12: Tiempo fuera en tristeza
Tengo un tiempo fuera, palabras de Esmie.
Brinco de gusto.
Nunca me había sentido tan triste. Ni siquiera cuando perdí a mis abuelos paternos. Les quise mucho y pasé gran parte de mi niñez junto a ellos, y cuando partieron, uno siguiendo al otro, un vacío que se agrandaba con las horas y la conciencia de pérdida fue lo que sentí, e incluso años después el recuerdo me sigue doliendo. Es el dolor con que lo puedo asemejar, pero no quiero llorar y tampoco consigo hacerlo, lo que quiero es tener perspectiva y la tristeza no me deja tenerla.
Empezaba a querer a Eliot sin darme cuenta; a conocerlo, a entender cómo es. Pero nada puede terminar bien empezando mal. Debí verlo antes y no hacer que nos complicásemos, es mi culpa en gran manera y solo deseo que él pueda aceptar que lo mejor para él y la relación con su padre es que yo no esté, que se centre en sí mismo, en lo que importa.
—Te desconozco —me dijo Esmie al verme al rostro con espanto. Le devolví el gesto, burlándome-— Nadina, sabes que normalmente te apoyaría pero..., ¿por qué no te aprovechas del ofrecimiento de Eliot? —arrugué mi frente. Tenía que estar de guasa—. Es en serio, acepta trabajar para él.
—¿Y hacer el suplicio otro peor? —negué—. No.
—Dina, por favor. Por favor —repite su suplica y la veo con otros ojos—. No digo que él es el indicado, pero está cerca de serlo y es estúpido que no estén juntos por su padre. ¿Tienen que pagar por el imbécil que es? No, no es justo. Si Eliot no ha puesto sus pies en la tierra, fue bueno que tú lo obligaras a hacerlo, aunque duela, aunque sea ese señor —se acerca la cámara como si estuviésemos hablando una frente a la otra—. Por favor, ve y habla con él. Ha pasado una semana; te fuiste y por sabrás tú tus razones regresaste sin tener que hacerlo. Creo que es tiempo suficiente para que aclarara sus ideas.
—¿Qué hay de las mías?
—Lo que noto es que prefieres la comodidad y no te lo voy a permitir.
La comunicación se cortó por voluntad propia; suya, no mía.
¿Es que ella piensa que es fácil obligarlo a que soporte mi presencia? No es como si no lo intrigué antes, pero no quiero convertirme en una masoquista y arrastrarlo conmigo.
Eso ya no tiene sentido alguno. También tuve mucho tiempo para pensar bien lo que quería hacer desde que le dije lo que Jamie hizo, y no tengo otra alternativa. He hecho mis maletas, me voy y nadie me hará cambiar de opinión.
—¿Pueden mandar buscar mis maletas, por favor? —pido a la recepción y cuelgo cuando dicen mandar un botones.
No hay clima ni estado de ánimo de por medio que impida que no tome ese avión y despierte por fin a la realidad. En serio la necesitaba, porque fue demasiado fácil imaginarnos e ilusionarme con lo que fue y pudo ser, lo que habríamos tenido que atravesar como una pareja común y corriente con trabajos complicados, cómo íbamos a hacerlo funcionar. Y pare de contar.
Ninguno merece seguir insistiendo si solo uno lo quiere de verdad y el otro, tal vez, pero está alguien tan cercano de por medio que no vale la pena el sufrimiento y enfrentamiento. No estoy pidiéndole que decida por alguno y es fácil, le estoy dando la única opción de elegir a quien más quiere. ¿Por qué discutiría con lo que me parece correcto?
En estos momentos es cuando más necesitaba de Serena. Pudo hacer lo que hizo con o sin buena intención, pero era en quien más confiaba después de Esmie. Era y sigue siendo mi mejor amiga y la distancia de su parte no ha dejado que podamos solucionar. Esa es otra de mis excusas para marcharme; arreglar nuestras diferencias y proseguir. Desde el principio he sabido cómo es y la quiero así, y ella ha contribuido en mi comprendiéndome. Nos debemos una oportunidad.
Tocan a la puerta y voy a abrir sospechando que es el botones. Pero no, no era.
Fue extremo el modo en que mi corazón martillaba tan fuerte que hasta lo sentía en mis oídos y en partes de mi cuerpo que no creí sentirlo, ni que fuera sano hacerlo. Sujeté la puerta para cerrarla, pero como un vendaval fui llevaba atrás junto con ella y alcé mis manos al no tener nada con que protegerme de mis sentidos, unos apagados viendo a esa persona encerrarnos y el resto despiertos, curiosos por lo que suceda.
Pero principalmente, no tengo protección de mis sentimientos.
—Tú no te vas —dijo sin más. Sin saludos ni introducciones. Conciso y despótico.
No pude ni siquiera fruncir el ceño. No podía hacerlo.
—Andy —dice y el aire a mi alrededor se centró solo en él—. No te vayas.
Parpadeé y decidí alejarme y recuperar el aliento buscando mis maletas y arrastrándolas hasta la mitad del cuarto.
—Andy, escúchame —sostiene mis manos en las maletas—. No regreses, no me dejes.
—No te dejo, dejo esto.
—No digas eso tampoco —hace fuerza para que suelte las agarraderas—. Me ha costado entender, entenderte y lo que pasaste. No quise hacerte esperar pero fue tan difícil... —cierra sus ojos con dolor—... tan difícil aceptarlo.
—No esperaba que lo aceptaras. Ve y sigue con tu vida; haré lo mismo con la mía.
—¿Cómo puedes decir que me vaya con tanta calma? Estoy aquí porque creo en nosotros.
—Mientes —aparto mis manos y las cruzo tras mi espalda—. No puedes creer en nosotros cuando no puedes creer en mí, ¿o acaso vas a pasar por encima de tu familia para lograrlo? ¡Yo no voy a ser la que los divida! ¡No!
—Tú no harás eso, porque ya estábamos divididos antes de que aparecieras. ¿Podríamos...? —resopla y trata de sonreírme. Eso es sorprendente—. ¿Podríamos sentarnos, como personas civilizadas y hablar?
—Esto no es un monólogo —le recuerdo casi mofándome—. Estamos hablando.
—Dirás que estamos a la defensiva, así no se puede hablar. ¿Por favor, me permites?
Iba a arrepentirme de esto.
La verdad es que no quiero hablar, pero no iba a ser grosera cuando me pidió intentarlo, deshaciendo la parte de mí que había decido no verlo más.
Lo dejé hablar (en mi caso no hay nada que decir que no hubiese dicho ya), y deseé que nos hiciese sentir mejor el que se desahogara. No sabía que se sintió traicionado por su padre, ni que no estaba molesto conmigo sino consigo mismo por no darse cuenta de las evidencias. Con quienes le siguieron la corriente y no le dieron un alto al ver que engañaba, no solo a su madre, a toda la familia con una tapadera de hombre recto que no rompe platos, y que los que rompe no intenta componerlos. Ahora cree que el lugar que tiene no lo merece y piensa seriamente en renunciar y que se haga cargo su hermana o su cuñado.
Eso no tiene sentido. Eliot ha puesto todo de sí para lograr estar donde está, no tiene que ver con la herencia repartida, si viniéramos al caso, ya que Jamie Wallace sigue vivito y coleando; el mérito ha sido suyo. No tiene que pedir permiso ni perdón a nadie.
—Has trabajado duro por el lugar que tienes. Lo mereces —dije apasionada y apreté su hombro—. Lo mereces, no te infravalores.
—La empresa es una mentira, Andy. ¿Cómo voy a estar seguro de que, incluso Rose no es mi asistente gracias a él?
—Estudia a tus empleados, Eliot, pero no por lo que sabes vas a dejar de hacer lo que te gusta. Ser mandón no es fácil, ¿verdad? —Rodé mis ojos bromista y pasé un brazo sobre sus hombros sintiendo parte de su espalda—. No debe serlo, estás muy tenso.
—Dime si tú no lo estarías.
—Lo estoy —confieso y lo abrazo de esa manera afincando mi barbilla en su hombro—, pero vas a lograr superarlo, Eliot. Confío.
—¿Confías? —pregunta y ríe en sequedad—. Yo no confío en nada que provenga de Jamie Wallace.
Apreté mis labios sin tener qué decir. Si él no confiaba, lo que diga o no, no hará que cambie de idea.
—¿Y qué piensas hacer?
Tuve que dejar de abrazarlo para que se sentara hombro con hombro, frente con frente y ojos con ojos.
—Lo que debí.
Agradecía que sonriera en este momento difícil, pero no pude evitar negar sin entender.
—Iremos a ver a mi hermana. Ahora. —se puso en pie y tardé en seguirle el paso a causa de un niño en bicicleta que se cruzó.
—¿Vas a contarle? —Me aterro con su afirmación—. Eliot, piensa bien lo que haces.
—He tenido tiempo para pensar lo que quiero y lo que es correcto, y ambos están de acuerdo —se detiene y suaviza su rostro determinado—. No tienes que venir.
—¿Me lo dices hasta ahora? —lo jalo hacia adelante—. Vamos, no perdamos tiempo que empieza a darme hambre.
Claro, no iríamos a casa de sus padres. Citó a Francesca a unas cuadras y de allí, recibiendo un abrazo cariñoso, fuimos ambas en la parte de atrás de la camioneta de Eliot hasta la que se ha convertido en mi heladería favorita. Nos sentamos en una mesa y, para sorpresa de Eliot (yo ya lo sospechaba), Fran lo supo hace años pero viendo que su madre se comportaba como si nada no le vio caso a sacárselo en cara a su padre. No quería que Ofelia se viese afectada públicamente, porque aunque es una bajeza lo que ese hombre hace, lo sabe encubrir muy bien. Ella se enteró por casualidad y por casualidad hizo como si no supiera. Lo que sí que le vino de sorpresa fue que pude ser una de sus víctimas, pero al poco rato no fue una sorpresa en sí. No esperas de alguien lo que no puede dar.
—Lo lamento —me dijo y asentí, pidiendo que lo olvidara porque yo lo hice—. Eliot —ve a su hermano—, ¿pensaban separarse?
—Le dejé el camino libre —dije antes que él—. Me sentía muy culpable, fue una noticia difícil de procesar.
—Entiendo, pero no mezclen —nos mira y sonríe—. Mi papá es él y ustedes un caso aparte. Es fuerte pero no quiere decir que no se pueda sobrellevar. Por favor —ríe—, si mamá lo hace, claro que nosotros podemos. No se dejen llevar, Eliot —la mirada que le dio fue exigente—. Ella me cae muy bien, tu dejas que se vaya por culpa de papá y vas a arrepentirte por mucho.
—Francesca...
—Mi vuelo sale en unas horas —interrumpo haciéndome el foco—. Necesito resolver mi vida, chicos —los uní para no hacerlo tan personal—. Dejé una buena amiga y un futuro provechoso, o eso dicen que dejé y voy a, sobretodo, recuperar lo primero.
—¿Vas a irte aun así? —Francesca toma mi antebrazo—. No lo hagas.
—Es importante, Fran. No es cualquier cosa.
—No te inmiscuyas —le pide Eliot y se levanta—. Te llevo.
—Pero primero debo ir por mis maletas...
—Puedo pedir que las lleven y no se te haga tan tarde.
Estoy por replicarle de nuevo pero Francesca me aprieta un poco fuerte.
—Dile que sí —murmura—, debe sentirse fatal.
Y por eso, dije que sí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro