—Hola, señora Midoriya —Bakugō se quita los zapatos para después entrar a la casa de su novio.

Llevan tiempo saliendo, aproximadamente siete meses, dos semanas, cinco días y, quizás, con trece horas con doce minutos y contando. No es como que Katsuki estuviera tan empeñado en recordar esas cosas, no, qué va, cursilerías innecesarias.

Ni siquiera necesitó tocar la puerta porque lo de hoy es muy importante. Es el cumpleaños de su novio. Claro, Inko no sabe que se lo come todas las veces que se queda en su casa ni tiene idea de cuántas veces han echado pasión en la suya. Eso y sin contabilizar las que han hecho fuera.

Han quedado en verse. Sí, sí, es raro quedar en verte con la mamá del "amigo" al que te comes, pero Katsuki le hizo saber muy disimuladamente que sabe hornear pasteles y ella quiere que le enseñe.

—¡Estoy en la cocina! —exclama ella, le ha dejado la puerta abierta para que entre sin problemas.

Igual, conoce perfectamente la contraseña de su hogar de tantas veces que ha visto a Izuku picar el tecladito para proceder a desnudarse dentro.

Mierda, quiere meterle el pito.

Un par de saludos, abrazos que hacían sentir algo incómodo a Katsuki y se pusieron manos a la obra. La verdad es que quería una excusa para llevarse bien con la señora, quería que lo adorara tanto que no tuviera problemas cuando revelaran su relación.

—¿Y cómo vas con Todoroki-kun?

Incluyendo la farsa que se han montado durante meses.