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Capítulo 21


Mi dolor de cabeza era tan fuerte, que por un momento llegué a pensar que sería la consecuencia de una noche de borrachera, pero yo no bebía, no había bebido nunca, pese a que había salido tantas veces de fiesta y todos mis amigos si lo habían hecho. Así que aquello quedó completamente descartado.

Aún con los ojos cerrados me llevé las manos a la cabeza, oprimiéndola con el único objetivo de intentar que el dolor se disipara. Me removí en la cama, intentando encontrar una postura lo suficientemente cómoda que me permitiera seguir durmiendo. Me sentía extraña, me sentía tan incómoda en mi cama, en mi amado colchón blando.

—¿Qué mierda?

Me encontraba dentro de una tienda de lona verde, pequeña, que olía a desinfectante y a las hierbas que utilizaba la abuela cuando era pequeña.

La ''puerta'' se abrió, y por ella entró alguien.

—¿S-Sakura?

Un bombardeo de imágenes se estrelló contra mi mente. Desde el accidente de autobús, que me provocó arcadas al pensar qué había pasado, hasta mi aparición en ese ''mundo'', acompañada de mi falta de memoria. Todos los sucesos hasta aquel entonces aparecieron ante mi retina. Tanta fue la impresión y el golpe, que me removí en la cama asustada, tanto, que caí de ésta y choqué contra el suelo estrepitosamente, y aunque una fuerte oleada de dolor barrió mi cuerpo, retrocedí gateando cuando la chica de pelo rosa se acercó a mi alarmada.

—¡No te acerques! —grité, llorando.

Me sentía fuera de lugar, tan aturdida y perdida, que me llevé las manos a la boca para parar una arcada.

—¡Ayaka!

Grité enfadada cuando dijo ese nombre, y negué repetidas veces. ¿Había muerto? Probablemente. Lo recordaba, recordaba la sangrienta escena en el autobús, cuando abrí los ojos por apenas unos segundos y vi a mis compañeros moribundos, y la gran mayoría, muertos de maneras terribles, de fondo, las ambulancias, llantos y ajetreo de los equipos de rescate. Sollocé durante unos segundos, gimiendo por el dolor que sentía, pues un largo hierro había atravesado mi costado, y tenía dificultad para respirar, pues la sangre brotaba de mi boca y no tenía fuerza para escupirla. Antes de sumirme en la oscuridad, supe que alguien me había encontrado, pero caí en la inconsciencia, o la muerte.

Lo único lógico de todo eso era pensar que estaba en coma, o algo similar, y todo aquello era sólo un sueño del que tarde o temprano despertaría. Entonces, vería a mis padres, también a Leyla, y cuando le explicara esa paranoia, se reiría de mi, y yo me uniría a ella.

La chica salió de la tienda de campaña. Sobre una caja que servía de manera improvisada de mesa había unas tijeras. Sin dudarlo, e ignorando que me dolía todo, salté sobre la cama y las agarré entre mis manos. No lo dudé demasiado cuando las estrellé contra mi ante brazo izquierdo, si era un sueño, no me dolería.

Gemí.

—¿Qué estás haciendo?

Oí otra voz, e inconscientemente la reconocí como Tsunade. Aún así, no alcé la mirada, y mi mano derecha apretaba con fuerza mi brazo al sentir el dolor tan terrible que sentía.

—No, no, no.

¡No podía ser real! ¿Cómo iba a serlo esa locura?

—¡Hay que anestesiarla y coserle eso! También se ha abierto las heridas —gritó Sakura.

De repente hubo un fuerte ajetreo en el interior de la lona. Entraban y salían enfermeras. Entre el todo el dolor, pude notar el pinchazo de una aguja en mi brazo y después la anestesia surgir efecto en mi organismo.

Desperté varias horas más tarde, y entonces, más tranquila, intenté comprendelo todo y mantener la calma. Tras un buen rato intentando entender qué había pasado, llegué a una sola conclusión, había entrado en esa historia. O me había vuelto loca.

—¿Estás mejor? —preguntó tímidamente Hinata.

Moví mi mirada hacia su rostro, y lo inspeccioné profundamente. Era tal y como recordaba en la serie, sólo que en esa ocasión tenía algún que otro rasguño en la cara y una venda en su mejilla izquierda. Pero no pregunté por qué.

—Sí —respondí—, sólo ha sido... la impresión.

Decidí alegar que mi pequeño —y no tan pequeño— ataque de histeria se debía a despertar en un lugar desconocido, y pensar que, de nuevo, me habían secuestrado. No quería decir la verdad, porque ni siquiera sabía yo si ésta lo era, o realmente yo me había imaginado otra vida u otra realidad. Pero de todos modos nada encajaba.

Intenté averiguar qué había pasado antes de desmayarme, pero ésta sólo cambiaba de tema cada vez que lo hacía, así que supe que debería averiguarlo por mi misma.

Ya al final del día, cuando el sol ya estaba a pocas horas de esconderse, conseguí convencer a Hinata de ir a dar un paseo, pues debía reconocer que, ahora que mi perspectiva había cambiado por completo, quería confirmar con mis propios ojos que todo aquello no era un sueño.

Me sentí algo horrorizada cuando descubrí que la aldea había sufrido daños graves por el ataque de sólo dos Akatsuki, aunque teniendo en cuenta que me había leído gran parte de la historia, tampoco me sorprendía. Sin embargo, verlo en persona era diferente. De manera improvisada se habían montado varios campamentos en los alrededores, los cuáles estaban llenos de gente. Habían bastantes heridos, aunque la gran mayoría eran sólo shinobis, pues casi todos los civiles habían sido llevados a las zonas seguras.

Pero de la misma manera que habían muchos heridos, también habían muertos. Lleguemos a las afueras del campamento, y a campo abierto, me sentí, sin saber por qué, culpable de lo que veía. Había un par de docenas de cadáveres tapados por mantas blancas, manchadas por sangre. Un grupo de ANBU y Jonin se encargaba de identificar a los muertos de manera rápida, y me pregunté cómo podían hacerlo tan insensiblemente.

Hinata quiso irse, desviar al camino y no tener que pasar por entre los cadáveres. Pero yo me negué, de modo que ella, con todo su pesar, se quedó atrás. Me aventuré entre los cuerpos yertos, bajo la atenta mirada de los ANBU y Jonin —que me sorprendía gratamente que no me hubieran mandado ya lejos de ahí.

Durante unos minutos, todo el personal que ahí había se paró y me observó fijamente. A paso lento miraba las sábanas que tapaban a esos difuntos. Mis pasos cada vez se hacían más lentos y pesados, y mi rosto fue degradándose hasta una extraña mueca de dolor y pesar interno.

Me acerqué a uno de los cuerpos yertos, y mi corazón se disparó. Me puse de rodillas junto a él, y con mano trémula retiré la manta.

—Oh por Dios...

Era sólo un chico joven, que posiblemente no tendría muchos más años que yo. Su piel, completamente blanca, estaba manchada por pólvora, e inmediatamente pensé en Deidara. Entonces recordé que ese era uno de mis personajes favoritos. Claro, no era lo mismo que leerlo en un manga o verlo en un anime, pues al fin y al cabo, me resultaba ficticio. Pero pensándolo fríamente, no era más que eso, un asesino a sangre fría que no dudaba en poner una bomba en una ciudad llena de inocentes.

Volví sola al campamento, pues al parecer Hinata debió irse porque la solicitaron. Era ya de noche, y como pude me guié hasta mi tienda de campaña.

—Podría sernos útil.

Dejé de caminar, y de un movimiento veloz, me escondí tras un pilón de cajas. La voz de Kakashi llegó a mis oídos, y poco después la de Sakura.

—Pero también peligrosa, aún está inestable —aseguró firmemente.

Fruncí el ceño, ¿se referían a mi?

—En cuestión de segundos liberó una cantidad enorme de chakra, o fuera lo que fuera eso —intervino Tenten—, eso puede ser peligroso si no sabe controlarlo.

—Probablemente ni siquiera sepa lo que posee.

Al oír la voz áspera de Neji mi corazón se disparó, y el alivio de saber que estaba vivo me invadió.

—Akatsuki no sólo vino a buscar a Gaara y Naruto, también venían a por Ayaka —la voz seria de Tsunade se incorporó a la conversación—, y estoy segura que es por la misma razón que nosotros.

—Son sólo suposiciones, Tsunade-sama —dijo Kakashi—. Esa teoría es tan improbable como imposible.

—No es tan imposible, no sabemos qué ocurrió después de que esa mujer desapareciera.

Me sentí más confusa aún. Me senté en el suelo y empujé mis rodillas hasta mi pecho.

—Llevarla al rescate de Gaara sería llevarnos un peso de más a nuestras espaldas —gruñó Neji, y entonces algo se clavó en mi pecho—. Deberíamos protegerla.

Cuando dijo eso, varias personas lo apoyaron, y tras un rumor general, Naruto intervino.

—¿Cómo puedes decir eso? —su voz se notaba cansada y pesada—. No puedes decir eso de Ay-chan, que tanto se a esforzado para estar a nuestra altura, ¡y tu más que nadie lo sabes, Neji! Ella no es ningún peso muerto, ¡probablemente podría patearte el trasero!

Sonreí agradecida, pero aún así, me sentía dolida.

—No, Naruto —negó Tsunade—, Neji tiene razón. Lo mejor será que Ayaka se quede aquí, por seguridad de todos y de ella misma. Ordenaré un escuadrón ANBU para que la vigilen las veinticuatro horas. Vosotros debéis ir al rescate del Kazekage cuanto antes, no sabemos de cuánto tiempo disponemos.

¡Gaara había sido secuestrado! Claro, al fin y al cabo, ese era el objetivo de Akatsuki, recolectar a todos los Jinchuriki para crear un arma fatal. Aunque no recordaba que la historia fuera así. De todos modos, ese no era el punto. No podría ir, y eso me fastidiaba y dolía bastante, pues necesitaba saber si Gaara estaba bien. Pero aún así, era cierto. Era un peso muerto.

Todos se retiraron, y asomándome un poco pude ver que sólo quedaron Tsunade, Kakashi e Iruka. Tras un silencio que se notaba muy incómodo y pesado, Kakashi habló.

—Ha llegado el escuadrón que envió a Seikatsu, Tsunade-sama.

Hubo de nuevo un silencio.

—Lo sé —murmuró—, sé que han vuelto...

—Pero no todos —volvió Kakashi.

Un suspiro general y quejumbroso.

—Era algo que lo que sabíamos que nos enfrentamos —reconoció Iruka—. Seikatsu es peligroso para todo aquel no sea un Himitsu.

Entonces, de la misma manera que mi mente había reaccionado por la mañana, lo hizo de nuevo. Alcé la mirada con los ojos completamente abiertos, y mi corazón se desbordó tanto, que sentí que saldría de mi pecho. Una necesidad imperiosa de saber de qué hablaban me bañó.

No sentí más interés por el rumbo que tomó entonces la conversación, y corrí escopeteada hacia mi tienda. Tenía la sensación de que ahí encontraría las respuestas a todas mis dudas, y también la esperanza de que encontraría el camino de vuelta a casa.

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