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* 3 *

Milena estaba nerviosa, sentía que las piernas le temblaban, iba a conocer a Luciano Armele en persona, y no solo eso, iba a fingir ser su novia por un año entero. La reunión fue pactada para las cinco de la tarde, Gerardo, ella y Luciano se encontrarían en una cafetería perdida en las afueras de la ciudad, desde allí, Luciano debía asistir a un desfile de caridad, toda la prensa estaría allí y Milena sería una de las camareras del brindis. Gerardo había conseguido un uniforme de la empresa de catering y ella solo debía estar en el sitio correcto en el momento indicado con una bandeja con copas de champaña en las manos.

El plan que Gerardo había trazado era simple: luego del desfile y en el momento del brindis, Luciano se acercaría a una de las camareras, quien nerviosa por su presencia, echaría toda la bandeja con las copas que traía en su mano. Él, lejos de impacientarse, se mostraría muy atento con ella, la ayudaría a incorporarse y luego la acompañaría hacia la cocina. Por el camino y cuando ingresaran al pasillo que llevaba al área, ella escaparía para no ser descubierta por nadie. Luciano esperaría unos minutos y luego saldría con una sonrisa en el rostro.

—¿Eso va a funcionar? —inquirió Luciano una vez que estuvieron sentados en aquella mesa.

—Si todo sale como lo planeé funcionará. Habrá demasiadas personas y cientos de camareros que fueron contratados solo para esta ocasión, nadie se percatará de que ella no forma parte de la empresa. Confíe en mí, Luciano, todo saldrá bien —añadió Gerardo muy optimista—. Usted solo haga su parte, las cámaras de los periodistas se encargarán de retratar el momento y ustedes serán noticia mañana.

Milena no podía dejar de mirarlo, era un hombre de facciones hermosas, alto y fornido, su cabello castaño desordenado le caía sobre el rostro dándole una imagen más casual, más juvenil. Su sonrisa, a la vez sexy y aniñada, era perfecta y le daba un tono de ternura a su rostro sin dejar de ser muy varonil.

—¿Usted está de acuerdo con esto, señorita Santiviago? —inquirió el modelo y Milena se sobresaltó al escuchar su apellido en su boca.

—Sí... sí... Yo haré mi parte, no se preocupe —respondió algo inquieta. De hecho, no le costaría nada fingir nerviosismo cuando estuviera en ese momento.

Luciano asintió levantándose del sitio y dejando de nuevo un billete para la cuenta.

—Nos vemos en un par de horas —zanjó y Gerardo asintió mientras lo veía partir.

—Estoy nerviosa —dijo Milena en medio de un suspiro.

—Todo saldrá bien, bebé, ya lo verás. Además, hacen una bonita pareja —añadió con jocosidad.

—¿Un tipo como él con una muchacha como yo? ¡Já! Ni en los mejores sueños —rio, pero Gerardo la observó serio.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué no podrías estar con alguien como él solo con alguien como yo? ¿Qué tiene él que yo no tenga? —inquirió.

—Ah, Gerar, no lo tomes de forma personal, pero es Luciano Armele, o sea el dios de las pasarelas —añadió divertida. Gerardo negó.

—Su belleza no le sirve de nada porque es gay —zanjó enfadado.

—Los chicos con quienes sale no han de pensar lo mismo —respondió ella encogiéndose de hombros.

—Mejor nos vamos, tenemos que retirar ese uniforme —añadió Gerardo todavía molesto. Mile sonrió y lo siguió.

***

A la hora pactada y en el lugar indicado, Milena se apareció con una bandeja con tres copas de champaña. Luciano se acercó a ella mientras hablaba con Danna, una de sus compañeras de pasarela y favorita entre las chicas, consciente de que ambos llamaban la atención de la prensa, fingió no prestar atención a la hora de tomar la copa por estar muy concentrado en la conversación. Entonces, dio un manotazo a una de ellas, que cayó empujando a las otras dos. El líquido se derramó en su totalidad, las manos de Milena se aflojaron y las copas se hicieron añicos en el suelo.

Todas las miradas se volvieron a ellos ante el sonido causado, Milena, más nerviosa de lo normal debido a tanta atención sobre ella, se agachó con premura intentando juntar los trozos y colocarlos en la bandeja, pero en el proceso, se cortó un dedo y este comenzó a sangrar. Luciano se agachó entonces y tomó su mano entre las suyas, sacó un pañuelo de la solapa de su saco y se lo envolvió.

—Tranquila, todo está bien, fue mi culpa —dijo mirándola a los ojos. En el plan que había trazado Gerardo, ambos debían observarse por unos segundos, como si fuera amor a primera vista. Los flashes de las cámaras parecían relámpagos en medio de una tormenta—. ¿Estás bien? —inquirió el joven con la voz suave ante la mirada expectante de todos.

—Sí, lo siento —susurró Milena sin dejar de mirarlo, no por el guión de Gerardo, sino porque la mirada de Luciano era atrapante como si de una serpiente intentando hipnotizar a su presa se tratara.

Un muchacho con una escoba apareció de la nada y se puso a limpiar el sitio con rapidez. Luciano reaccionó a aquello y ayudó a Milena a incorporarse, luego con un gesto de cabeza señaló el área de la cocina y el servicio.

—Te acompaño, deja eso —dijo señalando la bandeja—. Alguien debe hacerte una curación —añadió.

Milena solo asintió y caminó a su lado hasta que las puertas del área de servicio se cerraron tras de ellos. La verdad era que a la chica no le costó nada fingir nervios, ansiedad y temor, además todos continuaban observándolos con atención y sorpresa.

—Bien, creo que todo ha salido como lo planeamos —añadió Luciano viéndola a los ojos, la chica se mostraba algo tensa y quizás un poco insegura, su belleza era real y fresca, y de alguna manera aquello le agradó—. ¿Te encuentras bien? ¿Te duele? —inquirió observando la herida en su mano.

—Ehm... no, estoy bien, no se preocupe —respondió Milena nerviosa, la presencia de aquel hombre la ponía nerviosa y comenzaba a pensar que aquello no había sido tan buena idea.

—Psss, psss... —Gerardo que estaba escondido en uno de los pasillos que daba a la salida de emergencia llamó a Milena con la mano—. ¡Vamos antes de que alguien te venga a preguntar de dónde saliste! —susurró. Milena asintió y corrió hasta él, Luciano esperó un par de minutos y luego apareció en el salón de nuevo.

—¿Dónde fuiste? —inquirió Danna con curiosidad.

—La acompañé junto a alguien que pudiera hacerle una pequeña curación —respondió como si nada, pero cerciorándose que alguien lo escuchara—. ¿Viste qué bonita era? —añadió.

—¿Quién? —preguntó Danna confundida.

—La camarera —susurró Luciano y observó la puerta tras la cual desapareció la muchacha. Un par de periodistas que estaban muy cerca de ellos se miraron entre sí, Luciano se percató de aquello y sonrió para sí. Al final, todo estaba saliendo como lo imaginaban, ahora solo faltaba un par de citas en algún lugar público, una nota en alguna de esas revistas de chisme y farándula y la pareja perfecta estaría en marcha. 

Recuerden seguir en instagram a @la.pareja_perfecta habrá datos por allí :) Subí esto de seguido porque lo tenía escrito, no sé con qué frecuencia iré actualizando, pero ustedes saben que lo hago lo más rápido que puedo. 

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