. Mi cabeza calló un poco y Eliot se disculpa. Justo debajo de mi cabeza estaban las sábanas con que nos empieza a cubrir. Eso me da el empuje y me cubro a mi misma y a ambos al estar encima de él—. No es que me esté quejando —dice y beso su cuello, repasando mi lengua y saboreando su piel—, pero deberías tomarlo con calma...
—¿Por qué? —lo veo y el cabello cubre ambos lados de su cara y la mía—. ¿Vas a detenerme?
—La pregunta es si soy capaz.
—No eres —decreto besando cortos segundos su boca y regresando a lo que hacía.
La verdad es que me comienza a gustar muchísimo chupar y besar donde me placía, viendo que Eliot se relaje por segundos y por otros tenga que apretarme para contenerse, aunque no le he pedido que lo haga.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro