El sol de la tarde se reflejaba en las ventanas del colegio, creando un mosaico de colores que danzaba sobre el pelaje marrón y blanco de Carl. Sus ojos verdes, llenos de una tristeza prematura, observaban el horizonte desde la azotea. A su alrededor, la algarabía de los estudiantes era un eco lejano, un recordatorio de la vida que él no parecía encajar.

Carl era un lobo adolescente, en esa etapa incómoda donde la infancia se desmoronaba y la adultez se asomaba como un gigante desconocido. Las inseguridades lo carcomían como polillas a una vieja manta. Su pelaje, antes brillante y sedoso, ahora lucía opaco y enmarañado, un reflejo de su estado interior.

Un suspiro escapó de su hocico mientras se acurrucaba en un rincón de la azotea. La soledad era su fiel compañera, una sombra que lo perseguía desde niño. Los demás lo veían como un bicho raro, un lobo solitario sin amigos ni familia. Los pocos que se acercaban lo hacían por burla o curiosidad, no por genuine interés.

En la lejanía, una bandada de gorriones piaba alegremente, un contraste cruel con la melancolía de Carl. Envidiaba su libertad, su capacidad de volar sin ataduras, de unirse en bandadas sin ser juzgados.

Un ruido metálico lo sacó de su ensoñación. La puerta de la azotea se abrió con un chirrido y una figura familiar se asomó. Era Wolf, otro lobo de pelaje gris y mirada melancólica.

Wolf era conocido por ser el "chico emo" del colegio. Siempre vestido de negro, con auriculares en las orejas y una expresión de profunda tristeza en su rostro, ademas de sus delirios y constantes comentarios de suicidarse, era el blanco perfecto para las burlas y el acoso.

Para sorpresa de Carl, Wolf se acercó a él sin decir palabra y se sentó a su lado. Un silencio incómodo se apoderó del espacio, roto solo por el viento que susurraba entre las antenas del colegio.

Finalmente, Wolf rompió el silencio con una voz apenas audible:

No te gusta la fiesta, ¿verdad?

Carl lo miró de reojo, sorprendido por la pregunta.

No es mi tipo de ambiente - respondió con timidez.

Lo sé - dijo Wolf con una leve sonrisa -. Yo tampoco soporto el ruido ni la gente falsa.

En ese instante, Carl sintió una conexión con Wolf que nunca antes había experimentado. No era lástima ni compasión, era una comprensión profunda de la soledad que ambos compartían.

Comenzaron a hablar, a compartir sus miedos y frustraciones, a descubrir que no estaban tan solos como pensaban. Wolf le habló de su pasión por la música y el dibujo, de su deseo de escapar del mundo que lo oprimía. Carl le contó sobre sus sueños de ser escritor, de viajar por el mundo y encontrar un lugar donde encajar.

Las horas se deslizaron como la arena entre las patas de un reloj, y cuando el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, Carl y Wolf se despidieron con un nuevo sentimiento de esperanza. Ya no eran lobos solitarios, ahora eran dos almas errantes que habían encontrado consuelo en la compañía del otro.

--Fin del Capítulo 1--

--Palabras: 507--

--Escritor: Clint999--

Esta es una nueva historia que estare escribiendo, es una historia un poco personal y a la vez interpretada de esta forma, espero que les guste y sea de su agrado.

Que pasen lindo dia, y nos vemos en el siguiente capítulo.