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Capítulo 19

Aunque era de noche, podía ver perfectamente las nubes en el cielo nocturno, y en el ambiente podía percibir el olor a humedad procedente de una temprana lluvia. A causa del frío mis pasos se volvían lentos y algo torpes, y temblaba como un auténtico flan. Sólo podía proporcionarme calor con la fricción de mis propias manos contra mis brazo una y otra vez.

Estaba cansada, herida y al borde de la hipotermia, y el hecho de pensar que aún me quedaba un pergamino por lograr, me ponía aún peor.

Me apoyé durante unos segundos en la corteza húmeda de un árbol. Si seguía así, sería imposible enfrentarme a nadie, porque no tendría fuerzas siquiera para empuñar un kunai. Temblaba, y casi ni sentía los dedos de los pies, y los de las manos estaban ligeramente morados. Realmente no recordaba que en Konoha hiciera tanto frío.

A duras penas logré esquivar un shuriken, que silbó cerca de mi oreja para incrustarse profundamente en el árbol. Todos los huesos crujieron cuando me giré alertada, y el repentino movimiento me ocasionó un leve mareo. Sin embargo, quien fuera mi próximo oponente aún no se había dejado ver.

Varios kunai con sellos explosivos en sus mangos saltaron hacia mi dirección, y escasamente logré esquivarlos con varios saltos y piruetas. Mi agotamiento y mal estado me ralentizaba aún más, por lo que la victoria se inclinaba seguramente hacia mi oponente, quien aún era desconocido para mi.

No me tomó demasiado tiempo darme cuenta que, fuera quien fuera, era alguien que evitaba el cuerpo a cuerpo. Seguramente fuera un ninja más bien táctico, y que buscaría una forma de hacerme caer en sus redes. Y en esa situación sería más fácil que eso ocurriera.

Viéndome completamente acorralada, hice uso de todo mi chakra —que tampoco era mucho— e intenté localizar al ninja. Sin embargo, éste estaba tan bien oculto, que como inexperta me resultó imposible. También tenía claro que ocultarme yo era una tontería, pues seguramente me encontraría en un abrir y cerrar de ojos.

Entonces, ¿qué podía hacer? Si no daba la cara pronto, caería redonda al suelo por hipotermia, o caería en sus manipulaciones. O peor. Necesitaba, de algún modo, hacerlo salir y terminar rápido, lo suficientemente rápido para llegar a la torre.

Sentí un picazón en los ojos, por lo que se me llenaron de lágrimas. Los cerré con fuerza —siendo consciente de que me dejaría totalmente indefensa—, me curvé levemente y los refregué con el dorso de la mano. Ardían con fuerza, y una especie de cosquilleo bordeaba mis cuencas. Al volver a abrirlos, pestañeé repetidas veces y moví mi mirada por todo el alrededor.

Fue sorprendente darme cuenta de que lo veía todo mucho más nítido, prácticamente unas cien veces más de lo normal. Fruncí el ceño al ver en una de las copas de los árboles de mi derecha una pequeña brizna de luz parpadear.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que aquello que estaba viendo era nada más y nada menos que mi oponente, muy seguramente sería su red de chakra. No tenía tiempo para averiguar qué me ocurría en los ojos, por lo que desenfundando a la vez a Jun y Ketsho, me lancé directa al árbol.

Directa al oponente, sujeté la corre de Ketsho para lanzar la punta hacía él. La afilada hoja se llevó por delante bastantes ramas, cortándolas al instante y haciendo que cayeran al suelo. Sentí un pinchazo en la nuca, sin embargo, lo ignoré y me abalancé sobre mi ''enemigo''. Unos afilados ojos marrones mi miraron gratamente sorprendidos, y logré rozar su brazo escasamente.

Saltó al centro del terreno, y divisé a un agitado Shikamaru con el ceño fruncido. Si la situación no hubiera sido así, me habría causado gracia ver al ''señor imperturbable'' en ese estado tan... perturbado.

Sin ser yo participe de mis propios movimientos, salté de la rama para aterrizar justo delante de él. Parecía haberse recompuesto de la sorpresa, ya que con las palmas abiertas atrapa al filo de Ketsho, justo a centímetros de su rostro.

No pude evitar sorprenderme horriblemente al darme cuenta que hasta hacía unos segundos, tenía en mente clavarle el filo entre ceja y ceja. Shikamaru también pareció notar el cambio en mi, sólo que parecía más sorprendido que yo. Saltó hacía atrás, y con unos rápidos movimientos, observé como su tenue sombra alimentada por la luz débil de la luna, se expandía y fundía con la mía. Yo sabía de los sorprendentes jutsus del clan Nara, y no entendía como hasta el momento no me había dado cuenta. Solamente sentía mi mente nublada, solo... como si no fuera yo.

Intenté penosamente moverme, pero mi cuerpo estaba completamente petrificado. Una sonrisa socarrona se instaló en su rostro, y entonces un sentimiento de ardor recorrió mi pecho, al igual que de nuevo sentí ese terrible picazón en los ojos. Gruñí, y observé como su red de chakra disminuía a causa de la gran cantidad que destinaba al jutsu. Supuse que muy seguramente pronto estaría libre, así que ideé lo más rápidamente posible un plan para terminar rápido, antes de que mi cuerpo dijera fin.

Noté como la fuerza que me mantenía pegada al suelo, disminuía a cada segundo. Sin saber muy bien cómo lo había hecho, conseguí saltar hacía adelante, y dejé caer a los lados mis armas. A cámara lenta, observé como un Shikamaru sorprendido retrocedía levemente, pero no a tiempo, pues empotré mi puño contra su mejilla, hundiéndolo fuertemente. Entonces, voló varios metros, estampándose contra un árbol cercando, y levantando una considerable cantidad de tierra, que creó una cortina entre nosotros.

Pareció recomponerse bastante rápido, pues podía ver como la luz tenue de su chakra se movía por todo mi alrededor. Al parecer, se había dado cuenta de que podía ver su energía, e intentaba distraerme creando varios clones. Para mi mala suerte, lo había conseguido, pues las cantidades de chakra estaban tan bien distribuidas entre cada copia, que no podía identificar bien cual era el real. Además, mi cuerpo ya empezaba a flaquear y no podía mantenerme en equilibro sobre mis pies, y mi vista se ennegrecía por segundos.

Un fuerte golpe en la espalda me elevó bastante, y luego otro en el estómago que me hundió en la tierra, creando un cráter a mi alrededor. La espalda me crujió, sin embargo, sin volver a ser yo consciente de mis movimientos, me levanté como si en realidad no tuviera varias costillas rotas y posiblemente alguna vértebra quebrada.

Troné mis dedos de una sola vez, y observé como la punta de estos se iluminaba tenuemente con una luz violácea, muy muy débil. Mi cabeza giró a mi alrededor una y otra vez, en busca de mi oponente.

Él se acercaba desde enfrente a gran velocidad, y con la mente nublada, extendí el dedo índice y corazón hacía él. Bajo las yemas de mis dedos noté la calidez de su mejilla, y los hundí levemente. Sus ojos marrones me miraron desorbitados, tembló y balbuceó algo que no entendí, para después caer redondo al suelo.

Me resultó auténticamente extraño el silencio repentino que nos rodeó, pues hasta hacía sólo unos segundos todo eran exclamaciones, gruñidos y golpes. Me dejé caer de culo al suelo, con los ojos bien abiertos observando mi mano. Fuera lo que fuera aquello que de ella había salido, era increíblemente terrorífico, y no quería volver a utilizarlo.

Algo más recompuesta, gateé hasta Shikamaru, que se retorcía en el suelo, con espuma en la boca. Horrorizada se quedaba corto. Mis ojos se llenaron de lágrimas sólo de pensar que aquello había sido mi culpa, y que yo había llevado demasiado lejos la pelea.

Tuve la sensación de que podía hacer algo, por pequeño que fuera. Instintivamente alcé las manos abiertas hacía su rostro, que ahuequé con delicadeza. Cerré los ojos, y pude sentir como mi corazón se acompasaba al suyo muy lentamente. Su respiración dejó de ser tan agitada, y ya no se atragantaba con su propia saliva. Desde mi pecho sentí un cosquilleo, que bajó de mis brazos hasta mis palmas extendidas. De nuevo, abrí los ojos, para observar como el color volvía a su rostro paulatinamente.

—Eso ha sido... —tartamudeó, aún débil.

Alcé ambas manos, rápidamente.

—No lo digas, por favor... Sólo...

Él me miró unos segundos, y asintió levemente.

Lo ayudé a recostarse en un árbol cercano y me apoyé junto a él.

—De verdad, lo siento, yo no quería hacer eso —dije—. En realidad, es como...

—No eras tú —terminó él, repentinamente. Giré mi cabeza para observar su perfil serio—, me he dado cuenta.

—¿Si, cómo? —inquirí.

Giró su rostro, para observarme, y alzó el dedo para indicar mis ojos. Entonces, recordé la sensación que había tenido anteriormente cuando me ardían y me dolían como mil demonios. Supe por su semblante que no me diría más, así que hice silencio.

Estuvimos bastante rato ahí, recuperando fuerzas y sin decir absolutamente nada. Lo único que podía oírse eran los animales nocturnos merodeando cerca y las hojas de los árboles fruncirse unas contra otras. Aunque hacía unos minutos había tenido la suerte de sentir calor por el esfuerzo, en esos instantes el sudor que se adhería a mi piel me congelaba.

—Ten.

Me tendió el último pergamino, de color negro carbón. La sensación que me asaltó cuando lo tuve entre mis manos, fue increíble. Aunque había sido duro, y cuanto menos, extraño, lo había logrado. ¡Lo había logrado! Sin embargo, aquel sentimiento era extrañamente más profundo, y notaba que tenía un trasfondo que no conseguía descifrar.

—Gracias —sonreí, con lágrimas en los ojos—, por todo.

Divisé una pequeña sonrisa en su rostro, y yo ensanché más aún la mía.

Un fuerte estruendo que hizo retumbar todo el bosque rompió aquel tierno momento. Los pájaros alzaron el vuelo nerviosos, y se perdieron por el cielo oscuro. Desde nuestra posición, pude ligeramente una cortina de humo alzarse.

—¡Viene de Konoha! —grité.

Shikamaru ya se había levantado, y con un sólo movimiento, me indicó que saliéramos de allí rápidamente, empezando a correr dirección a la villa.


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Sé que he tardado mucho, y lo siento. No tengo muchas ganas de estar por aquí, si soy sincera. Estoy en uno de esos momentos que ni yo misma sé que quiero, por muchísimos problemas. Problemas míos contra mi misma, irónico, ¿no? 




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